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sobre lo que es el acto humano
Tipo: Apuntes
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5.1.2. El acto humano procede de la inteligencia y de la voluntad “Como el hombre es señor de sus obras por la razón y la voluntad (...), se llaman actos humanos los que proceden de la voluntad deliberada”^1. Los actos humanos nacen, pues, de la voluntad ilustrada por la inteligencia, porque la voluntad no puede querer nada si no ha sido presentada antes por el intelecto. El papel del conocimiento es mostrar a la voluntad su objeto; lo propio de la voluntad es moverse a sí misma y a las demás potencias hacia ese objeto. Si los actos proceden inmediatamente de la voluntad se llaman elícitos; si provienen mediatamente, a través de alguna potencia, se denominan imperados: un afecto, un deseo, un gozo, por ejemplo, son actos elícitos; cualquier acción externa del individuo o un acto interno de la inteligencia, memoria, etc., son actos imperados. Influjo del conocimiento en el acto humano: la advertencia La actividad voluntaria va acompañada de la conciencia intelectual o advertencia, que es el acto por el que la mente capta una acción propia y su moralidad. La advertencia constitutiva del acto moral es el conocimiento de su bondad o malicia, que supone el conocimiento del acto mismo: es decir, se viene a identificar con el juicio actual de la conciencia moral. La advertencia puede ser actual o virtual, según que la captación de la mente se dé en el momento mismo del acto (in actu), o que se haya dado en un acto anterior y aún perdure o influya (in virtute). Así, tiene advertencia actual quien, al ayudar a los demás, dirige la atención de su mente a los actos que está realizando. Sin embargo, se puede seguir ayudando a los demás sin tener esa atención actual. En este caso se dice que la advertencia es virtual, porque se está bajó el influjo de la advertencia actual que se tuvo en actos anteriores. La advertencia virtual es suficiente para el acto humano, y para que éste sea verdaderamente moral. Atendiendo al grado de intensidad, la advertencia puede ser plena o semiplena. Se da advertencia plena cuando el hombre conoce perfectamente lo que hace y la moralidad de su acción. Es s emiplena, cuando ese conocimiento encuentra algún obstáculo (estado de somnolencia, ebriedad, etc.). La plenitud de la advertencia se requiere para la perfección del acto humano, y su defecto disminuye la voluntariedad. La voluntariedad del acto humano: el consentimiento (^1) S.Th., I-II, q.1 .a.1, c.
Advertida por la inteligencia, la voluntad se mueve intrínsecamente hacia el objeto (consentimiento) o lo rechaza. El consentimiento es el acto de la voluntad por el que ésta se aplica a obrar en orden a la consecución de un fin. El consentimiento puede versar sobre el objeto de una acción o sobre su causa: a) Si la voluntad quiere el objeto en sí mismo, se habla de v oluntario directo. b) Si simplemente lo permite, como efecto secundario previsto y ligado a lo que directamente se quiere, se habla de voluntario indirecto: quien lee un libro para preparar un examen, previendo que de esa lectura se derivarán tentaciones contra la honestidad de las costumbres, quiere indirectamente esas tentaciones y es responsable de ellas; de ahí la obligación de evitar esa lectura o al menos de poner las cautelas oportunas, etc. c) Por último, si la voluntad consiente en una acción que es causa de otras, se dice que estas últimas son voluntarias «in causa». Las acciones que se cometen en estado de embriaguez son voluntarias in causa, si la embriaguez ha sido consentida. Teniendo en cuenta la complejidad de la conducta humana y las múltiples conexiones que implica cualquier actividad, la voluntariedad in causa e indirecta tienen una gran importancia en la vida moral. Paralelamente a la advertencia, el consentimiento puede ser perfecto o imperfecto, según que la voluntad se adhiera al objeto de modo total o parcial. Siempre que falte advertencia plena, el consentimiento será necesariamente imperfecto; en cambio, puede darse consentimiento perfecto con una advertencia virtual. El consentimiento perfecto supone que la voluntad se entrega sin reservas al objeto; de ahí, por ejemplo, que la falta de lucha ante la tentación sea uno de los síntomas de pleno consentimiento en el pecado. Aunque la componente cognoscitiva y volitiva de todo acto humano puede denominarse de modo genérico advertencia y consentimiento, existen en realidad diversos tipos dc advertencia y de consentimiento. A la primera aprehensión de un fin conveniente sigue una complacencia de la voluntad que se llama amor. Después hay un j uicio que valora la posibilidad física y moral de alcanzar ese bien, al que puede seguir una firme decisión de obtenerlo que se llama intención. Movida por la intención, la inteligencia delibera acerca de los medios más convenientes para conseguir ese fin, que la voluntad puede aceptar o no por un acto que se denomina consentimiento. Se debe precisar después cuál de esos medios es el mejor o el que se debe poner en práctica primeramente (inicio de elección), y la voluntad ha de tomar la decisión interior de hacerlo así (elec ción). Cuando se ha decidido lo que se obrará aquí y ahora, la razón organiza la actividad de las diversas potencias humanas (imperio) , y la voluntad las mueve de acuerdo a lo señalado por la razón (uso activo). Sigue el movimiento de las potencias ejecutivas —los brazos, por ejemplo.— por parte de la voluntad (uso pasivo), la consecución del fin y el gozo de la voluntad en el bien poseído.