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LA ECONOMIA. CONCEPTO Y METODO
Tipo: Apuntes
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Este trabajo está estructurado en tres partes. En el primero se recogen algunas consideraciones sobre la noción de Economía. A continuación se ofrece una breve visión panorámica del desarrollo histórico de la Macroeconomía. El capítulo termina con algunas reflexiones sobre determinados aspectos metodológicos de la Teoría Económica.
1. CONCEPTO DE ECONOMÍA
No resulta fácil ofrecer una definición de Economía, ni tampoco especificar cuál es su objeto de estudio, puesto que no existe unanimidad al respecto entre los principales economistas del pasado ni de la actualidad. Facilita el acercamiento a esta cuestión, no obstante, la referencia a algunas de las definiciones de Economía proporcionadas por los autores más relevantes a lo largo de la historia de nuestra ciencia.
Tradicionalmente - aunque es éste asimismo un punto controvertido - se considera que el inicio de la economía como disciplina científica va aparejada a la publicación de la obra de Adam Smith The Wealth of Nations (1776). Para Smith la Economía Política es “una de las ramas de la ciencia del legislador o del estadista” (1776, p.428). Smith delimita con más claridad el ámbito de esta rama del saber al describir dos objetos propuestos por la Economía,
“El primero, suministrar al pueblo un abundante ingreso o subsistencia, o, hablando con más propiedad, habilitar a sus individuos y ponerles en condiciones de lograr por sí mismos ambas cosas ; el segundo, proveer al Estado o República de rentas suficientes para los servicios públicos. Procura realizar, pues, ambos fines, o sea enriquecer al soberano y al pueblo” (1776, p. 428).
En estas breves líneas se encierran numerosas cuestiones que podrían dar lugar a amplias discusiones y análisis, como cuáles deban ser, en último término, las funciones respectivas del Estado y del mercado. Excedería del propósito de estas páginas ahondar en estos interrogantes^1 , pero resulta pertinente para la discusión posterior destacar cómo
(^1) Cf., por ejemplo, Rosenberg (1960), Freeman (1969) o Stigler (1971).
el objeto de la Economía para Adam Smith, en última instancia, es enriquecer al soberano y al pueblo.
Para David Ricardo, sin embargo, el objeto de la Economía no está tanto en la obtención de riqueza cuanto en su distribución :
“El producto de la tierrra [...] se reparte entre tres clases de la colectividad, a saber : el propietario de la tierra, el dueño del capital necesario para su cultivo y los trabajadores que con su trabajo la cultivan [...]. Determinar las leyes que gobiernan esta distribución es el principal problema de la Economía Política ” (Ricardo, 1819, p. 5, cursiva de la autora).
Senior, sin embargo, recupera el énfasis smithiano en la generación de riqueza : para él la ciencia económica versa sobre “la naturaleza de la producción y la riqueza” (Senior, 1852, p.2). Stuart Mill refina y matiza la definición de Senior pero insiste en las mismas ideas: a su juicio la Economía es
“la ciencia que describe las leyes de aquellos fenómenos de la sociedad que se originan en las operaciones continuadas de la humanidad para la producción y distribución de la riqueza en la medida en la que esos fenómenos no quedan modificados por la persecución de otro objeto” (Mill, 1844, cursiva de la autora).
Mill integra, por tanto, las visiones de Smith-Senior y Ricardo, centrada en la producción de riqueza la primera, y en su distribución la segunda.
Con Jevons se produce un cambio en la concepción de la Economía, como destaca González (1997), que se puede concretar en tres aspectos : en primer lugar, desplaza el enfoque de la Economía de la Macroeconomía a la Microeconomía ; en segundo lugar, consolida de un modo mucho más explícito los principios hedonistas - que ya subyacían en las concepciones de Stuart Mill, Senior y Cairnes - ; finalmente, postula el empleo del método matemático en el desarrollo científico de nuestra disciplina. Estas ideas están presentes en algunas definiciones de Economía - un tanto vagas - que pueden encontrarse en sus escritos : así, la describe como “un cálculo de placer y dolor” (Jevons, 1871, p.101) y como “una especie de Matemática que calcula las causas y los efectos de la actividad humana” (Jevons, 1886, p. 321).
