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Antropología mexicana, Resúmenes de Antropología

Antropología su historia, su evolucion

Tipo: Resúmenes

2023/2024

Subido el 19/03/2024

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octubre 2001
La ciencia mexicana en el siglo XX
ANTECEDENTES
El 20 de enero de 1911 abría sus puertas
la Escuela Internacional de Arqueolo-
gía y Etnología Americanas (EIAEA).
Las pláticas para establecer en México dicha
institución se remontaban a los años entre
1904 y 1908, en pleno gobierno porfirista,
cuando el presidente de la Universidad de
Columbia, Nicolas Murray Butler, entró en
contacto con varios gobiernos e institucio-
nes que finalmente unieron esfuerzos para
llevar al cabo el proyecto. Los gobiernos de
Prusia y Francia, las universidades de Har-
vard, Columbia y Pennsylvania y la Socie-
dad Hispánica de América —y, desde luego,
el gobierno de México— decidieron crear la
Escuela Internacional para acabar de formar
en ella a especialistas que ya hubieran teni-
do relación con estudios de este tipo, a través
de becarios que cada país e institución fundadora patrocina-
ra. La dirección de la escuela sería rotativa, y fue así como le
correspondió ser su primer director a uno de los grandes sabios
de principios del siglo XX, investigador del Museo Real de
Berlín y especialista en religión mesoamericana: el doctor
Eduard Seler. Al año siguiente asumió el cargo el doctor Frans
Boas, a quien muchos consideran el padre de la antropología
estadunidense. Después, y en forma sucesiva, fueron elegidos
George Engerrand, geólogo, Alfred Tozzer y Manuel Gamio.
Como puede verse, la EIAEA empezaba sus actividades
bajo el patrocinio de universidades de renombre y con la par-
ticipación de reconocidos maestros, pero también bajo un
clima inestable, debido al movimiento armado que empezó a
gestarse en nuestro país. La inauguración la hizo en persona
el presidente Porfirio Díaz. Sin embargo y afortunadamen-
te, el proyecto continuó adelante y de esa manera fue base fir-
me para el comienzo de una idea integral de la antropología
que daría señalados frutos, como veremos en su momento.
Los primeros alumnos fueron Werne von Horschelman,
becado del gobierno de Prusia; Isabel Ramírez Castañeda,
La antropología
en México
A diferencia de otros países, en donde la
antropología sirvió para fines colonialistas, en
México surge como una práctica en bien de los
grupos marginados y por tradición explotados.
Eduardo Matos Moctezuma
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ANTECEDENTES

E

l 20 de enero de 1911 abría sus puertas la Escuela Internacional de Arqueolo- gía y Etnología Americanas (EIAEA). Las pláticas para establecer en México dicha institución se remontaban a los años entre 1904 y 1908, en pleno gobierno porfirista, cuando el presidente de la Universidad de Columbia, Nicolas Murray Butler, entró en contacto con varios gobiernos e institucio- nes que finalmente unieron esfuerzos para llevar al cabo el proyecto. Los gobiernos de Prusia y Francia, las universidades de Har- vard, Columbia y Pennsylvania y la Socie- dad Hispánica de América —y, desde luego, el gobierno de México— decidieron crear la Escuela Internacional para acabar de formar en ella a especialistas que ya hubieran teni- do relación con estudios de este tipo, a través

de becarios que cada país e institución fundadora patrocina- ra. La dirección de la escuela sería rotativa, y fue así como le correspondió ser su primer director a uno de los grandes sabios de principios del siglo XX, investigador del Museo Real de Berlín y especialista en religión mesoamericana: el doctor Eduard Seler. Al año siguiente asumió el cargo el doctor Frans Boas, a quien muchos consideran el padre de la antropología estadunidense. Después, y en forma sucesiva, fueron elegidos George Engerrand, geólogo, Alfred Tozzer y Manuel Gamio. Como puede verse, la EIAEA empezaba sus actividades bajo el patrocinio de universidades de renombre y con la par- ticipación de reconocidos maestros, pero también bajo un clima inestable, debido al movimiento armado que empezó a gestarse en nuestro país. La inauguración la hizo en persona el presidente Porfirio Díaz. Sin embargo y afortunadamen- te, el proyecto continuó adelante y de esa manera fue base fir- me para el comienzo de una idea integral de la antropología que daría señalados frutos, como veremos en su momento. Los primeros alumnos fueron Werne von Horschelman, becado del gobierno de Prusia; Isabel Ramírez Castañeda,

