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Este documento narrativa describe la historia de Tomi, un niño de 11 años que se muda con su padre a vivir con su abuela Emi, quien sufre de Alzheimer. La trama gira en torno a cómo Tomi intenta recordar cosas para su abuela y cómo se enfrentan juntos a esta enfermedad. El texto también explora los sentimientos de tristeza y nostalgia que experimenta Tomi al recordar a su madre fallecida.
Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones
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Valorar, es algo difícil, aprendemos a hacerlo justo cuando sentimos que ya no estará más, es un gran problema que tenemos la mayoría de las personas, esperar justo al final. Aunque la vida tiene sus altos y bajos, siempre es bueno atesorar cada momento y sobre todo a aquellos que lo viven con nosotros.
Es esencial saber dar el valor a cada persona, ese valor que merece. Pueda que sea difícil encontrar ese equilibrio entre todas las personas valiosas que tenemos, pero es importante pensar siempre como si cada segundo fue un regalo y atesorarlo en nuestros recuerdos. No siempre se llega a este punto tras la partida de alguien, puede ser por el cambio de ciudad de una persona a la cual ahora ya no podrás ver como antes solías hacerlo, también a las actividades que hacías en cierto lugar y que ahora ya no puedas volver, al final solo te queda eso… Recuerdos.
Atesorar recuerdos es atesorar también a las personas que estaban en ellos. Tan solo de imaginar que la persona que más ames te olvida poco a poco asusta mucho y entristece enormemente, y tú tratando de hacerle vivir de recuerdos, de recuerdos y momentos de felicidad, queriendo que pueda rebobinar todo dentro de su cabeza para revivir sentimientos positivos que al final serian pasajeros. Es una lucha que parecería eterna y muy pesada. Esto fue lo que le sucedió a un niño llamado Tomi, de 11 años y de noble corazón, su historia no es tan feliz a pesar de su poca edad pero que, aunque no lo detuvo, lo cambió por completo.
Llegamos a la casa de la abuela vivía en un pueblo muy pequeño, tan pequeño era, que todas las personas se conocían, ¡Creo que fue por eso que llegamos muy rápido!
Mi papá tocó la puerta dos veces: Toc… Toc…
—Buenas Noches, —dijo la abuela —. ¿Qué necesitan?
Mi papá le respondió que si no nos recordaba… le pidió que nos diera refugio al menos por unas horas, entonces, ¡La abuela se alegró y nos invitó a pasar!
— Ay! pero ¿Qué hacen en medio de la noche buscando posada? —Nos dijo preocupada —. ¡Pasen a tomar calor mientras les hago chocolate caliente!
— ¡Gracias abuela!, — le respondí —.
La abuela Emi era tan parecida a mi mamá que casi le digo así, la abuela cargaba una bata blanca con un abrigo azul, era muy anciana pero era muy linda, vestía bastante bien, a comparación de nosotros, no sabíamos qué tanto frio hacía en esa región del país y además de eso, al ser de noche era mucho más congelador, que bueno que nos invitó a pasar.
— ¡Vaya, abuela! —le dije —. ¡Qué bonita casa!
— ¡Gracias mi niño! — Ella me dijo.
La casa de la abuela era tan linda y acogedora, que al momento de pisar la casa ya me sentía muy cómodo, era de madera, de techos altos y sorprendentemente no tenía nada viejo o dañado, todo estaba impecable, desde los pisos hasta los objetos de decoración, estaba muy bien amueblada y ordenada. Pero noté cosas extrañas como que hablaba lento (tal vez por la vejez) y que caminaba raro, no se lo pregunté porque no quería sonar feo. Luego nos sentamos en la sala de estar con ella y empezaron a hablar:
— ¿Por qué no me han visitado en tanto tiempo?, —Ella nos dijo—.Me he sentido muy sola últimamente, y con la noticia de que mi hija había…
En este momento mi papá la interrumpió. — ¡Abuela!, —Luego me mira mi papá rápidamente.
— ¡Emmm! ¿De qué estábamos hablando? — Nos dijo de forma confusa—. ¡Ah sí! Ya les busco su tasita de Chocolate, y para el campeón, unas galletitas de chocolate que guarde en la nevera.
— ¡Sí!, — Reaccioné felizmente.
No sé como la abuela tenía galletitas de chocolate, pero me fascinó la idea de que me las dieran, ¡Qué cariñosa era mi abuela!, creo que después de esa pequeña merienda hablaron más y más sobre mi mamá y sobre mi pero como yo no estaba presente (Estaba en la otra sala de estar) no escuché mas nada, simplemente estuve esperando la cena en donde estaba.
