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Ensayó trabajo social, Monografías, Ensayos de Metodología del Trabajo Social

Este archivo contiene una información sobre ensayo

Tipo: Monografías, Ensayos

2019/2020

Subido el 01/10/2020

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Gómez-Lobo Dugo, D. (2013).Ensayando el Trabajo Social. Reflexiones de un trabajador social recién egresado.
Trabajo Social Global, 3 (4), 177-194
ENSAYANDO EL TRABAJO SOCIAL. REFLEXIONES DE UN
TRABAJADOR SOCIAL RECIÉN EGRESADO.
On social work. Reflections of a newly graduated social worker.
Daniel Gómez-Lobo Dugo
TRABAJO SOCIAL GLOBAL 2013, 3 (4) 177-194
Resumen
El presente artículo pretende plantear algunas reflexiones de un alumno de la ya extinta
Diplomatura de Trabajo Social, surgidas durante y después de la carrera. Tales reflexiones
giran en torno a ciertos aspectos como la definición de esta disciplina y profesión; algunos de
los objetivos que persigue; cuestiones relativas al vínculo entre teoría y práctica; o el análisis
de varias dicotomías siempre presentes en su desarrollo. La intención es, por un lado, debatir
sobre algunos presupuestos muy asentados en el imaginario de esta profesión, no con el fin de
proponer alternativas, sino más bien de incentivar su surgimiento; por el otro, hacerlo además
desde una experiencia individual que articule la dimensión lógico-racional con la dimensión
emocional.
Abstract
This paper intends to bring up some thoughts from a former student of the extinct degree in
Social Works, which arose during and after the course. Those thoughts revolve around topics
such as: the definition of this discipline and profession; the goals it's set to pursue; issues
concerning the relation between theory and practice; or the analysis of several dichotomies
always present while developing it. The main purpose is to debate some well established
assumptions, not to propose alternatives, but rather to encourage their creation; and allow it to
come from personal experience, joining both rational and emotional dimentions.
____________________________________________________________________________
PC.- Trabajo Social, Trabajo Social Crítico, cambio social
KW.- Social Work, Critical Social Work, Social Change
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Gómez-Lobo Dugo, D. (2013).Ensayando el Trabajo Social. Reflexiones de un trabajador social recién egresado. Trabajo Social Global, 3 (4), 177- 194

ENSAYANDO EL TRABAJO SOCIAL. REFLEXIONES DE UN

TRABAJADOR SOCIAL RECIÉN EGRESADO.

On social work. Reflections of a newly graduated social worker.

Daniel Gómez-Lobo Dugo

TRABAJO SOCIAL GLOBAL 2013, 3 (4) 1 77 - 194

Resumen El presente artículo pretende plantear algunas reflexiones de un alumno de la ya extinta Diplomatura de Trabajo Social, surgidas durante y después de la carrera. Tales reflexiones giran en torno a ciertos aspectos como la definición de esta disciplina y profesión; algunos de los objetivos que persigue; cuestiones relativas al vínculo entre teoría y práctica; o el análisis de varias dicotomías siempre presentes en su desarrollo. La intención es, por un lado, debatir sobre algunos presupuestos muy asentados en el imaginario de esta profesión, no con el fin de proponer alternativas, sino más bien de incentivar su surgimiento; por el otro, hacerlo además desde una experiencia individual que articule la dimensión lógico-racional con la dimensión emocional. Abstract _This paper intends to bring up some thoughts from a former student of the extinct degree in Social Works, which arose during and after the course. Those thoughts revolve around topics such as: the definition of this discipline and profession; the goals it's set to pursue; issues concerning the relation between theory and practice; or the analysis of several dichotomies always present while developing it. The main purpose is to debate some well established assumptions, not to propose alternatives, but rather to encourage their creation; and allow it to come from personal experience, joining both rational and emotional dimentions.


