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Biografía de carlos alberto seguin, maestro de la psiquiatría peruana, quien se incorporó al hospital nacional guillermo almenara irigoyen en 1941 y en 1942 integró la cátedra de psiquiatría de la facultad de medicina de san fernando. Su magisterio transcendió a la psiquiatría misma y enriqueció la formación básica del médico general. Seguin, nacido en arequipa en 1907, se graduó como médico cirujano en 1932 y se dedicó a tratar a pacientes neuróticos en el hospital obrero de lima, donde más tarde fundó el servicio de psiquiatría.
Qué aprenderás
Tipo: Apuntes
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1,2,a
En los inicios de la práctica médica, esta era concebida como una disciplina ligada a operar con fuerzas psíquicas. Actualmente parece que ha cambiado el objeto de su práctica, hasta casi per- der toda relación con el ser anímico del enfermo (1)^. No somos ajenos al contex- to en el que nos desarrollamos, vivimos
en el apogeo del capitalismo, donde se considera que las ciencias naturales son más redituables y útiles para la socie- dad, siendo estas las que cuentan con mayor inversión y respaldo académico, dejando a las ciencias humanas en un segundo plano (2,3)^. Estas circunstancias perjudican el desarrollo humanístico del médico del
siglo XXI y, consecuencia directa de esto, es la observación de conductas profesionales inadecuadas, así como disparidades en los sistemas de salud que generan reclamos ya no solo de los pacientes, sino también de la socie- dad (4)^. Basta echar un vistazo a cómo nos desenvolvemos en nuestra práctica médica: deshumanizada y sesgada al es- tudio y tratamiento de la enfermedad
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y del cuerpo del enfermo y no del ser humano en situación de enfermedad. Jaspers (5)^ señaló que la terapéutica mé- dica se sustentaba sobre dos pilares: el conocimiento científico y la humani- dad. En este contexto surge la figura del maestro Carlos Alberto Seguin (figura
Carlos Alberto Seguin nació un 8 de agosto de 1907, en Arequipa. Hijo de Alberto Gonzalo Seguin, periodista con vocación plena, agudo y combativo, va- liente y franco, según propias palabras de Seguin, y de Emma Escobedo, se- ñora arequipeña, hermosa mujer, cari- ñosa con sus hijos y «engreidora» (7,8)^. La personalidad y la pluma de su padre entraron en conflicto con el régimen de turno. Políticos, cuyo arribismo y me- diocridad eran patentes, determinaron que Alberto Gonzalo debía ser depor- tado por representar un «peligro para el país». El padre de Seguin, siempre tan apasionado por las causas que él consi- deraba justas, regresó al Perú de incóg- nito, siendo descubierto y enviado 10 meses a Taquila para posteriormente ser deportado a la Argentina en 1921. A la muerte de su padre, en 1924, se discutió el regreso al Perú, pero Seguin se negó a hacerlo «mientras Leguía ensuciara la presidencia» (6)^. Fueron tiempos difíciles para Seguin. Nunca se sintió cómodo ni llegó a querer a la Argentina, donde tuvo que luchar constantemente contra una xenofobia marcada: «… se trataba de inferiorizar al extranjero, casi como una defensa… su aparente arrogancia —refiriéndose a los argentinos—, para mí, encubre una básica inseguridad» (7,8)^. Pese a todo, lo-
gró terminar la secundaria, mostrándo- se ya como un estudiante polifacético, lo que le permitió trabajar como profe- sor de Ciencias Naturales en el colegio donde estudió, en el cual ejerció ade- más de profesor suplente de literatura, filosofía, historia, psicología, zoología, anatomía, francés, entre otras materias. Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, en don- de, un año antes de graduarse, publicó su primer libro titulado ‘Tratado de Far- macología y Terapéutica’ (1931), a sus 24 años. Como anécdota aparte, resulta cu- rioso que las figuras más representativas de la psiquiatría peruana hayan sido pa- rientes. Honorio Delgado fue primo del padre de Seguin; parentesco que llenó de orgullo a Seguin en su adolescencia, mientras se encontraba en la Argenti- na. El maestro Delgado le brindó toda la ayuda que le fuera posible, facilitán- dole artículos y libros (figura 2). No es el momento de analizar las diversas vicisitudes que atravesó la relación de ambos maestros. A pesar de una etapa posterior de alejamiento ideológico en- tre ambos, no se alteró el respeto mu- tuo que se profesaban. Todo esto, más bien, enriqueció el debate académico de la segunda mitad del siglo pasado.
