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Aqui el texto que narra el juicio a las brujas de Salem- EEUU
Tipo: Apuntes
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Este libro es una guía práctica y accesible para saber más sobre el juicio de las brujas de Salem, que le aportará la información esencial y le permitirá ganar tiempo.
Jonathan Duhoux, 2017 Traducción: Elena Muñoz Galvez Retoque de cubierta: Skynet
Editor digital: Skynet ePub base r2.
¿Cuándo? En 1692. ¿Dónde? En Salem, Massachusetts (Nueva Inglaterra). ¿Contexto? La historia colonial estadounidense. ¿Principales protagonistas? Los habitantes de Salem Village y sus alrededores. ¿Repercusiones? La condena a muerte de 19 personas, la muerte de otras 8 y el encarcelamiento de más de 150 sospechosos. El declive de la influencia de los puritanos en el ámbito político. La prohibición de presentar acusaciones por brujería en Nueva Inglaterra.
En el siglo XVII, Massachusetts es una colonia próspera y un refugio para los puritanos que huyen de las persecuciones de las que son objeto en Inglaterra. Los colonos ingleses fundan florecientes ciudades como Salem, no lejos de Boston. Sin embargo, son hostigados sin cesar por los franceses y los indios, y estos conflictos constantes hacen brotar un clima de ansiedad. Tanto es así que, en enero de 1692, unas simples crisis de histeria provocan en la población de Salem Village una psicosis sin precedentes. Varias niñas presentan unos extraños síntomas: la hija y la sobrina del reverendo Parris parecen estar poseídas por demonios. Al ser interrogadas, las niñas revelan el nombre de varias brujas. Una de ellas, la criada de las dos niñas, pronto confiesa a los magistrados y admite haber hecho un pacto con el diablo, quien le obliga desde entonces a atormentar a sus jóvenes amas. Afirma, además, que existen muchas otras brujas. Los habitantes están atemorizados y piensan que Satán busca destruir la nueva tierra de los puritanos. Los magistrados se muestran implacables ante la brujería y encarcelan a más de 150 acusados, de los que 19 serán ahorcados.
Aunque se trata de un hecho limitado, este asunto pronto queda registrado en el imaginario colectivo y, aún hoy, tres siglos después, sigue marcando las
Desde siempre, las brujas han ocupado un importante lugar en el imaginario colectivo. Pese a ser a menudo descritas como inofensivas, con capacidades curativas, e incluso como marginales, han sido perseguidas desde la noche de los tiempos. En el Antiguo Testamento, las prácticas de brujería se consideran como abominaciones, y aquellos que las practiquen «será(n) condenado(s) a muerte […]» (Levítico 20: 27), pero la figura de Satán está poco presente. El Nuevo Testamento mantiene el mismo código de conducta y también condena la práctica de la magia.
La imagen del diablo como antítesis de Dios y príncipe de las tinieblas se debe a los cristianos. El Maligno perturba a los débiles, corrompe su alma y encarna una amenaza material contra el ámbito espiritual. Cuando la fe del cristiano se debilita, Satán puede, con su malicia, alejarle del camino recto para conducirle al infierno. No obstante, en los primeros siglos de la Edad Media, la Iglesia se atiene a las consideraciones teóricas y rechaza los testimonios de brujería como peroratas de ancianas.
Pero el trágico episodio de la peste negra (1346-1352) que diezma Europa, en el que mueren cerca de 25 millones de personas, socava las certezas y creencias existentes. Pese a que la enfermedad es un fenómeno general, la Inquisición inventa el satanismo como un culto organizado y hostil a Dios. La Iglesia mezcla alegremente nociones de brujería y de herejía, lo que le permite juzgar cualquier incumplimiento de la fe como una perversión del Maligno. Para los inquisidores, la brujería concierne sobre todo a las mujeres: se les considera más débiles y susceptibles a la sugestión y a las pasiones, por lo que son víctimas que entregan su alma al diablo con más facilidad. De forma paralela, los teólogos generan una abundante literatura demonológica; una de las obras más célebres es el Malleus Maleficarum («Martillo de las Brujas») publicado en 1487, en la que se detalla toda la información necesaria para detectar y eliminar brujas.