PC.- Trabajo Social, Trabajo Social Crítico, cambio social KW.- Social Work, Critical Social Work, Social Change

Trabajo Social Global

1. Introducción Comenzaré este artículo hablando de cómo he llegado a él. ¿El motivo? Bueno, cualquier trabajo al que se le pueda apellidar “académico” deberá ir acompañado de unas referencias bibliográficas que contengan unas bien citadas obras para que su autor o autora, aparte de demostrar lo mucho que ha leído, demuestre varios de sus argumentos valiéndose de lo que han escrito otras y otros. Es decir, que la veracidad de muchos trabajos depende en gran medida de la cantidad de argumentos de autoridad que se utilicen en él. No es mi intención aquí criticar este método – sería bastante hipócrita por mi parte-, pero son ya varias las veces que me he preguntado qué valor tendrían ciertas ideas si no tuviesen un nombre y apellidos detrás. A pensar sobre esto, el filósofo Michael Foucault seguramente nos podría ayudar mucho con su análisis del discurso, el poder, y el saber.^1 Aparte de las referencias bibliográficas, hace poco escuché a la ex-profesora de la Universidad de La Laguna, Mª Dolores Hernández, hablar del concepto viviografía. Con él se refiere a la posibilidad de introducir en los trabajos académicos los aprendizajes obtenidos de las experiencias personales vividas. Y este trabajo, explícita o implícitamente, está cargado de ellas. Como decía, es por esto por lo que me resulta interesante exponer, a grandes rasgos, los sucesos que me motivaron a escribir las líneas que siguen. Fueron cuatro los años que estuve cursando la Diplomatura de Trabajo Social. Fue en el tercero de ellos cuando, en medio de una crisis existencial, académica y profesional, surgió la idea de escribir este artículo. No voy a comentar aquí los pormenores de tantas crisis, pero he de decir que estaban íntimamente relacionadas entre sí. Por lo que nos concierne aquí, la crisis académica se debía a que, en un alarde de reflexividad, llegué a varias conclusiones que expondré utilizando unas palabras de David Howe, palabras que encontré con bastante posterioridad a ese momento: “ La Acción Social se analiza como parte de los aparatos de Estado. Se le asigna la función de limpieza de las consecuencias adversas del capitalismo, mantiene a una población obediente y asegura una fuerza de trabajo saludable y educada. En la medida en que los trabajadores sociales consiguen suavizar los peores efectos de las grandes desigualdades materiales y anestesiar a la población frente al origen real de sus problemas, están reforzando el capitalismo. El desarrollo del Estado de Bienestar es, en parte, el precio que el capitalismo está dispuesto a pagar a cambio de la estabilidad política. Al

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No obstante, es al hacer ese trabajo cuando en mi relación con la carrera universitaria que estudiaba se produjo un punto de inflexión. Lo que a continuación redacto es fruto de aquel momento específico de la carrera, del conjunto de mi trayectoria universitaria, y de mi situación actual como egresado con perspectivas a ejercer como trabajador social en un futuro no muy lejano

  • espero-. A modo de declaración de intenciones:
    • No pretendo hacer un estudio exhaustivo que intente responder a las preguntas que plantee. Mi intención no es otra que exponer una serie de reflexiones cuyo valor no es más – ni menos- que el aporte de diversos puntos de vista que son resultado de la confluencia y evolución de una serie de roles en mi persona, siendo entre éstos el de alumno y el de futuro profesional los más relevantes.
    • No pretendo llegar a ninguna conclusión, sino más bien generar discusión. Pretendo que - a través de la exposición de varias ideas sobre las que intento sustentar mi proceso reflexivo, mis miedos, mis dudas, mis anhelos, mis utopías y mis críticas- este texto pueda servir como generador de empatía, rechazo, acuerdo, desacuerdo, indiferencia o cualquier reacción que pueda incitar a la reflexión y autocrítica en el alumnado, profesorado y profesionales relacionados con el Trabajo Social a los y las que llegue. 2. Qué es (y no es) el trabajo social para mí ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué es el Trabajo Social? Qué gran pregunta esta última, son ya tantas las veces que me la han hecho, o que me la he hecho yo mismo. Durante los tres cursos de la diplomatura, y tras finalizar ésta, he dado, y me he dado, tantas y tan diferentes respuestas que sería difícil recordarlas todas. Sí recuerdo una de las primeras: el trabajador social es la persona que ayuda a las personas más desfavorecidas. Ahí es nada, viva la inocencia. Más tarde se hacía un cambio en dicha respuesta, que Marco Marchioni^2 nos recordaba a los y las asistentes de su última conferencia en Granada: el trabajador social ayuda a que las personas se ayuden a sí mismas. Bueno, ésta está un poco mejor, pero tampoco dice gran cosa. Por esta regla de tres podríamos hasta decir que las cadenas de televisión tienen a muchísimas trabajadoras y trabajadores sociales^3 en sus programas de horarios nocturnos.

