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enfermedades de transmision sexual
Tipo: Apuntes
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Las dos especies de Treponema que producen enfermedad en el ser humano son 2 :
Es una infección bacteriana sistémica de evolución crónica que alterna períodos sintomáticos, generalmente cortos, y períodos asintomáticos de duración variable. ■ : Producida por Treponema pallidum, bacteria que se transmite por vía sexual y maternofetal. Otras especies de treponema producen las treponematosis endémicas que se transmiten por contacto cutáneo y dan lugar al bejel o sífilis endémica (Treponema pallidum endemicum), al buba o pian (Treponema pallidum pertenue) o al mal de pinto (Treponema careatum). Son bacterias de forma helicoidal, largas y finas, y presentan entre 6 y 14 espiras o espirales. Son espiroquetas finas enroscadas (0,1 a 0,2 × 6 a 20 mm) con extremos rectos puntiagudos. En cada uno de ellos se insertan tres flagelos periplásmicos. El citoplasma está rodeado por una membrana trilaminar, cuya lámina externa es rica en fosfolípidos y lipopolisacáridos y pobre en proteínas. Gracias a los flagelos insertados en ambas puntas y que recorren toda la bacteria, el organismo realiza un movimiento rotatorio característico (movimiento en sacacorchos). ■ Treponema pallidum penetra por las mucosas intactas o por la piel lesionada, alcanza el sistema linfático y se disemina a todo el organismo por vía sanguínea. Después de un período asintomático produce lesiones mucocutáneas con sintomatología general. Tras un nuevo período asintomático puede evolucionar a un tercer estadio con afección predominantemente neurovascular. Aunque una serie de lipoproteínas están ancladas en la membrana citoplásmica bacteriana, la mayor parte o todas ellas no se exponen en la superficie de la membrana externa. Por tanto, no presentan antígenos específicos de especie en la superficie celular, lo que les permite evadir al sistema inmunitario. Aunque las bacterias consiguen resistir a la fagocitosis, pueden adherirse a la fibronectina del hospedador, lo que permite la interacción directa con los tejidos del mismo. La mayor parte de los investigadores consideran que la destrucción tisular y las lesiones observadas en la sífilis son principalmente consecuencia de la respuesta inmunitaria del paciente ante la infección. La evolución clínica de la sífilis se divide en tres fases.
La lesión primaria de la sífilis es el “chancro”. El chancro sifilítico inicial se desarrolla en el lugar de inoculación de las espiroquetas. Las lesiones se desarrollan 10-90 días tras la infección inicial y aparecen inicialmente en forma de pápula, pero después se erosionan para convertirse en una úlcera indolora con bordes elevados. En la mayoría de los pacientes se desarrollan linfadenopatías regionales indoloras entre 1 y 2 semanas después de la aparición del chancro, un foco local para la proliferación de las espiroquetas. En el chancro están presentes numerosas espiroquetas que se pueden diseminar en el organismo a través del sistema linfático y de la sangre. El hecho de que la úlcera se cure de manera espontánea a lo largo de los 2 meses siguientes proporciona al paciente una sensación de falso alivio. La localización más habitual es el área genital: pene y más específicamente, glande y surco balano-prepucial en los varones, y vulva, periné y cérvix en las mujeres. En los hombres que tienen relaciones con hombres, es frecuente la afectación anorrectal y también la extragenital, siendo los labios la zona más frecuentemente afectada. Los chancros extragenitales tienden a ser dolorosos, menos indurados y de bordes más sobreelevados. Cuando la afectación es anal o de genitales internos en la mujer, las adenopatías se localizan en profundidad, en zona ilíaca o perirrectal. Dejado a su evolución, el chancro cura en aproximadamente 3-6 semanas sin dejar cicatriz (o con una leve cicatriz indurada).
