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El apogeo del mundo burgués, Resúmenes de Historia

Resumen del capítulo "el apogeo del mundo burgués"

Tipo: Resúmenes

2021/2022

Subido el 28/06/2022

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Susana Bianchi, el apogeo del mundo burgués (1848-1914)
Puntos principales del texto:
La segunda mitad del siglo XIX se corresponde con:
Consolidación del capitalismo como modelo económico.
Formación de los Estados nacionales soberanos.
Sociedad de clases: burgueses, proletarios y campesinos.
Intensa actividad de los movimientos obreros.
Aspectos políticos. Durante el siglo XIX, la idea de nación se asoció a la
construcción de Estados nacionales soberanos, con un territorio delimitado,
donde habitaban los miembros de una comunidad, que comparten una
historia, una cultura y una lengua.
Hacia mitad de siglo, la mayoría de los países europeos occidentales
contaba con instituciones políticas de índole representativa. El sufragio
amplió sus bases en gran parte de los países, debido a las presiones
populares.
Aspecto económico: Capitalismo e industrialización. A lo largo del siglo XIX
se logra consolidar el capitalismo como un orden económico irreversible y
poderoso.
Gran Bretaña: potencia que lideraba el desarrollo industrial europeo y
mundial desde el siglo XVIII y logró mantener su hegemonía durante el
siglo XIX. La industrialización del resto de las potencias durante el siglo
XIX requirió de los insumos británicos.
Francia: Debido a la prosperidad económica (1850-1870) y a políticas
que le favorecerían, la industria pudo conformar una estructura y
consolidar el sistema fabril (a pequeña escala). Aún así, el proceso de
industrialización fue lento debido a que Francia continuaba siendo un
país mayoritariamente rural/agrario.
Alemania: La industrialización alemana arrancó en la década de 1850
estrechamente ligada al desarrollo de una red ferroviaria. Pudo basar su
proceso de industrialización en la industria pesada, en la mecanización
intensiva y en el pronto desarrollo de grandes establecimientos fabriles.
Sociedad de clases: las revoluciones políticas y el proceso de
industrialización fueron resquebrajando la sociedad estamental, que terminó
siendo reemplazada por la “sociedad de clases”. Se configuró una
estructura social compleja, en la que convivieron nobles, campesinos,
burgueses y proletarios.
Los trabajadores y los primeros movimientos sociales:
Gran Bretaña: los sindicatos fueron una fuente de presión para lograr la
reforma electoral de 1867 (ampliación del derecho al voto). Obtuvieron
el reconocimiento legal, la legislación del derecho a huelga y la
regulación de las relaciones entre patrones y obreros.
Francia: La organización obrera estaba disgregada debido a la dispersión
espacial de la industria. Después de las revoluciones de 1848, las
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Susana Bianchi, el apogeo del mundo burgués (1848-1914)

Puntos principales del texto: La segunda mitad del siglo XIX se corresponde con:  Consolidación del capitalismo como modelo económico.  Formación de los Estados nacionales soberanos.  Sociedad de clases: burgueses, proletarios y campesinos.  Intensa actividad de los movimientos obreros. Aspectos políticos. Durante el siglo XIX, la idea de nación se asoció a la construcción de Estados nacionales soberanos, con un territorio delimitado, donde habitaban los miembros de una comunidad, que comparten una historia, una cultura y una lengua. Hacia mitad de siglo, la mayoría de los países europeos occidentales contaba con instituciones políticas de índole representativa. El sufragio amplió sus bases en gran parte de los países, debido a las presiones populares. Aspecto económico: Capitalismo e industrialización. A lo largo del siglo XIX se logra consolidar el capitalismo como un orden económico irreversible y poderoso.  Gran Bretaña: potencia que lideraba el desarrollo industrial europeo y mundial desde el siglo XVIII y logró mantener su hegemonía durante el siglo XIX. La industrialización del resto de las potencias durante el siglo XIX requirió de los insumos británicos.  Francia: Debido a la prosperidad económica (1850-1870) y a políticas que le favorecerían, la industria pudo conformar una estructura y consolidar el sistema fabril (a pequeña escala). Aún así, el proceso de industrialización fue lento debido a que Francia continuaba siendo un país mayoritariamente rural/agrario.  Alemania: La industrialización alemana arrancó en la década de 1850 estrechamente ligada al desarrollo de una red ferroviaria. Pudo basar su proceso de industrialización en la industria pesada, en la mecanización intensiva y en el pronto desarrollo de grandes establecimientos fabriles. Sociedad de clases: las revoluciones políticas y el proceso de industrialización fueron resquebrajando la sociedad estamental, que terminó siendo reemplazada por la “sociedad de clases”. Se configuró una estructura social compleja, en la que convivieron nobles, campesinos, burgueses y proletarios. Los trabajadores y los primeros movimientos sociales:  Gran Bretaña: los sindicatos fueron una fuente de presión para lograr la reforma electoral de 1867 (ampliación del derecho al voto). Obtuvieron el reconocimiento legal, la legislación del derecho a huelga y la regulación de las relaciones entre patrones y obreros.  Francia: La organización obrera estaba disgregada debido a la dispersión espacial de la industria. Después de las revoluciones de 1848, las