— ¿No crees que tu hijo ya ha tenido suficiente con todo esto? — Molesta pregunta mi Abuela—. Déjame que cuide al niño, de seguro, ya tiene sueño.
La abuela tenía razón, me estaba muriendo de sueño, no sé si se me veía la cara de que me iba a caer de la silla o dormirme por cansancio pero de verdad, necesitaba dormir. Luego de eso hubo un momento silencioso en el que nadie decía nada, en lo absoluto, mi papá respondió lo siguiente:
— Esta bien abuela, mañana te lo dejo mientras buscó un trabajo y una casa en alquiler, pero mientras tanto, ¿Podemos convivir con usted en su casa?
— ¡Me parece excelente! — Dijo la abuela —. Mañana mismo me ayudarán a recoger algunas manzanitas para hacerles una torta de celebración.
— ¡Si...! — dije —. Estaremos con la abuela, no estaremos tan solos papá.
— Si hijo, — Me dice él a mi —. Seremos felices de ahora en adelante.
Luego de terminar de comer nos fuimos todos a una pequeña habitación que mi abuela Emi preparó para los dos, antes de esto, debo añadir que me pareció muy extraño que la abuela nos preguntase si queríamos comer el postre otra vez, pero después le recordamos que ya lo habíamos comido; también cuando cambiaba de feliz a enojada muy rápido y cuando le costaba recordar mi nombre a pesar de que se lo repetí mil veces, al final, nada de eso fue relevante. Al estar en esa habitación, me puse a acomodar mi espacio y después pregunté:
— Es para que siempre estés bajo cuidado de todos ellos —. ¿Quieres que te cante una canción para dormir? —me dijo la abuela
— ¡Si Abuela!, — le dije
Mientras trataba de dormir, mi dulce abuela me cantaba unas canciones raras, tenían palabras raras y a veces pensaba que lo que me cantaba era un popurrí, noté que cantaba muy bonito y que se parecía a mi mamá, pero más anciana y amistosa. Con tanto popurrí me dormí, espero que mi papá también se haya dormido con concierto de tal calidad.
Por siguiente. Fui donde mi papá que no lo había visto, me agarró la mano y me llevo a donde estaba el doctor “mala noticia”, el doctor me dijo:
— Yo sé que tú quieres mucho a tu, ¿abuela?
— Abuela Emi — le dije corrigiéndolo.
— Emily, exacto — me dijo el doctor.
— No, abuela Emi — Le dije corrigiéndolo de nuevo
— Esta bien — Dice el doctor —. Tu abuela ¿no la has notado muy extraña últimamente?
— Bueno, — Dije —. Hay pequeños detalles que no entiendo de ella pero igual la quiero mucho, además sólo la conozco desde ayer.
— Como ya habrán notado no he venido a este hogar porque si — nos dijo el doctor —. Yo le hacía chequeos de la tensión cada 7 días en la mañana. Cómo también soy psicólogo noté algo extraño en ella, la encontré olvidadiza, despistada e incluso no podía hablar bien. Temo decir que mis sospechas son ciertas.
— ¿Qué sospecha doctor? — le dijo mi papá nervioso
— Si, ¿Qué tiene Doctor? — le dije.
— Tengo que decirles que, — dijo el doctor —. Tu abuela Emi, sufre de Alzheimer …
Mi abu tiene algo raro, la verdad no recuerdo bien el nombre, pero el doctor me dijo que lo ue yo podía hacer era ayudarla a recordar. Después de la visita del doctor vi a mi papa algo triste, y me acerque a preguntarle porque, al fin y al cabo solo teníamos que recordarles pequeñas cosas.
— ¿¡Papá, te pasa algo!?- le pregunté — ¿Es por la Abuela? No te preocupes solo hay que recordarle algunas cosas— dije sonriendo.
— Tomi— me dijo Papá tratando de mostrar una sonrisa— Es más que eso, pero sé que la podemos ayudar.
Papá trataba de darme ánimos, aunque sigo sin entender la razón, pero como dicen ellos “Cosas de adultos”. Por otro lado, encontré una libreta para mi abuela.
— Abu— le dije a mi abuela que aún seguía en su cama— te encontré esto, creo que puede servirte a anotar todo lo hagas, para ue no olvides nada.
— Gracias, Tomi— dijo sonriendo, además de estar un poco confundida. — Tomi, como sabrás, se me olvidan las cosas y necesito un poco de ayuda.
La verdad yo estaba muy feliz de ayudarla, sería como un trabajo en equipo
—Si, ¿en que te puedo ayudar, Abuela?—le dije.