Los indicios clínicos de la enfermedad diseminada denotan el comienzo de la segunda fase de la sífilis. Se desarrolla habitualmente entre 4 y 10 semanas después de la aparición del chancro. Se presenta de forma característica un síndrome seudogripal con dolor de garganta, cefalea, fiebre, mialgias (dolores musculares), anorexia, linfadenopatías (inflamación de los ganglios linfáticos) y un exantema mucocutáneo generalizado. El síndrome seudogripal y las linfadenopatías suelen aparecer primero y se siguen varios días después del exantema cutáneo diseminado. En el primer año se desarrollan las lesiones mucocutáneas, las sifílides. El exantema, puede ser variable (macular, papular, pustular), puede cubrir toda la superficie cutánea (incluidas las palmas y las plantas) y se puede resolver lentamente en un período que comprende desde semanas hasta meses. Las lesiones elevadas, que se llaman “condiloma lata” pueden aparecer en los pliegues cutáneos
característico que se ulceren y provoquen la destrucción de los tejidos de la zona. La afección ósea más habitual es la de los huesos craneales, tibia y clavícula, con periostitis que se manifiesta como hinchazón y dolor nocturno. : Es rara en la actualidad. En la época prepenicilínica se manifestaba clínicamente después de 15-30 años de la infección. La aortitis sifilítica es la afección más frecuente siendo la aorta torácica ascendente la más comprometida. : Desde el principio de la infección, el treponema invade el sistema nervioso central, y en más del 40% de los pacientes producirá afección del mismo. Las espiroquetas se introducen en el sistema nervioso central durante las fases precoces de la enfermedad y pueden desarrollarse síntomas neurológicos, como meningitis, en los primeros meses, por lo que las manifestaciones clínicas pueden aparecer durante cualquier período de la enfermedad e incluso solaparse. Se ha descrito un incremento de la incidencia de neurosífilis a pesar del tratamiento adecuado de la sífilis precoz en los pacientes con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Por tanto, la neurosífilis no es exclusivamente una manifestación tardía.
Las infecciones intrauterinas pueden producir una enfermedad fetal grave que origina infecciones latentes, malformaciones multiorgánicas o la muerte del feto. La mayoría de los niños infectados nacen sin indicios clínicos de la enfermedad, pero se puede producir una rinitis que se sigue de un exantema maculopapular generalizado y descamativo. Las malformaciones dentales y óseas, la ceguera, la sordera y la sífilis cardiovascular son frecuentes en niños no tratados que sobreviven a la presentación inicial de la enfermedad. La clínica posnatal se divide en dos formas de presentación,
Son virus de ácido ribonucleico (ARN) de cadena positiva, con envoltura, con morfología y forma de replicación únicas. Codifican una polimerasa de ácido desoxirribonucleico (ADN) dependiente de ARN y se replican mediante un intermediario de ADN. La copia de ADN del genoma vírico se integra en el cromosoma de la célula hospedadora para transformarse en un gen celular. Se clasifican en función de las enfermedades que provocan, el tropismo tisular y el abanico de organismos hospedadores, la morfología del virión y la complejidad genética. ✓ Oncovirus: los retrovirus que pueden inmortalizar o transformar las células diana. ✓ Espumavirus: representados por un virus espumoso, provocan un efecto citopatológico peculiar, pero no parecen causar ninguna enfermedad clínica. ✓ Lentivirus: son virus lentos asociados a enfermedades neurológicas e inmunodepresoras. La enfermedad empieza lentamente, aquí se encuentra incluido el Virus de la inmunodeficiencia humana (VIH-1, VIH-2). Virus de la Inmunodeficiencia Humana / Sida El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) produce una infección/enfermedad (SIDA): síndrome de inmunodeficiencia adquirida, que se caracteriza por una inmunodepresión progresiva que sin acciones terapéuticas y preventivas puede llegar a ser fatal, que conduce al desarrollo de infecciones oportunistas, neoplasias secundarias y manifestaciones neurológicas. ■ Los HIV pertenecen a la familia Retroviridae, subfamilia Lentivirinae. Son virus de ARN casi esféricos, con envoltura y con un diámetro de entre 80 y 120 nm. La envoltura contiene glucoproteínas víricas (espículas) y se adquiere al brotar por gemación a través de la membrana plasmática de la célula huésped (una pequeña parte de la membrana plasmática de la célula se transforma en una cubierta que envuelve las partículas víricas recién formadas). La envoltura rodea una cápside que contiene dos copias idénticas del genoma de ARN dentro de un centro vírico denso a los electrones. La morfología del centro vírico varía en los distintos virus, lo que se utiliza para clasificar los retrovirus. El del virión del VIH remeda un cono truncado.
