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Causas de conductas distributivas en el proceso E-A
Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones
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Universidad Internacional de La Rioja Facultad de Educación
Barcelona 26 de julio de 2013 Firmado por: Dra. Cristina Casado Lumbreras
CATEGORÍA TESAURO: 1.1.9 Psicología de la Educación
RESUMEN: El presente trabajo constituye un análisis de las causas que subyacen a la conducta desafiante de una muestra de alumnos de Educación Primaria. Para lograr dicho objetivo se han desarrollado cuatro estudios. El primer estudio delimita el concepto de conducta desafiante mediante una revisión bibliográfica exhaustiva. El segundo estudio es una observación no participativa de la conducta desafiante de alumnos de Primaria de un colegio de Barcelona. En el tercer estudio , se entrevista a los alumnos que han mostrado conductas desafiantes durante el desarrollo del segundo estudio para conocer cuáles son los motivos de su modo de actuación. Finalmente, el cuarto estudio analiza la opinión de los profesores sobre la conducta desafiante de sus alumnos. El trabajo realizado aporta un análisis que relaciona la bibliografía existente con los resultados obtenidos en cada uno de los cuatro estudios realizados, y que concluye que existen múltiples causas detrás de las conductas desafiantes. Éstas se pueden resumir en cuatro grandes áreas: las referidas al propio sujeto, las referidas a su contexto familiar, las referidas a su entorno escolar y las referidas a su entorno social. Palabras clave: conductas desafiantes, conductas disruptivas, problemas de disciplina, trastornos de conducta, castigos, estilos de enseñanza, estilos de crianza, retar
This paper is an analysis of the underlying causes of challenging behavior of a sample of primary school students. To achieve this objective we have developed four studies. The first study defines the concept of challenging behavior through a comprehensive literature review. The second study is a non-participatory observation of the challenging behavior of primary school pupils from a school in Barcelona. In the third study , through interviews of the students who have shown challenging behaviors during the development of the second study, we analyze the reasons for their behavior. Finally, the fourth study examines the point of view of teachers on their students' challenging behavior. The paper provides an analysis of the literature relating to the results obtained in each of the four studies, and concludes that there are multiple causes behind challenging behaviors that can be summarized in four broad areas: those related to the subject itself, those concerning their family context, those concerning the school environment and those concerning the social environment. Key words: challenging behavior, disruptive behavior, discipline problems, disruptive behavior, punishment, teaching styles, parenting styles, challenging, behavior, defiance
1. INTRODUCCIÓN
En la actualidad se estima que entre tres y cinco de cada diez niños y adolescentes muestran conductas desafiantes de carácter ocasional, y que dos de cada diez exhiben una conducta oposicionista en forma habitual (Céspedes, 2012).
Estos datos reflejan una realidad que los maestros vienen denunciando desde hace tiempo y que la sociedad parece no querer escuchar ni analizar con la profundidad que merece, y es que nuestros hijos y nuestros alumnos cada día desafían más a los adultos con los que se relacionan. Mientras tanto, profesores como padres abordan estas conductas oposicionistas de forma intuitiva, aplicando métodos al azar que en muy raras ocasiones dan resultados favorables, y que hacen que el adulto acabe confesándose sobrepasado e impotente. Ante este tipo de conductas, la gran mayoría de adultos cree firmemente que el desafío de niños y adolescentes se debe a su propia naturaleza rebelde e indomable (Janin, 2013), y que la única forma adecuada de abordarla es mediante estrategias de control de todo tipo que deben de ser aplicadas en la mayor brevedad para evitar que la conducta empeore o que se convierta en un mal crónico. La más habitual suele ser el castigo o la regañina de diferente intensidad, aunque también es frecuente que el adulto intente mitigar los desafíos mediante la indiferencia o simplemente desista en su intención, bien por incapacidad, bien por puro hastío. Lamentablemente, las soluciones que en la actualidad está aplicando nuestro sistema educativo, predominantemente respuestas punitivas, en lugar de solucionar el problema, lo están agravando de forma exponencial. La experiencia de padres y docentes, apoyada en las investigaciones aplicadas llevadas a cabo por psicólogos y educadores como Douglas (1977) o Greene (2010), ha demostrado que los únicos métodos apropiados para hacer frente a esta tipología de conductas se sustentan en la identificación de los factores que las facilitan, que las provocan y que las mantienen e incrementan. Greene (2010) afirma que para conseguir entender a un niño explosivo hay que dejar de creer tanto en la diagnosis psiquiátrica y entender que el niño desafiante no lo es en cada segundo de cada hora, sino que explota de vez en cuando, con determinadas personas y en algunas situaciones determinadas, es decir, el niño desafía habitualmente bajo algunas circunstancias particulares. En conclusión, para poder comprender al niño desafiante hay que buscar las causas y circunstancias que provocan su reacción y trabajar desde este nivel y con la implicación de toda la comunidad educativa.
