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Curso de Semiología Psiquiátrica Dr. Hugo Marietán Fuente obtenida el año 2005 en la dirección Consultas: Prólogo Propósito Parte General Enfermedad y anormalidad La entrevista psiquiátrica El diagnóstico en la patología mental Partes de la Historia Clínica Certificado médico para internación de alienados mentales Evolución del pensamiento Curso de Semiología Psiquiátrica Introducción Sensopercepción Atención y memoria Conciencia y orientación Pensamiento Los sentimientos según Scheneider y Sche
Tipo: Resúmenes
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Fuente obtenida el año 2005 en la dirección http://www.marietan.com/Semiologia.htm Consultas: consultashm@gmail.com
Constituye una grata satisfacción presentar el Curso de Semiología Psiquiátrica de Hugo R. Marietán. El autor es una persona sencilla y querida en el Departamento de Docencia e Investigación del Hospital "José T. Borda", donde dedica su esfuerzo no sólo en el campo docente, en el que deja siempre, indudablemente, su estela de comprensión, sabiduría y compromiso. En esta obra que prologo, el autor vuelca su inestimable experiencia profesional acumulada por su actividad clínica y docente. Sin lugar a dudas, pone de manifiesto en la misma su orientación profesional, la que ha dignificado al servicio de los demás, comprometiéndose con su actividad de educador y pensador. El libro tiene el inmejorable acierto de clarificar puntos básicos en conceptos difusos del área psiquiátrica. Esta virtud conseguida es un mérito positivo. El texto se encuentra dividido en una parte general y otra específica sobre semiología psiquiátrica. En la parte general esclarece los conceptos de salud y enfermedad, el proceso de la entrevista psiquiátrica, acoplando aspectos médico-legales de significativa importancia en la práctica clínica cotidiana, muchas veces ignorados o mal conocidos. Termina esta primera parte con la evolución del pensamiento y su relación con la enfermedad mental. En la segunda parte, que constituye el primer paso a la clínica psiquiátrica, se describen y delimitan con fineza las funciones psíquicas y se trazan los sutiles contrastes de la conducta humana. Estoy seguro que el presente texto servirá como primer escalón para adentrarse en el apasionante mundo de la Psiquiatría, para aquellos que comienzan a transitarlo. Como colega y amigo me complace haber podido presentar esta obra. Sé de su esfuerzo y dedicación, y espero que continúe plasmando su experiencia clínica en sus próximas obras. Dr. Néstor Stingo, Jefe del Departamento de Docencia e Investigación del Hospital "José T. Borda"
La razón humana tiene el peculiar destino de cargar con cuestiones que no puede repudiar, pero que tampoco puede responder. Kant, Crítica de la razón pura Introducción Parte de la confusión de ciertos conceptos en psicología y psicopatología, se debe a que, por un lado, se estudian hechos (comportamientos, bioquímica cerebral, etcétera) que corresponden a las ciencias fácticas, y por otro, se estudian entes ideales (ideas, pensamientos, etcétera) que corresponden a las ciencias formales (que estudian símbolos). Son planos distintos, y al tratar de conjugarlos sin tener en cuenta esto, se produce la confusión conceptual. Pero a su vez, si separamos estrictamente los planos, caemos en un dualismo metodológico. Si bien la conjunción plena no es posible y la separación estricta nos llevaría a nuevos tipos de errores, una alternativa es mencionar desde qué plano (fáctico o formal) estamos analizando la cuestión. Si nos limitáramos estrictamente al plano formal, invariablemente reificaríamos algunos conceptos, con lo cual confundiríamos símbolos (yo, ello, etcétera) con hechos y terminaríamos hablando de entes ideales como si tuvieran existencia real, concreta. Y por último, si trabajáramos sólo con hechos mensurables, propios de las ciencias fácticas, nos veríamos obligados a abandonar el estudio de esencias humanas que corresponden al terreno formal, con lo cual el análisis se tornaría incompleto. Normalidad-anormalidad Pittaluga(14) dice que la idea de normalidad se da en un fenómeno natural cuando éste reúne las siguientes condiciones:
Los fenómenos que no obedezcan al conjunto de estas cuatro condiciones son anormales. La normalidad es, pues, una forma de ver las cosas, de estimar los hechos y los acontecimientos. En el análisis de los conceptos de normalidad-anormalidad se puede observar de qué manera juegan estos planos. Existen dos criterios básicos de los cuales derivan los conceptos de normalidad vigentes —el criterio estadístico y el criterio normativo— y criterios mixtos: Criterio estadístico El criterio estadístico(13) establece como normal al "hombre promedio", aquel que por sus características se aproxima a la media aritmética de las características del grupo al que pertenece. Es un criterio cuantitativo y "realista" basado en hechos de observación, ya que tiene en cuenta cómo el hombre "es", y no cómo "debe ser". Es decir que si un individuo tiene una conducta semejante a las conductas mayoritarias de su comunidad, es normal; está "adaptado" (del latín ad, a, y aptare, acomodar: ajustar una cosa a otra). Aquellos que se alejan del promedio (como en los extremos de la curva de Gauss), son considerados anormales. Antecedentes históricos Carlos Federico Gauss (1777-1855), matemático y astrónomo alemán (uno de los más grandes de todos los tiempos), estableció la llamada "curva de los errores", en la que los valores más frecuentes se agrupaban en torno a un valor (por ejemplo 50) y el resto se desviaba hacia uno u otro lado de la media (por ejemplo -25, +75), que graficados sobre ejes cartesianos muestran el dibujo de una copa invertida.(1) El inglés Francis Galton (1822-1911), primo de Charles Darwin, es considerado el padre de la psicometría e impulsor de la estadística en psicología ("Siempre que puedas, cuenta" era su lema). Aplicó los conceptos matemáticos de Gauss sobre correlación y la ley de las desviaciones de la media de Quételet (1796-
Idea intrínseca Alcmeon de Crotona (520 a.C.),(8, 9) médico de la escuela pitagórica, decía que la salud era el equilibrio de las potencias: lo húmedo y lo seco, lo frío y lo cálido, lo amargo y lo dulce. El predominio de una de estas potencias (monarkia) sería la enfermedad. Alcmeón coloca el origen de la enfermedad en el propio individuo: la causa es interna, es una desarmonía (término muy caro a los pitagóricos), un desorden, un desequilibrio en la naturaleza de la persona. Este modelo de explicar la enfermedad es el adoptado por la mayoría de las concepciones médicas: exceso o déficit de sustancias químicas y alteraciones estructurales o funcionales que desequilibran otras estructuras o funciones. Por ejemplo, en Psiquiatría es usada preferentemente por la tendencia biológica, como es el caso de las teorías aminérgicas de la depresión o la esquizofrenia. Éstas serían, en realidad, teorías patogénicas más que etiogénicas. La teoría cognitiva coloca el acento en una alteración del procesamiento de la información (una alteración estructural, en último análisis). En resumen: el modelo intrínseco de enfermedad dice que todos pueden enfermar a consecuencia de un desequilibrio. Sydenham, siguiendo a Hipócrates en su reactivismo, decía: "Aunque sus causas dañen al cuerpo humano, la enfermedad no es otra cosa que un esfuerzo de la naturaleza para exterminar la materia mórbida, procurando con todos sus medios la salud del enfermo".(10) Ideas extrínseca Este modelo tiene sus raíces en las posturas mágico-religiosas, donde fuerzas o influencias externas inciden sobre el hombre y lo enferman. Como comentábamos anteriormente, no seguir los preceptos religiosos generaba el enojo de los dioses, que castigaban con la enfermedad al transgresor. Una idea emparentada con ésta, ya en lo mágico, sustenta que ciertos objetos, personas, animales o circunstancias pueden influir sobre la persona y enfermarla. Esta idea ancestral está profundamente arraigada en la humanidad, y cuando lo aprendido racionalmente se resiente lo suficiente, aparecen frescas y lozanas, aun en la mente de los más "lógicos". Lo mágico irrumpe con la ruptura del orden (de lo lógico, lo coherente, lo conocido, lo previsto): es la pérdida de confianza (de seguridad) en el conocimiento establecido, legal, oficialmente reconocido, cuando éste ya no ayuda o no sirve.
