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Análisis histórico breve de la intención y características de la adecuada música litúrgica.
Tipo: Resúmenes
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Breve reseña histórica de la música en la Cristiandad.
Salazar, Emanuel. A.D. 2019
Los cristianos en los primeros años, tuvieron como influencias musicales los salmos judíos y melodías paganas. Se heredaron los modos de cantar los salmos de las sinagogas y se desarrolló un estilo de canto cristiano muy básico.^1
Posteriormente, luego de la persecución de los cristianos (S. IV), se establecieron ciertas pautas y cánones en la música cristiana porque fue considerado necesario por los obispos, de entre los cuales destaca San Ambrosio de Milán (A quien precisamente el canto ambrosiano o milanés se le atribuye). El canto ambrosiano, milanés o llano es un canto monódico, es decir, a una sola voz y sin instrumentos musicales.^2
Debe tomarse en cuenta la similitud que tiene el canto ambrosiano, cantado en el rito ambrosiano, con los demás tipos de canto que se entonan en los diferentes ritos. Asimismo es apreciable una similitud con los cantos ortodoxos y musulmanes, porque tienen una raíz en común. Son cantos que elevan el alma mediante una melodía suave y a la vez profunda que permiten la concentración en la oración.
A inicio del S. VII, el canto litúrgico se ordenó y compiló bajo lo que conocemos como canto gregoriano. Debido a que el gestor de este trabajo fue San Gregorio Magno, quien a su vez impulsó la cultura y difusión de este canto mediante las Schola Cantorum.
De este modo el canto gregoriano, por su pureza y belleza fue apreciado y difundido, por el viejo mundo. Posteriormente las armonías de voces empezaron a desarrollarse, primero como diafonías (di: dos, phonos: sonido) y después como polifonías (poli: muchos).
Con el desarrollo de la liturgia en varios lugares del globo también lo hizo la música religiosa. Estos cantos, así como otros profanos, fueron compilados en códices. (E.g. Codex Calixtinus)
A partir del renacimiento, el florecimiento de las artes y ciencias marca también muchas tendencias musicales: Las polifonías llegan a desarrollar su aspecto estético en complejidad (esto desemboca posteriormente en el barroco) dejando de lado su carácter piadoso inicial.
Tomando el desorden que alcanza la Revolución protestante con Lutero, la influencia humanista y secular, el clamor de pureza religiosa cristiana original, los padres del concilio de Trento, abarcan el tema musical buscando precisamente purificar el canto católico litúrgico de cualquier influencia secular o profana. Se menciona también que se debe alabar «con himnos y cánticos el nombre del Señor de manera diferenciada y devota»^4
“Todas las cosas deben desarrollarse de tal manera que permita que las Misas, ya sean cantadas o no, lleguen claramente a los oídos y corazones de los oyentes, ejecutando todo con claridad y de manera diligente. Y en éstas que acostumbran celebrarse con ritmos, cantos y con órgano, no se entremezclará nada profano, sino sólo himnos y alabanzas divinas. Hasta tal punto que si algo del Oficio Divino ha de cantarse con acompañamiento de órgano, que sea entonado por voz clara y sencilla, para que la lectura de las sagradas palabras no sean imperceptibles. Toda esta nueva forma de cantar según los modos musicales se reordenará no para suscitar la vana complacencia de los oídos, sino de tal modo que se sientan atraídos por el deseo de las armonías celestiales y por la contemplación de las alegrías de los
santos.” Acta del Concilio Tridentino, Año 1562 y 1563 y al final del Concilio [...] a Gabriele Cardinale Paleotto descripta... Decreta abusibus Missae, Sesión VI, 10 de septiembre de 1562. Londini: apud Jacobum Duncan, M.DCCC.XLII, p. 266
“Aparten también de sus iglesias aquellas músicas en que ya con órgano, ya con canto se mezclan cosas impuras y lascivas, así como toda conducta secular, conversaciones inútiles y consiguientemente profanas, paseos, ruidos y voces, para que, precavido esto, parezca y pueda con toda verdad llamarse a casa del Señor casa de oración.” Concilio de Trento, Sesión XXII. Decretum de observandis, et evitandis in celebratione Missae, 17 de septiembre de 1562
El Papa Gregorio XIII encarga a Giovanni Pierluigi di Palestrina y a Anibale Zoilo la reorganización musical de los cantos, puede notarse que sus polifonías alcanzan un “equilibrio” puesto que es lo suficientemente bella como para alabar a Dios y adecuada para la contemplación de los fieles en el Misterio. Entre otros autores contrarrevolucionarios tenemos a Tomás Luis de Victoria y Francisco Guerrero.
Posteriormente, la liturgia no sufre variaciones, a pesar que seguían ocurriendo abusos, como sucedía en siglos anteriores gracias a la fuerte regulación canónica que la mantenía unificada^6 , A diferencia de la música litúrgica porque carece de una normativa específica en cuanto a las formas o el estilo. Y tenemos a varios autores seculares que componen misas a su más puro estilo. (E.g. Mozart, Schubert, etc.)