En la aparición de los comportamientos desafiantes confluyen numerosos motivos que se combinan de formas diferentes y en diferentes proporciones y que culminan en la conducta rebelde, representada por la desobediencia, el negativismo y la actitud de abierta confrontación
con el adulto. La paradoja es que alrededor del noventa por ciento de las pataletas o conductas desafiantes obedece a causas externas al niño e inherentes al adulto que trata de evitarlas o sofocarlas (Barkley y Benton, 1998), es decir, que en la mayoría de casos, el adulto no se ve a sí mismo y a su forma de afrontar la conducta del niño como una de las principales causas de la misma. Gran parte de las acciones que el adulto emprende para evitarla suelen fracasar si no se entienden las causas de la conducta, y si éstas no se abordan de un modo objetivo y consistente.
Como paso previo a la profundización en el análisis de las causas de las conductas desafiantes en los alumnos de Primaria, conviene clarificar los conceptos básicos con los que se va a trabajar: Comenzamos describiendo los conceptos más genéricos para finalizar con los más específicos. En este sentido, el término más general que es necesario definir es el de “ problema de comportamiento ”. Según los autores consultados, los problemas de comportamiento son aquellas conductas que ocurren con la suficiente intensidad y cronicidad en los distintos ambientes, de modo que son intolerables para los padres, los educadores u otras personas; que son incompatibles con el progreso escolar y/o amenazan la seguridad o el bienestar del sujeto o de otros. Seguidamente conviene definir lo que entendemos por una conducta disruptiva. En este sentido, la definición de la misma que realizan Sanders y Hendry (1997), citado en Marchesi (2004), corrobora la tipificación de conducta escogida. Estos autores consideran que podríamos definir la conducta disruptiva como cualquier conducta que entorpece el orden, la disciplina y el bienestar educativo de los alumnos escolarizados. Por tanto, la conducta desafiante del alumno que no quiere acatar la autoridad del docente, cumple con todas las características consideradas.
Según Fernández (2001), la disrupción presenta las siguientes características:
alumno serán sustancialmente diferentes (voluntariedad en la ruptura de la norma, injusticia en la aplicación de un castigo o en el juicio del mismo, parcialidad a favor de algún alumno, etc.).
Según Carr, McConnachie, Carlson, Kemp, y Smith, (1996) citado en Tamarit (2005), las conductas desafiantes constituyen, el medio que utilizan los alumnos que carecen de las habilidades comunicativas y socioemocionales necesarias para expresar sus necesidades y sus sentimientos y suelen aparecer o mostrarse cuando se da un desajuste en la interacción que establecen con su contexto social, es decir, con todo lo que les rodea y que influye en su vida diaria. Tamarit (2005) profundiza en esta visión de las conductas desafiantes como desajuste con el entorno y las caracteriza mediante dos elementos: por un lado, su carácter comunicativo, ya que a través de ellas los niños manifiestan sus emociones o estados de ánimo y sus necesidades insuficientemente satisfechas. Por otro lado, enfatiza su carácter de desajuste entre el individuo y el entorno, por lo que considera que no pueden ser catalogadas como un “problema de conducta” que tienen los niños y niñas, sino como conductas que nos retan, nos desafían, a los profesionales, a los familiares, a los servicios educativos a disponer la mejor respuesta atendiendo al óptimo desarrollo de esos niños y niñas en su contexto social y cultural.