organizaciones obreras habían quedado estrictamente controladas. Los sectores con más actividad sindical eran el metalúrgico y el minero. En 1864 se logró legalizar las asociaciones obreras.  Alemania: En 1860 se formaron dos importantes partidos obreros con activa participación en la vida política nacional. Alemania fue el primer país que incorporó el sistema de previsión social y seguros contra accidentes de trabajo y vejez. Organización política de los trabajadores: Si bien los sindicatos obtuvieron ciertas conquistas significativas, algunos miembros de la clase trabajadora e intelectuales de la época estaban convencidos de que el capitalismo debía ser enfrentado por medio de la acción política: socialismo, anarquismo y comunismo.  1864: se funda la Asociación Internacional de Trabajadores.  1871: Comuna de París. El auge de la expansión colonial (1870-1914): A partir de 1870 se inició una época de intensa expansión colonial: los principales países industrializados comenzaron un movimiento expansivo por el mundo en busca de colonias. Los cambios de ritmo en la economía llevaron a los Estados europeos a lanzarse a una ofensiva mundial con el objetivo de conquistar nuevos mercados y consolidar el control sobre países y mercados. En la competencia intervenían las potencias europeas y Estados Unidos, en un primer momento el proceso se realizó de manera “espontánea”, pero después de 1882 las potencias establecieron acuerdos para delimitar zonas de expansión.

Susana Bianchi, El apogeo del mundo burgués (1848-1914)

El triunfo del capitalismo. La segunda mitad del siglo XIX corresponde a la época del triunfo del capitalismo. El triunfo se manifestaba en una sociedad, que consideraban que el desarrollo económico radicaba en las empresas privadas competitivas y en un ventajoso juego entre un mercado barato para las compras -incluyendo la mano de obra- y un mercado caro para las ventas (valores burgueses). Se consideraba que una economía sobre tal fundamento, sobre una burguesía la había elevado a su actual posición, iba a crear un mundo no sólo de riquezas correctamente distribuidas sino también de razonamiento, ilustración y oportunidades crecientes para todos. Con el capitalismo triunfaban la burguesía y el liberalismo, en un clima de confianza y optimismo que consideraba que cualquier obstáculo para el progreso podía ser superado sin mayores inconvenientes. Capitalismo e industrialización. En la segunda mitad del siglo XIX, el mundo se hizo capitalista y una significativa minoría de países se transformaron en economías industriales. Hasta 1870, Inglaterra mantuvo su primacía en el proceso de industrialización y su indiscutible hegemonía dentro del área capitalista. La misma industrialización que comenzaba a generarse en el continente europeo amplió la demanda de carbón, de hierro

