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Vida y gobierno de Augusto B. Leguía durante el Oncenio que gobernó el Perú.
Tipo: Resúmenes
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El señor del “Oncenio”
Fue un lambayecano que murió en el Ca- llao Había estudiado en Chile
Fue defensor de la patria
Ministro de Hacienda, presidente y exiliado Regresa para ponerse al servicio del país
Convenció a tirios y troyanos
Desconfianza de Leguía y un golpe de Es- tado La República de la Patria Nueva
Implantó una política de corte dictatorial
La Constitución al servicio de Leguía
Lo que originó el abuso jurídico
La errada política dictatorial Se acentuó el centralismo
Se entregó la Brea y Pariñas y el siste- ma vial
Los nefastos tratados de la dictadura No hay mal que dure cien años
El triste final del dictador
El juicio histórico de Raúl Porras Barrenechea sobre el tratado El juicio histórico de Jorge Basadre sore el “Oncenio” de Leguía
Augusto B. Leguía
1863-
Fue un lambayecano que murió en el Callao
El 6 de febrero de 1932 murió don Augusto Bernardino Leguía en la clínica “Ame- ricana” de Bellavista, Callao. Había nacido en Lambayeque el 19 de febrero de 1863, por lo que al morir tenía 69 años. Era integrante de una familia de vascos y cuya principal actividad era el comercio. Sus padres fueron don Nicanor Leguía Haro y doña Carmen Salcedo Ta- foró.
Había estudiado en Chile
En su juventud, don Augusto Bernardino Leguía quiso perfeccionarse en las nuevas técnicas de la actividad comercial, por lo que su familia decidió que fuera a estudiar Comercio en Valparaíso, Chile.
Fue defensor de la patria
Al retornar a su patria, participó en la defensa del Perú en la guerra con Chile en las batallas de San Juan (13 de enero de 1881) y Miraflores ( de enero de 1881). La defensa, como se sabe, fue infructuosa, porque un puñado de militares peruanos dirigiendo a miles de jóvenes imber- bes no pudo contrarrestar el recio ataque de miles de chilenos, profe- sionales de la guerra.
Ministro de Hacienda, presidente y exiliado
Luego de varios lustros de la llamada época de la Reconstrucción Na- cional, Leguía, que era prominente miembro del Partido Civilista, asu- mió el cargo de ministro de Hacienda en el periodo 1904 y 1907; es decir, en el gobierno de José Pardo y Barreda. Entre 1908 y 1912 asumió la presidencia de la República, después de elecciones populares. Pero durante el gobierno de Billinghurst, Leguía fue desterrado. Esta sanción política le fue ratificada por Pardo, y Leguía tuvo que afincar- se por varios años en Inglaterra.
Regresa para “ponerse al servicio del país”
José Pardo y Barreda (el término de su mandato fue en el año 1919) lla- mó a elecciones generales y los amigos avisaron a Leguía que “era ho- ra de regresar al país para ponerse a su servicio”. En efecto, Leguía em-
prende retorno al Perú. De Ingla- terra se dirige primero a Estados Unidos de Norteamérica, donde, en un acto sin precedentes, llegó a importantes acuerdos con los hombres de la banca y los nego- cios norteamericanos, a quienes convenció para que inviertan en el Perú; se supone, previo apoyo a su candidatura presidencial.
Convenció a tirios y troyanos
Al llegar a Perú, Leguía se presen- tó como candidato a la presiden- cia de la República, agrupando como adherentes a los “constitu- cionalistas” o “caceristas”, a los “liberales” de Durand y a los “de- mócratas” de Piérola. Su prédica electoral fue demagógica, al decir de muchos historiadores, porque “apoyó las reivindicaciones de la clase obrera y la recuperación pa- ra el Perú de Tacna, Arica y Tara- pacá”. Hasta los jóvenes universi- tarios fueron engañados y caye- ron en el ardid político de Leguía, y liderados por Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), fundador del Apra, lo nominaron “maestro de la juventud”. El candidato Le- guía, pues, había logrado encan- dilar a tirios y troyanos con sus ofrecimientos, muchos de ellos utópicos.
Desconfianza de Leguía y un golpe de Estado
El rival de Leguía en dichas elec- ciones fue el civilista don Ántero Aspíllaga (1849-1927); dueño de
Augusto B. Leguía
1863-
Biografías
del presidente solo por cinco años. La Constitución Política del Perú de 1924 eliminó el obstáculo legal y determinó que el presidente pudiera ser elegido para un periodo más de gobierno; es decir, se instauraba por primera vez en el Perú el sistema de la reelección inmediata. Con una Asamblea Constituyente adicta, Leguía había logrado el pro- pósito de hacer redactar una Constitución a la medida de sus ambicio- nes políticas y con todo los resortes del poder en sus manos y la sumi- sión de los poderes electoral, legislativo y judicial, no tuvo ningún obs- táculo para ser reelegido para un nuevo periodo de gobierno. Luego de cumplido ese segundo mandato, Leguía no tuvo dificultad en preparar el escenario de otra elección en 1929 y salir vencedor en ella. Fue la implementación de lo que se llama el sistema de la re-reelec- ción.
Foto de Augusto B. Leguía.
1920
1924
1929
1932
(18 de enero) Promulga una nueva Constitución Política del Perú.
Hace reformar la Constitución de 1920 e implanta el sistema de la reelección presidencial, que le asegura la presidencia de la República por unos 5 años más.