Pese a estas puntualizaciones, existen dos definiciones que parecen agrupar la mayoría de conceptos comentados:
Para lograr entender el comportamiento desafiante de nuestros hijos y alumnos, debemos considerar cuatro grupos principales de causas:
Según Janin (2013), los comportamientos desafiantes de niños y adolescentes pueden tener su origen en factores biológicos o psicológicos entre los que destacan la ansiedad, el miedo, la impulsividad o dificultad para autorregular las emociones, la tendencia a atribuir a terceros las consecuencias de las acciones propias y el acto de obedecer sólo por temor al castigo.
Además de estos factores, Frola y Velásquez (2011) consideran que también es importante tener en cuenta las diferentes formas de captar la información que tienen las nuevas generaciones. En este sentido, la mayoría de docentes coincide en quejarse de la dificultad que tienen para retener la atención de sus alumnos y evitar que se distraigan con cualquier cosa. La causa principal de esta actitud es la modificación del umbral de percepción. Hace no demasiados años, antes de la aparición de los medios de comunicación masivos y de las grandes innovaciones tecnológicas en comunicación, estábamos acostumbrados a prestar atención con uno de nuestros sentidos, dos a lo sumo, lo que hacía mucho más sencillo mantener la atención y la concentración. Los estudiantes escuchaban las explicaciones de los maestros de forma natural, sin esperar que fueran acompañadas de imágenes o de movimiento, pero sin embargo, en muy poco tiempo, con la llegada de los medios audiovisuales, el uso de la vista fue necesario como complemento del oído y con ello, el ejercicio de la imaginación quedó relegado. Hoy en día, el maestro necesita de todos los recursos posibles para llamar la atención de sus alumnos, y sabe que la va a conseguir mantener muy poco tiempo a no ser que les proporcione una gama de estímulos variados y de diferente naturaleza que consigan retener su sobrestimulada mente. La revolución tecnológica ha cambiado rotundamente la forma de utilizar los sentidos de nuestros alumnos y como consecuencia, también la forma que tienen de percibir el mundo que les rodea (Frola y Velásquez, 2011). La consecuencia lógica e inevitable es que nuestro sistema educativo no puede permanecer impasible a esta realidad y necesariamente ha de transformar y adaptar las formas y métodos de enseñanza. En la actualidad, nuestro sistema educativo, especialmente durante la Educación Primaria y Secundaria, sigue abusando de los viejos modelos, lo que dificulta el proceso de enseñanza-aprendizaje y potencia la aparición de conductas disruptivas.
Según Barkley y Benton (1998), los niños y adolescentes que son propensos a reaccionar con respuestas principalmente emotivas (alta emotividad), que se irritan con facilidad y de forma habitual, que tienen unos pobres mecanismos de control que les impiden pensar antes de actuar, que son sumamente activos, y/o que son más desatentos e impulsivos, tienen una mayor
Cardoze (2007) y Céspedes (2012), coinciden con la afirmación de que uno de los factores más trascendentes en la aparición de conductas desafiantes en el niño o en el adolescente son los errores que cometen los adultos en su papel de agentes socializadores del niño.
La socialización primaria es un proceso que le corresponde a la familia ya que es el primer núcleo social con el que los niños se relacionan, y donde se adquieren los primeros elementos que les van a permitir relacionarse y vivir en sociedad. Sin embargo, en la actualidad las familias no están cumpliendo con este papel y se está transfiriendo dicha tarea a otras instituciones como la escuela, la cual puede compensar en parte esta carencia, pero la participación de la familia es insustituible ya que además aporta unas estructuras de afecto que nadie más puede aportar (Céspedes, 2012). La socialización es un proceso complejo, exigente y arduo, que está constituido por varios elementos: la implantación de normas y límites, la educación emocional y el acompañamiento del niño en el cumplimiento de tareas. Este trabajo, además, debe llevarse a cabo sistemáticamente durante varios años, sin desistir ni claudicar. Sin embargo, existen numerosos factores que constantemente interfieren para impedir que los adultos logren su cometido de facilitar la socialización del niño. Entre los más importantes, y que afectan directamente a la unidad familiar encontramos el estrés crónico y la sobrecarga laboral de los padres y su consecuencia inmediata: el déficit en cantidad v calidad de tiempo dedicado a los niños (Janin, 2013).