Con el paso del tiempo, nuevos estilos musicales van apareciendo, surge nuevamente el desorden que intentaron solucionar los padres tridentinos, pero el que se encarga de poner orden a esta situación es San Pío X; Un Papa músico, piadoso y amante de la liturgia; a través de su Motu Proprio: Tra le Sollecitudini (1903).
En este documento San Pío X responde a la solicitud de muchos liturgistas, músicos, sacerdotes y fieles de regular una situación en la que los abusos persisten por la manifestación excesiva de la influencia musical que ejercen las melodías profanas y teatrales que turban de cierto modo o impiden el desarrollo de la piedad y devoción de los fieles en la Casa de Dios.^7
San Pío X mediante este motu proprio establece y aclara varios criterios que se manejaron desde varios siglos atrás, por ejemplo:
Sacrosanctum Concilium (1964): Rescata la importancia de la sacralidad de los cantos en la Liturgia, recopilando y rescatando criterios importantes sobre el Canto Sacro de la Iglesia Católica y realizando ciertas precisiones según las intenciones y el espíritu del Concilio Vaticano II.
De todas las precisiones que figuran en esta constitución, destacan:
Instrucción Musicam Sacram (1967): Define la música sagrada como aquella que creada para la celebración del culto divino posee las cualidades de santidad y perfección de formas. Así mismo involucra el canto gregoriano, la polifonía sagrada, música para órgano y otros instrumentos admitidos y el canto popular, litúrgico y religioso.
Dispone también que la reglamentación de la música Sagrada depende de los cánones generales dictados por la Santa Sede, particularmente al Obispo en su jurisdicción y a las asambleas Episcopales.
La participación de los fieles debe ser:
(*) Esto puede apreciarse a lo largo de la historia de la música católica, por ejemplo: En tiempos del virreinato tenemos la música de Mons. Martinez Compañón quien compuso cachúas serranitas que rescata elementos musicales del nuevo y viejo mundo.
La Iglesia legitima y establece una independencia mayor del graduale romanum al escoger cantos de entrada, ofertorio y comunión. Esto siempre bajo de la venia y juicio del Obispo. (MS
Se procura tener la liturgia y los cantos a una mayor accesibilidad del pueblo. Esto conlleva a una mayor libertad en el criterio de elección de cantos, siempre al criterio de la autoridad pertinente que seguirá siendo el Obispo. Se debe incentivar la enseñanza del latín a los fieles.
Quirógrafo de San Juan Pablo II (2003) : Reafirma lo que exigieron, resaltaron, sugirieron y defendieron sus sucesores, sobre todo ante la necesidad de purificar la música litúrgica, puesto que el concepto de música sacra se ha ampliado a tal punto que se incluyen piezas que violan el sentido y el espíritu mismo de la liturgia. 8
Menciona que la inculturación de música en la liturgia debe obedecer criterios anteriormente establecidos: santidad, bondad de formas, capacidad de propiciar la participación del pueblo, universalidad. De esto se puede reconocer que no debe tomarse la Liturgia como un laboratorio de experimentación musical. Para esto, recomienda del mismo modo el desarrollo de Schola Cantorum , como modelo de guía, apoyo y formación para la feligresía.
Reafirma y hace suya la norma de San Pío X sobre el criterio de música litúrgica: "Una composición religiosa será tanto más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque en aire, inspiración y sabor a la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto más diste de este modelo supremo”.^9 Esto, como modelo y guía de las siguientes composiciones litúrgicas para que los músicos estén embuídos del sensus ecclesiae que menciona.
Contraste con la realidad.
Ante tanto ruido mundano, el espíritu de la Liturgia resuena débilmente y solo puede ser escuchado por aquellos que deciden orientar su sensibilidad ante las cosas sagradas.
Es el sensus ecclesiae lo que se necesita fomentar en los músicos, fieles y sobre todo autoridades competentes. Puesto que al reducir la música litúrgica sola y exclusivamente al ámbito pastoral, realizan un análisis peligrosamente incompleto y deficiente de la misma Liturgia. Pues las oraciones alimentadas con el decoro, la solemnidad y la contemplación concernientes son capaces de generar auténticos resultados pastorales en el pueblo de Dios. Si se descuidan estos aspectos, las consecuencias se verán reflejadas en una desacralización de la fe y los más sensibles tendrán la tarea de encontrar a Dios de un modo mucho más complicado. A propósito del aggiornamiento , a excusa del cual se realizaron innumerables abusos; debemos tener en cuenta, como dijo Benedicto XVI, que la Liturgia, y por ende la música sacra , “ vive de una relación correcta y constante entre sana traditio y legitima progressio”.^10
Existe como la anteriormente mencionada excusa para desacralizar la liturgia, aumentando así su “eficacia” pastoral, otra con respecto a la evangelización en otras culturas. La música sacra, al ser arte verdadero y lenguaje universal, puede ser fácilmente transmitida a personas superando la barrera lingüística y cultural.^11 Por lo cual su enseñanza y cultivo no debe tener prejuicios, no se debe subestimar la capacidad de las personas con una realidad distinta a la nuestra.