En clínica el ejemplo típico es el alérgico. En Psiquiatría encontramos este modelo en las teorías constitucionales (Kretschmer), que afirman que ciertos fenotipos están más predispuestos a sufrir determinadas patologías que otros (por ejemplo los leptosómicos la esquizofrenia y los pícnicos la manía- depresión). El factor genético, como predisposición, ante situaciones estresantes o etapas del desarrollo manifestaría la enfermedad. En resumen: no todos enferman ante determinadas circunstancias, sólo los predispuestos (no enferma el que quiere, sino el que puede). Sobre este trípode conceptual se asientan las múltiples combinaciones sobre la teoría de la enfermedad. Sin embargo, un segundo análisis nos demuestra que ninguno de los modelos por sí mismo consigue satisfacer la completud teórica que requiere el tema: son útiles para entender parcialmente algunas patologías. La misma insatisfacción producen los criterios de normalidad, fácilmente rebatibles. H.C. Rümke,(5) al versar sobre estos temas, decía: "No creo exagerar si afirmo que estamos rozando el problema central, del que depende la solución de todos los problemas. Se hace necesario conocer las leyes de la salud, las bases en que ella se funda y las fuerzas que la rigen. Esas fuerzas y esas bases nos son desconocidas. No sabemos qué es en su esencia la salud". Médico-enfermo: vivencias El "sentirse mal" es algo concreto para el enfermo. Para él, la serie de síntomas que experimenta, una vez superados sus conocimientos para neutralizarlos ("Yo solo no puedo solucionarlo"), lo obliga a consultar a alguien a quien reconoce como más idóneo para ayudarlo en el trance (religioso, brujo, curandero, líder familiar, médico, etcétera). La salud es el bienestar que le permite recuperar su nivel de acción habitual. Los grados de sintomatología van de la simple "molestia", superada con prestarle poca atención, a la "incapacidad", que concentra la máxima atención en el síntoma. El grado de atención que el individuo utiliza para sus síntomas depende de factores como sensibilidad, inseguridad, experiencias de padecimiento de cuadros similares (ejemplo: dolor precordial en anginosos, etcétera), es decir, la manera particular con que la persona vivencia el miedo generado por el síntoma (desde la hiposensibilidad a la hipersensibilidad). El síntoma, salvo muy pocas excepciones, es desagradable, subjetivo, intransferible, poco comunicable (entre otras cosas por las características enunciadas más arriba). Genera inseguridad y en consecuencia, miedo. Existen estados de euforia patológica o groseras fallas en la evaluación del estado interior (como en las psicosis, oligofrenias, etcétera), donde el "síntoma" (como vivencia subjetiva) no existe y la valoración de la distorsión es realizada
por un observador. En estos casos, desde luego, al no existir el "sentirse mal", tampoco existe la necesidad de ayuda. El enfermo valora la enfermedad de acuerdo con su grado de "sentirse mal" y con la incapacidad que le produce. Para el médico la enfermedad es algo que "tiene" el otro. No se da en el plano de su sentir, sino en el plano de la lógica: la enfermedad es un conjunto de síntomas y signos que responden (o no) a un patrón, ubicable en la clasificación nosológica, que es de su conocimiento. Es un trabajo intelectual asociativo, relacional, donde los síntomas (conocidos y transmitidos por el enfermo, por lo tanto concretos para él y subjetivos para el médico), los signos (observados por el médico, concretos para el médico, a veces conocidos por el enfermo) dan como resultado un cambio de nivel (de lo concreto a lo abstracto) que le permite al médico rotularlos como "una" enfermedad (en la mayoría de los casos). La impenetrabilidad en el otro (el hiato Yo-Otro) hace que este paso sea el único posible y que el médico sólo se maneje con conjeturas y suposiciones, dando lugar a la posibilidad de error. El médico, por lo general, reifica la enfermedad, la concretiza, la personaliza, la extrae de la persona y la convierte en un ente viviente, con el cual "debe enfrentarse". Por eso se refiere a "la catatonía", "el cáncer", "la esquizofrenia", etcétera. Esto, que es operativo y cómodo