A pesar de esto, es conveniente resaltar que no todos los adultos tienen una tarea socializadora. Esta misión recae principalmente con aquellos que son considerados "significativos", es decir: padres, abuelos, profesores, tutores, nanas y, en algunas ocasiones y circunstancias excepcionales, otros familiares como, tíos, hermanos, padrinos, etc.
Una de las causas que más influencia tiene en el comportamiento desafiante del niño y del adolescente es su estilo de crianza, que combinado con los rasgos de su carácter y su temperamento formará la base de sus patrones de conducta y de comportamiento. Según Cardoze (2007) este estilo de crianza está conformado por una variedad de experiencias familiares que predisponen a los niños a presentar conductas inadaptadas en la escuela y entre las cuales destacan:
a. La permisividad de los padres: Una de las principales necesidades que tienen los niños y adolescentes es la del respeto de los límites, que se deben establecer de una manera clara y con una exigencia progresiva a medida que crecen y van madurando. Cuando los adultos significativos que se relacionan con el niño no los establecen, provocan lo que conocemos como un niño consentido, que no conoce límite alguno, que no respeta las mínimas normas de disciplina y de respeto y que se convierte en un tirano que exige que todos los que le rodean le complazcan en todos y cada uno de sus deseos, y que no admite un no por respuesta. Si a esta permisividad se le une un temperamento impulsivo, el resultado en casa y en la escuela suele ser un alumno muy desafiante y desobediente, manipulador, que intenta ser el centro de la clase exigiendo de los demás compañeros y del maestro que se sometan a su voluntad.
b. La sobrevaloración: Los padres que sobrevaloran a sus hijos, provocan un aumento exagerado de su autoestima, que lejos de protegerlos y ayudarles a crecer, les hacen extremadamente vulnerables y provocan que reaccione de forma desmedida cuando cree merecerlo. Este niño suele tener dificultades en aceptar la autoridad de padres y maestros y habitualmente es rechazado por el grupo y genera habitualmente conflictos con el profesor y con sus compañeros.
c. Negligencia parental: Todos los padres y referentes del niño deberían ser unos modelos de conducta y servir de referencia para que sus hijos comprendan lo que se espera de ellos. Además de ejercer como referente, deberían acompañar a sus hijos durante todo su crecimiento y proceso de maduración, y supervisar y corregir su conducta durante todo este largo y complejo camino de crecimiento. Los padres negligentes están descuidando constantemente su formación disciplinaria, lo que suele
h. Ambigüedad en las normas disciplinarias: Esta característica suele ser muy frecuente en los hogares de niños con conductas desafiantes. Los responsables de la educación en el hogar han establecido unas normas incoherentes y que reflejan una diversidad de criterios y falta de acuerdo. En estas situaciones, el niño no sabe a qué atenerse y lo que se espera de su forma de actuar. Normalmente se generan bien porque algún familiar cercano de influencia para el niño interfiere en su educación mandándole mensajes contradictorios, bien por la inconsistencia de la conducta de los padres fruto de una falta de formación como tales. Ante estas situaciones el niño se acerca cada vez a la postura que más le conviene lo que confunde su visión de la disciplina y la aceptación de las normas de la escuela.
los que presentan mayores relaciones con los problemas de conducta que aparecen en los niños. Por otro lado, el estilo autoritario, proporciona mejores resultados que los anteriores, pero peores que el estilo democrático, que está considerado como el que mejor protege de este tipo de conductas.
