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Este ebook ofrece una guía práctica para padres que buscan una forma respetuosa y empática de criar a sus hijos. Explora la importancia de la conexión emocional, la estructura y la motivación en la crianza, y presenta estrategias para fomentar el aprendizaje y la cooperación en los niños. El ebook destaca la necesidad de atender las necesidades y emociones de los niños, así como las de los padres, para construir una relación sólida y positiva.
Typology: Cheat Sheet
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Si eres una madre o un padre que se encuentra buscando una manera respetuosa y empática de criar y acompañar a tus hijos, este ebook es para ti.
Es común que durante el desarrollo de nuestros hijos nos preguntemos si la manera en que lo hacemos es la adecuada, o si las herramientas con que contamos realmente los ayudan a desarrollarse plenamente. Hay tantas propuestas de crianza, incluso algunas contradictorias entre sí, que podemos sentirnos confundidos y no tener claro cuál es el mejor camino para nuestra familia. En Crianza Desansiedad tenemos por objetivo que tanto el proceso de crianza como la infancia se vivan libres de ansiedad y gozando de una conexión profunda y nutritiva.
para lograr los comportamientos que se le pedían. Podemos concluir que se pasaban por alto dos cosas importantísimas: la experiencia interna del adulto al estar frente a las reacciones y necesidades de su hijo y las necesidades y emociones del propio niño.
No solo el niño se desarrolla, el adulto también.
Mientras el niño crece y se nutre de la vida, la tarea de los cuidadores es ayudarlo a mantenerse a salvo y enseñarle a desarrollar habilidades que con el tiempo le permitan convertirse en un ser autosuficiente, empático y responsable. Y la otra tarea que tiene que ver contigo, es que continúes con tu propio crecimiento. Sí, leíste bien. El adulto también sigue en desarrollo. Desde esta perspectiva, estamos convencidos de que la crianza implica que tanto el niño como sus cuidadores se desarrollen. Ahora te cuento a qué me refiero.
¿Has notado cómo el proceso de acompañar a tu hijo en su desarrollo pone al descubierto reacciones que tienen que ver con tu historia, tus experiencias de infancia y tus patrones aprendidos? Tal vez hayas notado que frente a situaciones cotidianas con tu hijo sientes emociones intensas como enojo,
miedo, frustración desesperación, insatisfacción y culpa; lo que te lleva a tener reacciones impulsivas igualmente intensas.
Es como si tu hijo fuera capaz de tocar “botones” sensibles que activan tus recuerdos emocionales. Cuando esto sucede, reaccionas con el niño según esto que pasa en tu interior, y no necesariamente respondiendo a lo que el niño necesita. Así pues, la convivencia con él o ella te evidencia que hay algunos asuntos, recuerdos y prácticas que necesitan revisión de tu parte. Hacerlo conscientemente te ayudará a continuar tu desarrollo como persona y como padre o madre.
Tradicionalmente se ha criticado, enjuiciado, regañado y castigado a los niños cuando la convivencia activa uno de estos botones emocionales. Sin embargo, desde esta perspectiva de crianza, lo que queremos es que seas consciente de ambas partes de la ecuación: tu parte y la parte con tu hijo. Así conectarás con él o ella y te será más fácil guiarlos mientras descubren y desenvuelven su esencia.
Al mismo tiempo, la interacción con él o ella te ayudará a identificar aquello que interfirió, bloqueó o estorbó para que tu esencia saliera a la luz y puedas hacer algo al respecto.
Te invito a ver la crianza como una oportunidad para hacerte justicia: dándote lo que necesitas, apoyándote y validándote hoy que eres adulto.
Como ves, los modelos afortunadamente han cambiado bastante. Hoy sabemos que una crianza que recurre a herramientas de disciplina basadas en el respeto y empatía, que considera las necesidades y emociones de los niños y de sus padres y que promueve el aprendizaje por encima de la corrección, genera mejores comportamientos y mayor vinculación padres-hijos, que cuando la crianza se basa en corrección, desconexión y castigos. Es notorio cómo aumenta la cooperación y el aprendizaje cuando un niño se siente fuertemente vinculado con sus cuidadores.