La antropología

en México

A diferencia de otros países, en donde la antropología sirvió para fines colonialistas, en México surge como una práctica en bien de los grupos marginados y por tradición explotados.

Eduardo Matos Moctezuma

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ron 18 capas de terreno, fijándoseles un es- pesor que variaba desde 10 centímetros en las primeras, hasta 1 m 75 cm en la última” (Gamio, 1972 a). Es importante señalar la prudencia con que actuó Gamio en cuanto a la técni- ca aplicada, ya que la consideró hecha con mayor detenimiento y modelo para las res- tantes excavaciones. También hacía ver que sus conclusiones no se podían generalizar a nivel regional, pues eran válidas sólo para el área inmediata. Dice así Gamio: “La excavación hecha en San Miguel Amantla, Azcapotzalco, fue considerada por mí como tipo metodológico, pero no como tipo de sucesión cultural regional, ya que só- lo en un lugar se halló la sucesión estratigráfico-cul- tural en el orden que antes se indi- có. Debe advertir- se que hasta esa fecha dicha exca- vación fue la primera y única que se efectua- ba con método científico en el valle de México…” (Gamio, 1972 b.)

por Columbia y México, y Porfi- rio Aguirre y José Calvo, estu- diantes del Museo Nacional de México. Sólo hasta el siguien- te año aparecería el nombre de Manuel Gamio junto con los de J. Alden Mason, enviado por la Universidad de Pennsylvania, con inclinación en aspectos de lingüística, y W. Mechling, por la Sociedad Hispánica de América. Por su parte, Seler tenía interés en aspectos estratigráficos en arqueología, en tanto que Boas prestaba atención a temas lingüís- ticos y a materiales arqueológicos. Las actividades de la EIAEA fue- ron ricas y variadas, con visitas y trabajos en distintos lugares, pero cabe resaltar la especial atención, tanto de maestros como de alumnos, en las distin- tas ramas antropológicas. Esto influyó de manera notable en Manuel Gamio, quien atraído primeramente por la arqueo- logía, recibió la encomienda de realizar excavaciones en Az- capotzalco con la aplicación de una técnica estratigráfica, es decir, excavar por capas para el mejor control de los materia- les. Esto permitía ver con claridad que en los estratos supe- riores se encontraban materiales cerámicos correspondientes a las culturas más tardías que habían ocupado el lugar, como la azteca, en tanto que en las capas intermedias había mate- rial teotihuacano y en las más profundas restos de lo que hoy llamamos preclásico. De esta manera, se establecía sin lugar a dudas la secuencia cronológica del sitio, lo que ponía orden en la hasta entonces confusa sucesión cultural de los distin- tos pueblos que se habían asentado en él. Es importante agregar que era la primera ocasión en que se aplicaba en América la técnica de excavación estratigráfica, y le correspondió hacerlo a Manuel Gamio. Éste fue uno de los gran- des aportes de la EIAEA a la téc- nica arqueológica. El trabajo de Gamio se llevó a cabo en 1912 en San Mi- guel Amantla, municipio de Azcapotzalco, y consistió en lo siguiente: “…en un área de 25 metros cuadrados se excava-

Manuel Gamio aplicó por primera vez en América la técnica de excavación estratigráfica