Seguin se graduó como médico ciru- jano el 14 de abril de 1932, para lue- go comenzar a trabajar en el interior de la Argentina. Vio una excelente oportunidad de trabajo en Formosa, ciudad ubicada al norte de Argentina. Su inquietud y ganas de trabajar lo lle- varon a fundar un colegio secundario y un club de ajedrez, inclusive llegó a ser candidato a alcalde por el Partido Socialista. Cuando era médico general en Formosa, ocurrió un incidente que marcaría su vida —hecho recurrente en quienes nos dedicamos a la práctica médica—, orientándolo hacia la psi- quiatría. Cierto día llegó a su consul- torio un hombre con molestias precor- diales. Seguin, después de examinarle y al no encontrar evidencia de patología, trató de tranquilizar al hombre dicién- dole que no había encontrado nada alarmante. Al poco tiempo, el paciente regresó con las mismas molestias. Se- guin repitió el examen físico y nueva- mente no observó patología alguna, por lo que por segunda vez trató de tran- quilizar al paciente. Fue terrible para Seguin enterarse, semanas después, del suicido de ese mismo paciente. ¿Qué habría sentido el maestro en ese mo- mento? Esta experiencia le sirvió para comprender la esencia de la medicina: «No se trata de enfermedades, sino de enfermos» (6,9)^. Posteriormente regresa- ría a su patria para ejercer la medicina.
Al llegar a Lima, Seguin recibió la ayuda de Honorio Delgado, siguió sus clases y su actividad asistencial en el Hospital Víctor Larco Herrera. Luego de un año de práctica se le presentó la oportunidad de incorporarse a la cáte- dra de Psiquiatría como Jefe Instruc- tor (7)^. La ayuda que Delgado le brindó a su sobrino continuó: a) lo incorporó a la plana editorial de la Revista de Neu- ropsiquiatría, b) apoyó la publicación de sus primeros trabajos; c) lo presentó a las autoridades del naciente Hospital Obrero de Lima con tal de ayudarle a obtener la plaza de psiquiatra. En 1941,
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der la consulta, sino solicitar al «inter- consultor» que estuviera presente en las reuniones clínicas semanales que se hacían en el servicio de Psiquiatría, en las cuales se consideraban otros casos.
El empeño de Seguin dio frutos y poco a poco los demás especialistas en- tendieron que la Psiquiatría no se trata- ba de cosas esotéricas, que realmente se podía ayudar al paciente si se le aborda- ba de una manera integral. Las reunio- nes clínicas del ya formado Grupo del Obrero fueron cada vez más concurri- das, llegaban más colegas del Hospital y de fuera de él, así como estudiantes de medicina interesados en el quehacer psiquiátrico.
Siguiendo el pensamiento de Hermi- lio Valdizán, Seguin definió al psiquia- tra que el Perú necesita como «… uno que esté seriamente interesado en la Realidad nuestra, que se preocupe con nuestros problemas y ofrezca soluciones posibles para nosotros. Desgraciada- mente, la mayoría de los profesionales se han desinteresado de la investiga- ción de esa realidad» (8)^. Fundó, así, la primera Escuela de Psiquiatras del país, posteriormente conocida como la Escuela de Psiquiatras de la Caja Na- cional del Seguro Social Obrero, en la cual se han formado hasta la actualidad varias generaciones de psiquiatras del país y del extranjero (10)^. En la forma- ción de los jóvenes psiquiatras, dio gran importancia a la psicoterapia, definién- dola como «… una forma de relación interpersonal en la que, a través de experiencias emocionales correctivas, se modifican rasgos indeseables de la personalidad» (11)^.
