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El bien común y la responsabilidad social, Guías, Proyectos, Investigaciones de Ética

Este documento aborda el concepto del bien común, que se define como ciertas condiciones generales que son igualmente ventajosas para todos. Se explora cómo la noción del bien común ha sido un tema constante en la filosofía y la ética de occidente a lo largo del tiempo, con aportes de pensadores como aristóteles, santo tomás, maquiavelo y rousseau. Se destaca la importancia del bien común en contraposición al individualismo, y cómo este concepto impacta en decisiones personales, familiares, comunitarias y públicas. Además, se analiza la responsabilidad social de las empresas y cómo esta puede convertirse en beneficios para la empresa y la sociedad. El documento resalta la necesidad de equilibrar los intereses individuales y el bien común, y cómo esto se relaciona con la ética y la correcta forma de actuar de las personas.

Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones

2021/2022

Subido el 14/11/2022

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Semana 2
Ética y Práctica Profesional
Material compilado con fines académicos, se prohíbe su
reproducción total o parcial sin la autorización de cada autor.
Unidad 3
La convivencia ética,
lugar por excelencia de
la concreción ética
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Semana 2

Ética y Práctica Profesional

Material compilado con fines académicos, se prohíbe su reproducción total o parcial sin la autorización de cada autor.

Unidad 3

La convivencia ética,

lugar por excelencia de

la concreción ética

3. La convivencia ética, lugar por excelencia de la concreción

ética

Desde el apartado anterior quedó claro que la ética se da no sólo en el comportamiento individual, en las acciones que realizamos en busca de nuestro bien auténtico, sino tam- bién en el de nuestro entorno y los que nos rodean. Así, la ética solamente puede mani- festarse en toda su dimensión cuando se realiza en el plano de la vida social, y cuando nos ayuda a resolver problemas relacionados con la forma en que interactuamos con los demás.

3.1 La persona humana: un ser relacional

La persona humana es un ser relacional. La relación entre el individuo y la sociedad es muy estrecha. El ser humano no existe sin la relación que mantiene con los demás que le rodean. Es un ser social que, por más que a veces insista en no desear ni necesitar la compañía de sus congéneres, la requiere como algo fundamental. Se han visto innume- rables casos de gente que, estando aislada, disminuye gran cantidad de capacidades mentales y neurológicas, e incluso su capacidad de reconocerse y distinguirse a sí mismo se ve socavada. Establecemos relaciones “uno a uno” con los demás y formamos vínculos con los grupos sociales a los que pertenecemos, y para lograr comprender cómo ocurren estas relacio- nes podemos explorar la forma en que se establecen mediante ritos, tradiciones o fór- mulas de cortesía. A través del estudio y conocimiento de estas tradiciones, costumbres, términos lingüísticos y muchos otros elementos, podemos comprender qué cosas son las que tienen valor para un grupo determinado. Aquí la Antropología juega un papel importante para la comprensión y el establecimiento de las normas éticas. El punto es entender que la sociedad no existe independientemente del individuo. El individuo vive y actúa dentro de ella, y para que ésta tenga significado y valor, debe sig- nificar la combinación de individuos para el esfuerzo cooperativo, pues “esta visión, la del ser relacional, busca reconocer un mundo que no está en las personas sino en sus relaciones y que en última instancia elimina las delimitaciones tradicionales de separa- ción” (Gergen, en línea). Por otro lado, la sociedad existe para servir a las personas, y no al revés. Es importante entender esto porque a veces parece que las personas se vieran obligadas a mantener funcionando, de manera obligatoria, ciertos sistemas sociales, como si el ser humano fuera su sirviente y no al revés.