¿Cuáles fueron los factores que impulsaron el acelerado desarrollo del capitalismo industrial en Alemania?  El mundo rural no constituyó un obstáculo para la industria. La concentración de la tierra en grandes propiedades y la modernización de la agricultura -que llevó a los terratenientes a racionalizar sus explotaciones mediante la mecanización- obligó, sobre todo en las regiones orientales, a millones de trabajadores agrícolas a abandonar el campo, formando una importante reserva de mano de obra para la industria en expansión.  El sistema bancario con participación en la financiación de la industria. Después de 1850 se fundaron también nuevos bancos con orientación industrial que mostraron gran capacidad de organización de promoción de las compañías industriales. En 1870 se promulgó la ley que autorizaba la formación de sociedades anónimas que actuaron como un poderoso agente de concentración de capitales dirigido además a la industria de la construcción, la minería, la metalurgia y el textil. Además, favoreció el desarrollo de la industrialización un marcado intervencionismo estatal. Ya desde antes de la unificación política, el gobierno de Prusia vinculaba estrechamente el problema de la formación y expansión del Estado alemán con el desarrollo económico, principalmente, industrial. El objetivo era obtener una creciente autarquía económica y un eficaz poderío militar. El Estado participó directamente en la construcción de las líneas ferroviarias percibidas como un instrumento de unificación política y económica. Además, aseguró los instrumentos jurídicos necesarios para la expansión de la gran empresa y subsidió el surgimiento de actividades industriales consideradas estratégicas para la seguridad nacional. Si bien sólo una minoría de países se transforma en economías industriales, la expansión del capitalismo transformado en un sistema mundial dejaba pocas áreas que no estuvieran bajo su influencia. Las ciudades crecían. Aún Europa continuaba siendo mayormente rural. Pero el crecimiento de la población (por mejoras en la alimentación y en la higiene) y la introducción de la mecanización en el campo generaba un excedente de mano de obra que no podía ser absorbido por las tareas rurales. Y esto produjo un éxodo de población rural. Muchos emigraron al extranjero -fue la época de las grandes oleadas migratorias a América y a Australia-, pero también muchos otros se dirigieron a las ciudades, donde la oferta de trabajo era creciente y los salarios superiores. De este modo, las ciudades comenzaron a crecer, pero como señala Hobsbawm no era sólo un cambio cuantitativo, las ciudades mismas se transformaban rápidamente convirtiéndose en el símbolo indudable del capitalismo. La ciudad imponía una creciente segregación social entre los barrios obreros y los nuevos barrios burgueses. En las ciudades también comenzaban a transformarse los métodos de circulación y distribución de mercancías con la aparición de los “grandes

almacenes” o “grandes tiendas”. Y esto transformó la circulación de los productos de consumo y significó la ruina de muchos pequeños comerciantes e incluso de artesanos que todavía habían podido sobrevivir. Pero antes que la ciudad, era el ferrocarril el símbolo más claro del capitalismo triunfante. Los ferrocarriles aumentaron la velocidad y volumen de carga y los trenes para pasajeros ganaron en confort: se diferenció entre los vagones de primera y segunda clase -en otra muestra de segregación social-. También constituyeron un multiplicador de la economía global a través de la demanda de productos metalúrgicos y de mano de obra. Así como permitieron unificar mercados de bienes de consumo, de bienes de producción y de trabajadores. En síntesis, el ferrocarril desde 1850 fue el sector clave para el impulso de la metalúrgica y de las innovaciones tecnológicas. Y este papel lo cumplió hasta 1914, en que cedió su lugar a las industrias armamentistas. Además, no olvidar que, la construcción de ferrocarriles se vinculó estrechamente con el desarrollo de la navegación marítima. También en Europa, las redes ferroviarias terminaban en grandes puertos. Estas transformaciones en el sistema de comunicaciones consolidaron el capitalismo y le otorgaron una dimensión mundial. Permitieron que se multiplicaran extraordinariamente las transacciones comerciales permitiendo que prácticamente el mundo se transformara en una sola economía interactiva. En este sentido tuvo una importancia fundamental, el telégrafo (acortando distancias). En síntesis, esta revolución de las comunicaciones permitía transformar al globo en una sola economía interactiva y darle al capitalismo una escala mundial. Pero al mismo tiempo el resultado era paradójico: cada vez iban a ser mayores las diferencias entre aquellos países y regiones que podían acceder a la nueva tecnología y aquellas partes del mundo donde todavía la barca o el buey marcaban la velocidad del transporte. El mundo se unificaba, pero también se agudizaban las distancias. La expansión del capitalismo industrial también estuvo estrechamente vinculada con una aceleración del progreso tecnológico. Cada vez fue más estrecha la relación que se estableció entre ciencia, tecnología e industria. La Revolución industrial inglesa se había desarrollado sobre la base de técnicas simples, al alcance de hombres prácticos con sentido común y experiencia; en cambio, en la segunda mitad del siglo XIX, el avance de la metalurgia, la industria química, el surgimiento de la industria eléctrica se desarrollaban sobre la base de una tecnología más elaborada. Los “inventos” pasaban ahora desde el laboratorio científico a la fábrica. La clara vinculación entre ciencia, tecnología e industria también causó un profundo impacto en las conciencias. La ciencia, transformada en una verdadera religión secular, fue percibida como la base de un “progreso” indefinido. Desde esta perspectiva se consideraba que no existía obstáculo que no pudiera ser superado. Ciencia y progreso se transformaron en dos conceptos fundamentales dentro de la ideología burguesa.