para resumir frases como "la señora tal, que padece síntomas compatibles con lo que, por convención, se llama catatonía", se convierte, con el uso, en una distorsión conceptual: separar la enfermedad del paciente, como cuando el médico dice "la catatonía de la cama 23". Consecuencias Este alejamiento de la persona del paciente tuvo dos consecuencias: por un lado aumentó el grado de conocimiento de los aspectos técnicos de la enfermedad, pero, por el otro, disminuyó la comprensión de la resonancia que el padecimiento tenía en el individuo. Es decir, el concentrar la atención en campos cada vez más estrechos (clínico, infeccioso, microbiológico, bacteriológico, molecular, etcétera), permite que el saber sobre ese campo aumente, en detrimento del resto. Sólo al agotarse las respuestas de esta metodología se vuelve al procedimiento inverso: aumentar los límites del campo de estudio hasta abarcar la totalidad de la persona, y aun saltar a planos sociológicos, etcétera, haciendo una nueva separación, para caer esta vez en el otro extremo: olvidarse de los elementos concretos de la enfermedad, concentrándose sólo en los aspectos psicológicos y sociológicos. Este reciclar (atomismo-holismo-atomismo), se da permanentemente en la historia de la medicina, cuya evolución es en espiral. Evolución del concepto de enfermedad mental
Éste es uno de los casos en el cual lo pragmático supera ampliamente a lo teórico. El común de la gente puede determinar con relativa facilidad cuándo alguien es anormal (cuando esta anormalidad es moderada o grave). Así, también la práctica hospitalaria con alienados, al cabo de un tiempo, crea en el terapeuta "el olfato", la intuición, que le permite detectar cuándo un examinado es, por ejemplo, un psicótico, sin que pueda explicar exactamente qué lo ha llevado a diferenciarlo. Desde luego, esto que mencionamos va más allá del análisis semiológico corriente. Existe una captación global de lo normal y de lo enfermo, que uno va incorporando a través de toda su vida como inserción y aprendizaje implícito en el medio cultural. Es una experiencia común para cualquier docente primario, y aun de jardín de infantes, cómo los chicos que padecen anormalidad (física o intelectual) son marginados y objeto de burla por el resto de los niños; a veces mucho antes que el maestro, e inclusive los padres, se den cuenta de esta anormalidad. Esto da pie a la sugestiva idea de que podría existir para la normalidad una memoria de especie y otra derivada de los modelos aprendidos. Esta segregación natural de los anormales y enfermos ha creado el concepto de la enfermedad como un disvalor social o, como dice Jaspers(7) es un juicio de valor: "enfermo implica desde cualquier punto de vista, nocivo, indeseado, inferior". Otro obstáculo para llegar a una generalización que concite el acuerdo universal radica en la particularidad del ser humano, que por un lado incorpora patrones de conducta comunes a su cultura y a su tiempo, pero por otro posee un grado de libertad que le permite su sello personal, de tal manera que no existen dos individuos iguales. Esto hace que la valoración sobre la normalidad y la anormalidad sólo pueda realizarse en forma parcial. De acuerdo con esto, hay una doble vía de valoración para establecer la normalidad: por un lado, si la persona responde a determinados patrones comunes, y por otro, la evaluación de las características específicas del individuo y sus circunstancias. Las propias vivencias del terapeuta, lo quiera o no, son un elemento de peso para la construcción de su propio concepto de normalidad y van a incidir en el juicio que haga del examinado. Encontrar el sutil límite entre normalidad y anormalidad, o sano y enfermo, es tal vez pretender demasiado. En esta frontera difusa que posibilita la imperfección, el error, la enfermedad, pero también la libertad y la salud, quizá se encuentre lo esencial y distintivo del ser humano. Bibliografía
