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arq sin aqruitectos, la nueva postmodernidad, consumo, Resúmenes de Teoría Social

arquitectura sin arquitectos consumo de la imagen

Tipo: Resúmenes

2020/2021

Subido el 03/08/2021

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BERNARD RUDOFSKY
Arquitectura sin arquitectos
Breve introducción a la arquitectura sin genealogía
La arquitectura vernácula no sigue los ciclos de la moda. Es casi inmutable, inme-
jorable, dado que sirve su propósito a la perfección. Por lo general, el origen de las
formas de la edificación indígena y los métodos de construcción, se han perdido en
el pasado. Esta fotografía muestra una casa típica de la zona del Mediterráneo.
Prefacio
La historia de la arquitectura, tal como ha sido escrita y enseñada en el mundo occidental,
no se ha referido más que a unas pocas y selectas culturas. En términos de espacio, abarca
una pequeña parte del globo terráqueo: Europa, algunas zonas de Egipto y de Anatolia, es
decir, apenas un poco más de lo conocido en el siglo II d. J.C. Además, se ha ocupado so-
lamente délas últimas fases de su evolución. Al omitir las primeras cincuenta centurias, los
cronistas nos presentan un cuadro acabado de la arquitectura “formal”, tan arbitrario, pa-
ra una introducción al arte de la edificación, como sería ubicar el nacimiento del arte mu-
sical a partir del advenimiento de la orquesta sinfónica.
Aunque se intente explicar la omisión de las primeras etapas por la escasez de monumen-
tos arquitectónicos, el enfoque discriminatorio del historiador puede ser atribuido a su re-
gionalismo. Al margen de lo mencionado, la historia de la arquitectura tal como la conoce-
mos ha sido igualmente tergiversada en el plano social. Equivale a poco más que un
“quién es quién” de los arquitectos que celebraron el poder y la riqueza; a una antolo-
gía de edificios de, por y para los privilegiados - las casas de los verdaderos y de los falsos
dioses, de príncipes del comercio y príncipes de la sangre—, sin alusión alguna a las casas del
pueblo.
Tal preocupación por la arquitectura noble y por la nobleza arquitectónica pudo haber si-
do comprensible en una generación anterior a la nuestra, cuando las reliquias y ruinas de
antiguos edificios servían al arquitecto como su único modelo (al que se adhería por su
uso generalizado y además por propia conveniencia), pero en nuestros días, cuando la
imitación de formas históricas se halla en decadencia, cuando los bancos y las estaciones
de ferrocarril no deben necesariamente parecer moles de piedra para inspirar confianza;
semejante limitación auto impuesta, resulta absurda.
Arquitectura sin arquitectos intenta romper estos estrechos conceptos acerca del arte de
la edificación, introduciendo al lector en un mundo no familiar de arquitectura sin genea-
logía.
Es tan poco conocida, que ni siquiera posee una denominación específica. En busca de un
nombre genérico, la llamaremos vernácula, anónima, espontánea, indígena, rural, según los
casos.
Lamentablemente, nuestra visión del cuadro total de la arquitectura anónima se halla dis-
torsionada por falta de documentos visuales y de otro tipo. Mientras estamos relativamen-
te bien informados acerca de los objetivos artísticos y de los adelantos técnicos de pinto-
res que vivieron hace 30.000 años, los arqueólogos se consideran afortunados cuando des-
cubren vestigios de una ciudad que data de apenas más allá del tercer milenio a J.C. Dado
que el problema de los comienzos de la arquitectura guarda estrecha relación con el pro-
pósito de esta obra, resulta conveniente aludir a sus posibles orígenes.
Una nación que jura por la Biblia también encuentra en ella un incomparable libro de re-
ferencias. ¡Ay de la claridad de las Escrituras en materia de arquitectura! Nunca nos re-
sulta tan desconcertante como cuando nos enteramos (Génesis IV: 17) de que Caín, el hi-jo de Adán,
construyó una ciudad y la denominó Enoch como a su hijo. Una ciudad para una sola familia, por deliciosa que
resulte la idea, es una aventura sumamente extravagante y jamás repetida en el curso de la historia. Si esto
prueba algo, también ilustra sobre el progreso alentador concretado en una sola generación; desde una
dichosa existencia de colibrí, en un bien provisto Paraíso, hasta el complicado organismo de una ciudad. Los
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BERNARD RUDOFSKY

