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El Estado y la educación en la Argentina: una relación histórica y conceptual, Apuntes de Historia Política

Este documento analiza la relación entre el estado y la educación en la argentina, desde la formación del sistema educativo en la consolidación del estado nacional hasta la influencia del estado en la educación en los siglos xix y xx. El texto aborda la importancia del estado en la formación del ciudadano, la integración de los distintos grupos sociales, culturales y étnicos, y la creación de una identidad nacional. Además, se discute la importancia del estado en la definición de la educación, desde la educación estamental hasta la libertad de enseñanza.

Tipo: Apuntes

2021/2022

Subido el 20/03/2024

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roberto-alderete-1 🇦🇷

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CONCEPTOS INTRODUCTORIOS
Estado, sociedad, gobierno y política.
En la contingencia actual y en los múltiples debates sobre las crisis y las salidas
posibles, siempre resurge el tópico de la responsabilidad del Estado en materia
educativa. La cuestión educativa, como necesidad o como reclamo, recibe
atención en los discursos públicos no sólo por lo que representa hoy y su
proyección en el futuro, sino también como evocación a un pasado que se añora.
También es un tópico cuya consideración aparece estrechamente relacionada con
la búsqueda de respuestas a distintos problemas y retos tanto en el plano
educativo como en otros ámbitos de la sociedad.
Las controversias y las tensiones que se materializan en demandas y valoraciones
sobre la escuela y muchas veces hacen visible las posiciones contrapuestas
respecto al papel del Estado en la educación.
Intentando aportar elementos para poner de relieve las iniciativas, experiencias y
debates sobre las concepciones y prácticas que se construyeron en torno a la
educación pública, surge la necesidad de conceptualizar (definir y dar cuenta de
una categoría) y contextualizar (reconstruir elementos históricos) que entendemos
por Estado y su relación con la educación, para luego definir que entendemos por
“Estado docente”.
¿Qué es el Estado?
El Estado ha permanecido en el centro de las reflexiones políticas, científicas y sociales occidentales modernas y
contemporáneas atendiendo a muy diversas razones.En algunos casos para afirmar su carácter de institución política
clave para la producción de un orden social o para garantizar la realización de la ciudadanía; en otros casos con el objeto
de comprender su génesis y desarrollo histórico para defenderlo, asediarlo, cooptarlo, transformarlo o incluso para
proclamar su inevitable disolución.
El Estado como categoría en la ciencia política
El Estado moderno como forma de dominación política constituye un tema central de la
ciencia política. Desde sus orígenes, las formas de organización política, la edificación y el
funcionamiento de las instituciones políticas encargadas de organizar y dirigir la vida en
sociedad han constituido temáticas fundamentales de la disciplina, especialmente en la
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¡Descarga El Estado y la educación en la Argentina: una relación histórica y conceptual y más Apuntes en PDF de Historia Política solo en Docsity!

CONCEPTOS INTRODUCTORIOS

Estado, sociedad, gobierno y política.

En la contingencia actual y en los múltiples debates sobre las crisis y las salidas posibles, siempre resurge el tópico de la responsabilidad del Estado en materia educativa. La cuestión educativa, como necesidad o como reclamo, recibe atención en los discursos públicos no sólo por lo que representa hoy y su proyección en el futuro, sino también como evocación a un pasado que se añora. También es un tópico cuya consideración aparece estrechamente relacionada con la búsqueda de respuestas a distintos problemas y retos tanto en el plano educativo como en otros ámbitos de la sociedad. Las controversias y las tensiones que se materializan en demandas y valoraciones sobre la escuela y muchas veces hacen visible las posiciones contrapuestas respecto al papel del Estado en la educación. Intentando aportar elementos para poner de relieve las iniciativas, experiencias y debates sobre las concepciones y prácticas que se construyeron en torno a la educación pública, surge la necesidad de conceptualizar (definir y dar cuenta de una categoría) y contextualizar (reconstruir elementos históricos) que entendemos por Estado y su relación con la educación, para luego definir que entendemos por “Estado docente”.

