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Cabecita negra, el cuento de Germán Rozenmacher, Resúmenes de Literatura Contemporánea

Resumen y Análisis e interpretación de la novela Cabecita negra

Tipo: Resúmenes

2018/2019
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6REALISMO Y EXISTENCIALISMO
LA LITERATURA DE LOS AÑOS ’50
CONTENIDOS
La literatura de los años ’50
“Cabecita negra”, de Germán
Rozenmacher
El contexto político:
peronismo-antiperonismo
La revisión del realismo
El intelectual comprometido
El existencialismo, la guerra y
la absurda existencia humana
El extranjero, de Albert Camus
Cabecita negra*
El señor Lanari no podía dormir. Eran las tres y media de la mañana y fumaba
enfurecido, muerto de frío, acodado en ese balcón del tercer piso, sobre la calle
vacía, temblando encogido dentro del sobretodo de solapas levantadas. Después
de dar vueltas y vueltas en la cama, de tomar pastillas y de ir y venir por la casa fre-
nético y rabioso como un león enjaulado, se había vestido como para salir y hasta
se había lustrado los zapatos.
Y ahí estaba ahora, con los ojos resecos, los nervios tensos, agazapado escuchan-
do el invisible golpeteo de algún caballo de carro de verdulero cruzando la noche,
mientras algún taxi daba vueltas a la manzana con sus faros rompiendo la neblina[...],
esperando turno para entrar al amueblado* de la calle Cangallo, y un tranvía 63
con las ventanillas pegajosas, opacadas de frío, pasaba vacío de tanto en tanto, arras-
trándose entre las casas de uno o dos a siete pisos y se perdía, entre los pocos letreros
luminosos de los hoteles, que brillaban mojados, apenas visibles, calle abajo.
Ese insomnio era una desgracia. Mañana estaría resfriado y andaría abombado
como un sonámbulo todo el día. Y además nunca había hecho esa idiotez de levan-
tarse y vestirse en plena noche de invierno nada más que para quedarse ahí, fumando
en el balcón. ¿A quién se le ocurría hacer esas cosas? Se encogió de hombros, angus-
tiado. La noche se había hecho para dormir y se sentía viviendo a contramano. Sola-
mente él se sentía despierto en medio del enorme silencio de la ciudad dormida.
Un silencio que lo hacía moverse con cierto sigiloso cuidado, como si pudiera
despertar a alguien. Se cuidaría muy bien de no contárselo a su socio de la ferretería
GERMÁN
ROZENMACHER
Nació en Buenos Aires
en 1936 y murió en 1971.
Fue escritor y periodista, y
adhirió ideológicamente
al peronismo de izquierda.
Escribió dos libros de cuentos,
Cabecita negra y Los ojos del
tigre, y las obras de teatro
Réquiem para un viernes a la
noche y El caballero de Indias,
en los que intentaba reflejar la
realidad de las clases medias y
bajas de Buenos Aires.
M: 10430 C1: 10440 C2: 10000 C3: 10000 C4: 10000 M: 10430 C1
80 Capítulo 6. Realismo y existencialismo.
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REALISMO Y EXISTENCIALISMO

LA LITERATURA DE LOS AÑOS ’

CONTENIDOS

❚ La literatura de los años ’ ❚ “Cabecita negra”, de Germán Rozenmacher ❚ El contexto político: peronismo-antiperonismo

❚ La revisión del realismo ❚ El intelectual comprometido ❚ El existencialismo, la guerra y la absurda existencia humana ❚ El extranjero, de Albert Camus

Cabecita negra*

El señor Lanari no podía dormir. Eran las tres y media de la mañana y fumaba

enfurecido, muerto de frío, acodado en ese balcón del tercer piso, sobre la calle

vacía, temblando encogido dentro del sobretodo de solapas levantadas. Después

de dar vueltas y vueltas en la cama, de tomar pastillas y de ir y venir por la casa fre-

nético y rabioso como un león enjaulado, se había vestido como para salir y hasta

se había lustrado los zapatos.

Y ahí estaba ahora, con los ojos resecos, los nervios tensos, agazapado escuchan-

do el invisible golpeteo de algún caballo de carro de verdulero cruzando la noche,

mientras algún taxi daba vueltas a la manzana con sus faros rompiendo la neblina[...],

esperando turno para entrar al amueblado* de la calle Cangallo, y un tranvía 63

con las ventanillas pegajosas, opacadas de frío, pasaba vacío de tanto en tanto, arras-

trándose entre las casas de uno o dos a siete pisos y se perdía, entre los pocos letreros

luminosos de los hoteles, que brillaban mojados, apenas visibles, calle abajo.

Ese insomnio era una desgracia. Mañana estaría resfriado y andaría abombado

como un sonámbulo todo el día. Y además nunca había hecho esa idiotez de levan-

tarse y vestirse en plena noche de invierno nada más que para quedarse ahí, fumando

en el balcón. ¿A quién se le ocurría hacer esas cosas? Se encogió de hombros, angus-

tiado. La noche se había hecho para dormir y se sentía viviendo a contramano. Sola-

mente él se sentía despierto en medio del enorme silencio de la ciudad dormida.

Un silencio que lo hacía moverse con cierto sigiloso cuidado, como si pudiera

despertar a alguien. Se cuidaría muy bien de no contárselo a su socio de la ferretería

GERMÁN

ROZENMACHER

Nació en Buenos Aires en 1936 y murió en 1971. Fue escritor y periodista, y adhirió ideológicamente al peronismo de izquierda. Escribió dos libros de cuentos, Cabecita negra y Los ojos del tigre, y las obras de teatro Réquiem para un viernes a la noche y El caballero de Indias, en los que intentaba reflejar la realidad de las clases medias y bajas de Buenos Aires.

80 Capítulo 6. Realismo y existencialismo.

porque lo cargaría un año entero por esa ocurrencia de lustrarse los zapatos en medio

de la noche. En este país donde uno aprovechaba cualquier oportunidad para joder

a los demás y pasarla bien a costillas ajenas había que tener mucho cuidado para

conservar la dignidad. Si uno se descuidaba, lo llevaban por delante, lo aplastaban

como a una cucaracha. Estornudó. Si estuviera su mujer ya le habría hecho uno de

esos tés de yuyos que ella tenía y santo remedio. Pero suspiró desconsolado. Su mujer

y su hijo se habían ido a pasar el fin de semana a la quinta de Paso del Rey llevándose

a la sirvienta así que estaba solo en la casa. Sin embargo, pensó, no le iban tan mal

las cosas. No podía quejarse de la vida. Su padre había sido un cobrador de la luz, un

inmigrante que se había muerto de hambre sin haber llegado a nada. El señor Lanari

había trabajado como un animal y ahora tenía esa casa del tercer piso cerca del Con-

greso, en propiedad horizontal y hacía pocos meses había comprado el pequeño Ren-

ault que ahora estaba abajo, en el garaje y había gastado una fortuna en los hermosos

apliques cromados de las portezuelas. La ferretería de la Avenida de Mayo iba muy

bien y ahora tenía también la quinta de fin de semana donde pasaba las vacaciones.

No podía quejarse. Se daba todos los gustos. Pronto su hijo se recibiría de abogado

y seguramente se casaría con alguna chica distinguida. Claro que había tenido que

hacer muchos sacrificios. En tiempos como éstos, donde los desórdenes políticos eran

la rutina, había estado varias veces al borde de la quiebra. Palabra fatal que significaba

el escándalo, la ruina, la pérdida de todo. Había tenido que aplastar muchas cabezas

para sobrevivir, porque si no, hubieran hecho lo mismo con él. Así era la vida.

—A ver, ustedes dos, vamos a la comisaría. Por alterar el orden en la vía pública.

El señor Lanari, perplejo, asustado, le sonrió con un gesto de complicidad al

vigilante.

—Mire estos negros, agente, se pasan la vida en curda y después se embroman

y hacen barullo y no dejan dormir a la gente.

Entonces se dio cuenta de que el vigilante también era bastante morochito

pero ya era tarde. Quiso empezar a contar su historia.

—Viejo baboso —dijo el vigilante mirando con odio al hombrecito despecti-

vo, seguro y sobrador que tenía adelante—. Hacete el gil ahora.

El voseo golpeó al señor Lanari como un puñetazo.

—Vamos. En cana.

El señor Lanari parpadeaba sin comprender. De pronto reaccionó violenta-

mente y le gritó al policía.

—Cuidado señor, mucho cuidado. Esta arbitrariedad le puede costar muy

cara. ¿Usted sabe con quién está hablando? —había dicho eso como quien pega

un tiro en el vacío. El señor Lanari no tenía ningún comisario amigo.

—Andá, viejito verde, andá, ¿te creés que no me di cuenta que la largaste dura y

ahora te querés lavar las manos? —dijo el vigilante y lo agarró por la solapa levantando

a la negra que ya había dejado de llorar y que dejaba hacer, cansada, ausente y callada,

mirando simplemente todo. El señor Lanari temblaba. Estaban todos locos. ¿Qué tenía

que ver él en todo eso? Y además, ¿qué pasaría si fuera a la comisaría y aclarara todo y

entonces no le creyeran y se complicaran más las cosas? Nunca había pisado una comi-

saría. Toda su vida había hecho lo posible para no pisar una comisaría. Era un hombre

decente. Ese insomnio había tenido la culpa. Y no había ninguna garantía de que la

policía aclarase todo. Pasaban cosas muy extrañas en los últimos tiempos. Ni siquiera en

la policía se podía confiar. No. A la comisaría no. Sería una vergüenza inútil.

—Vea agente. Yo no tengo nada que ver con esta mujer —dijo señalándola.