Gómez-Lobo, D. / Ensayando el Trabajo Social. Reflexiones de un trabajador social recién egresado.

Recuerdo perfectamente la respuesta que di a mi primo de trece años estando yo en segundo curso de la diplomatura^4 : las trabajadoras sociales son las que te ayudarán si algún día te conviertes en un delincuente, un yonki, un parado, un sintecho, un inmigrante o un viejo. Obviamente no es una respuesta muy profesional. Un o una profesional emplearía términos como drogodependiente, desempleado, persona sin hogar, persona de la tercera edad, etc. En mi defensa alegaré que estaba en un ambiente distendido que me permitió responder coloquialmente, y que al carecer de título, estrictamente, no era un profesional. Aun así, creo que mi respuesta no estaba del todo mal encaminada. Ha pasado tiempo desde que di tal definición burda y simplista. A medida que uno ha ido aprobando asignaturas y cursos, la concepción sobre lo que es y lo que no es el Trabajo Social ha tenido que cambiar constantemente, redefiniéndose una y otra vez. No hace falta leer mucha bibliografía para comprender que la definición del Trabajo Social ha traído durante su relativamente corta historia muchísimos quebraderos de cabeza. Se ha escrito sobre metodología, paradigmas, técnicas, herramientas, teorías, éticas, filosofías, práctica, praxis, etc. por parte de numerosos teóricos y teóricas – aunque no por parte de muchos prácticos y prácticas. Ha pasado casi un siglo desde que Mary Richmond escribió Social Diagnosis , y a día de hoy puede resultar complicadísimo definir de una manera universal y contundente la profesión sobre la que reflexiona este artículo. No obstante, llamar profesión a algo que es difícil de definir puede acarrear muchos peligros, entre ellos por ejemplo el desprestigio de la misma – algo muy temido entre los y las profesionales-. Cuántas veces, al intentar recordar alguien lo que yo estudio, me han dicho algo así: “eso de lo social, ¿no?, ¿cómo era?, ¿asistente social?”. Resulta curioso escuchar los clichés que pululan en el imaginario colectivo, cómo no, de manera dicotómica: cosas buenas y cosas malas del Trabajo Social. Hay gente, mucha, que ni siquiera conoce esta profesión, o que como mucho dicen lo que escribía en el anterior párrafo. El asistente social, concepto éste que aún sigue apareciendo en numerosos medios de comunicación. Qué gran lastre nos ha dejado la larga tradición asistencialista, la caridad, y la beneficencia. Pero claro, en un estado como el español, con su tradición católica y su falaz aconfesionalismo actual… no sorprende. No sorprende que con la actual crisis económica, sea Cáritas una de las organizaciones que están sirviendo como último colchón para que muchísimas

Gómez-Lobo, D. / Ensayando el Trabajo Social. Reflexiones de un trabajador social recién egresado.