Arquitectura sin arquitectos

Breve introducción a la arquitectura sin genealogía

La arquitectura vernácula no sigue los ciclos de la moda. Es casi inmutable, inme- jorable, dado que sirve su propósito a la perfección. Por lo general, el origen de las formas de la edificación indígena y los métodos de construcción, se han perdido en el pasado. Esta fotografía muestra una casa típica de la zona del Mediterráneo.

Prefacio

La historia de la arquitectura, tal como ha sido escrita y enseñada en el mundo occidental, no se ha referido más que a unas pocas y selectas culturas. En términos de espacio, abarca una pequeña parte del globo terráqueo: Europa, algunas zonas de Egipto y de Anatolia, es decir, apenas un poco más de lo conocido en el siglo II d. J.C. Además, se ha ocupado so- lamente délas últimas fases de su evolución. Al omitir las primeras cincuenta centurias, los cronistas nos presentan un cuadro acabado de la arquitectura “formal”, tan arbitrario, pa- ra una introducción al arte de la edificación, como sería ubicar el nacimiento del arte mu- sical a partir del advenimiento de la orquesta sinfónica. Aunque se intente explicar la omisión de las primeras etapas por la escasez de monumen- tos arquitectónicos, el enfoque discriminatorio del historiador puede ser atribuido a su re- gionalismo. Al margen de lo mencionado, la historia de la arquitectura tal como la conoce- mos ha sido igualmente tergiversada en el plano social. Equivale a poco más que un “quién es quién” de los arquitectos que celebraron el poder y la riqueza; a una antolo- gía de edificios de, por y para los privilegiados - las casas de los verdaderos y de los falsos dioses, de príncipes del comercio y príncipes de la sangre—, sin alusión alguna a las casas del pueblo. Tal preocupación por la arquitectura noble y por la nobleza arquitectónica pudo haber si- do comprensible en una generación anterior a la nuestra, cuando las reliquias y ruinas de antiguos edificios servían al arquitecto como su único modelo (al que se adhería por su uso generalizado y además por propia conveniencia), pero en nuestros días, cuando la imitación de formas históricas se halla en decadencia, cuando los bancos y las estaciones de ferrocarril no deben necesariamente parecer moles de piedra para inspirar confianza; semejante limitación auto impuesta, resulta absurda. Arquitectura sin arquitectos intenta romper estos estrechos conceptos acerca del arte de la edificación, introduciendo al lector en un mundo no familiar de arquitectura sin genea- logía. Es tan poco conocida, que ni siquiera posee una denominación específica. En busca de un nombre genérico, la llamaremos vernácula, anónima, espontánea, indígena, rural, según los casos. Lamentablemente, nuestra visión del cuadro total de la arquitectura anónima se halla dis- torsionada por falta de documentos visuales y de otro tipo. Mientras estamos relativamen- te bien informados acerca de los objetivos artísticos y de los adelantos técnicos de pinto- res que vivieron hace 30.000 años, los arqueólogos se consideran afortunados cuando des- cubren vestigios de una ciudad que data de apenas más allá del tercer milenio a J.C. Dado que el problema de los comienzos de la arquitectura guarda estrecha relación con el pro- pósito de esta obra, resulta conveniente aludir a sus posibles orígenes. Una nación que jura por la Biblia también encuentra en ella un incomparable libro de re- ferencias. ¡Ay de la claridad de las Escrituras en materia de arquitectura! Nunca nos re- sulta tan desconcertante como cuando nos enteramos (Génesis IV: 17) de que Caín, el hi-jo de Adán, construyó una ciudad y la denominó Enoch como a su hijo. Una ciudad para una sola familia, por deliciosa que resulte la idea, es una aventura sumamente extravagante y jamás repetida en el curso de la historia. Si esto prueba algo, también ilustra sobre el progreso alentador concretado en una sola generación; desde una dichosa existencia de colibrí, en un bien provisto Paraíso, hasta el complicado organismo de una ciudad. Los