¿Qué es el Estado?

El Estado ha permanecido en el centro de las reflexiones políticas, científicas y sociales occidentale contemporáneas atendiendo a muy diversas razones. En algunos casos para afirmar su carácter de insti clave para la producción de un orden social o para garantizar la realización de la ciudadanía; en otros caso de comprender su génesis y desarrollo histórico para defenderlo, asediarlo, cooptarlo, transformarlo proclamar su inevitable disolución. El Estado como categoría en la ciencia política El Estado moderno como forma de dominación política constituye un tema central de la ciencia política. Desde sus orígenes, las formas de organización política, la edificación y el funcionamiento de las instituciones políticas encargadas de organizar y dirigir la vida en sociedad han constituido temáticas fundamentales de la disciplina, especialmente en la

tradición continental europea. Este interés por la configuración del Estado ha estado, desde siempre, vinculado a una preocupación por el buen gobierno; inquietud intelectual asociada a partir del siglo XVIII a la defensa del sistema de gobierno liberal democrático como mejor modelo de organización política. A continuación, recuperamos algunos aportes teóricos importantes para considerar la complejidad del concepto “Estado” y sus implicancias. Siguiendo a Norberto Bobbio (1996), podemos definir al Estado como el ordenamiento político de una comunidad, que implica instancias crecientes de concentración del poder para mandar en un territorio determinado, a través de la monopolización de algunos servicios esenciales para el mantenimiento del orden interno y externo, como la producción del derecho mediante la ley, y un aparato coactivo necesario para la aplicación del derecho contra los reticentes. El politólogo argentino Guillermo O’Donnell (1984) define al Estado de la siguiente manera: “ Entiendo por Estado el componente específicamente político de la dominación en una sociedad territorialmente delimitada. Por dominación (o poder) entiendo la capacidad, actual y potencial, de imponer regularmente la voluntad sobre otros, incluso pero no necesariamente contra su resistencia. Lo político en sentido propio o específico lo entiendo, entonces, como una parte analítica del fenómeno más general de la dominación, aquella que se halla respaldada por la marcada supremacía en el control de los medios de coerción física en un territorio excluyentemente delimitado ”. Tanto en la definición de O’Donnell como en la de Bobbio podemos observar algunas de las características centrales que persiguen los estados. La primera y fundamental es la posibilidad de observar “obediencia” de parte de los individuos e instituciones que se encuentran dentro de un territorio delimitado. La dominación puede obtenerse a través del uso de la fuerza física , pero fundamentalmente se consigue a través del control ideológico o “convencimiento” en la legalidad y legitimidad del sistema. Sólo cuando este último recurso da muestras de agotamiento, puede recurrirse a la coacción física. Por su parte, el politólogo argentino Oscar Oszlak (1982), concibe al Estado de la siguiente manera: “[…] una relación social, como la instancia política que articula un sistema de dominación social. Su manifestación material es un conjunto interdependiente de instituciones que conforman el aparato en el que se condensa el poder y los recursos de la dominación política ”. Según el mismo autor, la estatidad supone una serie de propiedades:

Conviene aclarar también que tanto los atributos que desarrolla Oszlak como los que retoma Saborido, no definen a cualquier tipo de estado sino a un estado nacional con características modernas. El tema de la estatidad no puede entonces desvincularse del tema del surgimiento de la nación, como otro de los aspectos del proceso de construcción social. Del mismo modo en que la formación del estado argentino no resultó automáticamente de la guerra emancipadora, tampoco la nación argentina fue su necesario correlato. En este sentido, el surgimiento del estado nacional es el resultado de un proceso de lucha por la redefinición del marco institucional considerado apropiado para el desenvolvimiento de la vida social organizada. Esto implica que el estado nacional surge en relación a una sociedad civil que tampoco ha adquirido el carácter de sociedad nacional. Este carácter es el resultado de un proceso de mutuas determinaciones entre ambas esferas. El estado es, de este modo, relación social y aparato institucional. Otra característica que debemos remarcar es que el Estado moderno es una construcción política y, sobre todo, es fruto de un tipo particular de desarrollo histórico. Entonces como dato fundamental para su estudio debemos recordar en primer lugar, que el Estado moderno está íntimamente ligado con la invención de la política moderna y, en segundo término, como es producto de un desarrollo histórico, está siempre sujeto a cambios. Debemos realizar entonces algunas aproximaciones al concepto de política y la implicancia que tiene esta actividad en la modernidad y con relación al Estado. Hay aquí un vínculo indisoluble que no debemos olvidar, esto es la relación modernidad – política – poder - Estado. Sólo cuando relacionamos estos conceptos, el proceso de construcción estatal cobra real significación. Con el ingreso al mundo moderno a finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI la noción de política ligada al dogma que se afirmó en la Edad Media, cambia totalmente. En la etapa moderna la política comienza a reivindicar una esfera propia, alejada del mundo

extra terrenal y de la autoridad divina, y empieza a definir unos contornos que la hacen más cercana a la concepción política de la actualidad, como una actividad humana, desacralizada. La política comienza a percibirse cada vez más como un “hacer de los hombres” que se puede predecir, calcular, medir y ejecutar. Para ello, es necesario conocer los horizontes de lo “posible”. Todas estas características de la política -como herramienta y actividad humana al servicio de la transformación social- es parte constitutiva del proceso de secularización y constitución de poder que lleva a la construcción del Estado moderno. La política moderna incorpora como una de sus características principales, la concepción “medios–fines”. Estos procesos van creando las bases para el desarrollo del capitalismo, como sistema productivo que moldea las sociedades europeas hacia finales del siglo XVIII. Podríamos también en esta línea, ensayar alguna distinción breve entre Estado y régimen de gobierno , entendido como el conjunto de normas explícitas e implícitas que regulan la vida política (leyes, prácticas, usos y costumbres). A partir del siglo XIX cambian las reglas de juego, cuando se inauguran las repúblicas, y con eso, nace la política como actividad y como carrera. A partir de este período, podemos comenzar a pensar en la política como una actividad en expansión de la cual participan cada vez más sectores sociales. La política se constituye en una opción válida y accesible a todos los sectores sociales que participan de la “cosa pública” ( res pública ) y, sobre todo, en el proceso de construcción del Estado moderno. Podemos decir, siguiendo a Ternavasio (2016) que el Estado es una especie de ente abstracto, pero que contiene un brazo material plasmado en todo el aparato administrativo concreto, que vincula un escenario de fondo con los diferentes actores que dirimen intereses en la dinámica de funcionamiento de un sistema político y normado por un régimen político. Es decir, no es posible identificar una identidad estatal en abstracto, si no, que su construcción y redefinición necesita un anclaje en la historia y su dinámica. No podemos hablar de una existencia permanente y natural del Estado, porque lo que nos interesa en la forma del ESTADO MODERNO, cosa que ocurrió nuestro territorio, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se entrelaza con la Nación como una innovación.

El proceso de conformación histórica del Estado moderno

La conformación de los Estados Nacionales tuvo su origen en Europa durante la transición del feudalismo al capitalismo, en un proceso que llevó varios siglos. Los cambios políticos, económicos, sociales y culturales por sí mismos no pueden dar cuenta completamente del proceso de consolidación de los estados nacionales, que comenzaron constituyéndose en la Europa occidental entre los siglos XVI a XVIII. Dice Puelles Benintez (1993) que en este largo proceso de formación de una nueva organización política el Príncipe va adoptando desde los albores del Renacimiento