Douglas (1997) defiende la importancia que tiene la estructura familiar para que se produzca cualquier cambio de conducta en el niño. En este sentido, define estructura como un conjunto de elementos que rodean la experiencia vital del niño (expectativas, reglas, recompensas, castigos, amor, sistema de guía, sentido de seguridad, etc.). De hecho, este autor afirma que las expectativas de profesores y progenitores para que se produzca cualquier cambio en la actitud disruptiva del niño, deberían presentarse únicamente una vez se haya examinado, asegurado y reparado esa estructura que tanto condiciona la vida del niño.
El tercer gran grupo de causas de las conductas desafiantes de nuestros alumnos son las que hacen referencia a todas las inconsistencias existentes entre las necesidades educativas de nuestros alumnos, y lo que en realidad les está ofreciendo nuestro Sistema educativo: una visión educativa obsoleta, un currículo desfasado, un sistema disciplinario ineficaz, una escasa coordinación entre docentes y entre éstos y la dirección del centro para la implementación de los programas, una escasa capacidad para fomentar la participación de las familias y de los estudiantes en la planificación de los mismos, etc. (Cardoze, 2007)
En la sociedad de la información en la que vivimos, es imprescindible desarrollar una gran capacidad de adaptación a los nuevos paradigmas que afectan a todos los campos de nuestra existencia y, adicionalmente, hacerlo a una gran velocidad, ya que los plazos de obsolescencia de la información que dirige nuestra forma de vida se han acortado de una forma impensable hace apenas unas décadas. En este sentido, la escuela debería jugar un papel crucial formando a
nuestros jóvenes en esta dinámica cambiante pero, sin embargo, y pese a sus continuos intentos de reformas educativas, a menudo se queda anticuada y sus respuestas no corresponden a las necesidades que demanda la sociedad.
De todos los cambios y modificaciones que deben realizarse quizás la más relevante y necesaria es la que corresponde a los docentes. El papel del maestro en nuestro sistema educativo es más esencial que nunca, y sin embargo, las herramientas de las que dispone son cada vez menos adecuadas para lograr su cometido docente: aulas atestadas de alumnos, recursos esenciales bajo mínimos, cambios en la sociedad y en la familia que le obligan a realizar funciones adicionales a la docencia, pérdida paulatina de autoridad y por si fuera poco, escasa consideración social (Vaello Orts, 2003 y 2011). Además de la necesidad de revertir esta compleja situación, parece necesario que el Sistema Educativo se plantee la necesidad de modificar la formación inicial que reciben los nuevos maestros para adaptarla a la nueva realidad de la sociedad y por otro lado, también es lógico pensar que se deben adaptar las metodologías de enseñanza para responder a la nueva forma de aprender de nuestros alumnos (Pérez Algorta, 2004 y Janin, 2013). Además de la dificultad intrínseca que tiene un tipo de cambio de estas dimensiones, se deben considerar otros condicionantes externos que todavía incrementan la complejidad de este reto. Uno de éstos es la sociedad de la información y el conocimiento, que es llamada así precisamente por la enorme cantidad de contenidos que se generan día a día y que hacen imposible para cualquier ser humano el dominar todo el saber que se va generando. Según Janin (2013) con el fin de reducir la brecha existente entre la enseñanza y el aprendizaje y más teniendo en cuenta que la verdadera educación debe buscar el desarrollo armónico de todas las facultades del ser humano, es condición imprescindible para los docentes del siglo XXI un trabajo serio y permanente de formación en todos los ámbitos, especialmente en los siguientes:
generaciones se ha roto esa tradición por lo menos en una de las áreas: el conocimiento y uso de los dispositivos electrónicos que utilizan tecnología digital. Aunque pueda parecer poco relevante, este asunto es de crucial importancia para entender muchas de las conductas desafiantes de nuestros niños y adolescentes. Según Frola y Velásquez (2011) su relevancia es considerable si consideramos dos aspectos:
Las implicaciones educativas que tiene esta situación inédita son varias: Por un lado, parece casi imposible pensar en un proceso formativo para los niños y jóvenes de las nuevas generaciones, que ignore las Tecnologías de la información y la comunicación. Teniendo esto en consideración, así como sus gustos e intereses, podremos comprender lo aburrido e ineficaz que les resulta la metodología principalmente declarativa de nuestro sistema educativo actual y la inoperancia de las charlas moralizadoras interminables como principal vía de reflexión ante una conducta inadecuada o indeseada. En ningún momento debemos olvidar que toda esta información ellos la pueden buscar y procesar de diversas maneras mucho más rápidas y efectivas que mediante nuestros métodos tradicionales. Por otro lado, la gran cantidad de información que poseemos y la enorme velocidad con la que se genera, provoca que cada día existan menos verdades y máximas irrefutables y que, por tanto, la necesidad de formación permanente del profesorado sea todavía más acuciante e imprescindible.