Así lo recuerda Saúl Peña (12)^ : «Se- guin no solo sabía, sino que sabía ense- ñar. Decía que la vida había que vivirla, como dice Goethe: 'En la integridad, la plenitud y la belleza', con ansia de descubrir; con una pasión lúcida, como digo yo, y con el intento de encontrar respuestas a interrogantes, enigmas y misterios. Esta alivia el sufrimiento del hombre no solo físico, sino espiritual y psíquico. Es importante comprender la destructividad de uno, del otro y del
nosotros, intentar superarla con una in- tención de resonancia social». José Alva Quiñones (13,14)^ mencionó que, desde el Hospital Obrero, Seguin participó activamente en la actividad académica de la segunda mitad del siglo XX, cuando ocurrieron cambios en la Psiquiatría peruana; un énfasis profun- do en la integración fenomenológica y neurocientífica con la orientación psi- cosocial y psicodinámica. Fue, además, introductor de una gran variedad de técnicas psicoterapéuticas en nuestro medio: psicoanálisis, psicoterapia di- námica, psicodrama, psicoterapia sis- témica, gestáltica, comunidades tera- péuticas, análisis transaccional, terapia conductual, entre otras. Tal fue su pre- ocupación por la psicoterapia que, jun- to con otros colegas, fundó la Sociedad Peruana de Psicoterapia, además de la Asociación Psiquiátrica Peruana (10)^. Según Max Silva Tuesta (7)^ , lo que funcionó como elemento unificador en el grupo del Obrero fue «… el recono- cimiento del enorme valor de los afec- tos en la vida, en la vida propia y en la ajena. Y esa ligazón es producto de una influencia netamente seguineana». Otro de los valiosos aportes de Car- los Alberto Seguin fue la introducción de la Historia Clínica Psicosomática, modelo que los residentes de Psiquia- tría del HNGAI empleamos actual- mente. Ya lo dijo el maestro: «Es una buena historia clínica la que nos permi- te ver al hombre detrás del caso clínico y comprender al caso clínico en función del hombre». La primera entrevista clí- nica constituye el andamiaje sobre el que se construirá la relación médico- paciente, por lo tanto, debemos saber realizarla. Para Seguin, esto implicaba tanto actitud y técnica: actitud del verdadero médico, aquel interesado no solo por la circunstancialidad de la enfermedad, sino también por ayudar a sus semejantes, de lo cual se desprende la técnica que nos llevará a enfocar al enfermo como una persona. Desde el comienzo del Grupo del Obrero predominó una orientación psi- codinámica en las conceptualizaciones
patogénicas y en los métodos terapéu- ticos, para posteriormente dar cabida a un criterio ecléctico, una concepción holística equilibrada entre lo biológico y lo psíquico (10, 15)^.
En 1961 se produce la escisión san- fernandina. Honorio Delgado y varios docentes renunciaron a San Marcos y fundaron la nueva Facultad de Medi- cina en la Universidad Peruana Caye- tano Heredia. Inmediatamente, Seguin fue llamado para ayudar a reestructurar la centenaria casa de estudios. Las ex- pectativas de Seguin fueron muy altas. Aspiró a que se produzca una total re- novación en la enseñanza médica, con una preparación humanista amplia; enseñar en forma paralela la anatomía, fisiología, farmacología y la psicología médica, psicopatología y estructura de la personalidad. Entendió que el médico ya no podía seguir siendo solo un técnico versado en ciencias natu- rales y gran conocedor de la anatomía y fisiología, sino que además debía ser consciente de la humanidad de sus en- fermos. Este era el máximo sueño de Seguin: formar médicos psicosomáticos que observen al paciente como posee- dor de una biografía. Solo así podría ser llamado verdaderamente médico (16)^. Como sucede siempre que se plantean cambios de gran envergadura, algunos docentes y alumnos se opusieron a esta reforma. Tras la férrea oposición, Se- guin renunció con una carta, en cuyo párrafo final indicó: «… no quiero se- guir enseñando a alumnos que no quie- ren aprender…» (6)^. Al final de Don Quijote de la Man- cha (17)^ , Sancho Panza dice afligido: «No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva mu- chos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben sino las de la melancolía». Seguin no se dejó morir, perseveró en su empresa quijotesca, si bien ya no en las aulas de pregrado, sino formando residentes en
el Hospital Obrero. Este ánimo solida- rio para con sus discípulos, que puede sintetizarse en entrega constante a los demás, hizo que Carlos Alberto Seguin sea considerado un paradigma docente de la Facultad de Medicina de San Fer- nando (6)^.
Continuó con su producción biblio- gráfica, amplia y variada. Oscar Valdi- via Ponce (18)^ documentó el trabajo de Seguin para 1991 en 374 trabajos de psiquiatría y sus disciplinas conexas, entre los que sobresalen, como temas centrales de su pensamiento, la ten- dencia psicosomática en la medicina, la psicoterapia, la docencia médica y los grupos formativos. Debido a su exqui- sita sensibilidad, Seguin se vio conmo- vido por el arte y su actividad, desbor- dando así los límites de la medicina (19)^ , por lo que no nos resultan sorprenden- tes los 68 artículos sobre sociología, an- tropología, arte, literatura y otros temas diversos de la cultura que escribió. Ob- tuvo el Premio a la mejor obra teatral del año en 1963 por su obra ‘Encrucija- da’, además de la Medalla de Oro de la Municipalidad de Lima por su ensayo «Lope de Aguirre, el rebelde» (7)^.
