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Este documento explora la evolución de la historia del arte desde la antigüedad hasta la actualidad, destacando los principales métodos de estudio y las figuras clave que han contribuido a su desarrollo. Se analizan las diferentes perspectivas, desde la iconografía hasta el psicoanálisis, y se exponen las principales corrientes de pensamiento que han marcado la disciplina.
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Primero fue la literatura y, aunque por lo general se admite que la historia del arte nace con el Renacimiento, ya en la antigüedad griega, Plinio el Viejo nos dejó algunos capítulos de su Historia Naturalis noticias legendarias de los más famosos artistas. En el siglo II, Pausanias escribió Viaje a Grecia, interesante por sus descripciones, sus datos tipográficos, legendarios y mitológicos de ciudades, monumentos y obras artísticas helénicas. Posteriormente, en la Edad Media no encontramos nada que conozcamos como historia del arte aunque si bien, algunas obras escritas nos proporcionan referencias cronológicas. El concepto y término “arte” ( ars) era incluso más ambiguo que en la Antigüedad, puesto que ars no significaba un sistema de reglas que pudieran ser transmitidas. Sin embargo, Moshe Barash afirmó que el término artista pudo haber nacido en el Medievo aunque con un significado más amplio. En el siglo XV empieza a abundar un cierto tipo de crónicas que aportaron poco a la historia artística, pues su objeto fue muy limitado. Los escritos de Filippo Villani y de Cristoforo Landino se ciñeron a unos pocos artistas florentinos. En el caso de los Commentarii de Ghiberti se hicieron muy pocas referencias para una verdadera historia del arte por lo que nos aventuramos a asegurar que el primer Renacimiento tampoco se centró en abordar seriamente la historia del arte o, como Julius Von Schlosser afirmaba “la época estaba aún empapada por la alegría juvenil de la creación para tener tiempo y ganas de reflexionar sobre el pasado”. El nuevo horizonte de las artes se fue formando en el marco de las emergentes disciplinas del saber que impulsaron los estudios humanistas. A la vez, el creciente desarrollo del comercio y el progreso de las ciudades europeas, van propiciando una mayor demanda social no ya sólo pública o eclesial de las obras de pintores y escultores, lo que implicó por parte de los mismos la demanda de una ubicación más positiva de su función en la sociedades, así como una mejor consideración de sus actividades y un mayor prestigio y reconocimiento públicos. En este proceso fue fundamental la integración de la pintura entre las artes liberales, lo que rompió con el antiguo esquema. Leonardo da Vinci la situó por encima de la literatura y Leon Battista Alberti en De pittura no sólo elogió la pintura sino que subrayó los diversos conocimientos teóricos que requería su práctica, por lo que su tratado es el desencadenante del nuevo mapa de disciplinas artísticas. Alberti escribió dos obras más: De statua y de De re aedificatoria , en ellos se sitúan las tres artes visuales, por primera vez desde la
Antigüedad en pie de igualdad. Alberti fue el primero, pero el paso decisivo en esa comparación lo habría de dar Marsilio Ficino, junto con los otros humanistas, agrupados en la Academia de Careggi, a los que también se conocie con el movimiento neoplátonico de Florencia. Los neoplatónicos terminarían dando a la concepción emergente del arte la cobertura metafísica necesaria para alcanzar no sólo la legitimidad y prestigio social, sino sobre todo el trasfondo que permitiría ubicarlas en el plano superior de las actividades humanas. Los escritos de estos hombres de la primera mitad del siglo XVI no fueron inútiles, sino que todo ello fue recogido y examinado por Giorgo Vasari y en su opera prima Le Vite, publicada por vez primera en 1550. Para su realización utilizó todas las fuentes manuscritas hasta el momento, recogió la tradición oral del momento y además se sirvió de un cuerpo de ayudantes. No podemos exigirle que tuviera un concepto artístistico novedoso, pese a su carácter enciclopédico y personal, pues para él la obra tenía que combinar placer y utilidad. La estela de Vasari y de los tardíos renacentistas se extendió hasta bien entrado el siglo XVIII. La época de la Ilustración en Europa, no sólo es el período en el que cristaliza definitivamente el sistema moderno de las artes, es también el momento en que se produce la aparición de una nueva disciplina filosófica, la Estética, cuyo objetivo central sería el estudio y análisis de todo lo referente a la experiencia y la representación sensibles que la naciente cultura moderna institucionalizó de modo privilegiado en el conjunto de las artes. Además de esta convergencia de las artes y la filosofía, en estos años podemos apreciar la configuración definitiva del cuadro de componentes institucionales que configuran