El terapeuta puede ser un excelente técnico, y sin embargo no ser aceptado. En realidad no tenemos la certeza de por qué se da este fenómeno. Existen varias teorías al respecto y varios nombres, pero en realidad no sabemos por qué ocurre. Lo vamos a llamar simplemente "rechazo", otro elemento de la afectividad. No salimos, en la relación entre estas dos personas, de la afectividad. Y cuando se produce el rapport. ¿Qué es en realidad? Podríamos decir que es una corriente de afectividad positiva. Yo diría algo más simple: es una relación de afecto. Esta relación se manifiesta entre el afecto y el rechazo, se mueve entre esta graduación de la afectividad. Cuando el médico consigue un buen rapport, ya tiene el 50% del tratamiento ganado. El resto del porcentaje va a depender de la terapéutica farmacológica aplicada y de las otras técnicas que use. Esto es válido, en mi opinión, cualquiera sea la escuela de psicoterapia que se siga. ¿Dónde se realiza la entrevista? En un consultorio, por lo siguiente:
Esta etapa termina cuando P decide solicitar turno. Principio de la entrevista La entrevista comienza cuando se lleva a cabo el encuentro personal. Es importante tener en cuenta si el paciente concurre solo o acompañado y el retraso o adelanto respecto de la hora acordada. Es recomendable saludar al paciente estrechándole la mano y llamándole por su apellido. Si no es del conocimiento del paciente, el médico debe presentarse con su nombre y especialidad (no es bueno comenzar una relación con una mentira). El tono del saludo debe ser cortés, pero no efusivo ni cortante. En este primer paso vamos a notar varios elementos semiológicos: El paciente se para (en la sala de espera, por ejemplo) y ya estamos observando cómo camina, cómo está vestido, si viene encorvado, si nos mira o no. El dar la mano es un hecho muy significativo: la mano dada con moderada firmeza, que puede transmitir seguridad; la mano laxa tipo "pescado"; la mano "formal" porque sí, que transmite indiferencia; la mano que se aferra al terapeuta, como pedido de apoyo; el saludo "rompemano", de aquél que quiere transmitir una seguridad que no tiene; la mano transpirada, del ansioso; la mano que sólo roza, para no contagiarse, de algunos obsesivos; la mano del que rehuye el saludo, etcétera. La forma de mirar: la mirada de frente, la mirada esquiva, la mirada baja del depresivo o tímido, la mirada de soslayo del desconfiado, la mirada desafiante. El rostro y su gesto: el gesto de autoridad del paranoide y de los megalómanos. El gesto de abatimiento del depresivo. El indiferente de algunos esquizofrénicos. El gesto de perplejidad de algunos confusos. El gesto de desesperación en las crisis de angustia. El gesto sobreactuado del histérico. La vestimenta: la prolijidad y el detalle en algunos paranoides, el descuido en el depresivo grave, la ornamentación del delirante megalómano, el descuido y la falta de aseo en algunos esquizofrénicos, el acento seductor de ciertas histéricas, etcétera. La marcha: el paso firme y arrogante de los paranoides y megalómanos, el paso lento del melancólico, la marcha a pequeños pasos del parkinsoniano, y las propias de las alteraciones neurológicas.
Estos y otros detalles objetivos más, son de gran utilidad semiológica y luego se integrarán al resto de la información del examen psiquiátrico para dar la "impresión diagnóstica". A continuación se le solicita al paciente que pase y se le indica el lugar donde debe sentarse (estos pequeños detalles alivian la ansiedad). Durante estos momentos y a lo largo de toda la entrevista se produce una evaluación mutua. El paciente valora el grado de interés que demuestra el terapeuta, su habilidad para crear un clima adecuado, la forma y tono que utiliza para hacer las preguntas, y a su manera evalúa también los conocimientos del médico. Una vez sentados, si M lo considera necesario, puede realizar una breve conversación con el fin de aflojar tensiones. Se anotan en la tarjeta o la historia clínica los datos de identificación. El terapeuta debe aclarar desde el principio que todo lo que va a decir P estará protegido por el secreto profesional y no será divulgado. Debe averiguar quién lo derivó o cómo tomó conocimiento del terapeuta. Hay que tener en cuenta que el hecho de ser "recomendado" puede condicionar a M por el deseo de confirmar la buena imagen. Luego de estos pocos minutos se puede abordar el tema de las siguientes formas: