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Tipo: Diapositivas
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“ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1ª de Pedro 1:20) La Biblia presenta a Jesús como sacrificado, o inmolado, “desde el principio del mundo” (Ap. 13:8). Esto no significa que Jesús murió cuando el mundo fue creado, sino que – como dice Pedro – fue “destinado” para ofrecerse como sacrificio antes de que el hombre pecase (1P. 1:20). Al igual que el cordero pascual era separado y apartado el día 10 para ser sacrificado el día 14, Jesús estuvo preparado desde el principio para el momento en el cual tuviese que ser sacrificado. Gracias a esa preparación anticipada, Dios pudo enseñar los rudimentos de la salvación a través del sistema de sacrificios, y ofrecer así esperanza y salvación aún antes de que se consumase el sacrificio de Jesús en la cruz.
“Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (Juan 19:30) El camino a la cruz estuvo sembrado de humillación y agonía, que Jesús soportó voluntariamente (Flp. 2:8). Después de inspirar a los hombres para que crucificasen al Salvador, Satanás los instigó para que le tentasen a descender de ella para salvarse (Mt. 27:42). ¿Podría Jesús haber descendido de la cruz y salvarse? Sí. Pero sabía que su salvación hubiera sido la perdición de la humanidad. Decidió morir para salvar incluso a aquellos que le estaban pidiendo (sin saberlo) que no les salvase. Con las palabras “consumado es”, Jesús anunció la victoria sobre el mal y el pecado.
“Cuando Cristo exclamó: ‘Consumado es’, los mundos que no habían caído quedaron asegurados. Por ellos se libró la batalla y se ganó la victoria. En lo sucesivo, Satanás no tuvo lugar en los afectos del Universo. El argumento que había presentado (que la abnegación era imposible para Dios y, por lo tanto, era injusto que la requiriera de sus inteligencias creadas) fue respondido para siempre. Los reclamos de Satanás quedaron de lado para siempre. Se garantizó la lealtad eterna del Universo celestial […] Mira al Calvario. Cristo murió por ti, ¿y que mayor evidencia del amor de Dios podríamos encontrar que la que nos fue dada en la vida, muerte e intercesión de Jesús?” E. G. W. (The Review and Herald, 12/3/1901 y 5/5/1891)
Ninguno de los millones de animales sacrificados desde el pecado de Adán y Eva hasta el 14 de nisán del año 27 d.C. podía quitar el pecado (Heb. 10:1-4). Solo el propio Creador podía ofrecerse como sustituto del pecador, y pagar el castigo por su pecado: la muerte eterna (Ro. 6:23). Su muerte fue única e irrepetible. Suficiente para perdonar cualquier pecado, tanto de los que se cometieron antes de ella, como de los que se cometieron después (Heb. 9:24-28). Suficiente para perdonar mi pecado (Hch. 10:43).
“Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1ª de Corintios 1:18)
Es la revelación suprema de la justicia de Dios contra el pecado (Ro. 3:21-26) Es la revelación suprema del amor de Dios por los pecadores (Ro. 5:8) Es la gran fuente de poder para romper las cadenas del pecado (Ro. 6:22-23) Es nuestra única esperanza de vida eterna (1Jn. 5:11-12) Es el único antídoto contra una futura rebelión en el Universo (Ap. 7:13-17)