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La primera serie de experiencias espirituales vividas por siddhartha gotama, el futuro buda, antes de abandonar el palacio real. Atravesando una crisis espiritual, siddhartha ordena salir del palacio para ver el mundo y descubre la realidad de la vejez, la enfermedad y la muerte. Las escenas de un anciano, un enfermo y un muerto le hacen enfrentar la realidad de la impermanencia de la vida.
Tipo: Apuntes
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29 de Julio de 2020.
Línea del tiempo Primera salida furtiva del palacio. Siddhartha Gotama, días antes de abandonar el palacio que fue su hogar, atravesó por una especie de crisis espiritual. El relato cuenta que en una mañana soleada Siddhartha ordenó a su auriga que preparase los caballos para dar un paseo. "Vayamos a ver qué hay en el mundo y lo que la gente hace", le dijo. Condujeron alrededor del pueblo y Siddhartha vio que la vida transcurría de la manera esperada hasta que su atención fue atrapada por la escena de un anciano. Primera escena, la vejez. De forma tradicional, la historia describe la apariencia de ese anciano: un hombre débil, acabado, con una joroba en la espalda, con un cuerpo tan delgado que se le notaban los huesos y que se movía dando pasos cortos ayudado por su bastón. Debemos recordar que, según la leyenda, Suddhodana había apartado a Siddhartha, de forma deliberada, de cualquier cosa que pudiera resultarle desagradable, incluida, por supuesto, la vejez. Entonces, cuando Siddhartha vio al anciano, de inmediato preguntó de qué se trataba. El auriga pensó: "Pues tiene que saberlo tarde o temprano" y le contestó que era un anciano. Siddhartha se apresuró a preguntar: "¿Por qué tiene ese aspecto? ¿Por qué se le notan los huesos? ¿Por qué tiene los ojos llorosos?" El auriga no estaba acostumbrado a que un adulto le hiciera ese tipo preguntas y simplemente le dijo: "Es un hombre viejo". "¿También yo envejeceré?" Su sirviente asintió, añadiendo: "Su padre, el rey; su madre, la reina; su esposa; usted y yo, todos envejeceremos". Su corazón estaba abatido. "Es suficiente por hoy, vamos a casa", suspiró. En el camino de vuelta al palacio reflexionó sobre lo que había aprendido durante ese paseo. Siddhartha se percató de la vejez por primera vez en su vida de una forma auténtica y de que la juventud era pasajera aun para él.
envejecer, pero no podemos evitarlo. No queremos enfermar, pero a veces caemos enfermos. No queremos morir, pero, querámoslo o no, moriremos. Entonces empezamos a pensar: "¿Por qué tiene que ser así? Quiero vivir para siempre, ser joven y saludable, pero no es posible. ¿Por qué se me ha otorgado este impulso para vivir si no se me da también la más remota oportunidad de escapar de la muerte? Es un misterio. ¿Pero por qué se me presenta a mí este misterio? ¿Es acaso Dios el responsable de esto? ¿O el destino? ¿O simplemente así son las cosas sin más ni más? ¿Existe alguna explicación para todo esto?" Cuarta escena, la paz del renunciante Siddhartha se encontraba bastante preocupado por preguntas fundamentales acerca de la vida y la muerte tras las últimas experiencias que había tenido. No obstante, decidió ir a dar otro paseo con su auriga y, en esta ocasión, vio a un hombre que tenía una apariencia diferente y poco común; llevaba unos hábitos amarillos y además tenía la cabeza afeitada. Ese hombre caminaba de una manera tranquila por las calles del pueblo, tocando la puerta de cada casa por la que pasaba, solicitando comida para ponerla en su tazón de mendicante. A Siddhartha le llamó la atención su paso tan sereno y compuesto y esto lo llevo a preguntar a su cochero: "¿Qué le ocurre a este hombre que parece tan tranquilo, en paz consigo mismo y con el mundo?" El auriga le respondió: "Es alguien que ha ido hacia adelante". "¿Cómo que hacia adelante?", insistió el joven príncipe. Su ayudante procedió a explicarle que era alguien que había dejado tras de sí la vida mundana y a su familia. Era alguien que había desechado todo tipo de ataduras terrenales, todo tipo de responsabilidades domésticas y de obligaciones sociales y políticas. Siddhartha decide dejarlo todo A esas alturas tenía bien claro cuáles eran las limitaciones últimas e inaceptables de la vida humana y le resultaba imposible ignorarlas o dejarlas a un lado para continuar con su vida como si nada hubiese cambiado. No obstante, en términos generales podemos decir que es posible ignorarlas y, a pesar de ello, están allí todo el tiempo. Siddhartha lo sabía. Tras reflexionar por un largo rato decidió que no le quedaba más que convertirse en sadhú. Sentía que sus preguntas tenían que ser respondidas y que no podría descansar hasta que quedaran contestadas. Pronto comenzaría una etapa muy diferente en su vida.