síntesis, la producción aumentaba, mientras que el número de empresas disminuía. Si bien el proceso no fue universal ni irreversible, la competencia y la crisis eliminaron a las empresas menores, que desaparecieron o fueron absorbidas por las mayores; las triunfantes grandes empresas, que pudieron producir en gran escala, abaratando costos y precios, fueron las únicas que pudieron controlar el mercado. En segundo lugar, la concentración se combinó dentro de las grandes empresas con políticas de racionalización empresaria. Esto incluía una modernización técnica que permitía lograr el aumento de la productividad (y dar a la empresa un mayor poder competitivo). Pero además la racionalización incluía la llamada “gestión científica” impulsada por F. W. Taylor. Según Taylor, la forma tradicional y empírica de organizar las empresas ya no era eficiente, era necesario por lo tanto darle a la gestión empresarial un carácter más racional y científico. Para ello elaboró una serie de pautas para lograr un mayor rendimiento del trabajo. De este modo, el taylorismo se expresó en métodos que aislaban a cada trabajador del resto y transferían el control del proceso productivo a los representantes de la dirección, o que descomponían sistemáticamente el proceso de trabajo en componentes cronometrados e introducía incentivos salariales para los trabajadores más productivos. A partir de 1918 el nombre de Taylor fue asociado al de Henry Ford, identificados en la utilización racional de la maquinaria y de la mano de obra con el objetivo de maximizar la producción. La época del imperialismo. Para algunos, el imperialismo fue la más importante de las salidas que se presentaba para superar los problemas del capitalismo después de la “gran depresión”. Indudablemente no puede establecerse un nexo mecánico de causa-efecto. Sin embargo, también es indudable que la presión de los inversores que buscaban para sus capitales salidas más productivas, así como la necesidad de encontrar nuevos mercados y fuentes de aprovisionamiento de materias primas pudo contribuir a impulsar políticas expansionistas que incluían el colonialismo. Además, en un mundo cada vez más dividido entre países ricos y países pobres había muchas posibilidades de encaminarse hacia un modelo político en donde los más avanzados dominaran a los más atrasados. Es decir, había muchas posibilidades de transformarse en un mundo imperialista. Los años que transcurren entre 1875 y 1914 constituyen el período conocido como la época del imperialismo, en el que las potencias capitalistas parecían dispuestas a imponer su supremacía económica y militar sobre el mundo. Durante esos años, dos grandes zonas del mundo fueron repartidas entre las potencias más desarrolladas: el Pacífico asiático y África. Así, amplios territorios de Asia y de África quedaron subordinados a la influencia política, militar y económica de Europa. También a América Latina llegaron las presiones políticas y económicas, aunque sin necesidad de efectuar una conquista formal. En este sentido, los Estados europeos parecían no sentir la necesidad de rivalizaron los Estados Unidos desafiando la Doctrina Monroe.