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su totalidad lo único que poseían, que era la propiedad agraria…” (Gamio, 1922.) La antropología en México nace, pues, a partir de una realidad sociocultural viva, la- cerante, que aún hoy perdura. De esa reali- dad parte la aplicación del método integral que contempla estudiar la población en sus tres etapas de desarrollo —prehispánica, colonial y moderna— para conocer su deve- nir histórico y, logrado esto, estar en condi- ciones de auxiliar a la población. Así, a diferencia de otros países, en donde la an- tropología o alguna de sus ramas sirvieron para fines colonialistas, en México surge co- mo una práctica en bien de los grupos mar- ginados y tradicionalmente explotados. Los resultados de la investigación fueron publicados en 1922, incluyendo cinco partes y una “Introducción, síntesis y conclusio- nes” del proyecto, que le sirvió a Gamio pa- ra alcanzar el doctorado de la Universidad de Columbia en 1921. La primera parte está dedicada al estudio de los aspectos físico- biológicos del área y al análisis de la flora y la fauna; la segunda está dedicada a la pobla- ción prehispánica, con los resultados de las excavaciones efectuadas en la Ciudadela y en otros lugares, así como el estudio de crá- neos, material cerámico y escultórico. De la arquitectura se incluye el análisis de la distri- bución, sistemas constructivos, decoración,

res, especialmente con los estudios de Claude Levy-Strauss y su antropología estructural; en cuanto al estudio de la cultura y la civilización, aquélla comprende investigaciones arqueo- lógicas de las sociedades del pasado y la etnología de las socie- dades del presente que aún conservan sus propios patrones de vida y que no se han incorporado al patrón occidental. Con estos principios, Manuel Gamio planteó, como parte de las investigaciones de la Dirección de Antropología, una investigación integral de una población específica con el fin de conocerla e incluir las mejoras que fueran necesarias para su bienestar. Para llevar a cabo lo anterior, dividió el país, de manera planificada, en varias zonas: 1) México, Hidalgo, Puebla y Tlaxcala; 2) Oaxaca y Guerrero; 3) Chiapas; 4) Yu- catán y Quintana Roo; 5) Tabasco y Campeche; 6) Veracruz y Tamaulipas; 7) Jalisco y Michoacán; 8) Querétaro y Guana- juato; 9) Chihuahua y Coahuila; 10) Sonora y Sinaloa, y 11) Baja California. La zona elegida fue la número 1, que com- prendía los estados del centro del país, y dentro de ella se es- cogió el Valle de Teotihuacan, que presentaba características ideales para aplicar en él la idea de una antropología integral. Dos fueron los conceptos de los que Gamio partió para su estudio: territorio y población. Esta última presenta dos grandes grupos: indios y mestizos, con diferencias sociocultu- rales que evidencian mayor atraso de los primeros en rela- ción con los segundos. Para el caso concreto del Valle de Teotihuacan, Gamio planteaba lo siguiente: “La población del valle presenta, en sus tres etapas de de- sarrollo, precolonial, colonial y contemporáneo, una evolu- ción inversa o descendente. En efecto, durante el primer periodo los habitantes de la región ostentaban un florecien- te desarrollo intelectual y material, según lo demuestran co- piosas tradiciones y los majestuosos vestigios de todo género que nos han legado. La época colonial significó decadencia para la población, que perdió su nacionalidad, pues las leyes, el gobierno, las artes, la industria, la religión, los hábitos y las costumbres aborígenes se vieron destruidos u hostilizados sin cesar por la cultura de los invasores, que poco o nada supie- ron o quisieron darles a cambio de lo que les arrancaban; apenas si se conservó la raza y la propiedad agraria, aunque bastante mermada, pudiéndose citar, como único floreci- miento en esos siglos de oscuridad, el de la arquitectura, obra de españoles influida por las tradiciones artísticas indígenas. Durante el último periodo, o sea desde principios del siglo XIX hasta la fecha, se ha acentuado de modo alarmante aquella decadencia, pues los habitantes han perdido casi en