es que no. Que hay tantos trabajos sociales como marcos teóricos en los que se fundamenta, como países en los que se ejerce, como trabajadoras sociales que lo llevan a cabo. Traigo a colación aquí una de las ideas que expone Karen Healy en su libro ya citado: “ Una afirmación en la que se basa este libro es que los trabajadores sociales críticos, como los ortodoxos a quienes critican, están cerrados al dinamismo y la diversidad de prácticas de trabajo social. Los intentos de los trabajadores sociales ortodoxos y radicales por localizar la esencia del trabajo social dejan de lado la posibilidad de que no exista tal ‘cosa’ como un trabajo social independiente de los contextos en los que se lleva a cabo.” (Karen Healy, 2001: 18 - 19) Hay en este comentario una de las ideas que vertebran en gran medida este ensayo. La primera es la reflexión acerca de la lógica dicotómica sobre la que se sustenta en gran medida nuestro pensamiento occidental^5. Como bien nos recuerda Bibiana Travi, esta lógica ha sido aplicada a las teorías del Trabajo Social y por consiguiente a sus autores/as y profesionales, que “con cierta liviandad y simplista afán clasificador […] son agrupados en ‘revolucionarios/histórico-críticos o conservadores’ con ausencia de categorías teóricas que puedan captar las tensiones, las contradicciones, los matices en sus perspectivas.” (Travi, 2008 :2). Resultan bastante alentadoras algunas lecturas que, utilizando las teorías y herramientas que nos brinda la corriente postestructuralista, empiezan a vencer estas dicotomías. Es importante señalar que este avance no se hace al estilo de la dialéctica, es decir, no se va a formular una síntesis enfrentando una tesis – trabajo social ortodoxo- a una antítesis – trabajo social crítico-, sino que del análisis de estas dos corrientes se abre un maravilloso mundo de posibilidades y diversidad. Como nos proponía Tomás R. Villasante a los y las asistentes del “Taller de herramientas para las metodologías participativas”^6 , hay que empezar a superar el trabajo con dilemas, para pasar a trabajar con, tetralemas , pentalemas o multilemas^7. Y, sinceramente, estos conceptos pueden resultar verdaderamente útiles para una profesión que tanto trabaja con dicotomías del tipo “exclusión-inclusión”; “trabajador/a social.-usuario/a”; “público- privado”; etc. Llegados a este punto, y tras desviarme varias veces de la pregunta inicial, me pregunto – valga la redundancia- si no me estoy complicando demasiado. Podría haber utilizado el recurso fácil y sencillo de responderla con la definición, una de ellas, que

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seguramente a todo el alumnado de la carrera nos hicieron “aprender” a golpe de examen. Me refiero a la siguiente: " La profesión del trabajo social promueve el cambio social, la solución de problemas en las relaciones humanas y el fortalecimiento y la liberación de las personas para incrementar el bienestar. Mediante la utilización de teorías sobre el comportamiento humano y los sistemas sociales, el trabajo social interviene en los puntos en los que las personas interactúan con su entorno. Los principios de los Derechos Humanos y la Justicia Social son fundamentales para el trabajo social”. FITS-AIETS (2000)^8 Puede que hace cuatro años esta definición pudiera dejarme complacido al preguntarme qué narices era lo que estaba estudiando. Sin embargo, ahora mismo, la considero demasiado ambigua y abstracta. He de decir que la intención que tiene esta definición es consensuar el significado de la profesión a nivel internacional. Claro está que para lograr esto hay que valerse de todos los conceptos políticamente correctos disponibles para que nadie se queje. Si, como ya he mencionado, no estoy de acuerdo con que pueda haber un trabajo social generalizable a cualquier contexto, aceptar esta definición sería contradecirme. He de reconocer, por el contrario, que puede resultar una definición “bonita” y aparentemente universal. Pero, cuando pretendemos llevarla a la vida real, a la práctica, ¿concuerda realmente con el trabajo social que se lleva a cabo hoy en día? Pues depende. ¿De qué? De qué entiendan cada una de las personas que lean los conceptos que se mencionan en ella. Pondré como ejemplo el que para mí es el concepto más controvertido que utiliza la definición: cambio social.