Como señala Eric J. Hobsbawm, el imperialismo estuvo ligado indudablemente manifestaciones ideológicas y políticas. Las consignas del imperialismo constituyeron un elemento de movilización de los sectores populares que podían identificarse con la “grandeza de la nación imperial”. Ningún hombre quedó inmune de los impulsos emocionales, ideológicos, patrióticos e incluso raciales, asociados a la expansión imperialista. En las metrópolis, el imperialismo estimuló a las masas - sobre todo a los sectores más descontentos socialmente- a identificarse con el Estado, dando justificación y legitimidad al sistema social y político que ese Estado representaba. Pero esto no implica negar las poderosas motivaciones económicas de tal expansión. Sin embargo, según Hobsbawm, la clave del fenómeno radica en las exigencias del desarrollo tecnológico. En efecto, la nueva tecnología dependía de materias primas que por razones geográficas o azares de la geología se encontraban ubicadas en lugares remotos. El crecimiento del consumo de masas en los países metropolitanos significó la rápida expansión del mercado de productos alimenticios. Y ese mercado se encontraba dominado por productos básicos como cereales y carne, que se producían a bajo costo y en grandes cantidades en diferentes zonas de asentamiento europeo en América del Norte y América del Sur, Rusia, Australia. Pero también comenzó a desarrollarse el mercado de los productos conocidos desde hacía mucho tiempo como “productos coloniales” o de “ultramar”: azúcar, té, café, cacao. Incluso, gracias a la rapidez de las comunicaciones y al perfeccionamiento de los métodos de conservación comenzaron a afluir los frutos tropicales (que posibilitaron la aparición de las “repúblicas bananeras”). En esta línea, las grandes plantaciones se transformaron en el segundo gran pilar de las economías imperialistas. Estos acontecimientos, en los países metropolitanos, crearon nuevas posibilidades para los grandes negocios, pero no cambiaron significativamente sus estructuras económicas y sociales. En cambio, transformaron radicalmente al resto del mundo, que quedó convertido en un complejo conjunto de territorios coloniales o semicoloniales. Y estos territorios progresivamente se convirtieron en productores especializados en uno o dos productos básicos para exportarlos al mercado mundial y de cuya fortuna dependían casi por completo. Pero los efectos sobre los territorios dominados no fueron sólo económicos, sino que también afectó a la política y produjo un importante impacto cultural: se transformaron imágenes, ideas y aspiraciones, a través de ese proceso que se definió como “occidentalización”. En síntesis, también el imperialismo creó las condiciones que permitieron la aparición de los líderes antiimperialistas y también generó las condiciones que permitieron que sus voces alcanzaran resonancia nacional. Las transformaciones de la sociedad. En una Europa que se volvía capitalista e industrial, la sociedad también se transformaba rápidamente. Había dos clases que se desarrollaban y afirmaban: la burguesía y el