ser humano se entiende a sí mismo como un ser aislado, comienza a tener problemas para encontrar sus sentido de vida. Claro que este sentido de vida puede (y debe) estar puesto en nuestra autorrealización, pero sin que esa realización personal se enfoque en algo que tenga que ver con ayudar a otros, corremos el riesgo de sentirnos solitarios y vacíos: En nuestra sociedad sufrimos mucho de soledad. Una parte importante de nuestra vida es un intento por no estar solos: “Hablemos con los demás, hagamos cosas jun- tos para no estar solos”. Pero inevitablemente estamos realmente solos en estas for- mas humanas. Podemos disimular, podemos distraernos, pero eso es caso lo máximo que podemos hacer. Cuando se trata de la experiencia real de la vida, estamos muy solos, y esperar que alguien haga desaparecer nuestra soledad es pedirle demasiado (Gergen, en línea). Pero cuando el ser humano actúa para ayudar a otros, su sentido de vida cobra una nueva dimensión. Ya lo decía Viktor Frankl cuando ayudaba a las personas a encontrar su senti- do de vida después de haber pasado por experiencias terribles, como los sobrevivientes del Holocausto. Agregaba que para él su sentido de vida estaba en ayudar a los demás a encontrar su sentido de vida, y eso lo enriquecía mucho porque es precisamente en el ser relacional que el ser humano adopta su responsabilidad de vida y encuentra, por lo tanto, el sentido. La sociedad se ha convertido en una condición esencial para que la vida humana surja y continúe. La razón es que somos el otro: cada ser humano está en estrecha relación con sus semejantes. Martin Buber así lo expresa cuando habla de que el ser humano, si bien ha creído estar solo, sin dios, en varias etapas de su vida, se tiene a sí mismo. Solamente en el reconocimiento del yo en el otro es que me llamo persona. Así, atribuimos dignidad personal o valor a las personas debido a que en la relación que cada uno de nosotros mantiene con los demás existe la presencia de otra persona. No podemos simplemente abstraer lo que se llama “la persona”. Estamos hablando de una realidad en la que las personas entran en la experiencia, la aspiración, el sentido del yo, de los demás. Referencias Gergen, K. (2016). El ser relacional. Más allá del yo y de la comunidad. NY: Desclée De Brouwer. Hossain, F. and Ali, M. (2014). “Relation between Individual and Society”, en Open Journal of Social Scien- ces, 2, pp. 130-137.

3.2 Exigencias éticas de la relación interpersonal.

El bien común

Uno de los aspectos más importantes de la ética como ciencia que se ocupa del bien hacer entre las personas y hacia ellos mismos es la cuestión del bien común. Muchas de nuestras decisiones se basan en lo que está bien para nosotros, pero no tomamos en cuenta si esa decisión que nos conviene es también algo conveniente para los demás. Aquí debemos hablar del concepto del bien común, aquello que beneficia a la sociedad como un todo, en contraste con el bien privado de individuos y de sectores reducidos de la sociedad. Si bien no se ha trabajado siempre bajo el mismo concepto, la idea del bien común existe desde la era de las antiguas ciudades-estado griegas, y su uso se extiende hasta la filo- sofía más reciente. Platón lo abordaba en sus trabajos, y Cicerón hizo de este tema uno de sus estandartes favoritos en sus famosos Discursos. Ejemplo: Pensemos en países altamente industrializados, como Alemania o Francia, donde el individuo lucha colectivamente por sus derechos, pues sabe que si renuncia a la comodidad individual del silencio logrará un bien común mucho mayor que el individual. En efecto, la noción del bien común niega que la sociedad esté compuesta de individuos que viven aislados y separadamente unos de otros, porque, como ya vimos en el apartado anterior, no es así. Más bien, hemos visto que las personas pueden y deben vivir sus vidas como ciudadanos hondamente enraizados en las relaciones socioculturales que los integran. Tenemos que estar conscientes de que necesitamos siempre una sociedad donde la gente acepta sacrificios modestos por un bien común, en lugar de una sociedad donde el grupo protege egoístamente sus propios beneficios individuales. A todo esto, ¿qué es exactamente “el bien común” y por qué ha llegado a tener un lugar tan importante y a veces polémico en las discusiones actuales sobre los problemas de nuestra sociedad? A grandes, rasgos podríamos decir que el bien común se define como ciertas con- diciones generales que son igualmente ventajosas para todos. La noción del bien común ha sido un tema constante en la filosofía y la ética de occidente a lo largo del tiempo, sobre todo en la obra de personalidades como Aristóteles, Santo Tomás, Maquiavelo y Jean-Jacques Rousseau.