El magisterio de Seguin fundamentaba que el acto médico se basa en los sen- timientos mutuos entre el médico y el paciente. ¿Cuáles son esos sentimien- tos? ¿Podría ser acaso el amor? Seguin reflexionó sobre este asunto y nos dio el concepto del eros psicoterapéutico (10)^. Permítaseme la libertad de llevar las características negativas mencionadas por Seguin del campo psicoterapéutico a la relación médico-paciente en gene- ral: a) autoridad o tendencia a la pose- sión, b) dogma, imposición de valores, reglas o conocimientos, y c) atracción sexual. Consciente de esto, la labor do- cente de Seguin señaló los vicios que condicionan una pobre relación médi- co-paciente.
¿Qué diría Seguin si viera la situa- ción de la medicina peruana actual? En sus últimos años, le dijo a Max Silva
Tuesta: «Recuerde usted que hubo un tiempo en el que trabajaban en nues- tro Servicio muchos más médicos ad honorem que los rentados; que venían desde otros países a hacerlo y que no se quejaban. Es que los movían intereses distintos: el deseo de aprender, la místi- ca de la psiquiatría, el espíritu de grupo. Todo eso ha desaparecido» (4,6)^. Continúa el maestro Seguin con una serie de preguntas: «¿Recuerda usted cuando cada reunión clínica era una oportunidad para cambiar ideas, para plantear puntos de vista propios, para mejorar el trabajo y beneficiarse con las opiniones y sugerencias de los demás? ¿Recuerda usted cuando, todos los sá- bados, nos reuníamos para oír y discutir presentaciones de literatos, artistas, sa- cerdotes, maestros, sexólogos, antropó- logos, sociólogos, políticos? ¿Recuerda usted cuando nosotros mismos leíamos nuestros trabajos a los otros miembros del grupo, entusiasta y fructíferamen- te? ¿Recuerda cuando cada miembro del grupo debía exponer ante un públi- co numeroso y cordial, un capítulo de psicología y psicopatología y tenía que esmerarse en estudiar y aprender? ¿Re- cuerda cuando se discutían proyectos de investigación y se estimulaba a cada uno para que los emprendiera?» (7, 8)^. No podemos evitar reflexionar con las preguntas del maestro, podemos sentir además la tristeza de ver una obra caer poco a poco en el olvido. ¿Qué pasó con la visión integrada hu- manista por la que luchó tanto Seguin? ¿En qué momento fuimos seducidos por la tecnología y comenzamos a ver a los humanos solo como un cuerpo enfermo sin una biografía? ¿Cuándo se perdió toda la mística y el valor de ser médicos para reducirlos a comentarios inapropiados, falta de liderazgo? Y más importante aún, ¿por qué dejaron de importarnos nuestros pacientes y solo vemos el afán de lucro? ¿Sería posible imaginarnos a los maestros Valdizán, Delgado, Seguin, entre otros, revisando su peculio? Jorge Basadre (20)^ caracterizó los atri- butos que se suelen adjudicar a la mente
criolla: la simulación, la improvisación, la ligereza, el apresuramiento, la inau- tenticidad, la frivolidad, la impresiona- bilidad, el arribismo, el afán de figura- ción, la retórica, la falta de método, la inconstancia y otros defectos similares, defectos que se encuentran patentes en nuestra medicina peruana. Es en esta situación de crisis cuando debemos acudir a la presencia siempre constan- te (para los que saben buscarla) de los maestros formadores de la medicina (21).
Destacamos la relación de Seguin con la medicina psicosomática, pero exis- ten muchas otras facetas que quedan por explorar: a) Seguin periodista, en la cual trataba una inmensa variedad de temas, fruto de su formación humanís- tica (22)^ ; b) Seguin como «etnopsiquia- tra», siendo el que más se adentró en la exploración de la singularidad cultural de los habitantes del continente y en las raíces de la psiquiatría peruana (23)^. Ya lo dijo Berrios (2)^ : «Los psiquiatras con inclinaciones filosóficas podrán no solo aclarar su disciplina, sino también satisfacer las profundas (y completa- mente respetables) ansias intelectuales y estéticas». Así vivió Seguin, satisfa- ciendo sus ansias intelectuales, estéti- cas, pero, sobre todo, sus ansias de ayu- dar a los demás.