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Mini ensayo sobre Catalina de Bustamante
Tipo: Monografías, Ensayos
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Catalina de Bustamante, nació aproximadamente alrededor del año 1490 en Llerena, Extremadura. Su condición como mujer letrada indica que probablemente perteneciera a una familia hidalga, ya que era muy poco común en la época que las mujeres fueran alfabetizadas. Por otra parte, casi no contamos con datos sobre la vida de Catalina, ya que la primera referencia sobre ella figura en los libros de pasajeros a Indias de la Casa de Contratación. En el cual se registra que Catalina Bustamante parte de Sanlúcar de Barrameda hacia América el 5 de mayo de 1514 junto a su marido, Pedro Tinoco, sus dos hijas, María y Francisca. El primer destino de Catalina y su familia fue Santo Domingo. Para ese entonces fray Bartolomé de las Casas que residía en La Española, comenzaba a denunciar los atropellos cometidos por colonizadores y encomenderos sobre las comunidades indígenas. De Catalina y su familia, no tenemos datos fehacientes sobre su estilo de vida, no obstante lo más seguro es que Catalina comenzará en su vocación como maestra, enseñando a las hijas de capitanes y nobles que estuvieran asentados en la isla. Años después, en 1526 se sabe que Catalina de Bustamante había enviudado y que para ese entonces ya residía en Texcoco (México), fue en ese momento donde su nombre se abre paso a la historia, pues, conmovida por las injusticias que sufrían las niñas indígenas en la nueva sociedad novohispana estaba decidida a cambiar las cosas. De esta manera, aprovechando su condición como terciaria seglar de la Orden de San Francisco se contacta con el franciscano Fray Toribio de Benavente quien consigue que la Orden ceda un antiguo palacio en Texcoco, donde Catalina establece un colegio para niñas indígenas. En este contexto es necesario remarcar la importancia de la educación que desempeñó un papel esencial en el proceso de integración pues en ella se sostenía en la castellanización de los indios, necesaria para conocer la palabra del evangelio. Mientras que los frailes hicieron lo propio tanto con los hombres como con las mujeres, para la instrucción de las niñas se recurrieron a algunas damas piadosas o instruidas provenientes de España. En 1535 Catalina realizó un viaje a la Corte cuyo registro quedó documentado en el Archivo de Indias, de allí trajo cartillas para enseñar a sus alumnas a leer por el método silábico. En su colegio, además de la evangelización llevada a cabo por un misionero encargado de catequizar a las niñas, Catalina instruyó a sus alumnas en la lectura y la escritura en castellano. Sin
embargo, no eran estos los conocimientos que más importaban para la educación de las niñas indias como sí lo eran la higiene, las labores y el cuidado del hogar, bordado de seda y el tejido con algodón o lana, muchas de estas técnicas desconocidas para los Náhuatl. La meta final de esta educación de doncellas culminaba muchas veces con la conformación de uniones con jóvenes indígenas conforme al concepto monógamo e indisoluble del matrimonio cristiano. Desde una visión humanística y cristiana Catalina instruía a las niñas para no dejarse vender o regalar a colonos y caciques. Sin duda, esta es una de las experiencias educativas más innovadoras del Renacimiento. Y su mérito fue enorme, teniendo en cuenta los trabajos que padeció en defensa de la dignidad de unas mujeres tradicionalmente humilladas, en una época en que educar a las mujeres era inusual en casi toda Europa pues la educación formal era un privilegio de los varones. Una vez consolidado el colegio femenino de Texcoco, en 1529, un hermano del presidente de la primera Audiencia Juan Peláez de Berrio secuestró a dos muchachas del centro. Esta situación y otros atropellos se trataban de abusos frecuentes contra la dignidad de las niñas realizados por diferentes colonos en otros colegios. Catalina hace llegar su indignación a la Corona, y exige justicia. Ese mismo año se recibe una cédula real promovida por la reina para que se cuidara de las indefensas colegialas. Desde este momento Catalina cambió de propósito e hizo extensivo su celo educativo a todas las niñas, sin exclusión de condición social. Los cronistas describen a Catalina como mujer virtuosa, con sólidos principios religiosos y con una extraordinaria voluntad de servicio. Colocándola como modelo para otras mujeres. Fue pionera en la tarea evangelizadora que debió aprender el náhuatl para así enseñar a las niñas la lengua castellana. Sin embargo su tarea instructiva fue mucho más allá, puesto que Catalina quería inculcar a sus alumnas otros valores como la forma decorosa de vestir, nociones de catecismo, conducta moral, virtudes para matrimoniar y llevar una casa, etc. Son varias las fuentes que recogen la tarea llevada a cabo por esta mujer, incluido un informe enviado a Carlos V con la descripción de sus actividades por cuatro de los misioneros más conocidos de México. Logrando incluso conmover a la propia emperatriz Isabel de Portugal quien fue una gran protectora de la instrucción femenina en América, la cual llegó a ordenar reclutar a “mujeres letradas de conducta ejemplar” para instruir a las niñas en América.