implicado necesariamente en el análisis de la esencia de la sociedad humana. Santo Tomás definió a la sociedad como la unión de los hombres que se reúnen para lograr hacer algo conjuntamente y en beneficio de todos: El hombre es por naturaleza un animal político o social; cosa que ciertamente se pone de manifiesto en que un solo hombre no se bastaría a sí mismo, si viviese solo, en razón de que la naturaleza en muy pocas cosas ha provisto al hombre suficiente- mente, dándole una razón por la cual pueda procurarse las cosas necesarias para la vida, como ser el alimento, el vestido y otras semejantes, para obrar todas las cuales no basta un solo hombre viva en sociedad (Aquino, 1967, p. 85). La noción del bien común se retomó a fines del siglo XV y principios del XVI en la famosa obra de Maquiavelo, El Príncipe. Una de las mayores preocupaciones de Maquiavelo era encontrar la forma de promover relaciones entre nobles y plebeyos para que juntos sirvieran al bien común. El problema político surge del choque entre nobles, que buscan dominar, y plebeyos, que buscan no ser dominados. Están en desacuerdo, pero se necesitan mutuamente para mantener el orden y luchar contra el peligro. Así, Maquiavelo sostenía que asegurar el bien común dependería de la existencia de ciudadanos virtuosos (inventa este concepto). Dado que la comunidad no puede durar si algunos se salen con la suya por completo, el bien común debe servir a todos, y la única forma de garantizar esto es la libertad bajo la ley. Para Maquiavelo, la parte nuclear de su argumento es que la vida política no surge por naturaleza, sino para protegernos de los demás. Por su parte, Rousseau, a mediados del siglo XVIII, escribió sobre la noción del bien común, la cual se logra a través del compromiso activo y voluntario de los ciudadanos, lo cual debía distinguirse de la búsqueda de la voluntad individual de una sola persona. Para este importante pensador, la sociedad sólo puede funcionar en la medida en que las personas tengan intereses en común; por lo tanto, el objetivo final de cualquier Estado es el bien común. Rousseau supone que todas las personas son capaces de tomar el punto de vista moral que les permita apuntar a un bien común y que, si lo hicieran, llegarían a una decisión unánime acerca de lo que conviene a todos. Por supuesto, Rousseau es un hombre de su tiempo, y expresa que el bien común sólo puede lograrse al prestar atención a la voluntad general expresada por el soberano. Desde este punto de vista, el soberano es inalienable:

  • No puede aplazar su poder a otra persona ni ser representado por un grupo más pequeño.
  • Expresa la voluntad general, que nunca coincidirá exactamente con ninguna vo- luntad particular.
  • Como la voluntad del pueblo, el soberano sólo puede existir mientras la gente tenga una voz política activa y directa. Por lo tanto, la voluntad general de los ciudadanos de un gobierno, actuando como un organismo corporativo, debe distinguirse de la voluntad particular del individuo. La autoridad política sólo se consideraría legítima si fuera de acuerdo con la voluntad general y hacia el bien común. La búsqueda del bien común permitirá al Estado actuar como una comunidad moral. Por lo tanto, y como podemos ver, la idea del bien común ha señalado la posibilidad de que ciertos bienes, como la seguridad y la justicia, sólo se puedan alcanzar a tra- vés de la ciudadanía, la acción colectiva y la participación activa en el ámbito público de la política y el servicio público. Muchas religiones también tienen la noción del bien común como uno de sus temas más importantes, pues si bien la religión busca el bienestar espiritual del individuo, también se entiende que no puede ser alcanzado sin involucrarse activamente con los demás, en busca, precisamente, de un bien común. Ejemplo: Pensemos en el cristianismo. Sus mandamientos son claramente normas de vida para poder convivir entre todos de la mejor forma posible. No matar, no desear lo que el otro tiene y no mentir son cuestiones que nos incumben a todos para poder mantener el respeto necesario entre las personas. De forma similar operan otros credos. En el Islam, por ejemplo, el dar limosna, dar hospedaje y ayuda a quien lo necesite son dos de los pilares fundamentales de la religión. Así, para muchas religiones el bien común podría definirse como la suma de aquellas con- diciones de la vida social que permiten a los grupos sociales y a sus miembros individuales el medio para su propia realización. El bien común, entonces, consiste principalmente en hacer que los sistemas sociales, las instituciones y los entornos de los que todos dependemos funcionen de una manera que

gobernar, pero para muchas personas esto involucra una serie de valores con los que no están dispuestos a transigir. E incluso si estuviéramos de acuerdo con lo que todos valoramos, sin duda estaríamos en desacuerdo sobre los valores relativos que las cosas tienen para nosotros. Frente a tal pluralismo, los esfuerzos para lograr el bien común sólo pueden llevar a adoptar o promover los puntos de vista de algunos, mientras excluyen a otros violando el principio de tratar a las personas por igual. Sin embargo, uno de los problemas más grandes al que se enfrenta la búsqueda del bien común es el del individualismo. Nuestra cultura considera que la sociedad está compuesta de individuos independientes que son libres de perseguir sus propios objetivos e intereses sin la interferencia de los demás. En esta cultura individualista es difícil, quizás imposible, convencer a las personas de que deben sacrificar parte de su libertad, algunos de sus objetivos personales y al- gunos de sus propios intereses, en aras del bien común. Incluso, muchas de nuestras tradiciones culturales le otorgan un gran valor a la libertad individual, a los derechos personales y a permitir que cada persona se enfoque únicamente en la obtención de sus beneficios. Ejemplo: Hay ciudades que ya están muy contaminadas, y aun así los automovilistas no dejan de usar sus autos en lugar de usar bici o transporte público. Es más cómo- do ir en mi propio auto. Pero ¿y los demás? ¿Y el daño que puedan causarles las emisiones de mi auto? Es debido a que muchos se niegan a sacrificar la propia comodidad en bien de todos que el planeta está tan desgastado desde hace unos años. Nuestras tradiciones culturales, de hecho, refuerzan a la persona que piensa que no debe contribuir al bien común de la comunidad, con acciones que pueden ser muy sencillas. Es por esto que actualmente la idea del bien común se ha retomado, ya que nos permite hacer muchas preguntas: sobre el mercado y el Estado, sobre la sociedad civil y la Iglesia, sobre el individuo y la comunidad, sobre la participación y la privación de derechos, sobre la forma en que salvaguardamos el futuro del planeta, nuestro hogar común. A partir de aquí, tenemos que replantear la forma en que hacemos las cosas desde

nuestra postura individualista y comenzar a pensar que un pequeño esfuerzo perso- nal será por el bien de la mayoría. Este concepto nos recuerda nuevamente que si queremos llegar lejos, debemos ir juntos. Es claro que en la política mexicana la idea de bien común ha sido desterrada, y actual- mente las personas han sido desvinculadas de una auténtica preocupación por la forma en que se ejerce el poder en México desde ella, por lo que es importante hacerse cons- ciente de la importancia de repasar y mantener vivo este concepto que hemos estudiado, para lograr un verdadero cambio. Como podemos ver, el bien común a veces requiere de acciones muy importantes, como interesarse en la política y tratar de participar activamente en ella, en lugar de simplemente mirar hacia otro lado cuando no nos gusta lo que vemos, en lugar de cambiarlo. La búsqueda del bien común debería impactar todas las decisiones que tomamos en nuestra vida personal, familiar, vocacional, financiera, congregacional, comunitaria y pública. Son esas elecciones individuales y comunitarias, desde cómo criamos a nuestros propios hijos hasta cómo nos relacionamos con nuestras comu- nidades locales, o el aceptar nuestra responsabilidad para elegir a nuestros gober- nantes. Referencias Aquino, T. (1967). Summa contra los gentiles. Buenos Aires: Club de lectores. Chomsky, N. (2016). El bien común. Entrevistas por David Barsamian. México: Siglo XXI.

3.3 Principales actitudes éticas de la convivencia humana

Como hemos visto, la convivencia entre las personas puede llegar a ser difícil, y como decía Maquiavelo, hacen falta hombres virtuosos para que esto suceda. Los hombres a los que se puede llamar de esta manera son los que poseen las siguientes cualidades morales. Lealtad El término lealtad expresa que una persona que se ha comprometido de alguna manera con una cuestión sigue comprometida con ella gracias a que media un sentimiento de respeto y fidelidad hacia dicho compromiso, comunidad, principio moral o persona. Ser leal significa que existe una disposición práctica para persistir en un vínculo asociado a algo intrínsecamente valioso (es decir, que es valioso por sí mismo). La lealtad es una actitud ética muy valiosa porque significa que, sin importar lo difícil que

Es decir, si la ley no prohíbe alguna actitud, idea, comportamiento o forma de actuar, en- tonces nadie tiene por qué sancionarla tampoco. Por ejemplo, algunas personas no están de acuerdo con el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero la ley lo permite en varios lugares, por lo tanto podemos no estar de acuerdo con este actuar, sin embargo, no podemos ni debemos tratar de impedir que ocurra. Ni tampoco debemos insultar a quienes lo llevan a cabo ni a las personas que están a favor. Tenemos derecho de expre- sar nuestro disgusto, pero en términos respetuosos. Honestidad A través de las redes sociales vemos todo el tiempo diversos ejemplos de gente que es honesta y merece por eso el reconocimiento de los demás. También, vemos llamados continuos a serlos, a través de expresar las propias opiniones con sinceridad. Lo triste es que la honestidad se haya vuelto tan rara que cuando alguien la practica es noticia. La honestidad es definida como la imparcialidad y sencillez de conducta. Una persona ho- nesta procura siempre anteponer la verdad en sus pensamientos, expresiones y acciones. Ser honesto es decir la verdad, sin fingimientos ni mentiras. Hacer esto requiere de la con- dición de valorarse a sí mismo y de tener conciencia de lo que realmente es significativo. Ser honesto significa elegir no mentir, robar, engañar o engañar de ninguna manera, por lo tanto, hay que estar muy convencido de que la acción elegida es la correcta, y se deben tener argumentos válidos para ella. Hace falta tener congruencia entre lo que se hace y lo que se piensa, y tanto el pensar como el actuar deben encaminarse a valores positivos. Respeto Cuando hablábamos de tolerancia, mencionábamos que es importante en la medida en que la convivencia entre las partes que no están acordes unas con otras se haga con respeto. Pero ¿qué es el respeto? Es tener “la debida consideración” por las creencias de la otra persona, y tener consideración es poder voltear a mirar lo que otros hacen, dicen o piensan, sin desacreditarlos. A veces, cuando personas de otras religiones llegan a nues- tra puerta a predicar sus creencias, mucha gente no los trata con respeto y eso está mal. Que no compartamos sus ideas no significa que debamos insultarlos. El respeto significa escuchar con amabilidad y discreción, y si no estamos de acuerdo, podemos debatir con calma o simplemente agradecer y retirarnos. El respeto es la llave de oro de la convivencia, pues se refiere a tratar a otros como quisié- ramos ser tratados. Si no queremos que nos insulten o descrediten, no debemos hacerlo con los demás, sin importar qué tan lejos estemos de sus ideas.

3.4 Responsabilidad social

En la actualidad, muchas empresas han tenido que luchar contra el escrutinio público que inquiere acerca de la calidad de sus productos o del bien que estos hacen a la sociedad. Ejemplo 1 Uno de los ejemplos más notables es el de Coca Cola, debido a que se cuestiona mucho que sus productos tengan grandes cantidades de azúcar y que provocan obesidad en las personas, por lo que su consumo no debería ser promovido, y la empresa ha tenido que equilibrar esta mala publicidad al punto de involucrarse en campañas de responsa- bilidad social, por ejemplo, a favor de la naturaleza. Lo que Coca Cola está haciendo es hacerse eco de la idea de que las empresas deben equilibrar las actividades lucrativas con actividades que beneficien a la sociedad. Ejemplo 2 Otra forma de ser socialmente responsable es a la manera de Cemex, donde este concep- to ha significado que las personas y las organizaciones se pueden comportar éticamente y con sensibilidad hacia los problemas sociales, culturales, económicos y ambientales. Así, Cemex está en el top de las empresas con responsabilidad social porque ha trabajo mucho para tener varios programas para sus empleados, como voluntariado corporativo, campañas mensuales de salud y hasta un comedor con comida nutritiva. Pero la responsabilidad social no se reduce a esto. Significa también hacerse responsable de sus productos hasta donde más se pueda. Éste es el ejemplo de Hewlett-Packard, donde adquirir responsabilidad social implica poseer un buen programa para el manejo de residuos, especialmente con la basura elec- trónica, con lo que la empresa es capaz de desarrollar negocios que tengan una relación positiva para con la sociedad en la que opera. Entonces, ¿qué es la responsabilidad social? Podríamos definirla como “Actuar con preocupación y sensibilidad, consciente del impacto de sus acciones en los demás, especialmente en los desfavorecidos” (Entrepeneur). Hasta aquí, como podemos ver, la responsabilidad social se desempeña en dos ámbitos:

  • uno está al interior de la empresa, donde un buen puntaje lo obtienen aquellas que otorgan beneficios y un muy buen trato a sus empleados, dándoles lugares seguros y cómodos de trabajo, buenas prestaciones, promocionar la salud y la buena alimen- tación entre ellos y asegurándose de que el empleo sea parte de su construcción de sentido de vida, y no solamente un empleo pesado. Obviamente, esto repercute a la larga en beneficios para la empresa. Empleados felices trabajan mejor, se enferman

consumidores pueden “olerse” desde lejos una falsa inversión.

  1. En breve, requerirán pruebas, no sólo fotografías, sino datos, videos, testimonios, noticias y otras evidencias de que en verdad la empresa se ha inmiscuido en alguna práctica benéfica para la comunidad. Así, en el caso de las empresas, la responsabilidad social se conoce como respon- sabilidad social corporativa (RSE), y ha demostrado ser un pilar efectivo en la cons- trucción y sostenimiento de una buena reputación empresarial. Incluso, algunos in- versionistas utilizan la responsabilidad social de una empresa, o la falta de ella, como un criterio para decidir si invierten o no en dicha empresa. Pero la responsabilidad social no es algo que les atañe únicamente a las empresas. Fi- nalmente, como hemos visto en los apartados anteriores, todos formamos parte de una comunidad, la cual puede ser, desde un pueblo o una pequeña ciudad hasta el complejo residencial en una enorme ciudad, es decir, la zona donde vive cada uno de nosotros, y cada comunidad vive su propia vida, que se somete a un proceso de desarrollo todo el tiempo. Todos nosotros podríamos participar en ese desarrollo de diferentes maneras, por ejemplo, participando en la limpieza de la calle, barriendo nuestra entrada, partici- pando en la organización de un evento de beneficencia, comprendiendo con la historia y riqueza de nuestra ciudad o promoviendo la prestación de servicios sociales a animales abandonados o personas mayores. La responsabilidad social individual también podría expresarse al hacer donaciones sig- nificativas para las causas de la sociedad, culturales o ecológicas, y no sólo donar dinero, sino también nuestro tiempo. Así, como podemos ver, la responsabilidad social individual incluye el compromiso de cada persona con la comunidad donde vive, que puede expresarse como un interés por lo que está sucediendo en la comunidad, así como en la participación activa en la solución de algunos de los problemas locales. Recordemos, como vimos en el apartado anterior, que finalmente estas acciones se hacen para el bien común, y el hecho de que todos formen parte activa de ello repercute en un beneficio para todos. Ejemplos: La esterilización de perros y gatos, a la larga, significará menos animales aban- donados en las calles, lo que significa que habrá menos riesgos de zoonosis, es decir, de enfermedades transmisibles a los humanos, como rabia, pulgas, garra-

patas, y menos contaminación por los desechos de los animales en las calles. Entonces, la responsabilidad social significa que las personas y las empresas tienen el deber de actuar en el mejor interés de sus entornos y la sociedad en general. Referencias Navarro García, F. (2012). Responsabilidad social corporativa. Madrid: ESIC.

3.5 La conciencia del otro. El prójimo, su dignidad y su

libertad

Hemos hablado ya extensamente acerca de lo importante que es que estemos cons- cientes de que el ser humano no existe como un ente individual, aislado del resto, sino que estamos inmersos en la cultura y la sociedad. Por lo tanto, nuestro actuar tiene que ir acorde a mantener la armonía y la cordialidad en la medida de lo posible. Para ello, debemos ser conscientes de que el otro, aquel que está fuera de mí, si bien es una persona diferente de mi ser, con una vida e historia distintas a las mías, es también una persona, un ser humano. Por lo tanto, el trato que le demos es el trato que nos damos a nosotros mismos. Ejemplos: Pongamos por ejemplo a las personas que van en el tráfico insultando a todo mundo, desesperados porque todos se quiten para que ellos puedan pasar. Pero el trato que dan a los otros automovilistas repercute mucho más en ellos mismos que en los otros. Porque, hagan lo que hagan las personas que insultan, el resto de los autos no se moverán; en cambio, existe el riesgo de que alguien se enoje y agreda al que insulta, como ya se ha visto. Además, el trato que esa persona da a los otros refleja el trato que él ha tenido toda su vida. Hacemos aquello que sabemos y si lo único que conocemos y recibimos son el maltrato y un compor- tamiento desvalorizado, entonces eso será lo que demos a los demás. Existe un concepto que se llama la “otredad”. Para abordar este concepto, pensemos que los individuos y grupos se apropian las categorías sociales establecidas dentro de sus grupos de convivencia, como sus identidades culturales, étnicas, de género, de clase, etc.