Sintió que el vigilante dudaba. Quiso decirle que ahí estaban ellos dos, del lado de

la ley y esa negra estúpida que se quedaba callada, para peor, era la única culpable.

De pronto se acercó al agente que era una cabeza más alto que él, y que lo

miraba de costado, con desprecio, con duros ojos salvajes, inyectados y malignos,

bestiales, con grandes bigotes de morsa. Un animal. Otro cabecita negra.

—Señor agente —le dijo en tono confidencial y bajo como para que la otra no

escuchara, parada ahí, con la botella vacía como una muñeca, acunándola entre

los brazos, cabeceando, ausente como si estuviera tan aplastada que ya nada le

importaba.

—Venga a mi casa, señor agente. Tengo un coñac de primera. Va a ver que

todo lo que le digo es cierto —y sacó una tarjeta personal y los documentos y se

los mostró—. Vivo ahí al lado —gimió casi, manso y casi adulón, quejumbroso,

sabiendo que estaba en manos del otro sin tener ni siquiera un diputado para que

sacara la cara por él y lo defendiera. Era mejor amansarlo, hasta darle plata y con-

vencerlo para que lo dejara de embromar.

El agente miró el reloj y de pronto, casi alegremente, como si el señor Lanari le

hubiera propuesto una gran idea, lo tomó a él por un brazo y a la negrita por otro

y casi amistosamente se fue con ellos. Cuando llegaron al departamento, el señor

Lanari prendió todas las luces y les mostró la casa a las visitas. La negra apenas vio

la cama matrimonial se tiró y se quedó profundamente dormida.

Qué espantoso, pensó, si justo ahora llegaba gente, su hijo o sus parientes o

cualquiera, y lo vieran ahí, con esos negros, al margen de todo, como metidos

en la misma oscura cosa viscosamente sucia; sería un escándalo, lo más horrible

del mundo, un escándalo, y nadie le creería su explicación y quedaría repudiado,

como culpable de una oscura culpa, y yo no hice nada mientras hacía eso tan

desusado, ahí a las cuatro de la mañana, porque la noche se había hecho para dor-

mir y estaba atrapado por esos negros, él, que era una persona decente, como si

fuera una basura cualquiera, atrapado por la locura, en su propia casa.

—Dame café —dijo el policía y en ese momento el señor Lanari sintió que lo estaban

humillando. Toda su vida había trabajado para tener eso, para que no lo atropellaran y

así, de repente, ese hombre, un cualquiera, un vigilante de mala muerte lo trataba de che,

le gritaba, lo ofendía. Y lo que era peor, vio en sus ojos un odio tan frío, tan inhumano,

que ya no supo qué hacer. De pronto pensó que lo mejor sería ir a la comisaría porque

aquel hombre podría ser un asesino disfrazado de policía que había venido a robarlo y

matarlo y sacarle todas las cosas que había conseguido en años y años de duro trabajo,

todas sus posesiones, y encima humillarlo y escupirlo. Y la mujer estaba en toda la trampa

como carnada. Se encogió de hombros. No entendía nada. Le sirvió café. Después lo

llevó a conocer la biblioteca. Sentía algo presagiante, que se cernía, que se venía. Una

amenaza espantosa que no sabía cuándo se le desplomaría encima ni cómo detenerla.

El señor Lanari, sin saber por qué, le mostró la biblioteca abarrota-

da con los mejores libros. Nunca había podido hacer tiempo

para leerlos pero estaban allí. El señor Lanari tenía su cultura.

Había terminado el colegio nacional y tenía toda la historia

de Mitre* encuadernada en cuero. Aunque no había podido

estudiar violín tenía un hermoso tocadiscos y allí, posesión

suya, cuando quería, la mejor música del mundo se hacía

presente.

Hubiera querido sentarse amigablemente y conversar de

libros con ese hombre. Pero ¿de qué libros podría hablar con

ese negro? Con la otra durmiendo en su cama y ese hombre ahí

frente suyo, como burlándose, sentía un oscuro malestar que le iba

creciendo, una inquietud sofocante. De golpe se sorprendió de que

justo ahora quisiera hablar de libros y con ese tipo. El policía se sacó los

zapatos, tiró por ahí la gorra, se abrió la campera y se puso a tomar despacio.

cabecita negra: forma despectiva de nombrar a los migrantes internos que llegaron a las ciudades a partir de la década de 1940; más tarde, por extensión, a los peronistas. amueblado: albergue transitorio. vagido: gemido de un recién nacido. gollete: cuello de botella. historia de Mitre: Bartolomé Mitre escribió Historia de Belgrano y de la Indepencia Argentina, e Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, cada una de ellas de tres tomos. las patas en las fuentes de plaza Congreso: se refiere a los hechos que tuvieron lugar el 17 de octubre de 1945, en la Plaza de Mayo. chusma: forma peyorativa de denominar colectivamente a los “cabecitas negras”.