CONTRA LA HEREJÍA La Inquisición es un tribunal eclesiástico encargado de perseguir las herejías contra la fe católica. Se crea en el siglo XII y se institucionaliza por completo con el IV Concilio de Letrán (1215), en el que se detallan los procedimientos a seguir. Las penas van desde unos rezos hasta la condena a muerte, según la gravedad de la falta cometida y las pruebas de culpabilidad. Aunque es cierto que la Inquisición recurre de forma habitual a la tortura, su reputación es exagerada por los opositores a la Iglesia católica romana. Los inquisidores son mucho menos violentos de lo que cuentan las leyendas y mucho más clementes con las brujas que los tribunales civiles de los siglos XVI y XVII.
En el imaginario colectivo, las brujas se reúnen en el bosque para participar en aquelarres. Estos son escenario de grandes orgías y monstruosidades de todo tipo: las brujas utilizarían trozos desgarrados de carne para preparar brebajes maléficos, fornicarían con Satán para engendrar ralea demoníaca y serían capaces de echar maldiciones con una sola mirada. Los demonólogos recomiendan una represión violenta para hacer frente a este enemigo. Miles de mujeres, coaccionadas bajo tortura y para poner fin a su suplicio, terminan por confesar lo que sus torturadores sugieren.
A finales del siglo XVII, disminuyen en Europa los juicios por brujería y las hogueras se apagan por completo a lo largo del siguiente siglo, el de las Luces, bajo el estímulo de la Ilustración. En América, sin embargo, los colonos europeos se enfrentan a un nuevo mundo, misterioso y hostil, que hace resurgir miedos ancestrales.
AMÉRICA, TIERRA DE HEREJÍAS
A finales del siglo XVI, Inglaterra parte a la conquista del mundo y coloniza nuevos territorios. Para ello se apoya en una poderosa flota, la Navy Royal (que en 1660 se convierte en la Royal Navy), que afianza su superioridad durante el siglo XVII.
Durante el reinado de Jacobo I (1566-1625), rey de Inglaterra desde 1603, los británicos inician la conquista de América con el objetivo de estimular su economía mediante el desarrollo demográfico. Así, aumentar la población se convierte en una prioridad y los ingleses fundan trece colonias a lo largo de la costa oriental.
Inglaterra de católicos y ambicionan hacerse con el poder para imponer su visión de la sociedad. Como consecuencia de estas persecuciones, los puritanos se exilian en masa a Massachusetts, una nueva tierra que les permite forjar un mundo de acuerdo a sus ideales.
Tras establecer Plymouth, un pequeño grupo de colonos puritanos funda Salem en 1628, en las fértiles tierras de la bahía de Massachusetts. La carta de la Compañía de la Bahía de Massachusetts, negociada con habilidad con el rey, les permite ser prácticamente independientes de Inglaterra. Los colonos, para obtener el derecho a residir en estas tierras, tienen que firmar un contrato en el que se comprometen a obedecer los preceptos puritanos: creer en el único Dios verdadero, trabajar duro, ser riguroso y disciplinado y defender la libertad. Los puritanos ponen en primer plano la ética del trabajo y el sentido del ahorro, mientras que los signos externos de riqueza son el reflejo del mérito personal y de una aprobación divina.
UNA IMAGEN DISTORSIONADA SOBRE LOS PURITANOS Aunque es cierto que los puritanos son severos y rigurosos, muchas de las ideas que se tiene sobre ellos están distorsionadas. Pese a predicar la moderación, los puritanos no llevan una vida monacal. No rechazan las prácticas sexuales, sino que las alientan en el marco del matrimonio. Tampoco rechazan el consumo de alcohol, siempre que su consumo sea razonable. Además, los puritanos tampoco visten siempre de negro, pese al estereotipo transmitido por Hollywood. Estos prejuicios están tan arraigados que, hoy en día, el término «puritano» es sinónimo de castidad, austeridad, pudor y privación.