escépticos que consideren a Enoch como una quimera encontrarán más significado en el Arca, especialmente por el hecho de haber sido ordenada por el Señor en persona, y construida según sus propias especificaciones. La cuestión acerca de si el Arca debió haberse denominado edificio o embarcación, es redundante. El Arca no tenía quilla, ya que ésta fue una invencion intelectual de epocas posteriores, y debemos ademas suponer que los barcos no eran aun conocidos, puesto que su existencia hubiera frustrado el verdadero proposito del diluvio. Cuando Noé desembarco en el monte Ararat, tenia 601 años de edad, y puesto que ya no estaba en la flor de la juventud, prefirio dedicar el resto de su vida a la vitivinicultura, y dejo a sus hijos la tarea de edificar. La Biblia Tambien menciona (genesis IX: 27) a las chozas de Sem, las que probablemente hayan sido armadas con algunas maderas del arca. El impío que prefiera recurrir a la ciencia en busca de los orígenes de la arquitectura, debe-rá aceptar algunos hechos no muy digeribles. Parece que mucho antes de que el primer hombre emprendedor, intentara arquear algunas ramas, para construirse un techo (con bastantes goteras, por cierto), muchos animales se habían ya convertido en constructores. Es improbable que a los castores se les haya ocurrido la idea de construir sus represas al observar a los humanos en la misma tarea. Posiblemente ocurrió a la inversa. El hombre tomó la idea de construirse un refugio de sus primos, los monos antropomórficos. Darwin observó que el orangután en las islas del lejano este y los chimpancés en Africa, edificaban plataformas sobre las cuales dormían; “y como ambas especies siguen el mismo hábito podría argumentarse que esto se debe al instinto, pero en realidad, no podemos estar seguros de que no sea el resultado de similares deseos en ambos animales, y de un similar poder de razonamiento”. Los monos salvajes no comparten el apremio del hombre por buscar refugio en una cueva natural o en las salientes de las rocas, sino que prefieren un entablado aéreo, hecho por ellos mismos una invención intelectual de épocas posteriores, y debemos además suponer que los barcos no eran aún conocidos, puesto que su existencia hubiera frustrado el verdadero propósito del Diluvio.

En otro párrafo de El origen del hombre, Darwin escribe que "se sabe que el orangután se cubre durante la noche con las hojas del pandanus”, y Brehm observó que uno de sus mandriles (variedad de monos),“se protegía del calor del sol, arrojándose una estera de paja sobre su cabeza. En estos hábitos - conjeturaba Brehm - vemos probablemente, los primeros pasos hacia algunas de las artes más simples, tales como una arquitectura tosca y una rudimentaria vestimenta, entre los antepasados del hombre”. El campesino, que duerme junto a su segadora, que cubre su cabeza con un periódico, revalida de esta manera, el nacimiento de la arquitectura. Antes de que hombres y bestias caminaran sobre la tierra, existían ciertos tipos de arqui- tectura, toscamente modelados por las fuerzas de la Creacióny, ocasionalmente erosionados por el viento y el agua, en elegantes estructuras (figura 19). Las cavernas naturales poseen una gran fascinación para nosotros, tal vez porque habiendo sido los primeros refugios de los hombres, podrían convertirse en los últimos. De todos modos, fueron elegidas con mucha perspicacia, como depósito de nuestro más preciados artefactos: los archivos de gobierno y de negocio. No está por supuesto, al alcance de esta exposición, proporcionar una cápsula histórica de arquitectura sin genealogía, ni aún una tipología esquemática. Simplemente nos ayudará a liberamos de nuestro estrecho panorama de arquitectura oficial y comercial. Aunque la artes exóticas han sido muy apreciadas en el mundo occidental, si bien tildándolas de “pri-mitivas”, la arquitectura exótica (tomando la palabra en su acepción original: ajeno, extraño), no ha hallado respuesta y todavía se encuentra relegada a las páginas de revistas geográficas y antropológicas. Aparte de unos pocos estudios regionales y de artículos dispersos, no existe información sobre este tema. Sin embargo, desde que los viajes se convirtieron en una industria, los encantos de las postales y la arquitectura popular de los “paises de cuentos de hadas”, han demostrado su considerable atractivo. Nuestra actitud en la presente exhibición, será simplemente condescendiente. El elemento pintoresco abunda en nuestras fotografías, no obstante la exhibición no es un ejercicio de belleza arcaica, ni una guía de viajes, salvo en el sentido de que marca un punto de partida para la exploración de nuestros perjuicios arquitectónicos. Resulta francamente polémico comparar como se lo hace, la serenidad de la arquitectura en países llamados subdesarrollados, con la estéril arquitectura de los países industriales. En la historia ortodoxa de la arquitectura, el énfasis está en el trabajo dei arqunecto, coi siderado individualmente; aquí en cambio, el acento está en la empresa comunal.