Uno de los primeros estudios de antropología física en vivo se practicó en Teotihuacan, con el análisis de las condiciones físico-biológicas de la población

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superposición de estructuras, etc… además del estudio de la fauna y la flora representa- das y las creencias, mitos y conocimientos empíricos de los antiguos teotihuacanos. La tercera parte de la obra está dedicada a la población colonial. En ella se analizan aspectos como el medio geográfico, para tra- tar a continuación lo relativo a la composi- ción y tipo de población y su vida familiar, alimentación, vestido y salubridad. También se estudia la organización económica del valle y las características del trabajo, ya sea individual o comunal, de mujeres, etc., y los tipos de trabajo: agrícola, hortícola, avícola, ganadería, comercio, industria y oficios. A esto se une la presencia de las órdenes que estuvieron en el lugar: franciscanos y agusti- nos, así como planos y fotografías de iglesias y conventos y el estado que guardaban en ese momento. La cuarta parte atiende la población del siglo XIX. Comienza con datos geográficos e históricos, como la participación de la población local en la guerra de Indepen- dencia y la división política, el número de pobladores, la vivienda, vestido, costum- bres, alimentación, enfermedades, gobierno, justicia, educación, organización económi- ca, la propiedad rústica y urbana, la produc- ción y los impuestos. La quinta y última parte se dedica a la población contemporánea, y es la más ex- tensa de todas. Se hace un recuento de los medios de comunicación del valle y un es- tudio geológico, además de los sistemas de

riego, agua aprovechable, condición de la agricultura y de la ganadería. Uno de los primeros estudios de antropología físi- ca en vivo se practicó en Teotihuacan, con el análisis de las condiciones físico-biológicas de la población. A esto se agre- gó la aplicación de un censo por parte de la misma Dirección de Antropología, que dio por resultado una población de 8 330 personas, de las que poco más de la mitad eran analfa- betas. Los estudios etnográficos fueron valiosos, pues se in- cluyeron aspectos religiosos y el ciclo de vida, la vida pública y las artesanías, además de la literatura oral (cuentos, tradi- ciones y leyendas); la literatura popular de carácter religioso (danzas de moros y cristianos, pastorelas, loas, etc.); canto y música (corridos, alabanzas y estribillos); proverbios y apo- dos, incluyendo las creencias supersticiosas. A todo esto se agregaron temas de educación regional, organización econó- mica y el problema agrario. La arquitectura contemporánea se estudió desde varias perspectivas, como trazo de calles, sa- neamiento, casas locales, edificios públicos y las haciendas, sin olvidar estudios del náhuatl hablado en la región y la to- ponimia indígena. La investigación anterior llevó a la Dirección de Antro- pología a introducir una serie de mejoras para la población, que a continuación enunciamos:

1. Instalación de una estación meteorológica. 2. Se hicieron censos agrarios y se solicitaron tierras. 3. Se formularon y distribuyeron folletos para dar a co- nocer métodos prácticos para mejorar el cultivo y la cría de ganado. 4. Se evitó la tala de árboles y se tomaron medidas de re- forestación. 5. Se construyó un nuevo camino a Teotihuacan y a la zona arqueológica. Se estableció la estación “Pirámides” del ferrocarril y se construyó un puente. 6. Se aplicó un censo con nuevas variables. 7. Se vacunó a 1500 niños y adultos contra la viruela. 8. Se creó una escuela regional de artesanías en la que se distribuía desayuno escolar. 9. A los adultos más destacados en cerámica se les envió a Puebla para que aprendieran la técnica de la talavera. 10. Se instaló un apiario. 11. Se sembraron moreras para crear una industria seri- cícola. 12. Se trató de hacer comercial la producción de corde- les, tejidos y costales de fibra de maguey. 13. El pintor Francisco Goytia se estableció varios meses

Con los años, las ideas de Gamio se fueron olvidando y, aunque en el membrete se hablaba de las distintas ramas antropológicas, en la práctica se dio un divorcio entre ellas