Cardoze (2005) defiende que esta nueva forma de ver y entender la vida de esta generación tecnológica conlleva múltiples e importantes riesgos que conviene analizar por sus repercusiones educativas y su influencia en el carácter y las conductas de nuestros hijos y alumnos: a) La pérdida de importancia de un valor básico como el esfuerzo. Tanto la propia sociedad de la información como los medios de comunicación masivos inundan a nuestros alumnos de inputs que les inculcan una visión de la vida fácil, dónde premia la inmediatez de los resultados y del goce inmediato, y donde el esfuerzo tiene un valor testimonial. Nuestros hijos están tan acostumbrados a ver cómo se
crean fortunas en poco tiempo y con suma facilidad que no valoran el esfuerzo que supone conseguir el éxito profesional. Esto conlleva que vean a los padres como una fuente inagotable de recursos económicos y crea una generación de niños consentidos, mimados y tiranos, que cada día exigen más y que desafían a todos los que no satisfacen su inagotable lista de necesidades creadas por ellos mismos y los grupos sociales con los que se relacionan. b) La prolongación de la adolescencia como zona de confort que no quieren abandonar bajo ningún concepto, lo que deriva en un mantenimiento hasta la edad adulta de una conducta adolescente donde prima la diversión y la falta de compromiso. c) La crisis económica y la actual situación competitiva y de precariedad de la oferta del mercado laboral. Nuestros alumnos no son inmunes a la actual situación de crisis, y con casi toda probabilidad la sufren directamente en su familia o entorno próximo. Además, su acceso a todo tipo de información les permite constatar que estudiar una carrera universitaria y esforzarse para formarse adecuadamente ya no es garantía para encontrar trabajo, lo que tiene un efecto desmoralizador importante que afecta a su energía vital, a su optimismo frente a la vida y a su disposición para superar los problemas que les van surgiendo.
Adicionalmente a todos estos factores comentados, también es conveniente considerar como causas de la conducta desafiante, la aparición de pandillas de “malas compañías” que actúan como malos modelos en el aprendizaje por imitación, los malos hábitos en el tiempo de ocio (visitas frecuentes a salas de juego-recreativos, reuniones de amigos sin nada que hacer, etc.) y por último, la contemplación abusiva de contenidos violentos en televisión e Internet e imitación de muchos modelos que aparecen en ellos de dudosa capacidad formadora (Navarro, 2008). En opinión del autor de la presente investigación, los hábitos en el tiempo de ocio mencionados por Navarro, no son necesariamente perniciosos para el alumno a no ser que la motivación principal de la reunión sea de carácter inadecuado (vandalismo, reunirse para amedrentar y/o pegar a otros, consumo de alcohol y/o drogas, etc.).