Por este motivo, no buscamos la obediencia ciega ni sometimiento, no queremos que sienta miedo de ser quien es. Más bien, te invitamos a fortalecer tu conexión con él para que puedas enseñarle cómo funciona el mundo; le ayudes a parar conductas inapropiadas e inseguras, le transmitas los valores familiares, lo motives cuando enfrente retos complejos, lo animes cuando las cosas no salen como él espera y le enseñes a hacer acuerdos y negociaciones.
Todas esas buenas intenciones de que tu hijo sea convierta en un adulto responsable, empático, trabajador, que haga lo que le apasione, que sea amado y aceptado por él mismo y por otros, se materializan a través de esta perspectiva con mayor facilidad que con las herramientas correctivas y castigadoras de modelos antiguos, ya que se centra en el aprendizaje y promueve el desarrollo de habilidades.
Si te animas a ir por el camino de la conexión y el respeto, además de los beneficios que te platiqué, notarás que la experiencia al disciplinar cambiará radicalmente, ya que tu papel dejará de ser el de un juez castigador para convertirse en un maestro empático que conecta con su hijo para entender en qué punto se encuentra. Y, desde ese lugar, brindar lo que el niño necesita para aprender. La culpa, desesperación, angustia y miedo disminuyen, ya que los conflictos y problemas se conciben como oportunidades para enseñar-aprender. Las herramientas y estrategias que uses no te generarán culpa a ti, ni dolor físico o emocional a tu hijo; al contrario, ampliarás tu comprensión de él y podrás desmentir esos pensamientos que te dicen que “se portan mal a propósito para hacerte enojar”. Contarás con herramientas prácticas para gestionar tus emociones y resolver las situaciones que se presenten cotidianamente.
En lo personal, me hubiera encantado que mis padres conocieran más de estas herramientas mientras fui niña, pero no estuvieron disponibles para nosotros en ese momento. Afortunadamente, hoy lo están y es un gusto poder compartirlas. Espero que te sean de utilidad y que te ayuden a tener una fuerte conexión con tus hijos.
La primera pata de nuestro banco es la conexión emocional entre el niño y sus adultos. Conectar emocionalmente significa que con frecuencia des atención a tu hijo, poniendo tus ojos y oídos atentos a sus relatos, actividades y su sentir. Implica mostrarte disponible para escuchar lo que le pasa, validar sus emociones y tener conversaciones significativas en las que ofrezcas calma, comprensión y apoyo.
La conexión para un niño es una necesidad sumamente importante. Gracias a ella es que se siente visto, querido, atendido y comprendido. Si está cubierta, el niño tendrá un mejor desempeño, se sabrá amado incondicionalmente, se reforzará su seguridad, su confianza en el mundo y en su cooperación en general.
Es esperable que no puedas estar en conexión todo el tiempo, pero sí puedes ir al encuentro con él frecuentemente y cubrir su necesidad de conexión varias veces en un día. Especialmente cuando experimenta emociones desagradables.
Es común que cuando un niño se “comporta mal”, el adulto rompa la conexión y le pida que primero se calme si quiere hablar o tener su apoyo. Desde esta perspectiva, te invitamos a hacer justo lo contrario. No te desconectes cuando lo veas cargado de emociones desagradables, pues es cuando más necesita un adulto en calma que comprenda lo que le sucede y le comparta de su calma y apoyo. Así que te invito a que
lo escuches y valides sus emociones para que baje su tensión emocional; y una vez logrado esto, estará listo para aprender de la situación que tienen enfrente. Es justo en estas situaciones en que demostramos la incondicionalidad de nuestro amor.
Si esta pata está fortalecida, tu hijo tenderá a mostrar, de acuerdo a su edad, mayor cooperación y mejor comunicación y consideración hacia los acuerdos familiares y hacia las necesidades de los demás. Si su necesidad de conexión está cubierta, no tendrá que recurrir a comportamientos que lo metan en problemas con el fin de sentirte cerca de él. Así que no escatimes en dar tiempo y atención de calidad. Recuerda que validar sus gustos, sus sueños, sus deseos, sus intentos, sus logros, sus emociones y sensaciones agradables y desagradables tiene efectos positivos en su comportamiento y en su autoestima.