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otra disciplina: la antropología social. Ac- tualmente, también se imparten las licen- ciaturas de etnohistoria e historia. Indispensable resulta mencionar que, a raíz de la Guerra Civil española, llegaron a México antropólogos de gran calidad que unieron sus esfuerzos con los locales para llevar adelante la labor antropológica. Tam- bién llegaron jóvenes que se formaron en la ENAH. Destacamos a don Pedro Bosch Gimpera, prehistoriador, quien había sido rector de la Universidad de Barcelona; Juan Comas y Santiago Genovés, antropólogos físicos; Ángel Palerm, etnólogo; Pedro Ca- rrasco, etnohistoriador; Pedro Armillas y José Luis Lorenzo, arqueólogos, entre otros muy cercanos a las ciencias sociales. Tam- bién arribaron, por otras razones, investiga-

dores como Paul Kirchhoff, a quien se debe el planteamien- to del concepto “Mesoamérica”. Poco antes de la creación del INAH se había fundado la Sociedad Mexicana de Antropología, el 28 de octubre de

  1. Sus fundadores fueron Alfonso Caso, Wigberto Jimé- nez Moreno, Miguel Othón de Mendizábal, Rafael García Granados y Daniel Rubín de la Borbolla, entre otros. Su ór- gano difusor es la Revista Mexicana de Estudios Antropológi- cos. En sus mesas redondas se discutía en torno a problemas de índole antropológica. La primera de esas mesas, en 1940, trató el asunto de Tula y los toltecas, motivada por los hallaz- gos que don Jorge Acosta había realizado en la ciudad tolte- ca y con los que, en unión con los estudios etnohistóricos de don Wigberto Jiménez Moreno, se aclaraba lo relativo a Teo- tihuacan y Tula. Aunque el nombre “antropología” se continuaba utili- zando, la verdad era que el carácter integral que Gamio le impregnó a la ciencia antropológica vino a menos. Los tiempos habían cambiado y cada rama se individualizó. Lo anterior es de lamentar, pues uno de los aportes de México al mun- do de la antropología fue, precisamente, la visión integradora de una antropología aplicada a estudiar problemas sociales y a plantear la manera adecuada de resolver- los. Aunque se realizaron estudios y análi- sis de gran calidad e interés, el desmem- bramiento de las disciplinas llevó a mostrar cada vez menor atención en resolver los graves problemas nacionales en los que la antropología mucho habría ayudado y a hacer hincapié en alguna de las ramas, co- mo la arqueología. A finales de los años sesenta empezaron a manifestarse ideas contrarias a la manera en que se aplicaba la antropolo- gía en México. Para ese entonces y desde varios años atrás, la arqueología había derivado hacia la reconstrucción mo- numental de edificios, si bien se habían puesto las bases fun- damentales para la cronología sustentada, especialmente en secuencias cerámicas. La lingüística había dado aportes co- mo los principios de la glotocronología, sustentada por Mau- ricio Swadesh, y la antropología física atendía esencialmente las evidencias óseas de la población prehispánica, a la vez que se desarrollaban investigaciones sobre el crecimiento in- fantil, como el efectuado por Johanna Faulhaber.

A raíz de la Guerra Civil española, llegaron a México antropólogos de gran calidad que unieron sus esfuerzos con los locales para llevar adelante la labor antropológica

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tituciones de reconocido prestigio que han fomentado la investigación y, en su caso, la protección del patrimonio cultural de la na- ción. Una historia, en fin, siempre relacio- nada con el estudio del ser humano.