La población, en su mayoría agraria, crece con rapidez gracias a la llegada de nuevos inmigrantes. La ciudad se extiende cada vez más y pronto forma varias comunidades: la principal y más próspera es Salem Town; los terrenos más aislados se agrupan en Salem Village, también llamada Salem Farms (hoy en día Danvers). Es en esta última comunidad donde tienen lugar los dramáticos sucesos de 1692.
El Mal se manifiesta por primera vez en Salem Village en el mismo seno de la casa parroquial. El lugar lo ocupan desde 1689 el reverendo Samuel Parris (1653-1720), su familia y sus criados. El reverendo Parris es un hombre bastante amargado que no asume sus varios fracasos: la devastación de su plantación de Barbados (isla del mar Caribe) por un huracán y la quiebra de su sociedad mercantil en Boston. Tras convertirse en ministro del culto con la esperanza de cosechar por fin algo de prestigio, se le asigna Salem Village. Esta difícil comunidad, que desconfía de los extranjeros y vive al ritmo de los conflictos entre dos grandes familias, los Putnam y los Porter. Parris, decepcionado por no conseguir sus aspiraciones, vierte con frecuencia su frustración en los sermones.
Los inviernos son duros en Massachusetts, y el de 1691-1692 no es una excepción. Elizabeth (Betty) Parris, de 9 años e hija del reverendo Parris, y Abigail Williams, de 11 años y sobrina del mismo, pasan sus largos días en compañía de la criada de la familia, Tituba. Esta amerindia que el reverendo Parris se trajo del Caribe da un cierto prestigio a su familia, ya que no es frecuente tener sirvientes en Salem Village. Para divertir a las niñas, Tituba les cuenta historias de su infancia y hace pequeños juegos de magia.
en el origen de su maleficio. Un día, durante una crisis de convulsiones, Betty murmura el nombre de Tituba. Abigail y las otras niñas, probablemente influenciadas por las sugerencias de sus interrogadores, rompen su silencio y señalan con unanimidad a la criada y a otras dos atormentadoras, Sarah Good (1653-1692) y Sarah Osborne (1643-1692). Entonces, varios habitantes de Salem Farms presentan una denuncia por brujería y, el 29 de febrero de 1692, los magistrados emiten órdenes de arresto. Las sospechosas son interrogadas a partir del día siguiente.
Las tres mujeres corresponden a la perfección al perfil de brujas contenido en el imaginario popular. La primera, Tituba, es india, por lo que, de nacimiento, es de naturaleza impía y está destinada a servir al diablo. La segunda, Sarah Good, es una mendiga a la que todo Salem Village desprecia. Es agresiva y sucia, y murmura continuamente palabras incomprensibles; además, ya es sospechosa de haber provocado una epidemia en el seno del rebaño de una granja. En cuanto a la tercera, Sarah Osborne, aunque proviene de un medio respetable, ha ofendido al orden moral puritano con su comportamiento. La vieja dama habría tenido un amante mucho más joven que ella, antes de enviudar y casarse con él. Y, peor aún, apenas frecuenta la iglesia.
Dos magistrados de Salem Town, John Hathorne (1641-1717) y Jonathan Corwin (1640-1718), llevan a cabo los interrogatorios. Ambos son adjuntos en el Tribunal General de Massachusetts y nunca han tratado temas de brujería, bastante raros en Nueva Inglaterra.
LA BRUJERÍA EN NUEVA INGLATERRA Los juicios de Salem Village no son los primeros hechos relacionados con la brujería que tienen lugar en Nueva Inglaterra. Sin embargo, normalmente las autoridades hacen prueba de una gran moderación en la materia, conscientes de que las difamaciones entre vecinos son corrientes. Entre 1648 y 1692, se contabilizan menos de cien condenados por este motivo, de ellos solo cinco en Massachusetts. En general, las brujas condenadas son ahorcadas, como era la costumbre en Inglaterra.