(antígeno específico de grupo, codifica proteínas estructurales internas; proteínas de cápside, matriz y unión a ácidos nucleicos), Pol (codifica polimerasa, proteasa e integrasa) y Env (codifica glucoproteínas de envoltura). Estas últimas glucoproteínas forman unas puntas de trímero semejantes a pirulíes (caramelo alargado, sujeto a un palo fino) que son visibles en la superficie del virión. La glucoproteína mayor del VIH (gp120), que se une a los receptores de la superficie celular, determina inicialmente el tropismo tisular del virus (afinidad que ese virus tiene a un tejido específico del hospedador) y es reconocida por el anticuerpo neutralizante. La glucoproteína menor (gp41) constituye el “palo del pirulí” y estimula la fusión de una célula con otra. Estos factores impiden que la inmunidad sea capaz de eliminar al virus. <<Así, el tropismo del HIV-1 se basa en la interacción de las glucoproteínas de la envoltura (gp120 y gp41) con la molécula CD4, presente en la superficie de los linfocitos T colaboradores y en células del sistema mononuclear fagocítico, y un correceptor (CCR5 o CCXR4) perteneciente a la familia de receptores de quimiocinas presentes en la superficie linfocitaria.>>
Hasta la fecha se han descubierto dos tipos de virus: VIH- 1 y VIH- 2 , este último, parece estar más relacionado con los virus de la inmunodeficiencia simiana.
VIH infecta una superficie mucosa, penetra en ella e infecta con rapidez las células del tejido linfoide asociado a las mucosas. El paciente infectado persistirá asintomático o presentará un cuadro clínico caracterizado por un síndrome mononucleósico (fiebre, adenomegalias, faringoamigdalitis y, ocasionalmente, esplenomegalia y exantema), acompañado generalmente por una erupción cutánea. A partir de las primeras horas de la infección el HIV-1 invade el tejido linfático, donde alcanza concentraciones muy elevadas. Infecta y destruye los linfocitos CD4+ que expresan el correceptor CCR5. En pocos días se produce una depleción masiva de estos linfocitos difícilmente reversible. Durante la primoinfección en el plasma se puede detectar la presencia del antígeno del HIV (p24) y se pueden alcanzar concentraciones muy altas de viriones circulantes (2- 6 semanas). Posteriormente, con el tiempo aparecen los diferentes tipos de anticuerpos (1- 3 meses) y una reducción de la concentración de virus circulante debido fundamentalmente a la acción de los linfocitos T citotóxicos. A lo largo de este proceso agudo puede haber una inmunodepresión transitoria. ❖ Generalmente dura varios años, persiste la proliferación vírica. En casi todos los pacientes es posible detectar y cuantificar la carga viral. En plasma se alcanza un nivel de equilibrio que depende de la tasa de producción vírica (en el tejido linfático fundamentalmente) y de la de destrucción por parte del sistema inmunitario, por lo que varía en cada individuo. Este nivel de equilibrio tiene valor pronóstico, y los pacientes suelen estar asintomáticos. El propio HIV o con mayor probabilidad la hiperactivación crónica del sistema inmunitario y la inflamación crónica es probablemente responsable de que se aceleren procesos fisiopatológicos. La evolución de la infección por VIH discurre de manera paralela a la reducción del número de linfocitos T CD4 y la cantidad de virus en sangre. ❖ El incremento de la actividad replicativa del virus coincide clínicamente con la aparición de una intensa alteración del estado general y consunción, de infecciones oportunistas, de ciertos tipos de neoplasias o de trastornos neurológicos. A partir de entonces se considera que el paciente padece sida. Con los tratamientos antirretrovirales actuales se consigue restaurar parcialmente la inmunidad celular, retrasar o detener la progresión y reducir la incidencia de infecciones oportunistas y mortalidad en más del 90%. Las causas de muerte, tienden a ser las mismas que las de la población general y asociadas a coinfecciones. Las alteraciones inmunológicas que acompañan a la infección por el HIV-1 son prácticamente exclusivas de esta entidad y se deben fundamentalmente a una destrucción y disfunción de los linfocitos CD4 junto con una hiperactivación crónica del sistema inmunitario y una inflamación crónica. El repertorio inmunológico se pierde fundamentalmente por debajo de la cifra de 200 linfocitos T CD4/um. ■ Personas sexualmente activas (homosexuales y heterosexuales), drogadictos por vía parenteral y sus parejas sexuales, recién nacidos de madres positivas para el VIH, y profesionales sanitarios, que corren riesgo de infección por pinchazo accidental con aguja, cortes o contacto de la sangre contaminada con pequeñas heridas de la piel y las membranas mucosas. ■ La enfermedad por el VIH progresa desde una infección asintomática hasta inmunodepresión profunda descrita como SIDA. En la primoinfección, los síntomas aparecen en general de 2 a 4 semanas después del contagio, pueden pasar inadvertidas o confundirse con otros procesos triviales. Son compatibles con una gripe o un síndrome mononucleósico, duran 1-2 semanas y acostumbran a ser fiebre, mialgias, exantema, sudoración nocturna y artralgias, con una meningitis «aséptica» o un exantema que aparece hasta 3 meses después de la infección. Estos síntomas desaparecen espontáneamente en el plazo de 2 a 3 semanas, y van seguidos de un período de infección asintomática o una linfadenopatía generalizada persistente que puede durar varios años. Durante este período, el virus se multiplica en los ganglios linfáticos.
El deterioro de la respuesta inmunitaria se da por el aumento de la sensibilidad a los microorganismos patógenos oportunistas. El inicio de los síntomas está relacionado con la reducción del número de linfocitos T CD4 y el aumento de las concentraciones de virus. El SIDA totalmente desarrollado aparece cuando los recuentos de linfocitos T CD4 descienden por debajo de 200/ml (con frecuencia hasta 50/ml o indetectables) y la carga vírica supera las 75.000 copias/ml, e implica la aparición de enfermedades más graves, incluido el síndrome caquetizante por VIH (adelgazamiento y diarrea durante más de 1 mes), infecciones oportunistas (infecciones pulmonares, síndromes gastrointestinales, afecciones del SNC), neoplasias malignas y demencia, resultado de una infección oportunista o una infección por VIH de las células de la microglía y las neuronas del cerebro. ■ Los análisis de infección por VIH se realizan para:
personas infectadas recientemente, ya que los anticuerpos pueden desarrollarse lentamente, en la mayoría de pacientes tardan de 4 a 8 semanas en aparecer, y en algunos pueden
indica la presencia de infección reciente, y/o también una fase tardía de la enfermedad.
además la concentración concreta de linfocitos CD4 identifica la fase del SIDA). ■ Cuando un paciente acude por primera vez a la consulta, debemos plantearnos, primero, si está infectado, si lo está, en qué estadio clínico se encuentra, qué riesgo tiene de progresar su infección, y qué medidas preventivas y terapéuticas se deben instaurar. Si las pruebas diagnósticas son negativas, el examen serológico debe repetirse al mes y a los 3 meses si ha cesado la exposición, o cada 3 meses si esta persiste (p. ej., drogadicción activa o relaciones sexuales no protegidas), teniendo en cuenta el período ventana de la primoinfección, en el que no se detectan los anticuerpos, y por tanto debe solicitarse la carga viral del HIV o una prueba de detección de anticuerpos y el antígeno p24. Hay que indicar al paciente cuáles son las medidas preventivas para evitar la adquisición y transmisión de la infección. Si el paciente está infectado y no ha recibido tratamiento antirretrovírico, debe tenerse en cuenta el curso crónico de varios años de evolución por lo que se debe realizar una buena anamnesis (identificar la fecha aproximada de la infección, conocer la conducta de riesgo del paciente, como drogadicción, si conoce a la persona que ha causado la infección, por ejemplo por un pinchazo con una aguja del personal sanitario, investigar si recibía tratamiento, ya que puede haberse infectado por una cepa de HIV resistente, conocer las residencias previas y los viajes que ha hecho, su profesión, sus aficiones, el tipo de alimentación y si tiene animales domésticos, con el fin de tener en cuenta los patógenos a que puede haber estado expuesto y darle recomendaciones para evitarlos, conocer las vacunaciones, y saber sobre infecciones relacionadas con el HIV o diagnósticas de sida), una exploración física y exámenes complementarios para determinar el estadio clínico de la infección y el estado inmunitario por si debe iniciarse profilaxis frente a infecciones oportunistas. Si el paciente está tomando tratamiento antirretrovírico, se debe valorar su eficacia mediante una determinación de la carga viral.
huésped y le confieren al germen una mayor resistencia a la fagocitosis, ante la destrucción mediada por los neutrófilos. En la membrana externa posee familias de proteínas de membrana:
■ Caracterizada por secreción purulenta en la localización afectada (por ejemplo, uretra, cuello del útero, epidídimo, próstata, ano), tras un período de incubación de 2 a 5 días. La infección genital en el hombre se restringe principalmente a la uretra. Después de 2 o 5 días de incubación aparecen un exudado uretral purulento y disuria. Las complicaciones son infrecuentes, pueden darse epididimitis, prostatitis y abscesos periuretrales. El principal sitio de infección en las mujeres es el cuello uterino debido a que las bacterias infectan las células del epitelio cilíndrico del endocérvix. El microorganismo no puede infectar a las células del epitelio escamoso que recubre la vagina de las mujeres después de la pubertad. Las pacientes sintomáticas experimentan flujo vaginal, disuria y dolor abdominal. Gonococcemia: Las infecciones diseminadas con septicemia e infecciones de la piel y de las articulaciones se observan en el 1% al 3% de las mujeres infectadas, y en un porcentaje mucho menor de los hombres infectados. Se debe a las numerosas infecciones asintomáticas sin tratar. Las manifestaciones clínicas de la enfermedad diseminada son fiebre, artralgias migratorias, artritis supurativa de las muñecas, las rodillas y los tobillos y un exantema pustular sobre una base eritematosa en las extremidades, pero no en la cabeza ni en el tronco. Otra enfermedad que se asocia con N. gonorrhoeae la conjuntivitis purulenta, fundamentalmente en los recién nacidos por vía vaginal (oftalmía gonocócica del neonato). Se aprecia un notable edema, eritema y secreción purulenta a nivel del párpado. Sin tratamiento, puede conducir a la ceguera, por lo que se realiza la colocación de gotas de eritromicina en todos los recién nacidos como medida profiláctica. ■ : Por microscopía, se utiliza la tinción de Gram. ■ Actualmente se recomienda el empleo de ceftriaxona como tratamiento empírico inicial. ■ No se dispone de ninguna vacuna en la actualidad. La prevención se realiza con la educación, una detección precoz y el control y seguimiento de los contactos sexuales. Se debe realizar la notificación de los contactos (se trata de una enfermedad de denuncia obligatoria al Ministerio de Salud Pública). Se debe hacer hincapié en el uso de métodos de protección de barrera. Para evitar la oftalmía del neonato se emplea la quimioprofilaxis con eritromicina. Las clamidias son bacterias inmóviles, con un ciclo bifásico de desarrollo y un parasitismo intracelular obligado. Al contrario de lo que ocurre con otras bacterias, las clamidias presentan un ciclo vital peculiar, ya que pasan por formas infecciosas inactivas desde el punto de vista metabólico (cuerpos elementales [CE]) y por formas no infecciosas con actividad metabólica (cuerpos reticulados [CR]) Producen infecciones respiratorias, genitales y oftálmicas en el ser humano. Chlamydia trachomatis es la responsable de las infecciones genitales. Clamidia La clamidia es una enfermedad de transmisión sexual, es una de las más comunes. Produce una infección en los genitales (pene o vagina), y también puede afectar la boca o el ano con posterioridad al sexo oral o anal. En la mayoría de los casos la clamidia es una infección “silenciosa”, debido a que puede ser asintomática.
Virus del Papiloma Humano Causan una infección que se propaga a través del contacto sexual con una persona infectada, o a través de otro contacto íntimo de piel a piel. Existen dos categorías de VPH de transmisión sexual. El HPV de bajo riesgo, que puede causar verrugas en o alrededor de los genitales, el ano, la boca o la garganta, y el HPV de alto riesgo que puede causar varios tipos de cáncer (de cuello uterino, de ano, de boca, de garganta, de vulva, de vagina, o de pene). ■ Los papilomavirus humanos (HPV), o virus del papiloma humano, se incluyen en la familia Papillomaviridae y se caracterizan por su capacidad de producir lesiones proliferativas en piel y mucosas, se pueden dividir en HPV cutáneos o HPV mucosos dependiendo del tejido susceptible. Son pequeños virus icosaédricos desnudos con genoma circular de una molécula circular única de ADN bicatenario. Todos los HPV infectan exclusivamente células del epitelio escamoso superficial de la piel o las mucosas, y producen tumoraciones por proliferación de las células infectadas, siendo las verrugas víricas las lesiones más frecuentes. Ciclo de replicación del virus: El virus accede a la capa de células basales a través de roturas de la piel. El ADN del HPV codifica