De la arquitectura de los nómades se muestran casas transportables, casas sobre ruedas, casas trineo, casas embarcación y tiendas de campaña. La arquitectura protoindustrial incluye ruedas para agua, molinos (verticales y horizontales) y palomares que son verdaderas plantas fertilizantes. Dado que somos “desdeñosos de las ideas, pero enamorados de los inventos útiles”, debemos encontrar más de nuestro agrado, la mecánica que lo estético de esta arquitectura. Sabemos que muchas soluciones audaces “primitivas’', preveen nuestra engorrosa tecnología; que más de un invento reciente no era desconocido parala arquitectura vernácula: prefabricación, producción en serie de elementos para la construcción, estructuras flexibles o movibles, y más especialmente, losa radiante, aire acondicionado, control de la luz, y aún los ascensores.Podemos también comparar los atractivos de nuestras casas, con el inesperado confort de cierta “arquitectura doméstica africana”, como cuando vemos las seis viviendas separadas que un respetable caballero destina para sus seis esposas. O también, cuando encontramos que mucho antes de que los arquitectos modernos concibieran las ciudades subterráneas, con la optimista ilusión de protegemos en futuras guerras, tales ciudades existían y existen todavía, en más de un continente. Hay una buena dosis de ironía, en el hecho de que para evitar el deterioro físico y mental, el habitante de la ciudad escapa, periódicamente, de su guarida espléndidamente equipada, para buscar bienestar en lo que él piensa que son los ambientes primitivos: una cabaña, una tienda de campaña o, síes menos fanático, un pueblo pesquero o una alejada aldea de montaña. A pesar de su manía por el confort mecánico, sus posibilidades para encontrar reposo se basan, precisamente, en su ausencia. A fuerza de lógica, la vida en las comunidades del Viejo Mundo, es singularmente privilegiada. En lugar de varias horas de viaje diario, sólo un salto de escalones, separa el taller o el estudio de un individuo, de sus habitaciones. Puesto que él mismo ayudó a formar y preservar su medio ambiente, parece no cansarse nunca de él. Además, es totalmente indiferente al “progreso”. Así como los juguetes de un niño no son sustituto del afecto humano, para él, ninguna solución técnica, compensa su falta de viabilidad. No se trata sólo de la necesidad de limitar el crecimiento de una comunidad, hecho bien entendido por los constructores anónimos, sino que también, esto se halla ligado a la comprensión de los “límites” de la arquitectura misma. Ellos difícilmente subordinan el bienestar familiar, a propósitos de lucro o progreso. A este respecto, comparten las creencias del filósofo profesional. Viene al caso citar a Huizinga, cuando dice: “La creencia de que todo nuevo descubrimiento o refinamiento de los recursos existentes debe contener la promesa de valores más altos, o de una felicidad mayor, es un pensamiento ingenuo en extremo..., no es de ningún modo praadójico, decir que una cultura deba fundarse sobre un progreso real y tangible”.

Esta obra pretende demostrar que la filosofía y el saber cómo obrar de los constructores anónimos, presentan la mayor fuente de inspiración arquitectónica aún no abordada por el hombre industrial. La sabiduría que pueda derivarse va más allá de consideraciones económicas y estéticas, ya que enfrenta los problemas más difíciles y engorrosos de la convivencia humana.