Alfred Marshall, por su parte, afirma que la Economía
multiplicidad de fines y unos medios limitados. El aspecto económico de la actividad de los hombres consiste en que los medios limitados pueden ser utilizados de modos diversos y, en consecuencia, es preciso elegir los fines que se consideran primordiales. A su vez, como consecuencia de la elección, surge inmediatamente el concepto de coste de oportunidad. En último término, la Economía se concibe como una forma de acercamiento a cualquier problema en el que afloren escasez y elección : puede aplicarse así no sólo a los casos de producción y distribución de bienes, servicios y factores productivos, como ha sido tradicional, sino también al análisis de otros fenómenos sociales en los que la lógica de la racionalidad - en cuanto elección de los medios óptimos para lograr unos fines - se ponga de manifiesto. Este planteamiento, de una parte, refleja la gran influencia que en Robbins tuvo la escuela austríaca - en particular a través de Mises y Hayek - y de otra el influjo de un economista inglés, Wicksteed. En efecto, Wicksteed razonó que el cálculo marginalista debía aplicarse no sólo a la Economía - como postulaban Jevons y Marshall - sino a toda la actividad del hombre^3.
Robbins concluye su argumentación proporcionando una definición alternativa de nuestra ciencia que ha sido ampliamente utilizada :
“La Economía es la ciencia que estudia el comportamiento humano como una relación entre fines y medios escasos, susceptibles de empleos alternativos”. (Robbins, 1932, p. 16).
Es bien sabido que esta definición tuvo un notable eco en la profesión e introdujo un cambio importante en el planteamiento de la naturaleza y ámbito de la Economía. En efecto, así entendida, la Economía es la ciencia general del comportamiento humano conforme al principio económico, una disciplina que puede abarcar, en último término, todos los dominios de la acción del hombre, siempre y cuando el problema que deba resolverse pueda plantearse como una optimización en un entorno condicionado por la limitación de algún recurso 4.
Por lo que respecta al momento presente, cabe decir que la definición de Robbins se acepta por una gran parte de los economistas, y de hecho se recoge en un elevado número de los manuales disponibles de Economía. No en vano ha sabido recoger en la definición tres ideas claves de la ciencia económica, como son la escasez , la elección y
(^3) Robbins conocía en profundidad la obra de Wicksteed, y de hecho elaboró el prólogo a la segunda edición de The Common Sense of Political Economy. Para un análisis de la influencia de Wicksteed en Robbins, cf. Lutz y Lux, 1988. 4 Obsérvese que los rudimentos de esta idea se encontraban ya en las definiciones elaboradas por Jevons. Este se da cuenta de que la Economía se caracteriza por la forma de aproximación a los problemas, más que por la naturaleza de estos últimos, pero no destaca con tanta claridad como Robbins los aspectos cruciales de escasez y elección.
el coste de oportunidad. El planteamiento epistemológico que subyace también se va imponiendo entre muchos autores : entender así la Economía proporciona un punto de partida a los estudios llevados a cabo mediante la aplicación de la lógica económica a fenómenos sociales como el nacimiento del derecho, el crimen o la familia. No pueden dejar de mencionarse aquí los trabajos de dos economistas galardonados con el Premio Nobel en años recientes, Ronald Coase (en 1991) y Gary Becker (en 1992) 5.
Como conclusión a estas consideraciones se ofrecerá a continuación la definición de Economía que recoge uno de los manuales introductorios más utilizados, el de Samuelson y Nordhaus (1996).
“La Economía es el estudio de la manera en que las sociedades utilizan los recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos” (Samuelson y Nordhaus, 1996, p. 4, cursiva de la autora)
Esta definición engloba y sintetiza, de alguna manera, las contribuciones anteriormente citadas: de una parte recoge la vertiente más tradicional, que centra la economía en torno a las actividades de producción y distribución de bienes ; de otra, y de modo significativo, la aportación revolucionaria de Robbins que destaca la escasez como rasgo crucial en nuestra disciplina.