El 1 de mayo de 1692, la meeting house , que es al mismo tiempo iglesia y lugar de reuniones públicas, se encuentra abarrotada. Aunque muchos habitantes son bastante escépticos con estas acusaciones de brujería, los magistrados consiguen sembrar la duda entre los asistentes mediante preguntas insidiosas. Las sospechosas parecen tener problemas para
pronunciar la palabra «Dios» y las equivocaciones de dos de ellas son percibidas como embustes. Por otra parte, las niñas poseídas, presentes en la sala de audiencias, gritan que están siendo atormentadas por los espectros de tres mujeres; las jóvenes tienen convulsiones, les rechinan los dientes y se arrastran por el suelo mientras sus músculos se retuercen con dolor.
Pese a todo, la sorpresa es grande cuanto Tituba, en vez de defenderse, confiesa directamente sus crímenes: «El Diablo vino a buscarme y a pedirme que le sirviera» (Crete 1995, 66). Continúa con su testimonio y cuenta que un hombre vestido de negro le ofreció numerosos regalos a cambio de que le sirviera durante seis años. El desconocido abrió entonces un libro en el que Tituba trazó una marca con su sangre. La criada amerindia afirma que en el libro había muchas otras firmas, entre ellas las de Sarah Good y de Sarah Osborne. Las pruebas se consideran lo suficientemente contundentes y los magistrados Hathorne y Corwin envían a las tres mujeres a la prisión de Boston. Se siembra así el germen de la locura en las mentes de los habitantes de Salem. Pronto, algunos afirman que, dado el número de firmas que, según Tituba, contiene el misterioso libro, podría tratarse de un complot satánico dirigido a destruir Salem.
EL BAILE DE ACUSACIONES
Pese a que Tituba, Sarah Good y Sarah Osborne están encerradas a una treintena de kilómetros de Salem Village, el estado de las cuatro niñas no mejora demasiado. Sin duda, los remordimientos y el miedo les corroen, y siguen siendo presas de crisis de convulsiones y alucinaciones. Lo que todavía es más inquietante es que parece que otras seis niñas son también víctimas de posesiones: Mary Warren, Mary Walcott, Susannah Sheldon, Mercy Lewis, Sarah Churchill y Elizabeth Booth. El Mal también ataca a mujeres de más edad: Sarah Biber, la señora Pope, la señora Goodall y la señora Putman, que es la madre de Ann Putman Jr., una de las niñas poseídas. La señora Putman, que se ha visto perjudicada por una herencia y está insatisfecha con su posición, rebosa cólera y frustración. Está obsesionada por su deseo de venganza y se convence de que su mala suerte es fruto del complot satánico que pesa sobre Salem Village. En tiempos normales, esta persecución de brujas se habría detenido con el encarcelamiento de las tres
¿SABÍAS QUE…? En demonología, los familiares son animales de pequeño tamaño mediante los cuales el diablo transmite poderes a sus víctimas.
A continuación, es Rebecca Nurse (1621-1692) quien pasa por el banquillo de los acusados. Mujer respetada, devota y caritativa, nadie veía en ella a una bruja. Pero el interrogatorio de Dorcas Good ha dejado huella: si el diablo puede corromper a una niña de cinco años, también es posible que consiga arrastrar a su causa a una mujer devota. Por si acaso, Rebecca Nurse es enviada a prisión.
Se encadenan las acusaciones, y el asunto adopta tales dimensiones que, para poder acoger a más gente, se desplazan las audiencias al meeting house de Salem Town. Otros magistrados, como el juez Samuel Sewall (1652-1730) y su hermano Stephen (1657-1725), vienen a ayudar en los interrogatorios. El juez Samuel Sewall, que tiene una reputación de sabio e indulgente, no consigue calmar la situación. Las poseídas continúan su macabro juego, alimentado por las ambiguas cuestiones de los magistrados, el resentimiento del reverendo Parris y el delirio obsesivo de Ann Carr Putman.