diversos continentes, desencadenaron una honda transformación de las relaciones del Estado con la educación. Mientras que en Europa esa nueva organización –el Estado liberal– fue erigida sobre sociedades definidas como naciones (Ossenbach, 1993), para garantizar un conjunto de libertades públicas y afirmar también otros derechos –los llamados derechos cívicos– concernientes al individuo como ciudadano (De Puelles Benítez, 1993), en América Latina los conceptos propios del Estado liberal fueron adoptados en unos contextos muy distintos a aquellos. (Ossenbach, 1993). Al hablar del surgimiento del Estado Docente en los países del mundo hispanoamericano, por ejemplo, nos referimos a la formación y consolidación en cada una de ellos de una nueva organización política que a principios del siglo XIX asumió, de uno u otro modo, la responsabilidad de la educación como una de sus prerrogativas. Nuestra intención de focalizar el análisis en el sistema educativo argentino se justifica en la correspondencia de su formación y desarrollo con la construcción como Estado-Nación a mediados del siglo XIX. En otras palabras, la conformación del orden jurídico que sentó las bases del Estado Nacional y la conformación del sistema de educación público son procesos concurrentes no solo en lo temporal sino en su intencionalidad como proyecto cultural. Hacia la tercera década del siglo XIX, el Río de la Plata, al igual que otros territorios de la América antes española, inauguraba una nueva era política, la era de la república. Para entonces, habían quedado atrás distintas alternativas abiertas por la crisis imperial, y no sólo se había generalizado la adopción de la soberanía popular como principio fundante de la comunidad política- la Nación , sino que aun dentro de esos parámetros, se había dejado de lado la opción por una monarquía constitucional. La región toda se sumaba así a un movimiento que había encontrado un momento de expansión a fines del siglo XVIII, con la fundación de las repúblicas estadounidense y francesa, pero que para principios del XIX no sólo estaba en contracción, sino que era blanco de la reacción monárquica y absolutista. La opción republicana no ofrecía un camino único de transformación política, y lo que siguió fue una historia compleja, sinuosa y muy conflictiva. El Río de la Plata se abrió así hacia una experiencia radicalmente novedosa en materia política. A partir de entonces, la legitimidad del poder y la autoridad

dejó de remitir a una instancia trascendente para convertirse en un asunto terreno, humano. (Sábato, H, 2014) Los intentos de hacerlo fueron múltiples. Se buscó afianzar un credo republicano y, algo más tarde, la identidad nacional constituyó una alternativa poderosa. Pero los problemas estuvieron a la orden del día pues si había acuerdo en la creación de lo común, de la república, esta misma creación dio lugar a la generación de una política altamente conflictiva que caracterizó la historia del Río de la Plata y de la Argentina a lo largo de dos siglos. Hay que tener presente que como dice Thwaites Rey (1999) en un texto que tienen disponible en archivos, la historia de las formas concretas de Estado es, al mismo tiempo, la historia del Estado como concepto teórico y de las distintas maneras en que se materializa. Por eso no pueden separarse completamente -sólo analíticamente- las realidades estatales acotadas de las formas de concebirlas, de entenderlas, las que, a su vez, influyen sobre el devenir de lo real. De ahí que para “contar” la historia del Estado vis a vis la sociedad es preciso “contar” la historia de la construcción del concepto Estado. Con estos elementos, avanzaremos en la unidad 1, intentando responder ¿Qué papel jugó la formación del sistema educativo en la consolidación del Estado nacional argentino? ACTIVIDAD 1 Entre los textos seleccionado para tratar los temas de la Unidad 1 tenemos dos autores que nos permitirán abordar algunos de los conceptos iniciales para abordar la materia. Tanto Jorge Saborido como Mabel Thwaites Rey se centran en la definición de Estado, como categoría de la ciencia política y como resultante de una formación histórica. Ambas dimensiones son importantes para lograr una comprensión del concepto en su complejidad. Los dos autores repasan algunas de las definiciones mas acabadas, y además ofrecen una categorización que permite mostrar las relaciones con otros conceptos importantes como "sociedad", "poder" y "política". Retomando a los pensadores clásicos y haciendo un recorrido histórico breve, podemos acceder a una caracterización de los tipos de Estado, aunque sabemos que son tipos ideales que no se pueden encontrar "puros" en la realidad. Como primera actividad les propongo que elijan uno de los dos textos disponibles, y una vez realizada una lectura detenida del mismo, seguir con las siguientes consignas:

En gran medida, la generación romántica se gestó en el seno de las instituciones educativas heredadas del proyecto rivadaviano, el Colegio de Ciencias Morales (1823-1830) primero, y en la Universidad de Buenos Aires después. Esa experiencia le imprimió a la nueva generación un carácter nacional, ya que una porción importante de los alumnos eran becarios provenientes de las provincias del interior. De esa forma, los porteños Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López, o José Mármol compartirían, al menos durante una porción de sus años formativos, una misma experiencia cultural con los tucumanos Juan Bautista Alberdi y Marco Avellaneda, con el sanjuanino Manuel José Quiroga Rosas. Los egresados del Colegio y de la Universidad rivadavianas representaron la primera manifestación de una elite intelectual para la cual su pertenencia a una nación argentina era tan importante como su pertenencia a un entorno provincial. Tanto por sus lazos de sociabilidad como por la ideología explícita que se les inculcó en aquellas aulas, la generación romántica poseería una inquebrantable conciencia de pensar y expresar a "la Nación" en su conjunto. Esta experiencia educativa de la primera generación romántica estuvo fuertemente marcada por las tendencias secularizadoras del régimen rivadaviano, que harían de ella no sólo una elite “nacional”, sino también una elite cultural de procedencia y de configuración social laicas. Los contenidos formales de la enseñanza rivadaviana moldearon el universo mental de los futuros escritores románticos, determinando una visión secular y laicista del futuro, en términos modernos. A la vez, la corriente romántica argentina debe ser comprendida por su contraste con la Ilustración, en tanto revalorizan los procesos auténticos, propios, idiosincráticos, de “lo nuestro”, que sin renunciar a la necesaria tutela intelectual europea debía de todas formas tomar como elemento primordial de su propia experiencia la pertenencia a una cultura americana, poniendo el acento en los usos y costumbres de cada nación. Esta será la crítica de la Generación del 37 a los unitarios, a los rivadavianos, a quienes reprocharían haber

sido pura razón sin prestar atención a la propia realidad, forzado una interpretación evolutiva de las sociedades y una historia unilineal. El enfrentamiento manifiesto de estos intelectuales con Juan Manuel de Rosas, les valió el exilio, y la reorganización discursiva en favor del partido Unitario, que finalmente se presentaba como un aliado natural en la lucha contra el enemigo común, “el Restaurador”. El Estado chileno les ofreció un ambiente de paz y algunos medios materiales para proseguir con sus investigaciones y con su escritura, pero a cambio de ello les vedó el camino de la política práctica -la única excepción a esa regla fue Sarmiento-. En tanto periodistas, Sarmiento, Alberdi, López o Gutiérrez pudieron escribir sobre política chilena siempre y cuando lo hicieran dentro de un marco que puede definirse a grandes rasgos como “oficialista”. En cierto sentido, puede decirse que este aspecto de la vida de los emigrados en Chile determinó su “profesionalización” como periodistas, que se reflejaba en el perfeccionamiento de la destreza técnica de su escritura.

Sarmiento y Alberdi, como parte de la Generación del 37, reconocen la necesidad de pensar, estudiar, analizar la particular realidad social argentina. Los planteos giraban en torno a preguntas fundamentales sobre los obstáculos para la institucionalización de un orden político necesario para la construcción nacional ¿Cómo hacer, ante el caos de las guerras civiles, para efectivamente instalar un orden que inscriba a la Argentina en el camino del progreso político y económico? El planteo estaba ligado a la necesidad de desarrollar cierta independencia productiva y un cambio de rumbo respecto al camino ganadero por el que habían optado los estancieros argentinos. A partir de este planteo se evidencia el vínculo entre la educación formal y el tipo de Estado en la que ésta se proyecta. Juan Bautista Alberdi construyó su línea en claro enfrentamiento al rosismo. Sin duda su obra principal en la historia nacional fue su libro Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina ( 1852), a partir del cual se elaborará al año siguiente la Constitución de la Confederación Argentina. Respondió a la crítica sarmientina con sus Cartas Quillotanas de principios de la década de 1850. Tanto en el caso de Sarmiento como el caso de Alberdi, el centro de sus preocupaciones se centraba en el desarrollo nacional, y para el tales planteaban sus propuestas respecto al tipo de gobierno y de producción convenientes para el país. En cuanto al problema educativo, ambos coincidían en la necesidad de educar a la población con una orientación técnica. Planteaba Alberdi en sus Bases, la necesidad de desarrollar hábitos laboriosos y productivos como camino para moralizar a los pobladores del territorio. El debate, de tinte político sobre el problema que aquejaba a aquella elite, recayó en el problema de la dirección social que debía tomar el desarrollo nacional. (Duarte, 2015) Para Alberdi, la instrucción ciudadana no ocupaba un lugar principal frente a la necesidad de mantener el orden y la estabilidad política, y de formar la fuerza laboral que garantizara el progreso del país, la producción y las exportaciones. Con la intención de resolver estos

problemas, Alberdi confiaba más en la capacidad del trabajo y la inmigración europea, como fuerzas para reformar los hábitos y costumbres nacionales, que en las instituciones educativas. Entendemos que Alberdi no confiaba per se en el sistema escolar, entendía la necesidad de impulsar una sociedad granjera y trabajadora a partir de la cual se conformara el sujeto social de la nación. Afirmaba que, para moralizar al ciudadano, “Se llega a la moral más presto por el camino de los hábitos laboriosos y productivos de esas nociones honestas que no por la instrucción abstracta.” (Alberdi, 1974: 77). Despreciaba la ociosidad de las elites intelectuales de las cuales el también formaba parte. (Duarte, 2015) A su vez, Sarmiento, ponía énfasis al poder eficaz de la escuela primaria obligatoria. Creía que esta influiría en forma decisiva en la transformación de la Argentina, contribuyendo a la fabricación de una sociedad de argentinos e inmigrantes que avalara el progreso nacional y que conformarían la república de ciudadanos con habilidades para garantizar el sistema democrático. La producción escrita de Sarmiento continuará ya entrando en la década de 1880 en forma casi obsesiva en torno a una preocupación, el devenir educativo de la Nación. Sin embargo, la educación comenzaba a reorientarse, del mismo modo que se acomodaba la dirección política del país. Devoto y Pagano dirán respecto al período abierto en 1880 que: Eran los tiempos en que la educación demandaba dosis considerables de educación patriótica y por ello el pasado adquiría una funcionalidad distinta de la que fuera atribuida a lo largo de las tres décadas posteriores a Caseros. Es en este nuevo contexto en el que se populariza la versión mitrista del pasado argentino, pasado que se convertía ahora en un formidable dispositivo nacionalizador. (Devoto y Pagano, 2009) Sarmiento creyó posible que la implantación pedagógica generaría la constitución de nuevos sujetos sociales y de nuevas políticas. Maestros y alumnos vinculados en la educación básica por una relación de instrucción, construirían un sujeto pedagógico capaz de transformar las costumbres y el estilo de vida de los argentinos. (Puiggrós, 2006) Un primer acercamiento a la obra de Sarmiento, Facundo , puede llevarnos a concluir que la problemática de la realidad argentina sólo se resolverá tomando partido por uno de los polos de la dicotomía: civilización-barbarie. Sin embargo, una lectura más profunda nos revelará la existencia de una lógica de coexistencia entre ambos, y la coexistencia de otros pares de opuestos como, por ejemplo: campo-ciudad, tradición-modernidad, federales- unitarios. Según Terán (2007) civilización y barbarie conforman muchas veces dos estructuras fuertemente diferenciadas y aun polarizadas dicotómica y excluyentemente, en otros pasajes -como cuando se habla nada menos que de Rosas- lo civilizado y lo bárbaro aparecen entrelazados, mezclados, hibridados. Esta última compleja relación entre ambas

Las presidencias de Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda consolidaron esta política mediante una estrategia que combinaba el acuerdo y la coerción. Junto a esto, se produjo a lo largo de todo el período una modernización económica y social. La resolución de viejos debates –como el de las rentas del puerto de Buenos Aires–, y la aparición de nuevos elementos –como el estímulo a la inmigración y el auge del lanar– permitieron una expansión económica que sentó las bases del modelo agroexportador. Los años que transcurren entre 1870 y 1880 pueden ser considerados como una articulación entre una Argentina premoderna y una Argentina vinculada a los destinos del mercado mundial; a nivel de la política local, como un período de transición para los grupos que detentaban el poder político, los que reforzaron sus vínculos o sus enfrentamientos por la centralización del poder. En 1862 Bartolomé Mitre fue electo presidente, y con él comenzó la construcción del Estado Nacional y las estructuras que lo acompañan. El gobierno que encabezó fue atravesado por luchas internas y la Guerra de la Triple Alianza, por lo tanto, cumplió su ideario en la medida de lo posible. Mitre accedería a la Presidencia de la Nación dispuesto a unificar el territorio a sangre y fuego , eliminando las montoneras federales del interior que todavía se oponían al poder central. Reconocía a Bs. AS como cabeza del proyecto nacional, y promovía el enfrentamiento armado de las provincias en batallas armadas contra los caudillos provinciales, y mediante la formación de una elite política coherente con los intereses porteños. Durante este periodo se estableció la Corte Suprema de la Nación y para darle base independiente, afianzando su naciente institucionalidad, el presidente nombró a una mayoría de jueces opositores. Según el especialista Arturo Pellet Lastra el organismo fue independiente y su imparcialidad se mantuvo hasta el golpe de 1930.

Se creó nuestro sistema fiscal y también el jurídico. Respecto a este último, encargó a Dalmacio Vélez Sarsfield la redacción del Código Civil, que éste finalizó durante la siguiente presidencia. El Código Penal fue encomendado a Carlos Tejedor y se adoptó a nivel nacional el Código Comercial de Buenos Aires. Mitre apostó por el metal británico y junto a las inversiones inglesas -para el desarrollo ferroviario- llegaron las locomotoras, los operarios y hasta los maquinistas. Durante esta administración no existió unidad monetaria, ni banco nacional. En las provincias se utilizó plata cordobesa o boliviana, mientras que en la capital circuló papel moneda. Se instalaron bancos extranjeros que actuaron como prestamistas, por ejemplo, el de Londres y se pidieron empréstitos para afrontar el conflicto externo. La peculiaridad bajo la presidencia de Mitre fue la de una política educativa orientada a los estudios secundarios y superiores. Una de las primeras preocupaciones en cuanto a la educación estuvo vinculada a la necesidad de formar cuadros que participaran en la dirigencia del Estado. La tarea era impulsar escuelas nacionales donde los hijos de las élites provinciales lograran educarse conforme a los designios del nuevo orden. La educación primaria aún era escasa y entre los miembros de las élites se acostumbraba la educación privada, ya fuera en manos de tutores o bien de maestros particulares especializados en diversas artes. La diferenciación respecto al resto de la población en edad educable no solo se daba en cuanto a su formación, sino en el acceso a la educación secundaria y la posibilidad de escalar socialmente gracias a ella. El caso testigo fue la creación en 1863 del Colegio Nacional de Buenos Aires, que permitió estructurar la política educativa de los colegios nacionales en todo el país. En 1865 se