84 Capítulo 6. Realismo y existencialismo.

Peronismo, antiperonismo y literatura

El 17 de octubre de 1945 marcó un hito en la historia argentina. Ese día, miles de hombres y mujeres ocuparon la Plaza de Mayo exigiendo la libertad de Juan D. Perón (que había sido encarcelado en la isla Martín García). Así, por primera vez en la historia, la cla- se obrera —integrada sobre todo por migrantes internos e hijos de inmigrantes europeos que trabajaban en la industria— se manifestó masivamente en defensa de sus intereses e incidió en el curso de los acontecimientos del país. Al año siguiente, Perón fue elegido presidente e inauguró un período que se carac- terizó por revertir el estado de postergación de las mayorías populares: redistribuyó el ingreso mejorando los salarios, los servicios sociales y el acceso a la vivienda, entre otros beneficios. Esta política fue percibida por las clases media y alta del país —incluidos algunos de los representantes más destacados de su cultura— como una invasión de sec- tores sociales que venían a apropiarse de espacios políticos, económicos y culturales que no les correspondían. El resultado fue una confrontación peronismo-antiperonismo que se prolongó durante varias décadas en el país. En numerosas obras literarias del período hay una mirada despectiva sobre los secto- res populares que ingresan a la historia; por ejemplo, en el cuento “La fiesta del mons- truo” (en Nuevos cuentos de Bustos Domecq ), escrito por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, publicado en Montevideo en 1956. Allí, los acontecimientos de octubre de 1945 se narran como la invasión del peronismo al Estado; “la chusma” aparece como un extraño —el pueblo y su violencia— que amenaza la estabilidad de la Argentina; y la jornada del 17 de octubre es representada irónicamente como “la fiesta del monstruo”. Perón fue derrocado el 16 de septiembre de 1955 por un levantamiento militar — autoproclamado Revolución Libertadora— y el peronismo fue proscripto. Sin embargo, el líder, desde el exilio, ocupó un lugar central en la política argentina durante los casi veinte años siguientes; hasta que regresó al país y fue reelegido presidente en 1973. Entre esos años, las jóvenes generaciones realizaron una nueva lectura del peronismo. Y también aparecieron obras literarias que brindaban una nueva perspectiva sobre la socie- dad de entonces, como el cuento “Cabecita negra”, de Germán Rozenmacher.

El 17 de octubre de 1945, algunos de los trabajadores que se habían congregado en la Plaza de Mayo para exigir la libertad de Perón se refrescaron en las fuentes. Este hecho, posteriormente reivindicado con orgullo por los peronistas como un hecho originario, escandalizó a los sectores opositores de la época.

Borges versus Perón Borges no estaba de acuerdo con el peronismo. Por tal motivo fue removido de su cargo en la biblioteca municipal del barrio de Almagro y nombrado Inspector de aves y conejos en el Mercado del Abasto, cargo al que renunció. En 1947, la “sociedad secreta” que había formado con Adolfo Bioy Casares decidió utilizar con fines claramente políticos el seudónimo Bustos Domecq a través del cuento “La fiesta del monstruo”, que circuló mecanografiado y de modo restringido. El narrador, un muchacho peronista, relata en primera persona y en un registro muy realista el violento asesinato de un joven judío en una manifestación. En un fragmento del cuento, se alude a Perón y a sus métodos de gobierno, sin nombrarlo: “Nos puso en forma para lo que vino después: la palabra del Monstruo. Estas orejas la escucharon, gordeta, mismo como todo el país, porque el discurso se transmite en cadena...”.

❚ Busquen información en textos de Historia sobre los hechos que desencadenaron en el 17 de octubre de 1945.