3. Cambio social, ¿hacia dónde? Promover el cambio social, esto queda estupendo. Las trabajadoras sociales. promueven el cambio social, son buenas personas que se preocupan por las demás, que viven en un mundo lleno de injusticias, y que con su esfuerzo y trabajo luchan para hacer de este nuestro mundo uno muchísimo mejor. Centrándome en el concepto de cambio , éste, a mi parecer, implica al menos tres etapas, a saber: una situación inicial (que queremos cambiar); un proceso (el cambio en sí) y una meta a la que llegar, una situación final (por la que queremos cambiar la situación inicial). Como futuro promotor del cambio social, se me presentan varias cuestiones relacionadas con estas tres etapas.

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que cuando hablamos de cambio todas las trabajadoras sociales pensamos en lo mismo? Me da la impresión de que nuestra definición tiene un discurso homogeneizador que obvia las abismales diferencias existentes entre las concepciones que cada trabajadora social tiene de una sociedad ideal. No se nos puede olvidar que ésta es una profesión con un claro y marcado carácter político, y que para acceder a los estudios que te permitirán ejercerla te exigen una nota, no una declaración de orientación ideológica. Por ello, no persiguen el mismo cambio social la estudiante militante del Partido Popular, el profesor activista del Partido Comunista, el trabajador social reformista o la trabajadora social cristiana y apostólica. Mi pregunta es, ¿se tiene en cuenta - por parte del alumnado, del profesorado o de las trabajadoras sociales la importancia que tiene en la comprensión y desempeño de esta profesión la ideología a la que se adhieren? He de dejar claro que con todo esto no sólo me refiero al marco teórico desde el que cada profesional desarrolla su acción. No sólo me estoy refiriendo a si nos consideramos más bien funcionalistas, conductistas, humanistas, radicales, etc. Es cierto que las mencionadas corrientes teóricas podrían ser divididas en dos corrientes que se pueden corresponder con las teorías del orden o del conflicto. Y de forma muy superficial y análoga, estas últimas pueden ser consideradas teorías de derechas e izquierdas , respectivamente. La impresión que me da es que parece haber un acuerdo tácito, una norma implícita, que acuerda establecer como un tabú el hecho de expresar la ideología o la tendencia ideológica con la que la gente es más afín. Es como si fuera políticamente incorrecto decir abiertamente “soy de derechas”, “soy anarquista” o algo parecido - por supuesto, a veces está claro y no hace falta decirlo-. Desde luego, los dos últimos ejemplos no persiguen el mismo cambio social. Claro que una ideología enmarca una serie de ideas con las que puede uno no estar de acuerdo en su totalidad, y por eso puede que ni siquiera dos personas afines a la misma ideología persigan el mismo cambio social. La cuestión es, ¿cuándo se va a aceptar de forma generalizada que el Trabajo Social es una cuestión inevitablemente política? Hay una dicotomía sobre la que me gustaría comentar algo por estar relacionada con el proceso entre la situación inicial y la situación final a la que aludía, el cambio en sí, y en concreto, el desde dónde hacer el cambio. Me refiero a la más que repetida idea que una y otra vez he escuchado al profesorado decir: ¿público o privado? Parece que hay un consenso generalizado en esta carrera por el que siempre se afirma que se prefiere lo primero a lo segundo. Hablar ahora de lo privado suena

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mal. La gestión de la Acción Social por parte de las empresas enseguida nos hace pensar que los objetivos de éstas chocan frontalmente con los objetivos de nuestra profesión. Que las empresas persigan afán de lucro, obtener los máximos beneficios posibles, ser ante todo eficientes y que no parezcan ser muy humanitarias (aunque muchas presuman de serlo) nos hace deducir rápidamente que no es la mejor vía para ejercer nuestro trabajo. Por ello, en las aulas suele haber un acuerdo generalizado en defender aquello que llamamos lo público. Lo público. Qué gran falacia ésta. Defendemos lo público porque creemos que lo público no tiene intereses privados. Defendemos lo público, lo gestionado por el Estado, porque el Estado sabe redistribuir la riqueza dándonos a cada persona lo que es justo, lo que nos merecemos. Llevamos años interiorizando esa entidad abstracta que vela por nuestro bienestar como un padre vela por sus hijos. Nos dicen, nos repiten una y otra vez que hay que apostar por lo público, combatir las privatizaciones de los servicios. Y la mayoría estamos de acuerdo en esto último, pero pocas veces se cuestiona en público lo público. Parece que se nos olvida que lo público está dirigido por personas, por partidos políticos. Que éstos han demostrado, por activa y por pasiva, que utilizan lo público para servir a los intereses de lo privado^10. Se nos olvida que vivimos en una democracia representativa bipartidista cuyas políticas económicas no benefician precisamente al ámbito de lo social. Y ahí estarán las futuras trabajadoras sociales en lo social , habiendo estudiado antes una carrera en la que se idealiza el ámbito de lo público sin ser apenas cuestionado^11. Lo público parece tener una connotación similar al concepto natural. Es más, lo público ha sido naturalizado. Tiene un carácter bondadoso per se , es lo bueno, lo que viene dado, lo inamovible. Ya no hay más opciones, sólo podemos actuar en lo público o en lo privado. Y así, seguimos perpetuando estancadas concepciones dicotómicas de la realidad, que tanta inmovilidad causan. Seguimos interiorizando que no hay nada más allá de esas dos posibilidades^12 , por tanto, no es de extrañar que se siga manteniendo “lo que Álvarez-Uría llama la ambigüedad constitutiva y constituyente del trabajo social, puesto que tiene que «promover el cambio pero sin alterar el orden» ” (cit. en Pelegrí, 2004: 22) Una vez más quiero referirme a las teorías postestructuralistas. Numerosos autores y autoras – y en cuanto a lo que voy a decir, son más numerosas estas últimas- han aportado grandes reflexiones acerca de la lógica dicotómica. Por traer el que yo considero el ejemplo por excelencia, mucho podemos aprender de la teoría postfeminista, o feminismo postestructural radical^13. La superación de dicotomías

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consciente de su funcionamiento. Ser coherente con lo que se piensa y se cree es muy complicado. Estamos llenos de incoherencias, mi intención ahora es confrontarme con algunas a las que estoy sometido desde que empecé a reflexionar sobre esto del Trabajo Social. Las personas trabajadoras sociales … Aparte de los motivos que expuse para referirme así a los y las profesionales del Trabajo Social, existe además otro motivo por el cual empleo esa denominación, sobre el que me gustaría hablar. Anteponiendo la palabra persona quiero dar énfasis a una cuestión que pasa un poco desapercibida, al menos a mí me da esa sensación. Me refiero a que si aceptamos, como profesionales, promover el cambio social – sea cual sea éste-, este propósito no puede quedarse sólo en las horas que ejercemos como trabajadores/as sociales. Nos pasamos horas orientando nuestros objetivos a aquellos colectivos a los que queremos mejorar. Realizamos infinitud de investigaciones y proyectos que siempre marcan una clara diferenciación entre un nosotros y un ellos , estableciendo así los discursos que construyen la otredad. Pero, ¿qué hay de nosotros y nosotras?, ¿puede una trabajadora social dejar de serlo cuando abandona su horario de trabajo?, ¿somos conscientes de las implicaciones que tienen las conductas de nuestra vida personal en las vidas de esa otredad a la que queremos ayudar? Nos dice Healy que “ para mucha gente, el trabajo social activista requiere congruencia entre las prácticas personales y las de trabajo .” ( Ibíd. , 52). Ella habla del trabajo social activista , en mi opinión creo que cualquier tipo de trabajo social requiere esa congruencia. Pero, ¿puede llegar a ser incoherente nuestra vida personal con nuestra vida profesional? Mi respuesta es que sí, aunque depende en gran medida de los posicionamientos ideológicos y los principios que defendamos. Por poner un ejemplo, sería totalmente incoherente trabajar con mujeres maltratadas y ser a la vez un maltratador. Sí, es un ejemplo bastante surrealista, exagerado y con él me gano seguramente el acuerdo de quien me lee. Intentaré concretar más. Pongamos que ahora mismo, para mí – con mis principios, y mi concepción de la realidad- me resultaría incoherente votar a los partidos liberales siendo trabajador social, invertir en bolsa o gastarme una considerable parte de mi sueldo en prendas de vestir. Pasando de ejemplos demasiado hipotéticos a algunos mucho más probables, me podría resultar incoherente trabajar en prisiones teniendo tantísimas críticas contra la institución penitenciaria. Me resulta incoherente perseguir mayor reconocimiento y estatus para el Trabajo Social teniendo en cuenta las consecuencias que han tenido al ser otorgados a otras profesiones de lo social. También me parecería incoherente trabajar en Atención Primaria en un centro de

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Servicios Sociales y tener el poder de aceptar o denegar casos tras diez minutos de consulta. Incluso me parece incoherente promover el cambio social y que para ello tenga que firmar un papel que establezca una relación contractual sabiendo que el trabajo asalariado es uno de los pilares centrales del sistema de servidumbre actual. Me parece incoherente que haya parte del alumnado que estudie esta carrera con el principal fin de obtener el título que le permitirá poder aprobar unas oposiciones y así asegurarse un trabajo de ocho de la mañana a tres de la tarde y sobrevivir. Vivo constantemente en la incoherencia de posicionarme totalmente en contra de unas instituciones, de unas organizaciones, de un sistema y de un tipo de sociedad a las que quiero cambiar, de raíz; y de ser a la vez partícipe en mayor o menor medida de ellas. Pero, sin querer todavía irme a vivir a la montaña alejado de todo ello, creo que el trabajo social puede brindar maravillosas oportunidades para cambiarlo todo. Hay características del Trabajo Social, - o, llegados a este punto, debería decir más bien “de los trabajos sociales”- que siempre me han atraído. Su condición interdisciplinar posibilita la capacidad de poder comprender fenómenos de forma holística. El problema es que tenemos una carrera que - por diversos problemas que tiene el sistema educativo actual- imposibilita profundizar mucho en materia. Somos por excelencia unos aprendices de todo y maestros de nada. Creo que esto puede ser a la vez ventaja e inconveniente. Ventaja por esa visión más holística, pero inconveniente porque corremos el peligro de creer que con la carrera nos basta para ejercer de la mejor manera posible. Como las personas con las que queremos trabajar, estamos divididos y fragmentados. Aun así, tanto en el ámbito académico como en el laboral, creo que nuestro contexto puede proporcionarnos situaciones estratégicas llenas de posibilidades de acción. Como decía una buena profesora - que haberlas, haylas - : “ hay que aprovechar las brechas”. Y este sistema, tiene muchas. Cierro este apartado con una cita que resume bien lo que quiero decir: “El presente no es natural ni tiene que ser considerado como inevitable o absoluto. El cambio puede venir de la comprensión de la naturaleza precaria de las formas establecidas y de la invitación a desarrollar alternativas. Esto es cierto para el cliente y para el trabajador social y de particular relevancia, para el trabajador social académico, el investigador y el educador. Aquí nos acercamos a la definición del papel del intelectual, así como de sus límites: “El trabajo del intelectual es, en cierto sentido, decir lo que es haciéndolo aparecer

