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Este ensayo explora la obra de ignacio burgoa, quien reflexiona sobre la figura del jurista y el simulador en el derecho. Burgoa destaca la importancia de la ética, la formación continua y el conocimiento profundo del derecho para ejercer la profesión de manera responsable y efectiva. El ensayo analiza las características que definen a un verdadero jurista, en contraste con aquellos que se aprovechan del sistema sin un compromiso genuino.
Typology: Cheat Sheet
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Según Burgoa, el derecho es algo creado por el ser humano y es necesario para que la sociedad pueda funcionar de manera tranquila y eficiente. Esto es algo que ha existido en todos los grupos sociales, ya que siempre se ha necesitado un orden jurídico para que todo marche bien. Burgoa sostiene que el derecho cambia con el tiempo y el lugar, ya que se adapta a las necesidades de la sociedad que lo crea y modifica. Es tan importante mantener el orden que, en ocasiones, se debe aplicar incluso si resulta injusto para una situación específica. El derecho es una creación que cambia según la sociedad a la que se aplica. Se transforma de acuerdo con las necesidades y experiencias sociales, no solo por su estructura, sino por su forma de expresión. Es en esta expresión donde el jurista encuentra los principios que la sociedad considera importantes y que deben ser protegidos. Por eso, el jurista debe entender el derecho como algo esencial, no solo como leyes que son simples reglas. Las leyes cambian rápidamente, pero la esencia de la sociedad es algo mucho más duradera. Burgoa describe al jurista como una persona con las más altas aptitudes tanto éticas como morales, con principios inquebrantables. Su trabajo consiste en aplicar el derecho de manera efectiva para que la sociedad funcione correctamente. El jurista es quien moldea y construye el derecho, basándose en un análisis profundo de la situación social. Debe amar y cuidar a la sociedad, y asegurarse de que se cumpla lo que está preescrito. Según Burgoa, para realizar su trabajo de manera adecuada, el jurista, especialmente el abogado, debe ser libre. No debe estar influenciado por intereses que lo hagan tomar partido o favorecer a alguien más que a la verdad, la justicia y, sobre todo, al orden social. Esto es imposible si el abogado está subordinado a particulares, empresas o incluso a entidades públicas. Incluso si tiene excelentes habilidades, no puede considerarse un verdadero abogado si está sometido intereses. Para cumplir con esta labor, Burgoa nos dice que el abogado debe ser libre. No debe estar influenciado por intereses ajenos que puedan llevar a tomar decisiones que favorezcan Destaca que el verdadero abogado no debe ser una persona temerosa ni débil. Un abogado que no tiene el coraje de defensor lo que es justo, incluso frente a quienes están en el poder, no puede ser un buen profesional del derecho. No importa cuán experto sea en la ley si no tiene la valentía de defender los principios que sostienen la justicia y el bienestar de la sociedad. Esto incluye, por supuesto, estar dispuesto a cuestionar y desafiar a los gobernantes si es necesario para proteger los derechos y la justicia. Así, el abogado debe ser fuerte de carácter, sabiendo cuándo y cómo alzar la voz para hacer que se respeten los principios fundamentales. El autor señala que el jurista debe ser una persona honesta, ya que la corrupción destruye y daña a quien la practica. Recibir o dar favores a cambio de algo personal corrompe a la persona, llevándola a perder su integridad. Según Burgoa, aquellos que se entregan a la corrupción se convierten en mediocres, incapaces de cumplir con el rol de jurista, pues carecen de los principios necesarios para representar la justicia de manera efectiva. La honestidad es esencial para que el