A la segunda pata del banco la llamaremos estructura. Tal vez la conozcas como los famosos “límites”. La manera de llevarlos a nuestro hogar es a través de la rutina, las reglas, los valores y los acuerdos familiares. No creas que porque hablamos de conciencia y conexión descuidamos los límites. Un niño que desconoce los acuerdos, que no le ayudan a parar sus conductas inapropiadas, que no le dicen qué se espera de él o que le dejan
de una actividad a otra en calma o más bien se viven a prisa, corriendo, estresados, con miedo a llegar tarde a lo que sigue? ¿La organización del tiempo te permite cubrir también tus necesidades personales? Todos estos aspectos son importantes, ya que muchos de los que consideramos “malos comportamientos” se generan cuando el niño experimenta una necesidad y no se satisface a tiempo. La incomodidad de esa insatisfacción origina el mal comportamiento como un intento de satisfacer la necesidad.
En cuanto a las reglas, es importante que los niños sepan exactamente qué se espera de ellos en situaciones específicas, sobre todo en asuntos de seguridad. Puede ser que para un niño pequeño las escaleras sean un escenario maravilloso para su juego cargado de fantasía; sin embargo, tener juguetes en ese espacio puede ser realmente peligroso para el resto de la familia, así que una regla específica podría ser de gran ayuda en este caso. No obstante, desde nuestra perspectiva no le dejamos todo el peso a las reglas. De hecho, te recomendamos que sean pocas, y más bien te invitamos a recurrir a los valores familiares para que éstos guíen a la familia.
Cuando nos enfocamos en transmitir valores, en el niño se genera una disposición interna a actuar desde esos parámetros generales y los podrá aplicar en diversas situaciones. Así que cuando tu pequeño esté realizando un comportamiento que no apruebas, recuérdale el valor familiar. Luego conecta con él para entender qué fue lo que lo motivó a actuar de esa manera, intentando descubrir qué necesidad intentaba satisfacer con su comportamiento. Y una vez que tengas esta información,
ayúdale a formular un acuerdo que le permita satisfacer esa necesidad sin meterse en problemas o tener comportamientos poco amables o riesgosos.
Esta pata del banco, la estructura, es la única que consideraba la disciplina tradicional de una manera estricta, rígida y llena de castigos. Hoy sabemos que si las estrategias disciplinarias generan miedo y dolor físico o emocional (castigos), no ayudan al niño a convertirse en una mejor persona, a desarrollar su empatía, cooperación ni a aprender de sus errores, por lo tanto, la invitación es a dejar de recurrir a ellas.
Si esta pata es mayor a las otras dos, el niño no tendrá el mejor equilibrio posible, ya que las rutinas y reglas por sí solas no generan cooperación, ni le ayudan a absorber los valores familiares que se quieren transmitir, ni le ofrecen oportunidades de desarrollar la empatía o el respeto por los demás, ni de sentirse parte de una familia que lo apoya y lo guía. Por todo esto, es indispensable nutrir la crianza con valores y las otras dos patas del banco: conexión emocional y motivación.
La última pata es la del apoyo, el impulso o la motivación. Gracias a ella transmitimos al niño nuestra confianza en él, le hacemos saber que estamos seguros de que puede con los retos que por edad le tocan vivir. Lo motivamos amable y respetuosamente
Como ves, una y otra vez hablamos sobre conectar con el niño. Esta necesidad emocional durante mucho tiempo estuvo fuera de los modelos disciplinarios, y cuando la incluimos la experiencia cambia completamente para toda la familia. Déjame contarte por qué pasa esto. Pongamos como base que niños y adultos compartimos la necesidad de sentirnos reconocidos, valiosos, vistos, que noten nuestros gustos, nuestra forma de pensar, preferencias, necesidades, emociones e ilusiones. Además, necesitamos sentir que pertenecemos a un grupo y que somos importantes para nuestros seres queridos. Queremos sentir que somos dignos de su atención, orgullo y de su tiempo; anhelamos sentirnos aceptados siendo lo que somos sin la presión de cambiar o tener que ser diferentes. También necesitamos ser reconfortados y tranquilizados para experimentar seguridad. Cuando somos niños dependemos de papá y mamá para satisfacer estas necesidades. Conforme crecemos, encontramos a otras personas que nos ayudan a sentirnos así, hasta que llega el punto en que podemos satisfacer estas necesidades por nosotros mismos.