86 Capítulo 6. Realismo y existencialismo.

“Cabecita negra” y la oposición civilización-barbarie La historia de “Cabecita negra” está narrada en tercera persona, desde el punto de vista de Lanari, un personaje que representa a la típica clase media argentina del período 1950-1960. Sin embargo, la perspectiva de esta narración difiere de la adoptada en “La fiesta del monstruo”, de Borges y Bioy Casares, ya que la crítica no recae sobre los cabeci- tas negras sino sobre la clase que los desdeña. En el relato se alude a un conflictivo momento político que afectaba la vida de las per- sonas comunes (“En tiempos como éstos, donde los desórdenes políticos eran la rutina, había estado varias veces al borde de la quiebra”) y se traducía en enfrentamientos coti- dianos que alimentaban las fabulaciones de Lanari (“En este país donde uno aprovechaba cualquier oportunidad para joder a los demás y pasarla bien a costillas ajenas”). Esas divi- siones se anuncian a medida que avanza el relato mediante distintos recursos hasta que, con la intromisión del policía y su hermana al departamento de Lanari, quedan claramente definidos los dos territorios antagónicos, como un eco de la oposición entre civilización y barbarie. Lanari se constituye en el representante de una clase de gente decente, civi- lizada, con acceso a los bienes culturales; en la vereda de enfrente, los cabecitas negras, quienes exhiben actitudes que los identifican dentro de una cultura muy diferente (“El señor Lanari recordó vagamente a los negros que se habían lavado alguna vez las patas en las fuentes de plaza Congreso”, en evidente alusión a la anécdota atribuida a las masas que se movilizaron el 17 de octubre de 1945). La presencia de la “chusma” en la casa de Lanari pone las cosas “al revés” y él se ve forzado a reconocer que “la casa estaba tomada”. De ese modo hace referencia a otro relato, escrito en 1945 y recogido en Bestiario en 1950: “Casa tomada”, de Julio Cortá- zar. En ese cuento también se describe una invasión, pero misteriosa y fantástica. Años después, Juan José Sebreli fue el primero en proponer la inter- pretación de “Casa tomada” a partir de dos sentidos fundamen- tales: por un lado, el ingreso de lo extraño como metáfora del peronismo, como invasión que descompone el mundo familiar; y por otro, la aceptación pasiva de este fenómeno político y social sin intentar acercarse, conocerlo y, menos aún, explicarlo. Sin embargo, si en “Casa tomada” todavía no se nombraba ni iden- tificaba a los invasores, en el cuento de Rozenmacher, escrito doce años después, ya están claramente delimitados: son dos cabecitas negras con nombre y rostro concretos, un policía y su hermana, quienes se introducen violentamente en la cotidianei- dad pequeñoburguesa de Lanari. En el cuento se representa la sensación agobiante que genera- ba, para determinada clase social, la presencia de la gente de los suburbios, del campo y del interior del país, que ya para entonces se había radicado en Buenos Aires.

  1. Busquen en el cuento sustantivos y adjetivos que caractericen hechos o personas, asociándolos a los conceptos de civilización o barbarie.
  2. ¿De qué modo se alude a Lanari como un representante de la clase culta a la que el policía no pertenece?
  3. Analicen los procedimientos con los que Lanari intenta

a “salvarse” frente al policía. Si éste no hubiera sido el hermano ACTIVIDADES de la muchacha, ¿hubieran sido efectivos? ¿Por qué?

  1. Rastreen en el texto palabras o frases que “animalicen” a los cabecitas negras.
  2. Identifiquen en el cuento los datos que permiten fechar aproximadamente la época en que se desarrolla la acción.

La pintura como denuncia social El 28 de agosto de 1945 se distribuyó el primer ejemplar de del diario Clarín en la Argentina. En sus primeros números aparecieron noticias sobre el Salón de Independientes, un evento artístico que reunió a varios pintores como Raquel Forner, Antonio Berni y Juan Carlos Castagnino, entre otros. El Salón fue considerado una “expresión rebelde ante la situación por la que atraviesa el país”.

Manifestación, obra de Antonio Berni, 1934 (detalle).

El existencialismo y Jean-Paul Sartre El existencialismo fue una corriente filosófica que resaltaba el papel determinante de la conciencia de la propia finitud —es decir, de la muerte— en las acciones humanas. Su nombre sugiere su tema central: la existencia del individuo concreto y, en consecuencia, la subjetividad, la libertad individual y los conflictos de elegir. Tuvo gran influencia sobre distintos escritores de los siglos XIX y XX. Jean-Paul Sartre (París, 1905-1980) es considerado uno de los mayores exponentes del existencialismo. Escribió varias obras filosóficas fundamentales como El ser y la nada. En ¿Qué es la literatura? se refirió al compromiso del escritor y defendió una visión del arte que fue decisiva para el pensamiento francés y europeo de mediados del siglo XX.

La revista Contorno

En la primera mitad de los años ‘50, un grupo de intelectuales jóve- nes —en su mayoría, participantes de la revista Verbum, del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires— planteó un proyecto cultural que aportó una renovación ideológica a la cultura argentina. Entre los integrantes de este grupo se encontraban Oscar Masotta, Carlos Correas, Juan José Sebreli, los hermanos Ismael y David Viñas y Noé Jitrik. Ellos y otros destacados autores, desde la revista Contorno (1953-1959), se propusieron indagar una nueva forma de entender la literatura a partir del compromiso que debían asumir los intelectuales respecto de la apremiante realidad en que vivían. Contorno constituyó una nueva línea de progresiva ruptura e inno- vación en el ámbito de la cultura. Uno de sus legados más importantes fue el intento de construir una historia crítica de la literatura nacional, que se fue sosteniendo (sobre todo, a partir del número 5/6) sobre ejes históricos y políticos. A diferencia de otras revistas, como Buenos Aires Literaria (1952-1954), que sólo publicó textos de autores nacionales y extranjeros consagrados, la revista Contorno operó una profunda renovación en las letras argentinas y se convirtió en el órgano de la nueva generación. Como parte de su tarea de renovación, rescató a autores anteriores como Roberto Arlt —que hasta entonces había sido marginado—, pues reconocieron en sus obras el desafío a las reglas literarias y socia- les aceptadas en la época.