domina con su trascendencia, es también el extranjero, la viuda y el huérfano con los cuales estoy obligado" (Lovo, 1999). El ser humano tiende a reconocer sólo lo que vive dentro de él, y si lo que vemos en el otro es odio y mentira, es porque eso es a lo que hemos estado acostumbrados toda nuestra vida. En cuanto nos abrimos a la experiencia y a la posibilidad de que en nosotros exista amor, comprensión y respeto, encontraremos eso en los demás. Referencias Lovo, C. M. (1999). “La ética como filosofía primera”, en E. Levinas, Theorethikos. Revista Web de la Uni- versidad Francisco Gavidia, enero-febrero 1999.

3.6 Ethos y Eros, el valor ético del amor

Este último punto del bloque se refiere a la relación estrecha entre el amor y la ética. Veíamos desde el primer bloque que ética proviene de ethos, palabra griega que significa “costumbre y conducta”, de ahí que la ética sea la ciencia que se ocupa de la correcta y adecuada forma de actuar de las personas.

  • Por un lado, en cuanto al amor, si se le ve sólo como un fenómeno físico-químico que ocurre entre dos o más personas, sin conexión con una filosofía universal u on- tológica, corre el riesgo de ser un concepto problemático para ser puesto dentro de los límites de estudio de la ética.
  • Si, por otro lado, se considera como la base ontológica de los actos de ética, enten- deremos entonces por qué el amor ha sido la base para configurar sistemas religiosos y filosóficos a lo largo de la historia. Comencemos a hablar del amor a uno mismo, el cual es fundamental para poder entregar amor a los demás. Cuando la gente se ama a sí misma, cuando tiene un buen autocon- cepto y una buena autoestima, entonces la calma entra en su vida y es capaz de ver en los demás las mismas cualidades buenas que ve para sí mismo. Es entonces cuando asume que el otro, aunque es diferente y está más allá de sus límites, con sus propios intereses y su libertad, de todas formas está en estrecha relación con la primera persona. Porque cuando se asume que el otro no está tan distante de mí mismo, al grado que me puedo reconocer un poco en él, que soy capaz de actuar con amor hacia esa otra persona.

El amor es la base fundamental de la ética. Al mismo tiempo, el amor es uno de los valo- res éticos fundamentales. No por nada es la base de muchas religiones en el mundo. A través de un comportamiento ético, lo que vemos es la expresión de los propios valores. Tomemos en consideración que, desde el punto de vista de la ética, el amor es altamente meritorio cuando busca la felicidad ajena, aun en medio de sacrificios personales. Es aquí donde entra la parte donde hablábamos de que es bueno buscar el bien co- mún a cambio de un pequeño esfuerzo personal. En cambio, como también hemos visto, insistir en la propia comodidad, a sabiendas de que ésta puede derivar en mo- lestias o daños para los otros, se convierte en una simple satisfacción hedonista que sólo pretende el propio placer. Pero precisamente la distinción entre lo placentero y el amor es la clave. El placer es tan pasajero, es sólo la sensación de un instante. Es embriagador, pero no trasciende. En cambio, el amor sí lo hace, enriquece a largo plazo y en gran medida. Podemos retomar también la idea de la alteridad que veíamos en el tema anterior, en donde amar es afirmar al otro , porque al amar a otro, estamos permitiéndole ser distinto, y al mismo tiempo le respetamos por eso. Es por esta razón que se insiste tanto en que amar es en realidad querer un bien para otro. El amor como benevolencia y desinterés consiste en afirmar al otro, querer que el otro crezca y se desarrolle. Esta forma de amor no refiere al ser amado a las propias necesidades o deseos, sino que lo afirma en sí mismo, en su alteridad.