Te invito a que evoques un recuerdo de tu infancia agradable, que haya sido especial, en el que estuviera presente un adulto importante (por ejemplo tu mamá, tu papá o una maestra). Por favor, detén tu lectura y date un minuto para recordar.
¿Ya lo tienes? Estoy segura de que en ese recuerdo que elegiste hubo un momento de conexión que te hizo sentir valiosa, importante y/o reconocida por esa persona. Como ves, aunque pasen los años seguimos recordando esos momentos, porque estar en conexión es una experiencia profundamente significativa.
Estar en conexión es la clave que te permite guiar a tu hijo en su desarrollo. Sin embargo, en ocasiones esta conexión no se logra o se interrumpe; sobre todo cuando el niño está experimentando emociones desagradables, cuando se comporta de una manera que se considera un “mal comportamiento”, o en los episodios de desborde emocional (berrinches, pataletas, rabietas). Al presenciarlos, en nuestro interior se suele activar un estado de alarma que nubla nuestra visión, y entonces tratamos al niño de acuerdo con lo que pasa en nuestro interior, sin considerar la necesidad real del niño. Al estar desconectados, no acompañamos al niño ni le damos lo que necesita para aprender, sino que reaccionamos enjuiciando, regañando o castigando sin impartir la lección adecuada.
Sabemos que el caos y la desconexión trabajando juntos son una fórmula efectiva para activar la ansiedad infantil. Por ello, nuestra propuesta es que fortalezcas la conexión con tu pequeño de tal forma que él se sienta seguro, amado y aceptado incondicionalmente aún en momentos de intensidad emocional.
A continuación, te comparto 7 pautas que te ayudarán a lograrlo.
poco respetuosas que lastiman, que no consideran la necesidad del niño, y que desgastan la relación con nuestro pequeño. Te invito a que identifiques tus disparadores.
Entrar en conexión requiere de atender a dos cosas en el siguiente orden: Primero atender a tu experiencia interna; después, atender a la situación del niño. Sí, tal como lo lees, primero te invito a que pongas los ojos en ti. Date un tiempo para notar qué sientes, en qué piensas, qué sensaciones reporta tu cuerpo y qué impulso surge en ti.
Después, date un tiempo para respirar lenta y profundamente un par de veces. Esto te ayudará a salir de ese estado de emergencia que te apresura a que actúes siguiendo un impulso sin haber conectado con tu hijo ni haber comprendido su necesidad. Una vez que valides y atiendas a lo tuyo, estarás disponible para entrar en conexión con él.
Activa tu percepción
Nuestro pensamiento puede ir más allá de lo que está sucediendo en la realidad, lo que genera que nuestras reacciones no tengan relación con la situación presente. Para evitar esto, te recomiendo que actives tus sentidos: observa la situación y escucha atentamente para entender qué pasa. También mantente percibiendo lo que sucede en tu interior. En las diferentes escuelas de meditación hay un concepto llamado “el observador”, que es esa parte de ti capaz de autoobservarse, observar tus pensamientos, tu cuerpo y tus sensaciones. Tenerlo activo te ayudará a observar el momento presente y dar la respuesta que tu hijo necesita.
Dado que tú eres responsable de tus acciones y tus actitudes, te invito a que lleves tu atención a ellas, así te será más fácil regularlas. Si te autorregulas y mantienes una actitud de calma, con mirada apacible, un tono de voz grave en un volumen bajo-medio, y haces movimientos suaves, impactarás en el estado emocional de tu hijo. A esto lo conocemos como corregulación.
Esta experiencia de conexión y corregulación son las bases para que él vaya aprendiendo a autorregularse, así que intenta atender a los hechos externos y a los que suceden en tu interior.