Tradicionalmente, la Economía se ha dividido en dos grandes ramas, la Microeconomía - que “se ocupa actualmente de la conducta de entidades individuales como los mercados, las empresas y las economías domésticas” (Samuelson y Nordhaus, 1996, p. 5) y la Macroeconomía, que se centra, en cambio, en “el funcionamiento global” (Samuelson y Nordhaus, 1996, p. 5) de los fenómenos económicos. Aunque es esta una cuestión controvertida, puede afirmarse - siguiendo, por ejemplo, a Ekelund y Hébert, 1990 - que la Microeconomía propiamente dicha nace en el siglo XIX, mientras que la Macroeconomía en sentido estricto aparece más tarde, con la General Theory de Keynes (1936) : si bien es cierto que el objeto de estudio de la Macroeconomía, las variables agregadas, ya se trata con anterioridad por algunos de los teóricos de la Economía, cabe argumentar que el método de análisis macroeconómico tal y cómo se concibe hoy en día nace con la General Theory. Parece oportuno en este punto ofrecer
(^5) Sobre la obra de Coase véase por ejemplo Coase (1937, 1988), Williamson (1994) y Medema (1995). En relación con el pensamiento de Becker puede consultarse Becker (1991, 1993, 1995, 1996), y Fuchs (1994).
de la renta que subyace al planteamiento keynesiano. Los fisiócratas, sin embargo, no alcanzaron a ver todas las implicaciones de estas ideas porque poseían una visión excesivamente tosca del proceso económico : para ellos sólo la agricultura era capaz de crear riqueza adicional (aunque admitían que los bienes adquieren cierta utilidad en el proceso de su manufactura).
2.2. John Maynard Keynes y la Síntesis neoclásica
Durante el siglo XIX y primeras décadas del siglo XX la gran mayoría de los principales economistas - pueden proporcionarse algunos nombres, sin ánimo de elaborar una lista exhaustiva : los marginalistas de la primera generación, Jevons, Walras y Menger, y los discípulos de los anteriores, algunos de ellos encuadrados en la segunda generación de marginalistas : Marshall, Edgeworth y Pareto - se centró en el estudio de cuestiones microeconómicas, si bien es cierto que algunos de ellos también se interesaron por temas de carácter macroeconómico 8. Con respecto al funcionamiento agregado de la economía, existía cierto consenso respecto a algunos principios básicos, entre los que cabe destacar la validez de la Teoría Cuantitativa del Dinero - en su versión marshalliana, por ejemplo -, la flexibilidad de precios y salarios que garantizaba el pleno empleo y la efectividad de la Ley de Say^9.
En 1936 se publicó The General Theory of Employment, Interest and Money de John Maynard Keynes, uno de los economistas más influyentes del siglo XX. La aparición del libro de Keynes ejerció una importancia crucial debido a dos razones. En primer lugar, como destaca Febrero (1997), esta obra supone el nacimiento de la Macroeconomía en su forma actual en cuanto que en ella Keynes - y a partir de él, posteriormente, los economistas keynesianos - elabora modelos macroeconómicos propiamente dichos, caracterizados por un modo particular de agregar mercados, bienes y agentes económicos. La difusión de las ideas contenidas en la General Theory a cargo de autores tales como Samuelson y Hicks, en segundo lugar, rompió el relativo acuerdo existente sobre temas macroeconómicos al que se alude más arriba
Pueden distinguirse dos tipos de factores que contribuyen al desarrollo del pensamiento keynesiano : de una parte, las elevadas tasas de desempleo en Inglaterra y Estados Unidos en la década de 1930, que llevaron a los economistas a interrogarse sobre las causas y remedios de esta patología. En segundo lugar, la microeconomía marshalliana también estaba siendo cuestionada por economistas como Joan Robinson,
(^8) Para un análisis pormenorizado de la contribución de cada uno de estos autores, cf. Blaug (1988) o Schumpeter (1971). 9 La ley de Say se suele formular de la manera siguiente : la oferta crea su propia demanda. Esta afirmación es equivalente a postular que el ahorro agregado se iguala con la inversión al nivel de pleno empleo.
Chamberlin, Kahn y Harrod (Ekelund y Hébert, 1990). En suma, John Maynard Keynes supo elaborar el marco teórico que sustentaba y justificaba, de modo razonablemente coherente, dos creencias que iban siendo admitidas por los economistas y que la economía clásica de corte ortodoxo no era capaz de explicar adecuadamente : de una parte, que el paro observado era paro involuntario ; de otra, que las fluctuaciones en la demanda agregada tenían un fuerte impacto en la renta y el empleo (Romer, 1993). En particular la Teoría General engarzaba ambas ideas y ofrecía un diagnóstico y un remedio plausibles del paro masivo : la causa del desempleo era la insuficiencia de la demanda efectiva ; la solución, por su parte, radicaba en el estímulo de esta última.