Retrato del juez Samuel Sewall.
No solo se señalan brujas en Salem, sino también en otras ciudades y pueblos de los alrededores. En algunas acusaciones no cabe duda, como la de Bridget Bishop (1632-1692), una posadera que probablemente asesinara a su marido y que, según los rumores, practica la magia negra. Otras, sin embargo, son más sorprendentes, como la de Mary Easty, vecina caritativa y uno de los pilares de la iglesia. Otras son incluso más inverosímiles, como las acusaciones contra Philip English (nacido en 1651), un rico armador de Salem, contra el ministro del culto George Burroughs (1652-1692) o incluso contra el capitán John Alden (1626-1702), héroe de varias guerras contras los indios. Salem parece haber sucumbido a la locura.
Bridget Bishop representada en una litografía.
SENTENCIAS Y CONDENAS
A principios del año 1692, Massachusetts tiene que negociar una nueva carta con Inglaterra y la vida política en Salem queda suspendida. No hay autoridades legales y los tribunales de Massachusetts no pueden emitir veredictos, así que las primeras inculpadas pasan largos meses en las
consideran que la prueba espectral no es suficiente para condenar a una bruja. Los ministros del culto desconfían de las denuncias públicas e insisten en la necesidad de referirse a pruebas tangibles. Por el contrario, para los magistrados Stoughton y Hathorne, el sufrimiento de las aquejadas es prueba más que suficiente de la culpabilidad de los sospechosos.
El 2 de junio de 1692, la posadera Bridget Bishop es la primera en ser juzgada. Sin ninguna sombra de duda, los jurados la declaran culpable pese a que ella no deja de proclamar su inocencia. Es condenada a muerte y, el 10 de junio, Bridget Bishop es ahorcada en Gallow’s Hill, una colina alejada de la ciudad en la que se han instalado las horcas.
No todos los inculpados son condenados con la misma unanimidad. Así, Rebecca Nurse, una anciana dama de la que todos los vecinos elogian su gentileza y devoción, consigue ganarse la clemencia del jurado y es declarada no culpable. Pero el veredicto provoca un gran estruendo de gritos. Las aquejadas sufren convulsiones y, mientras sus miembros se retuercen, piden la muerte de Rebecca Nurse. El juez solicita la revisión del veredicto para que cese el tormento de las víctimas. El 19 de julio, es conducida a Gallow’s Hill para ser ahorcada, junto con otras cuatro condenadas, entre ellas Sarah Good.
Grabado del juicio de Salem.
La condena a muerte de una mujer como Rebecca Nurse provoca el pánico. El hecho de que una practicante tan virtuosa pueda ser ahorcada quiere decir que nadie está a salvo. Algunas familias deciden dejar Salem antes de que la situación empeore todavía más. Otros habitantes, por miedo a afrontar las preguntas de los magistrados, se marchan también tras haber sido señalados por las aquejadas. En general, los más ricos consiguen abandonar la jurisdicción y se refugian en ciudades como Nueva York. Pero las autoridades persiguen a los fugitivos y, a veces, consiguen darles alcance. Por otro lado, varios de los encarcelados, entre ellos el rico armador Philip English y el capitán John Alden, consiguen escapar de la prisión.
Mientras tanto, los juicios continúan. Cinco personas son ahorcadas en agosto y otras ocho en septiembre. Las sentencias no pueden seguir el ritmo desenfrenado de las acusaciones: los niños denuncian a sus padres, los maridos desconfían cada vez más de sus mujeres, los pobres se vengan de los poderosos… En total, cerca de 150 personas son encarceladas por brujería. Además de los diecinueve ahorcamientos, siete personas mueren mientras estaban detenidas. Asimismo, un anciano llamado Giles Corey (1611-1692) se niega a testificar en el juicio contra su mujer, Martha, y es condenado a ser torturado. Fallece tras agonizar tres días, con la caja torácica aplastada por las piedras. Su muerte eleva a 27 el número total de víctimas en estos juicios por brujería.