jurista pueda ejercer su función de manera adecuada, garantizando que su trabajo esté siempre al servicio del bien común y no de intereses personales. Burgoa señala que el derecho es fundamental para regular la vida social y, por tanto, el jurista, como profesional del derecho, debe poseer una amplia cultura general. Esto es esencial porque solo con un conocimiento profundo de los diferentes aspectos que conforman el saber humano puede un jurista intentar regularlos de manera efectiva. El autor enfatiza que el verdadero conocimiento del derecho no se limita a entender las leyes en sí, ya que estas son solo una manifestación normativa del derecho. Un verdadero jurista debe comprender el contexto más amplio de la humanidad y de la sociedad, tanto a nivel colectivo como individual. Un verdadero jurista debe ser alguien con una visión crítica y ética, alguien que pueda tomar decisiones no solo basadas en la ley. Esto implica que el jurista no debe ser una persona que se limita a seguir órdenes o aplicar las normas sin cuestionarlas, sino que debe tener el valor y la capacidad para defender lo que es justo, incluso si esto lo pone en conflicto con los poderosos o con las autoridades. La honestidad, la integridad y la valentía son cualidades. En conjunto, estas disciplinas ayudan al jurista a tener una visión más completa y matizada de la ley y su aplicación. El derecho no solo se trata de aplicar reglas en un vacío, sino de entender cómo esas reglas se insertan en un contexto social, histórico y cultural. Burgoa nos dice que el derecho es un arte, y citando al jurisconsulto “Celso” nos recuerda que el derecho es el arte de lo que es bueno y lo que es justo, sin embargo hace una separación del arte con respecto a la técnica, lo cual considero que no puede ser separado, pues para crear arte se requiere forzosamente la técnica a implementar y la concreción del derecho llevado a la vida material no puede ser la excepción pues se requiere de una técnica pulida y perfeccionada que nos ayude a conseguir esa finalidad, técnica que puede referirse a la retórica de que hace uso el jurisconsulto para convencer de sus ideas, o de la técnica legislativa con que se conjugan y plasman los postulados que serán en última instancia la expresión normativa de ese derecho. La técnica en el derecho puede referirse a varios aspectos. Uno de ellos es la retórica utilizada por el jurisconsulto para convencer a otros sobre sus ideas o argumentos, ya sea en el contexto de un juicio o al desarrollar una teoría jurídica. Además, la técnica legislativa es otra forma importante de aplicar la técnica en el derecho. Esta técnica se refiere al proceso mediante el cual los legisladores crean y estructuran las leyes que regulan la sociedad. El jurisconsulto, o experto en derecho, debe ser considerado como un "sabio" o "prudente", cualidades esenciales para cualquier persona que ejerza una actividad jurídica, ya sea como abogado, juez o legislador. Este conocimiento profundo del derecho es necesario, pero no implica que el jurista deba ser un especialista en todas las áreas del derecho, ya que esto sería poco realista dada la gran cantidad de ramas que existen. Sin embargo, sí debe ser una persona que se forme constantemente, manteniéndose actualizado y dedicando esfuerzo al estudio de manera
sus limitaciones y debilidades intelectuales, su actitud cambia completamente. Se vuelve hostil, porque siente que su falta de conocimiento es algo que debe ocultar a toda costa. Este comportamiento se debe a que, en su interior, vive con un complejo de inferioridad que no puede enfrentar. En lugar de aceptar sus debilidades y trabajar en ellas, las esconde con una actitud arrogante y llena de egolatría, tratando de hacer que los demás creen que es mejor de lo que realmente es. Esto demuestra que, al no tener la base sólida que le da el verdadero conocimiento, recurre a mentiras y engaños para mantener la apariencia. Este tipo de persona no tiene principios ni metas claras, transformando el derecho en una simple herramienta para hacer dinero y ganar prestigio personal. No le importa en absoluto lo que realmente significa el derecho ni los valores fundamentales que deben guiar a un verdadero jurista. Lo único que busca es mantener una fachada de importancia y, para ello, se apoya en los demás, aprovechándose de aquellos que realmente tienen más conocimientos o experiencia que él. Utiliza a quienes lo rodean, ya sea para información, beneficios económicos o para fortalecer su imagen, sin ningún interés obtener en el bienestar común ni en la justicia. Su actitud egoísta y materialista lo aleja completamente de los principios que un verdadero jurista debe defender. A pesar de contar con títulos académicos, incluso doctorados, la falta de amor y vocación al derecho pueden llevar a una persona a proyectarse fuera del campo de aplicación de este, ello no lo convierte necesariamente en un simulador, más bien podría tratarse de un “no jurista”, diferenciándose del simulador, en que este último si busca ostentarse como un docto del derecho sin serlo y en ello radica su calidad de “simulador” o “defraudador”. Al desempeñarse como "abogado", esta persona recurrirá a todo tipo de recursos fuera del marco jurídico para lograr sus objetivos. En lugar de confiar en su conocimiento del derecho, prefiere recurrir a métodos como halagar a las personas en los juzgados o, incluso, fomentar la corrupción, ya que no sabe cómo obtener lo que desea obtener en sus verdaderos conocimientos jurídicos. Su éxito profesional depende más de las relaciones personales y los favores que pueda pedir, que de su capacidad para aplicar la ley de manera adecuada. Esto lo convierte en un abogado que, en lugar de defensor de la justicia, busca el beneficio personal. El juez que simula ser un verdadero jurista es muy similar al profesor de derecho que no tiene las cualidades necesarias para enseñar. Este tipo de juez se conforme con firmar y aprobar los proyectos que sus secretarios redactan, sin tomarse el tiempo de analizarlos, ya que no posee los conocimientos intelectuales necesarios para realizar su trabajo de manera efectiva. En lugar de basarse en su propio conocimiento, depende del trabajo de los demás, como sus allegados, quienes hacen todo el trabajo mientras él se limita a dar su firma. Ante cualquier problema o crítica, se muestra arrogante e intransigente, evitando discutir el tema porque no tiene los elementos para abordarlo. Además, tiene miedo de que se le descubra la falta de conocimiento y de perder el respeto público
Ser un jurista de verdad requiere esfuerzo y sacrificio. No basta con leer libros, hay que entender cómo las leyes afectan a las personas. Si alguien no ama lo que hace, puede tener un conocimiento superficial que no le permitirá hacer una verdadera diferencia. El verdadero jurista no solo sabe leyes, sino que tiene el objetivo de hacer que la sociedad sea más justa. Sin pasión por el derecho, es difícil comprender lo importante que es esta profesión. Un buen jurista siempre busca aprender y aplicar el derecho. Como estudiante, es importante ser siempre crítico con todo lo que se aprende, sin importar quién lo diga. Esto es fundamental porque, al ser crítico, uno puede desarrollar su propio criterio y aprender a diferenciar entre un simulador y un verdadero jurista. No debemos aceptar las ideas sin cuestionarlas, ya que eso nos limita a pensar de manera independiente. Solo al reflexionar y analizar las opiniones e información podemos formar una comprensión más profunda y real del derecho. Es fundamental hacer un estudio profundo del derecho, que vaya más allá de lo que se aprende en las aulas. El conocimiento adquirido en clase es solo el inicio, pero el verdadero aprendizaje requiere dedicación constante. El estudio del derecho debe convertirse en un hábito que nos acompaña toda la vida, ya que la formación en las aulas dura solo unos años, pero la práctica y el entendimiento del derecho es un proceso continuo. Debemos mantenernos siempre firmes en la búsqueda de la justicia y el respeto al estado de derecho. Nunca debemos fomentar la corrupción, sino más bien señalar las arbitrariedades y errores que surjan. La pasividad frente a estas injusticias es uno de los peores enemigos de la justicia. El derecho es mucho más que solo conocer las leyes y saber cómo aplicarlas. Es fundamental entender la historia y las necesidades que llevaron a la creación de esas leyes, ya que conocer la historia nos ayuda a comprender mejor a la sociedad a la que se intenta aplicar el derecho. El derecho no solo busca conductas regulares, sino también proporcionar un medio para el orden y bienestar de la comunidad. Es fundamental, además de estudiar derecho, cultivar un conocimiento general amplio. Un jurista no puede ser verdaderamente eficaz si no tiene una gran cultura general, porque esto es esencial para nuestra profesión. Los juristas no solo interpretan las leyes, sino que también regulan y organizan todos los aspectos de la vida humana. Tener una base sólida de conocimientos en diferentes áreas permite entender mejor las situaciones y tomar decisiones más informadas que benefician a la sociedad en su conjunto.
Además, Burgoa también quiere resaltar la importancia del constante estudio y la preparación. Es evidente que, para él, la vocación de un jurista no es algo superficial, sino algo que implica un compromiso con el aprendizaje continuo, con la ética y con el bienestar de la sociedad. No basta con conocer las leyes, sino que es necesario comprender el contexto en el que esas leyes se aplican, saber cómo se interrelacionan.