el universo de las artes. A lo largo del siglo XVIII fue surgiendo y acentuándose cada vez más una corriente de pensamiento que, oponiéndose al racionalismo imperante desde el siglo anterior, fue atribuyendo la actividad artística no a la facultad racional, sino a la fantasía y a la sensibilidad. Juan Bautista Vico, fue uno de los primeros innovadores en este sentido, aunque de manera independiente los empiristas escoceses abrieron cauce a esta nueva corriente que privilegiaba el método psicológico que provocaría finalmente la eclosión del romanticismo y, presentaría el hecho de la evolución estilística en el curso de la historia como un fenómeno natural y necesario, sujeto a los movimientos de la sensibilidad humana. En este contexto de búsqueda de lo específico del arte y del conocimiento estético, se sitúa Johann Joachim Winckelmann (1717-1768) que representó la reacción contra los excesos del rococó y el regreso a la serenidad y equilibrio clásicos, que había conocido en su estancia en Roma como bibliotecario del Cardenal Albani. Winckelmann, más que un pensador, fue un arqueólogo que dio los primeros pasos hacia una reflexión sobre los datos que su investigación arqueológica le
En estos momentos del siglo XIX entrará en escena Hegel, quien pretenderá con respecto al arte hacer una aproximación impregnada de historicismo a través de la cual podamos entender la evolución del espíritu de la humanidad. Su consideración artística funciona a través de tesis, antítesis y síntesis y una vez finalizados estos ciclos, se llegará a la muerte del arte en aras de un pensamiento puro. El método historicista además de la alusión al genio va a tener también una serie de defectos, como los estudios organizados en compartimentos estancos y la consiguiente pérdida de visión de conjunto. EL POSITIVISMO. Desde el punto de vista filosófico se trata de una variante del historicismo, pero desde el punto de vista metodológico se independiza creando un método independiente, el término viene de Auguste Compte (1798-1857), y hace referencia a la necesidad de atenerse sólo a lo positivo, a aquello que se puede pesar, medir, o de alguna manera positivar y verificar. Se basa para ello en las leyes naturales, de tal forma que un hecho determinado tiene unas causas, unas consecuencias y unas leyes de su movimiento, de tal forma que es así y es imposible que sea de otra manera. Pero el positivismo se extiende también a las ciencias sociales y a la historia del Arte, de tal forma que se van a buscar leyes que puedan justificar todo el devenir histórico. Sin embargo el método positivista conlleva una serie de peligros que desembocaron en un aluvión de críticas y métodos alternativos. Los positivistas, como Taine, que fue el adaptador del método a la historia del arte, consideraba como objetivo juicios que podrían ser subjetivos; daban por lo general más importancia a la parte material de la época; eran evolucionistas y confundían lo lógico con lo cronológico. EL FORMALISMO Este método surge como la reacción al positivismo desde la forma. Es una consecuencia del idealismo alemán, la base de su investigación son las características visuales, esto es, la forma. El método pretende agrupar los hechos artísticos de manera inteligible, para descubrir unas tendencias, unos ritmos en la evolución artística de manera que lleguemos a unas leyes de carácter universal que nos expliquen la evolución del arte. A diferencia con el positivismo, éste busca las leyes fuera de la obra y el formalismo las busca desenvolviendo las formas, las cuales tienen la capacidad interna de generarse a sí mismas. Alois Riegl (1858-1905), que era conservador de tejidos en el museo de Viena, llegó a la conclusión que una serie de formas se originaron en la antigua Mesopotamia y se mantuvieron hasta la llegada de los musulmanes que las asimilaron. Para completar esta teoría
argumenta que lo que ha cambiado es la interpretación en cada época y lugar de las formas, pero no éstas que han sido siempre las mismas, esto es lo que él denominó voluntad artística. EL MÉTODO ICONOLÓGICO Este método fue instaurado por Aby Warburg (1866-1929) y continuado fundamentalmente por Erwin Panofsky (1892-1968). El método consiste en una reacción al formalismo y al positivismo a través de indagar en la interpretación de la obra. En primer lugar se hace fundamental diferenciar entre iconografía de iconología: el primer término hace referencia a una descripción y primera interpretación de la obra en cuestión, como podría ser que un hombre con llaves nos hablaría de San Pedro. El segundo término hace referencia a la ciencia que estudia dicha obra en cuestión, es decir, las obras literarias y el proceso para llegar a dicha interpretación que nos dan la clave para entender que San Pedro porta unas llaves puesto que es el guardián de las puertas de los cielos. Panofsky consideraba la iconografía como la rama de la historia del arte que se ocupaba del contenido temático o significado de las obras de arte en cuanto a algo distinto de su forma. Promulgó entonces que para llegar a la comprensión de una obra deberíamos de realizar un análisis iconológico para lo cual pasaríamos por tres fases de percepción:
kitsch para el arte ha cambiado para llegar a una connotación más afirmativa de los materiales que la cultura capitalista reutiliza o recicla. Por su parte Meyer Schapiro (1904-1996) sigue la línea marxista de Greenberg y, aunque escribió sobre muchos periodos y temas será recordado por sus escritos sobre escultura del medievo final- renacimiento temprano, donde se evidencia el surgimiento del capitalismo y el declive del feudalismo. El catedrático Giulio Carlo Argan (1909-1992) emprendió su carrera profesional bajo el fascismo. Tras la Segunda Guerra Mundial se convirtió en la referencia de la izquierda italiana en cuanto a cuestiones estéticas se refería destacando por su defensa del arte moderno a través de sus escritos de Henry Moore, Walter Gropius, la Bauhaus, Picasso o Pier Luigi Nervi. En torno a los años 60 su obra se centró en una propuesta que renovaba la consideración de los períodos anteriores bajo una nueva mirada del método iconológico. Desde su perspectiva marxista consideró el arte como el desarrollo de la materia producido por el trabajo. En la fase post-histórica que se abre tras el desarrollo y agotamiento de la modernidad (la postmodernidad) entendió que la cultura actual asistía a la muerte del arte. La tecnología artesanal ha sido sustituida por la tecnología industrial. Si previamente el arte tenía una misión directiva proporcionando sus modelos a la industria; en la actualidad es la industria la que proporciona los modelos al arte. Si el arte de la época del artesanado y la sociedad teocrática se fundamentaba en la naturaleza (o la divinidad), el arte actual se refiere a la vida y a la actividad social sin distinción entre sujeto y objeto. El destino ya no depende de Dios sino de la dinámica productiva y social. La salida o solución que propone para el arte en peligro de muerte es entenderlo como algo no acabado, sino como proyecto o modelo de acción (praxis), ejemplificado en el urbanismo. Los años 70 trajeron consigo una revalorización de la mujer y así Linda Nochlin (1931) se preguntaba en 1971 “Why have there been no great women artists?” inaugurando con él un gran impacto en la historia feminista del arte siguiendo aún en boca. En él aplica un marco crítico feminista para mostrar la exclusión sistemática de la mujer de la educación artística. EL CASO ESPAÑOL. El mundo de la historia del arte en España puede sentirse orgulloso de los eminentes personajes que han estudiado nuestro arte. En el siglo XVI podríamos destacar a Diego de Sagredo, Cristóbal de Villalón o Felipe de Guevara aunque fue un siglo después cuando éste mundo empezó a ver las primeras luces. Vicente Carducho escribe en 1633 Diálogos de la Pintura , la primera historia del arte que recoge a pintores barrocos españoles, pero no fue el único, le siguieron Francisco Pacheco con
Arte de la Pintura, su antigüedad y grandezas en 1649 o Antonio Palomino, el Vasari español, cuyas obras obtuvieron gran repercusión en Europa siendo autor de Museo Pictórico y Escala Óptica y El Parnaso Español pintoresco laureado (1715). El neoclasicismo supuso la fijación del gusto academicista expresado en Antonio Ponz ( Viage de España, 1772) y en Juan Agustín Ceán Bermúdez con su Sumario de las antigüedades romanas que hay en España, en especial las referentes a las Bellas Artes , obra de 1800. En el primer tercio del siglo XX, los historiadores del arte correspondieron generacionalmente con las generaciones del 98, del 14 y del 27. Elías Tormo se convirtió en el primer catedrático de historia del arte desde 1911, José Pijoán publicó Summa Artis , aunque les siguen Francisco Javier Sánchez Cantón, Enrique Lafuente Ferrari o Manuel Gómez Moreno y su incansable labor en los Catálogos Monumentales y Artísticos de España. Además fue designado comisario de la Exposición Universal de Barcelona en 1929, donde Mies van del Rohe expuso su pabellón alemán. Tras la Guerra Civil, sigue la nueva generación de historiadores del arte con Fernando Chueca Goitia, Juan Antonio Gaya Nuño, Isidro Bango Torviso, etc. Por otra parte, el arte español ha suscitado que hispanistas extranjeros se hayan interesado por éste y el ejemplo más destacable es la obra de Jonathan Brown, famoso por sus escritos de Velázquez y de Goya, y cuyo reciente debate con Manuela Mena sobre la autoría de El Coloso , muestra de la vitalidad y permanente cuestionamiento de la historiografía del arte en España. BIBLIOGRAFÍA HENARES CUÉLLAR, Ignacio, Romanticismo y teoría del arte en España. AGUADO DE LA SIERRA, Miguel, Teoría del Arte. MARÍAS, Fernando, Teoría del Arte. HERNÁIZ, J. Ignacio, Teoría, historia y sociología del arte.