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social, nos empeñamos en estudiar, investigar y ayudar a los excluidos, los pobres y demás acepciones que utilizamos para denominar a las personas que más jodidas están. ¿Por qué no cambiar los que tradicionalmente se han considerado nuestros sujetos-objeto de acción? ¿Por qué no darle la vuelta a la tortilla y patologizar la riqueza y no la pobreza? ¿Qué pasaría si nos planteásemos como fin último del trabajo social crear una sociedad que no lo necesitara? ¿Y si el fin de los trabajos sociales es desaparecer? ¿Por qué no? Referencias bibliográficas Chambon, A. S.; Irving, A.; Epstein, L. (eds.). (2001). Foucault y el trabajo social. Granada: Maristán / E.U.T.S. Linares. Fook, J. (2002). Social Work: critical theory and practice. London: SAGE. Fossini, S. C. (2005). Trabajo Social y política. Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales. Edición Digital , 40. Foucault, M. (1999a). ¿Qué es un autor? En Entre filosofía y literatura. Obras esenciales. Volumen I. Barcelona: Paidós. (1999b). Estrategias de poder. Obras esenciales. Volumen II. Barcelona: Paidós. Healy, K. (2001). Trabajo Social: Perspectivas Contemporáneas. Madrid: Morata / Fundación Paideia. Howe, D. (1999). Dando sentido a la práctica: una introducción a la teoría del trabajo social. Granada: Maristán. Martín Estalayo, M. (2007). Razones para ser y hacer con los otros en nuestra sociedad posmoderna. Cuadernos de Trabajo Social , 20, 157-166. Martín Estalayo, M. (2009). Ocho posibilidades de entender (o no) el Trabajo Social. Cuadernos de Trabajo Social , 22, 227-241.

Gómez-Lobo, D. / Ensayando el Trabajo Social. Reflexiones de un trabajador social recién egresado.

Pelegrí Viaña, X. (2004). El poder en el Trabajo Social: Una aproximación desde Foucault_. Cuadernos de Trabajo Social,_ 17, 21-43. Rodríguez Rodríguez, A. (2007). Más allá de la perspectiva crítica_. Cuadernos de Trabajo Social_ , 20, 117-137. Travi, B. (2008). La recuperación y visibilización de las prácticas y pensamiento críticos en el proceso de profesionalización del Trabajo Social. Aportes para la formación profesional. Margen: revista de trabajo social y ciencias sociales , 51,

. [Edición Digital: http://www.margen.org/suscri/margen51/travi.html ] (^1) Ahí va mi primer “argumento de autoridad”. Para reflexionar sobre el tema, véase Foucault,

(^2) Marchioni, M. “Conferencia Coloquio: Jóvenes, participación y desarrollo comunitario.” Diputación de Granada, 21 de marzo de 2011. (^3) A partir de ahora dejaré de escribir trabajadores y trabajadoras sociales y me referiré a ellas y ellos como las trabajadoras sociales , siendo ésta una abreviación para referirme a las personas trabajadoras sociales. No suscribo la idea de hablar de las trabajadoras sociales por el hecho de que el género femenino sea mayoría en la profesión, esta idea se basa en una lógica cuantitativa de “la mayoría tiene la razón”, cuyos efectos políticos pueden ser bastante perversos. (^4) Sé que no era en primero, porque durante este curso, el estudiantado de esta profesión suele estar más confuso sobre lo que es el trabajo social que antes de empezar la carrera. (^5) Prueba de esto, un botón: escribo occidental , por contraposición, claro está, a un pensamiento oriental , dividiendo así a la población humana en dos, simplificando, categorizando y racionalizando a toda la humanidad en dos conceptos antagónicos. (^6) El “Taller de herramientas para las metodologías participativas: usos, aplicaciones y estrategias.” Se realizó los días 24 y 25 de marzo en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada. Fueron dirigidos por Tomás R. Villasante, profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de CIMAS y Mª Dolores Hernández, ex- profesora TEU de la Universidad de La Laguna (Tenerife) en excedencia voluntaria y miembro de CIMAS. (^7) Para una explicación detallada del concepto multi-lema se puede consultar: Villasante, T.R., Estilos y Epistemología de las metodologías participativas ; Disponible en Web: http://www.infoop.org/observ/parameters/infoop/files/File/upload/Programa_Formativo_Telemati co/Estilos_y_epistemologias_en_las_metodologias_participativas.pdf