BIBLIOGRAFÍA

Gamio, M. (1972 a), “Arqueología de Azca- potzalco, D. F”., en E. Matos Moctezuma (compilación e introducción), Manuel Gamio, Arqueología e Indigenismo, Méxi- co, col. SEPsetentas, núm. 24, pp. 54-69. Gamio, M. (1972 b), “Las excavaciones del pedregal de San Ángel y la cultura arcai- ca del Valle de México”, en E. Matos Moctezuma (compilación e introduc- ción) Manuel Gamio: Arqueología e In- digenismo, México, col. SEPsetentas, núm. 24, pp. 70-89. Gamio, M. (1922), La Población del Valle de Teotihuacan, México, Secretaría de Agri- cultura y Fomento, 3 vols. Gamio, M. (1916), Forjando Patria, México, Editorial Porrúa. Gamio, M. (1914), Metodología sobre investi- gación, exploración y conservación de mo- numentos arqueológicos, México, Impren- ta del Museo Nacional.

La antropología social realizaba estudios de situaciones conflictivas entre diversos actores sociales. Pero fue en esa década cuando se empezaron a manifestar corrientes en con- tra de lo que prevalecía. La primera de ellas se dio en el Proyecto Cholula, coor- dinado por Miguel Messmacher, mediante el cual se pre- tendió aplicar una antropología integral inspirada en los principios de Manuel Gamio pero a la luz de los avances de la ciencia social. En 1967, el proyecto se desintegró al opo- nerse a él la corriente tradicional de la antropología enca- bezada por don Alfonso Caso. En 1968 estalló el movimiento estudiantil que fungió co- mo un parteaguas, a partir del cual se cuestionó el porqué y el para qué de las ciencias sociales en general y de la antro- pología en particular. En 1970 se publicó el libro De eso que llaman antropología mexicana, con colaboraciones de antropó- logos sociales como Guillermo Bonfil, Arturo Warman, Mar- garita Nolasco, Enrique Valencia y otros más, de donde devino lo que se llamó corriente crítica, que tuvo su máxima expresión en la obra de Guillermo Bonfil México Profundo, tan llena de realidades como de utopías. Actualmente, la antropología continúa adelante y tiene presencia dentro del campo de las ciencias sociales. Basta mencionar que buen número de antropólogos ha destacado de manera relevante y ha aportado, dentro de su disciplina, estudios teóricos y prácticos que les ha valido el reconoci- miento a nivel nacional y, en algunos casos, internacional. Así, se cuenta con varios premios nacionales como Alfonso Caso (1960) Santiago Genovés (1962), Ignacio Bernal (1969), Gonzalo Aguirre Beltrán (1977) y Román Piña Chan (1994); maestros eméritos en la UNAM y en el INAH como Juan Comas, Santiago Genovés, Román Piña Chan, Fernan- do Cámara, José Luis Lorenzo, Arturo Romano, Beatriz Bar- ba, Sonia Lombardo, Doris Heyden, Eduardo Matos, Julio César Olivé, Leonardo Manrique, Beatriz Braniff, Margarita Nolasco, Francisco González Rul y Constantino Reyes. En El Colegio Nacional estuvieron don Alfonso Caso, miembro fundador de esa institución, don Ignacio Bernal y Eduardo Matos Moctezuma, los tres arqueólogos. Por su parte, la UNAM tuvo como rector a don Alfonso Caso, y la Univer- sidad Veracruzana a don Gonzalo Aguirre Beltrán. La antropología en México tiene, pues, historia propia. Una historia que ha estado relacionada con investigaciones importantes que mucho han aportado a las ciencias sociales y a las humanidades. Una historia en que están presentes ins-

Eduardo Matos Moctezuma es maestro en arqueolo- gía y antropología por la ENAH y la UNAM, respecti- vamente. Ha realizado trabajos arqueológicos en Comalcalco, Tepeapulco, Bonampak, Cholula, Coa- calco, Tlatelolco, Teotihuacan y Templo Mayor, entre otros. Recibió las Palmas Académicas, que otorga la Universidad de Francia; la Orden Nacional al Mérito y Caballero de Letras y Artes, ambas del gobierno francés. Recientemente fue nombrado Profesor de Investigación Científica Emérito por el INAH (Museo del Templo Mayor), donde actualmente desarrolla su investigación.