En el mundo burgués, comenzó a valorarse el papel tradicional de la religión como instrumento para mantener en el recato a los pobres -y a las mujeres de todas las clases sociales- siempre proclives al desorden. Las Iglesias comenzaron a ser valoradas como pilares de la estabilidad y la moralidad frente a los peligros que amenazaban el orden burgués. El mundo del trabajo. Una clase irrumpía en este período como capaz de desafiar al mundo burgués: la clase obrera. Entre 1850 y 1880, esta clase representaba en toda Europa entre la cuarta y la tercera parte de la población. Las condiciones de vida obrera habían tendido a uniformarse, aún se trataba, en muchos aspectos y en muchos lugares, de una clase en formación. En Francia, por ejemplo, subsistía con tenacidad un artesanado, organizado en gremios con costumbres y tradiciones que los constituían en una especie de microsociedad. De este modo, si bien era ya posible definir la situación de los obreros desde el punto de vista económico -formación de un mercado de trabajo asalariado, concentración en grandes centros industriales, trabajo disciplinado a máquina-, desde una perspectiva social, muchos de los trabajadores aún no podían ser incluidos estrictamente dentro de esa definición económica de la clase obrera. Pese a la variedad de situaciones, las condiciones de vida tendían a uniformarse: tras varias generaciones, los trabajadores acabaron por acostumbrarse a la vida de la ciudad. La clase obrera adquiría cada vez un perfil más definido, aunque distaba de ser una clase homogénea. En la cúspide parecían ubicarse los obreros “especializados” aquellos capaces de fabricar y reparar las máquinas. La prosperidad del período, la alfabetización y el desarrollo del sector terciario les permitió a algunos conseguir, sobre todo en ciertos países como Inglaterra, lo que era considerado un claro signo de ascenso social. Por debajo de los trabajadores especializados, se ubicaba la gran masa de los obreros y obreras de fábrica, con jornadas de trabajo de 15 o 16 horas diarias, con situaciones de trabajo precarias, bajo la amenaza de las periódicas crisis de desempleo. Dentro de esta masa obrera, tanto en Francia como en Inglaterra, todavía se registraba una fuerte presencia de mano de obra femenina e infantil. Y por debajo de la masa de obreros u obreras de fábrica, estaban los recién emigrados del campo, que por su indigencia y su resignación podían aceptar cualquier trabajo, por duro que fuese, a cambio de un salario irrisorio, y que cumplían un papel fundamental en el desarrollo del capitalismo industrial: eran quienes, por su constante oferta de mano de obra barata, contribuían a mantener el bajo nivel salarial. Sin embargo, la prosperidad del período tendió a mejorar relativamente estas condiciones. Hubo progresos en la seguridad e higiene del trabajo, y comenzó a disminuir el empleo infantil. La jornada laboral tendió a reducirse, en parte por las presiones sindicales, pero también porque el aumento de la productividad permitía que en un tiempo menor los obreros produjeran más, también aumentaron los salarios.

Señala Hobsbawm, pese a las diferencias, el artesano “especializado”, con un salario relativamente bueno, y el trabajador pobre, se encontraban unidos por un sentimiento común hacia el trabajo manual y la explotación, por un destino común que los obligaba a ganarse un jornal con sus manos. Se encontraban unidos también por la creciente segregación a que se veían sometidos por parte de una burguesía cuya opulencia aumentaba espectacularmente y se mostraba cada vez más cerrada a los advenedizos que aspiraban al ascenso social. Y los obreros fueron empujados a esta conciencia común no sólo por la segregación sino por formas de vida compartidas, no sólo en el espacio de la fábrica o el taller sino en espacios de sociabilidad -en los que la taberna, que fue llamada la “iglesia del obrero”, ocupó un lugar primordial- que llevaron a conformar un modo de pensar común.-Comienzan a desarrollarse los sindicatos, se reorganizan o se sostienen organizaciones obreras bajo la forma de mutuales o asociaciones varias, pero en estas formas organizativas predominaba una clara desconfianza hacia el liberalismo burgués y fundamentalmente indiferencia frente al juego político electoral. La clase obrera que se constituyó en este período fue la fuerza social visualizada como “peligrosa” para el orden constituido. Muchos contemporáneos reconocían la gravedad de la “cuestión social” y vivían con el temor a un levantamiento. La memoria de las revoluciones (del 30 y del

  1. estaba aun suficientemente fresca, de allí que, pese a la seguridad de la burguesía en su fortaleza y en sus logros, el miedo a la insurrección siempre estuvo presente. Aunque después de 1848, el potencial movimiento revolucionario se encontraba desarmado. Luego de la Guerra Franco-prusiana en París, la federación de la guardia nacional trató de conservar las armas que poseía, y poner a buen seguro los cañones comprados gracias a una suscripción pública. Algunos quizá pensaban en oponerse a la ocupación de una parte de París por parte de los prusianos tal como rezaba una cláusula del armisticio. De este modo, cuando el nuevo jefe del gobierno francés, Thiers envió tropas para retirar los cañones, una muchedumbre enardecida ejecutó a dos generales, sin que nadie haya dado la orden (marzo de 1871). Comenzaba así, el conflicto entre un gobierno conservador-Thiers debió huir y refugiarse en Versalles- y el “pueblo” de París, a través de una revuelta espontánea, de objetivos poco claros, y de carácter popular y pequeñoburgués más que estrictamente obrero. La dirección pronto quedó a cargo de los jacobinos fascinados por los recuerdos de las imágenes de las jornadas de 1789.Los logros de la Comuna fueron modestos. Se adoptó la bandera roja, se tomaron algunas medidas anticlericales -incluida la ejecución del arzobispo de París- la supresión de los alquileres. Sin embargo, pese a esta modestia y a su brevedad -menos de tres meses-, la Comuna se transformó en un símbolo de la “lucha de clases”. El terror que inspiró en los gobiernos se reflejó luego, en brutal represión.