Trata de volver a reelegirse, pero una serie de protestas lo sacan del gobierno y es encarcelado.
(6 de febrero) Leguía enferma y es internado en el hos- pital de Bellavista, Callao, donde muere a los 69 años de edad.
Biografías
El triste final del dictador
Leguía renunció y se dirigió al Callao, donde abordó el crucero “Almi- rante Grau”, confiando todavía en la Marina. Cuando el “Almirante Grau” se dirigía al norte, el comandante del barco recibió una con- traorden y tuvo que retornar al Callao. Leguía fue tomado prisionero y encarcelado en el Panóptico, donde estuvo 18 meses. De allí, lo lleva- ron al Hospital de la Marina, donde murió el 6 de febrero de 1832, to- talmente desamparado y atendido solo por sus más íntimos familiares. Entre tanto, muchos de los que medraron durante el “Oncenio” ya es- taban tocando las puertas de Palacio para el besamanos correspondien- te al nuevo mandamás de la Patria. No hay que olvidar que desde tiem- pos inmemoriales hay una célebre frase: “¡Ha muerto el rey, viva el rey!”. Los políticos criollos decían: “¡A rey muerto, rey puesto!”.
El juicio histórico de Raúl Porras Barrenechea sobre el tratado
Raúl Porras Barrenechea (1897-1960), en su libro “Historia de los lími- tes del Perú”, dice: “La solución divisoria representa la realidad frente a la utopía de las reivindicaciones totales o la triste política de los apla- zamientos. Dentro de la situación de fuerza en que el problema se mantuvo durante cuarenta años, el Perú ha obtenido la mitad de sus as-
Leguía tenía que terminar. El 22 de agosto de 1930, el comandan- te Luis M. Sánchez Cerro sublevó a su guarnición en Arequipa con- tra el gobierno de Leguía. En Li- ma, el 23 de agosto, se lanzó un comunicado oficial reconocien- do el levantamiento de Arequipa. Al día siguiente, Leguía, como era su costumbre, asistió al Hipó- dromo de Santa Beatriz, donde escuchó la más estruendosa sil- batina de su vida. Ante la mani- fiesta impopularidad en que ha- bía caído el dictador, el ejército de Lima, bajo la conducción del general Manuel María Ponce, también se reveló y exigió la re- nuncia de Leguía. Éste ofreció en- tregarla al Congreso. Los milita- res le hicieron saber que el Con- greso también había cesado en sus funciones y ellos tenían todo el poder. El golpe militar se había consumado.
Leguía es saludado por diplomáticos, primados de la Iglesia, jefes militares y personalidades de la época en la clásica ceremo- nia del besamanos (pintura de Daniel Hernández de 1921 existente en la galería del BCR). Detrás del dictador destaca la figura del mariscal Andrés. A. Cáceres.
Augusto B. Leguía
1863-
piraciones. La campaña plebiscitaria había además revelado esta ver- dad incontestable: Tacna seguía siendo peruana, en tanto que Arica se hallaba totalmente chilenizada. Las ventajas mayores del tratado no es- tán quizá en las cláusulas de orden económico o territorial. El hondo encono de dos pueblos se habrá cambiado muy pronto en amistad. Las nuevas generaciones desconocerán la política del odio y del ultraje a que había arrastrado a ambos países una discusión encarnizada. El pe- ligro de complicaciones internacionales a que conducía la irresolución del problema de Tacna y Arica se habrá desvanecido en beneficio de la paz del Continente”.
El juicio histórico de Jorge Basadre sobre el “Oncenio” de Leguía
Jorge Basadre, en su “Historia de la República”, sobre ese tema y el “Oncenio” de Leguía dice: “...si se fuera a buscar un saldo positivo a favor de Leguía durante el Oncenio”, un criterio simpatizante señalaría lo siguiente: Las condiciones personales del caudillo, que atrajeron so- bre él no solo devociones pasajeras e interesadas, sino también afectos hondos, perdurables, como lo revela la subsistencia de un partido cu- yo programa consiste en reivindicar su figura; el espíritu de empresa particular y público que surgió con gran audacia a veces, en esta épo- ca; el crecimiento material del país, que repercutió más visiblemente en el programa urbano, sobre todo en la capital; la tendencia a la de- limitación de las fronteras, concluyendo los conflictos con los países vecinos, frente de amenazas para la paz internacional y premisa para
la solidaridad americana impues- ta por el ritmo de los tiempos que han venido después; si bien cabe presentar críticas a la parte proce- sal de estos arreglos, o sea los lin- deros exactos que fueron fijados, que a veces lastimaron a la geo- grafía patria hasta en su conteni- do sentimental. Al lado de sus po- sitivos méritos y de sus auténticos servicios al país, Leguía tuvo, sin embargo, varios lados vulnera- bles: pidió prestado demasiado dinero, que hasta ahora no ha si- do posible devolver; fue despreo- cupado ante la indiferencia moral de algunos de sus partidarios y parientes; no toleró ninguna clase de oposición; no puso frenos al servilismo; se embarcó en la polí- tica de las reelecciones sucesivas bajo la ciega consigna, que no podía ser eterna, de ‘durar’; hirió el sentimiento nacional con algu- nas de las soluciones de los con- flictos de límites”.
Fotografía del cadáver de Leguía (fototeca de la Biblioteca Nacional).