El intelectual comprometido Los jóvenes de Contorno diseñaron su proyecto editorial oponiéndose a los planteos de la revista Sur , dirigida por Victoria Ocampo. Uno de los primeros reproches a Sur fue su escasa preocupación por la realidad. Desde su nombre, Contorno , se ubicaron precisamente como una alternativa opuesta y abarcativa. Según sus integrantes, se atravesaba un tiempo de desorientación en el que, si bien era difícil tomar posición, estaba “prohibido guardar silencio”, como afirmó Viñas en 1953. El “denuncialismo” anunciado desde el primer núme- ro, como voluntad de ser la voz de los que no tenían voz, definió un nuevo rol del intelectual que tenía sus raíces en el pensamiento de Jean Paul Sartre. Muchos factores influyeron sobre las posturas del grupo que hacía Contorno. La relación peronismo-antiperonismo fue uno de los más importantes; otro fue su vinculación con el existencialismo en su versión francesa de la segunda posguerra. Desde el comienzo, lo que caracterizó con vigor a estos jóvenes fue el manejo de una terminología filosófica, aprendida en la lectura de autores franceses como Sartre y Albert Camus. Casi todos los integrantes de Contorno habían viajado a Francia una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, donde habían tomado contacto con los conocimientos teóricos que tratarían de aplicar luego a la compleja realidad argentina. Aparecida un poco antes del derrocamiento de Perón, la revista mostró hasta qué punto había cambiado el clima en la literatura argentina. Así, al proclamar la necesidad de que el intelectual se comprometiera con la realidad, enjuiciaba la postura de la gene- ración que la había precedido.

El extranjero

María [...] se rió. [...] Un momento después me preguntó si la amaba. Le con-

testé que no tenía importancia, pero que me parecía que no. Pareció triste. Pero al

preparar el almuerzo, y sin motivo alguno, se echó a reír otra vez de tal manera que la

besé. En ese momento el ruido de una pelea estalló en la habitación de Raimundo.

Se oyó al principio una voz aguda de mujer y luego a Raimundo que decía:

“¡Me engañaste, me engañaste! Yo te voy a enseñar a engañarme”. Algunos ruidos

sordos y la mujer aulló, pero de tan terrible manera que inmediatamente el pasillo se

llenó de gente. También María y yo salimos. La mujer gritaba sin cesar y Raimundo

pegaba sin cesar. María me dijo que era terrible y yo no respondí. Me pidió que fuese

a buscar a un agente, pero le dije que no me gustaban los agentes. Sin embargo, llegó

con el inquilino del segundo, que es plomero. Golpeó en la puerta y no se oyó nada

más. Golpeó con más fuerza y, al cabo de un momento, la mujer lloró otra vez y

Raimundo abrió. Tenía un cigarrillo en la boca y el aire dulzón. La muchacha se pre-

cipitó hacia la puerta y declaró al agente que Raimundo le había pegado. “Tu nom-

bre”, dijo el agente. Raimundo respondió. “Quitate el cigarrillo de la boca cuando

me hablás”, dijo el agente. Raimundo titubeó; me miró y se quedó con el cigarrillo.

Entonces el agente le cruzó la cara al vuelo con una bofetada espesa y pesada, en ple-

na mejilla. El cigarrillo cayó algunos metros más lejos. Raimundo se demudó*, pero

no dijo nada enseguida. Luego preguntó con voz humilde si podía recoger la colilla.

El agente respondió que sí y agregó: “Pero la próxima vez sabrás que un agente no

es un monigote”. Mientras tanto, la muchacha lloraba y repetía: “¡Me golpeó! ¡Es

un rufián!”. “Señor agente”, preguntó entonces Raimundo, “¿permite la ley que se

llame rufián a un hombre?”. Pero el agente le ordenó “cerrar el pico”. Raimundo se

volvió a la muchacha y le dijo: “Esperá, chiquita, ya nos volveremos a encontrar”.

El agente le dijo que se callara, que la muchacha debía marcharse y él permane-

cer en la habitación aguardando que la comisaría lo citara. Agregó que Raimundo

debería de sentirse avergonzado de estar borracho a punto de temblar como lo

hacía. Entonces Raimundo le explicó: “No estoy borracho, señor agente. Estoy

aquí, delante de usted, y tiemblo contra mi voluntad”. Cerró la puerta y todos se

fueron. María y yo concluimos de preparar el almuerzo. Pero ella no tenía hambre;

yo comí casi todo. A la una se fue y dormí un poco.

A eso de las tres llamaron a mi puerta y entró Raimundo. Me quedé acostado.

Se sentó en el borde de la cama. Quedó un momento sin hablar y le pregunté cómo

había ocurrido el asunto. Me contó que había hecho lo que quería, pero que ella

le había dado una bofetada y entonces él le había pegado. En cuanto al resto, yo lo

había visto. Le dije que me parecía que ahora estaba castigada y que debía de sentir-

se contento. Era también su opinión, y observó que el agente había actuado bien.