Estaba cada vez más claro que las “masas", la misma clase obrera, constituían un amplísimo sector que cada vez más contaba en política. Tarde o temprano, todos los sistemas políticos tendrían que darles un lugar. Y esto era algo que aterrorizaba a los “respetables”, quienes consideraban a las masas ignorantes y peligrosas por definición. Se expande el sufragio extendido en toda Europa, Y esta ampliación del sufragio se debió no sólo a las carencias teóricas del liberalismo y a las presiones que llegaban desde abajo sino al contundente hecho de que las burguesías necesitaban la “fuerza del número”. En efecto, ni las viejas aristocracias ni las burguesías constituían mayorías, no contaban con la “fuerza del número”. Pero la diferencia radicaba en que las aristocracias no necesitaban de esa fuerza: ejercían influencia de hecho y estaban parapetadas en instituciones que la protegían del voto. Las mismas monarquías -la forma predominante de gobierno en Europa- les daba un apoyo político sistemático. Pero la burguesía, si bien confiaba en su riqueza, en su destino histórico y en ideas que eran los fundamentos de los Estados modernos representativos, necesitaban de los votos: necesitaban, por lo tanto, movilizar a los “no burgueses”, a esas masas trabajadoras que constituían las mayorías. Y si el liberalismo se convirtió en una fuerza política considerable esto fue posible precisamente por su capacidad para movilizar también a las capas más bajas de la burguesía y de los trabajadores manuales. Y evidentemente el éxito les sonrió: por lo menos en las primeras décadas de este período, los liberales, partido clásico de las burguesías industriales y comerciantes se mantuvieron en el poder. En síntesis, pasado el tiempo desde el liberalismo comenzó a conformarse una rama más democrática, que fue calificada como radical, progresista, o reformista. Sin embargo, las tendencias ideológicas y políticas de la época fueron por una dirección opuesta. Muchos temían que la democratización condujera al reino del terror de las masas. De allí que la burguesía liberal comenzara a mirar cada vez con más simpatía al conservadurismo. Sobretodo después de los acontecimientos de la Comuna de 1871.En este proceso, el conservadurismo proveyó a un liberalismo cada vez más conservador algunos conceptos políticos claves, entre ellos, el del nacionalismo. La idea de la nación -que novedosamente se definía en términos étnicos y, especialmente lingüísticos- se transformó no sólo en una fuerza aglutinante para amplios sectores sociales, sino que convirtió en una militante ideología se adueñó de la derecha política. Pero fue fundamentalmente el conservadurismo, atrincherado en las fuerzas armadas, el que configuró un nuevo concepto de nacionalismo agresivo y militante. Dicho concepto se basaba en la idea de la “grandeza de la nación”, grandeza que se establecía a partir de la “superioridad” de una nación sobre las otras.

En esta línea, el concepto de nación pronto derivó en el de raza. Las razas blancas, y en especial las arias, parecían estar llamadas a dominar a los pueblos de color gracias a su “superioridad” y mayor cultura. Dentro de este clima de ideas, el antisemitismo comenzó a extenderse por toda Europa hacia la década de 1880. A fines del siglo XIX, en Europa se comenzaba a conformar una derecha que, en muchos aspectos, parecía anunciar el clima de los futuros años de entreguerras.