La vacuna no sustituye a los frotis Pap, que las mujeres deben seguir realizándose. Los frotis cervicales regulares y rutinarios ayudan a prevenir la enfermedad y/o favorecer la instauración de un tratamiento precoz y la curación del cáncer cervical. La mejor forma de impedir la transmisión de las verrugas es evitar entrar en contacto directo con tejido infectado. La transmisión sexual se evita mediante precauciones adecuadas (como la utilización de preservativos). De este género sólo se conoce la fase de trofozoíto, el cual presenta forma oval o piriforme, con tres a cuatro flagelos anteriores y un quinto que recorre el cuerpo hacia el extremo posterior y forma una membrana ondulante; además, presenta un axostiloproyectado hacia el extremo posterior. Se reproduce por fisión binaria longitudinal, primero en el núcleo, después el complejo cinético y, el resto de los organelos. Existen tres especies parásitas:
su frecuencia en mujeres embarazadas. La infección es menos frecuente en mujeres que utilizan anticonceptivos orales, probablemente por el efecto hormonal sobre la secreción vaginal. La enfermedad aparece principalmente durante los años reproductivos. La mayoría de las cepas presentan baja patogenicidad, razón por la cual un alto porcentaje de individuos infectados permanece asintomático; la aparición de síntomas se debe algunas veces a la asociación con infecciones bacterianas. La relación parásito-célula huésped se inicia por un mecanismo de reconocimiento y adhesión; el efecto citotóxico del parásito en la célula huésped depende de este contacto. El reconocimiento de las proteínas de la matriz extracelular como la laminina y las fibronectinas se correlaciona con la invasividad. Se le han comprobado más de 23 proteasas, la mayor parte cisteín proteasas, algunas involucradas en los mecanismos de citotoxicidad, hemólisis, evasión de la respuesta inmune y en los procesos de citoadherencia. Por ejemplo, la proteasa de cisteína de 30 kDa (CP30), es necesaria en el proceso de adhesión del parásito a la célula del epitelio vaginal y del ectocérvix, se localiza en la superficie del parásito; degrada proteínas del microambiente vaginal, fibronectina, colágena IV y hemoglobina; es inmunogénica y se encuentra en la secreción vaginal. Otras proteasas son capaces de degradar las cadenas pesadas de IgG e IgA secretora. Además, presenta moléculas proteicas superficiales del parásito (adhesinas) que se unen a receptores de la matriz extracelular de la célula huésped y a carbohidratos. Las T. vaginalis no sólo puede fagocitar células del epitelio vaginal, sino también neutrófilos, eritrocitos, bacterias y, por otro lado tiene la capacidad de internalizar virus viables tales como el virus de la inmunodeficiencia humana (hiv). Desde el punto de vista histopatológico, produce degeneración y destrucción celular en el epitelio vaginal, con lo que se genera una respuesta inflamatoria, causando alteraciones que generan una respuesta vascular importante con la presencia de puntos hemorrágicos y edema de la mucosa, con aparición de placas eritematosas que a la exploración han sido descritas “en fresa”. Este edema e infiltrado leucocitario dan lugar a erosión y descamación de las células superficiales lo que, aunado a la sobreinfección bacteriana, produce el exudado característico. Provoca la generación de atipias celulares en epitelio vaginal y cuello uterino, consistentes en displasias, lo cual puede predisponer a carcinoma del cuello uterino. ■ Su sintomatología es variable, desde casos con una importante inflamación e irritación de las zonas afectas con exudado purulento maloliente a un estado de portador relativamente asintomático que, en un tercio de los casos, desarrolla sintomatología en los siguientes 6 meses. La infección no tratada persiste durante largos períodos en la mujer, y en el varón es asintomática en cerca del 80% de los casos y se suele autolimitar antes de los 10 días. Cuando presenta clínica, afecta a la próstata y a la uretra. Los casos sintomáticos pueden presentarse en forma aguda o crónica en ambos sexos, en ocasiones, después de su aparición los síntomas desaparecen, pero persiste la infección subclínica. El periodo de incubación varía de cinco a 30 días. En mujeres inicia con disuria y leucorrea hialina y espumosa, que al evolucionar se torna lechosa o purulenta y fétida, con expulsión de gases por la vagina debido a la sobreinfección bacteriana; se acompaña de prurito vulvovaginal intenso y dolor localizado, además de dispareunia, anafrodisia y algunas veces nicturia e insomnio. A la exploración ginecológica se observan edema y eritema de los labios con afección de las glándulas de Skene y de Bartholin; la vagina y el cuello uterino se tornan friables con lesiones edematosas y hemorragias puntiformes descritas como “cuello en fresa”. En algunos casos no hay lesiones aparentes. Los síntomas se intensifican antes o después de la menstruación. En la mujer algunas complicaciones son la presencia de absceso perinefrítico y si hay infección en el embarazo ha ocurrido ruptura prematura de membranas y neonatos con bajo peso, así como infección en el canal de parto. En pacientes masculinos, cuando hay síntomas, lo más frecuente es encontrar cuadros de uretritis, prostatitis o epididimitis con escasa secreción transuretral.