CONEXIONES

El extranjero (1942), la novela del escritor francés Albert Camus, narra desde una perspectiva existencialista la historia de Meursault, un hombre cuya vida carece de sentido. Comete un crimen absurdo y, a pesar de sentirse inocente, jamás se manifiesta contra su ajusticiamiento ni muestra sentimiento alguno de injusticia, arrepentimiento o lástima.

La historia comienza cuando

muere la madre de Meursault.

Él va al funeral, pero actúa

de manera insensible, sin

manifestar tristeza. Un

día después se relaciona

sentimentalmente con María,

una ex compañera de oficina.

ALBERT CAMUS

Nació en 1913 en Argelia y murió en un accidente automovilístico en 1960. En 1940 se instaló en Francia, donde pasó a formar parte de la Resistencia contra el nazismo. Se lo recuerda fundamentalmente por su ensayo El mito de Sísifo y dos de sus novelas, La peste y El extranjero.

90 Capítulo 6. Realismo y existencialismo.

lentamente: “Señores jurados: al día siguiente de la muerte de su

madre este hombre tomaba baños, comenzaba una unión irregu-

lar e iba a reír con una película cómica. No tengo nada más que

decir”. [...]

Pero el abogado, al tope de la paciencia, gritó levantan-

do los brazos de manera que las mangas al caer descubrie-

ron los pliegues de la camisa almidonada. “En fin, ¿se le

acusa de haber enterrado a su madre o de haber matado a

un hombre?” El público rió. El Procurador se reincorporó

una vez más, se envolvió con la toga y declaró que era nece-

sario tener la ingenuidad del honorable defensor para no

advertir que entre esos dos órdenes de hechos existía una

relación profunda, patética, esencial. “Sí”, gritó con fuerza,

“yo acuso a este hombre de haber enterrado a su madre con

corazón de criminal.”

[...]

El abogado me dejó, diciendo: “El presidente del Jurado va a leer las

respuestas. Sólo lo llamarán cuando se pronuncie el fallo”. Se oyó golpear las puertas.

La gente corría por las escaleras y yo no sabía si estaban próximas o alejadas. Luego oí

una voz sorda que leía algo en la sala. Cuando volvió a sonar el campanilleo, la puerta

del lugar de los acusados se abrió y el silencio de la sala subió hacia mí, el silencio y la

singular sensación que sentí al comprobar que el joven periodista había apartado la

mirada. No miré en dirección a María. No tuve tiempo porque el Presidente me dijo

en forma extraña que, en nombre del pueblo francés, se me cortaría la cabeza en una

plaza pública. Me pareció reconocer entonces el sentimiento que leía en todos los

rostros. Creo que era consideración. Los gendarmes se mostraron muy suaves con-

migo. El abogado me tomó la mano. Yo no pensaba en nada. El Presidente me pre-

guntó si no tenía nada que agregar. Reflexioné. Dije: “No”. Entonces me llevaron.

[...]

Entonces, no sé por qué, algo se rompió dentro de mí. Me puse a gritar a voz

en cuello y lo insulté y le dije que no rogara y que más le valía arder que desapa-

recer. Lo había tomado por el cuello de la sotana. Vaciaba sobre él todo el fondo

de mi corazón con impulsos en que se mezclaban el gozo y la cólera. Parecía estar

tan seguro, ¿no es cierto? Sin embargo, ninguna de sus certezas valía lo que un

cabello de mujer. Ni siquiera estaba seguro de estar vivo, puesto que vivía como

un muerto. Me parecía tener las manos vacías. Pero estaba seguro de mí, seguro de

todo, más seguro que él, seguro de mi vida y de esta muerte que iba a llegar. [...]

Nada tenía importancia, y yo sabía bien por qué. También él sabía por qué. Desde

lo hondo de mi porvenir, durante toda esta vida absurda que había llevado, subía

hacia mí un soplo oscuro a través de los años que aún no habían llegado [...].

Me ahogaba gritando todo esto. Pero ya me quitaban al capellán de entre las

manos y los guardianes me amenazaban. Sin embargo, él los calmó y me miró en

silencio. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Se volvió y desapareció.

[...]

En prisión

Meursault recibe en la cárcel

la visita de un capellán, quien,

tras una larga discusión,

le dice que está con él aun

cuando no pueda darse cuenta

porque tiene el corazón ciego.

Poniéndole la mano en el

hombro, le dice que rogará

por él. Meursault estalla en

cólera.

92 Capítulo 6. Realismo y existencialismo.

demudarse: alterarse. impelir: impulsar. Procurador: profesional del derecho que ejerce ante juzgados y tribunales la representación procesal de cada parte. Fernandel: nombre artístico de Joseph D. Constantin (1903-1971), famoso actor cómico francés. camastro: lecho desaliñado, se refiere a su cama en la celda.