Como hemos podido comprobar a través del análisis de las fuentes consultadas, los factores determinantes en la conducta desafiante de niños y adolescentes son muchos y muy complejos. Hemos hablado de cuatro grupos principales de causas: las referidas al propio sujeto (ansiedad, miedo, impulsividad, inestabilidad emocional, baja autoestima, etc.), las que hacen referencia al ambiente familiar (pemisividad de los padres, excesiva sobrevaloración, negligencia en la crianza, ambiente familiar conflictivo, desintegración familiar, maltrato físico o psicológico, disciplina autoritaria, etc. ), las referidas al entorno escolar (visión educativa obsoleta, currículo desfasado, sistema disciplinario ineficaz, escasa coordinación, poca capacidad para fomentar la participación de las familias, estilos docente inadecuados, falta de recursos, etc.), y por último las que analizan el
2. ESTUDIOS:
La presente investigación ha consistido en el desarrollo de cuatro estudios con el propósito de averiguar las causas que subyacen a la conducta desafiante de los alumnos de primaria. Para lograr dicho cometido, los cuatro estudios se han abordado de manera complementaria y se han focalizados en los dos principales agentes educativos implicados en el problema estudiado, es decir, los alumnos con conductas desafiantes y su profesorado. En el primer estudio se han categorizado las conductas desafiantes. El segundo estudio es una observación de la conducta desafiante de los alumnos en el aula y de las reacciones que ésta provoca en el docente que imparte cada clase. En el tercer estudio, se entrevista a todos los alumnos que han mostrado conductas desafiantes en clase para intentar conocer cuáles son los motivos y los condicionantes de su modo de actuación. Finalmente, el cuarto estudio pretende conocer la opinión de los profesores respecto a las conductas desafiantes y para cada uno de sus alumnos en particular.
Este estudio pretende obtener una adecuada operativización del concepto de conducta desafiante, es decir, se pretende delimitar de manera específica a qué nos referimos cuando hablamos de conductas desafiantes. Para la realización de este estudio, el autor de la presente investigación ha realizado una exhaustiva revisión bibliográfica de todos los conceptos relacionados con las actitudes disruptivas y desafiantes de los alumnos y las reacciones del profesorado ante ambas.
En lo referente a los resultados obtenidos del análisis y de la consulta de fuentes, es conveniente diferenciar la bibliografía referente a las conductas disruptivas en general de la que analiza la conducta desafiante en el aula, en particular. Las primeras son lógicamente mucho más genéricas y nos permiten comprobar que la mayoría de conductas disruptivas que se dan en el aula tienen componentes y reacciones comunes tanto en el alumno que las provoca como en el profesorado que las padece. Así pues, vamos a estructurar la información obtenida en tres apartados diferenciados:
Gotzens (1986), partiendo de un análisis de varios trabajos, señala las siguientes conductas y reacciones distorsionadoras:
Según Vaello (2011) las conductas más frecuentes en el alumno disruptivo son: molestar deliberadamente a los compañeros o al profesor, no hacer caso al profesor, tratar de llamar la atención y buscar la reprimenda o el reclamo para hacerse notar o afirmarse como parte de un grupo. En cambio, para el estudio de las reacciones habituales del profesorado, es conveniente distinguir entre reacciones positivas y negativas. Se podrían considerar como reacciones habituales positivas: el mantenimiento de la serenidad, el autodominio para poder valorar correctamente la conducta, una actitud reflexiva, persuasiva y proactiva, etc. Por otro lado, entre las reacciones habituales negativas encontraríamos: castigarlo sin reflexionar o desproporcionadamente, descalificar al alumno, ignorarlo, exhibirlo frente a la clase, mostrar sus debilidades en público, etiquetarlo como problemático, rechazarlo y dejarlo como imposible.
En lo referente a las reacciones de los alumnos desafiantes, la primera información recabada proviene de la observación realizada en el aula. El autor de la presente investigación ha podido comprobar cómo el patrón de conducta de los niños desafiantes es bastante heterogéneo pero, pese a eso, es posible obtener ciertos factores comunes a casi todos los episodios observados. Por un lado, se podría destacar la actitud no verbal del niño, que tiene en el mantenimiento de la mirada y en el tono de voz sus máximas manifestaciones. Por otro lado, en lo referente a la actitud en general del niño que desafía, cabe subrayar la falta de respeto hacia el profesor, que se concreta en una actitud impertinente, retadora y amenazante.