Esta institución fue nacionalizada y convertida en 1863 en el Colegio Nacional de Buenos Aires, sentando las bases para la organización de la educación secundaria nacional. Localizado en la por entonces ciudad capital de la provincia de Buenos Aires6, comenzó a ser una alternativa de formación general y preparatoria para seguir estudios superiores. Si bien contaba con internado y asignaba becas a estudiantes de las distintas provincias, la incertidumbre inicial sobre el alcance de sus estudios implicarían una desventaja respecto de la histórica universidad porteña. Desde la perspectiva nacional, los Colegios Nacionales aún debían demostrar en su devenir la suficiencia respecto del objetivo que el gobierno les había designado: elevarlos al nivel del colegio de Buenos Aires para que los estudios que ofrecieran fueran suficiente garantía para seguir en la universidad sin necesidad de nuevas pruebas13. De hecho, los exámenes

de los alumnos del Colegio Nacional de Salta que había sido organizado sobre la base de uno particular, denominado San José, sí habían sido considerados válidos ya en 1865. Así, la experiencia y la talla de los profesores y, se puede hipotetizar, la capacidad de presión de los rectores, fueron las claves para lograr la validación de estudios. (Schoo, 2014) Si bien Argentina es un país federal, la educación secundaria sufrió un proceso de nacionalización con una organización fuertemente centralizada. Buenos Aires, al igual que el resto de las provincias, aunque de manera más tardía, delegó en la nación la educación secundaria pública en su territorio, instituyéndose este nivel educativo en un asunto exclusivamente nacional. El gobierno nacional tuvo a partir de este momento la exclusividad de la oferta pública de la educación secundaria y por lo tanto el resorte institucional para expandirla o acotarla así como para determinar las orientaciones curriculares, disposiciones sobre las condiciones laborales docentes, entre otros. Además, tuvo la exclusividad en el otorgamiento de la validez nacional de los títulos en todo el país que se sostuvo a lo largo del tiempo: la educación secundaria pública y la fiscalización sobre el sector privado estuvo bajo la órbita nacional de manera exclusiva hasta mediados de siglo XX. (Schoo, 2014) Cuando Sarmiento asume la presidencia en 1868 agregará un nuevo objetivo para la educación. A partir de él, la educación buscará incorporar a las masas con el fin de formar un cuerpo ciudadano vinculado a una lógica productiva que, en el plan de Sarmiento, se encontraría en un porvenir expectable. La política educativa se convirtió en un ariete principal en la práctica del gobierno, guiado por un imaginario de la imitación , ya que consideró que trasplantar los mejores elementos de las sociedades industriales era suficiente para el desarrollo de una sociedad que carecía previamente de ese desarrollo. Sarmiento no atendió a las particularidades históricas del proceso educativo. (Duarte, 2018) En 1873 la provincia de Buenos Aires sancionó su Constitución. En ella, se ordenaba dictar una ley para organizar la Educación Común, garantizando su gratuidad y obligatoriedad; además, se establecía la creación de un Consejo General de Educación y el nombramiento de un Director General para dirigir y administrar las escuelas. Una de las características más importantes de aquel modelo —a imagen de la experiencia educativa norteamericana — fue la decisión de que el gobierno de las escuelas quedara a cargo de los Consejos Escolares electivos, compuestos por los vecinos de cada parroquia, de la Capital, y de cada Municipio, en el resto de las provincias. Luego de ser debatida, en 1875, se promulgó la ley de Educación 888, siguiendo esos puntos. Como sostiene Pablo Pineau (1997), los artículos y las reglamentaciones de la ley establecieron las bases legales de un imaginario civilizatorio fuertemente influido por el modelo escolar norteamericano, que articulaba principios modernos y liberales como la "formación de ciudadanos iguales ante la ley, la civilización de las masas bárbaras, Estado docente, obligatoriedad escolar, racionalización burocrática y descentralización económica y administrativa...". Esos principios, que expresan parte de la agenda de temas que se estaban debatiendo en las décadas de consolidación del Estado, convergieron con otras preocupaciones. Por ejemplo, la necesidad de plantear métodos que estandarizaran y