En cuanto salió, recuperé la calma. Me sentía agotado y me arrojé sobre el

camastro*. Creo que dormí porque me desperté con las estrellas sobre el rostro.

Los ruidos del campo subían hasta mí. Olores a noche, a tierra y a sal me refres-

caban las sienes. La maravillosa paz de este verano adormecido penetraba en mí

como una marea. En ese momento y en el límite de la noche, aullaron las sirenas.

Anunciaban partidas hacia un mundo que ahora me era para siempre indiferente.

Por primera vez desde hacía mucho tiempo pensé en mamá. Me pareció que com-

prendía por qué, al final de su vida, había tenido un “novio”, por qué había jugado

a comenzar otra vez. Allá, allá también, en torno de ese asilo en el que las vidas se

extinguían, la noche era como una tregua melancólica. Tan cerca de la muerte,

mamá debía de sentirse allí liberada y pronta para revivir todo. Nadie, nadie tenía

derecho de llorar por ella. Y yo también me sentía pronto a revivir todo. Como si

esa tremenda cólera me hubiese purgado del mal, vaciado de esperanza, delante de

esta noche cargada de presagios y de estrellas, me abría por primera vez a la tierna

indiferencia del mundo. Al encontrarlo tan semejante a mí, tan fraternal, en fin,

comprendía que había sido feliz y que lo era todavía. Para que todo sea consuma-

do, para que me sienta menos solo, me queda esperar que el día de mi ejecución

haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio.

Albert Camus: El extranjero, Buenos Aires, Emecé, 2002 (fragmento).

a

  1. La escena con la policía ¿Qué diferencias y qué semejanzas encuentran entre ACTIVIDADES

la escena de Meursault, Raimundo y el agente con la escena que protagonizó el señor Lanari con el vigilante? Presten atención a la actitud y el comportamiento de los personajes y a la perspectiva desde la que se cuenta la escena. ¿Siente Meursault el mismo desprecio que Lanari por Raimundo y el policía? ¿Meursault también se siente “invadido”? Justifiquen sus respuestas.

  1. El narrador y el personaje El cuento de Rozenmacher está narrado en tercera persona; la novela de Camus, en primera. ¿Cuál de las dos técnicas consideran más eficaz para transmitir al lector los sentimientos del personaje? Justifiquen sus respuestas con ejemplos tomados de los textos.

TALLER DE ESCRITURA

Un inocente culpable Elijan una de las siguientes escenas en las que una persona inocente se ve involucrada en un delito de manera circunstancial: ❚ una persona ayuda a otra a abrir la puerta de “su“ departamento sin saber que es un ladrón; ❚ alguien ayuda a otro para arreglar la rueda del auto sin saber que es perseguido por la policía; ❚ alguien se esconde y es testigo de un asalto del que será acusado. Narren la escena entre el sujeto injustamente acusado con el policía: el interrogatorio, la actitud del sujeto acusado (¿se comporta como Lanari o como Meursault?) y la del policía (¿es como el policía del cuento de Rozenmacher o como el policía de la novela de Camus?).

El interrogatorio Relean la escena del juicio en la que María es interrogada por el Procurador. El narrador hace referencia a las preguntas y a las respuestas de manera indirecta, es decir, nos se reproduce el diálogo. Escriban la escena del interrogatorio en forma de diálogo.

Mirada que desdeña Elijan uno de los siguientes personajes que tienen en común el desprecio por los jóvenes: ❚ una anciana que vive sola con muchos gatos en un departamento lujoso; ❚ un hombre mayor viudo, muy elegante y obsesivamente prolijo. Imaginen que el personaje debe alojar obligadamente por unos días en su casa a un joven (punk, hippie, rollinga, etcétera) y narren una escena conflictiva (el joven escucha música muy fuerte, se pone gel en el pelo, etcétera) desde la perspectiva del personaje elegido.

❚ Las autoras argentinas Beatriz Guido y Sara Gallardo ofrecen una visión crítica de la burguesía. “Una hermosa familia” y “La mano en la trampa”, de Beatriz Guido, son dos cuentos que narran historias en las que se desafían los valores de las familias burguesas. El país del humo , único volumen de cuentos de Sara Gallardo, es una reescritura de la historia argentina.

❚ Fiódor Dostoievski , el novelista ruso del siglo XIX, es quizá el mayor representante de la literatura existencialista. En Memorias del subsuelo (1864), el protagonista enfrenta las pretensiones optimistas del humanismo racionalista.

❚ Las novelas del escritor checo Franz Kafka, como El proceso (1925) y El castillo (1926),

ITINERARIOS DE LECTURA

presentan hombres aislados enfrentados a burocracias inmensas y perversas. Los temas que trata Kafka reflejan la influencia de los filósofos Kierkegaard y Nietzsche, de importancia para los existencialistas.

❚ También se reflejan conflictos existencialistas en el teatro del absurdo, sobre todo en las obras de Samuel Beckett y Eugène Ionesco.