Keynes apoya su construcción analítica sobre principios radicalmente opuestos a los que mantienen los clásicos^10 , término con el que Keynes designa, desdeñosamente, a todos los que aceptan las premisas básicas sobre el dinero, precios, salarios y Ley de Say detallados más arriba. Los principios alternativos sobre los que trabaja Keynes son los siguientes : en primer lugar, no acepta la Teoría Cuantitativa del Dinero porque la demanda de dinero no se relaciona sólo directamente con la renta (por el motivo transacción ) sino también, inversamente, con el tipo de interés (Keynes - gran especulador - destaca el motivo especulación para demandar dinero) ; en segundo lugar, postula que existen ciertas rigideces en precios y salarios, y en particular que el salario nominal es rígido debido a aspectos institucionales como los sindicatos o a la propia ilusión monetaria de los trabajadores ; y, finalmente, defiende la invalidez de la Ley de Say puesto que es la demanda la que crea su propia oferta y no al contrario (o, en otras palabras, nada garantiza que el ahorro se iguale con la inversión al nivel de pleno empleo). La conjunción de estas premisas da lugar a una de las implicaciones cruciales de la Teoría General : la economía puede situarse durante largos periodos de tiempo en una situación de equilibrio con desempleo ; dado que los salarios nominales son rígidos y que la Ley de Say es una falacia, la economía por sí sola no volverá al nivel de pleno empleo. Se hace necesaria, por tanto, la intervención activa de la política económica. Ahora bien, Keynes duda de la efectividad de la política monetaria 11 dado que, en su aparato conceptual, la inversión es rígida y la demanda de dinero es elástica respecto al tipo de interés 12 , por lo que también es inmediata la prescripción de política económica : el impulso de la demanda agregada debe llevarse a cabo mediante una política fiscal de corte expansivo (y opuesta, por tanto, al dogma ortodoxo del presupuesto equilibrado).
(^10) No resulta claro a quién o quiénes incluye Keynes bajo la etiqueta de clásicos ; el único economista que parece pertenecer al grupo de forma indiscutible es Pigou. 11 En sentido estricto esta idea no es nueva : los clásicos (en la terminología de Keynes) defendían la neutralidad del dinero. Es radicalmente distinta, no obstante, la argumentación que subyace a la ausencia de efectos reales del dinero en la posición de los clásicos y en la postura keynesiana. 12 En el caso extremo de un exceso de dinero en circulación, la demanda de dinero es perfectamente elástica con respecto al tipo de interés : la situación se denomina trampa de la liquidez , quizá uno de los conceptos más abtrusos de la Teoría General.
trate de un modelo de equilibrio general walrasiano en el cual existen precios y salarios rígidos, al menos a corto plazo.
Una interpretación alternativa del pensamiento keynesiano es la denominada economía del desequilibrio , desarrollada inicialmente por Clower (1965) y posteriormente por autores como Leijonhufvud (1967, 1968), Barro y Grossman (1971) y Malinvaud (1977). El propósito de estos modelos eran mostrar el ajuste de los mercados cuando los precios son rígidos a un nivel al cual no se produce el equilibrio entre demanda y oferta. Para Romer (1993), los modelos de desequilibrio no han superado las contradicciones internas de la síntesis neoclásica puesto que, en esencia, son asimismo modelos walrasianos de equilibrio general, aunque se basen sobre algún supuesto de rigidez en precios o salarios.
2.3. El monetarismo
En las décadas de 1960 y 1970 los cimientos de la síntesis neoclásica comenzaron a tambalearse. Los ataques provenían, de una parte, de aportaciones teóricas como las de Friedman (1968) y Phelps (1967). Se cuestionaban principalmente la escasa fundamentación microeconómica del modelo, la ausencia explícita de consideraciones dinámicas y la omisión del papel de las expectativas. Con respecto al primero de estos aspectos, cada vez resultaba más palpable la incongruencia fundamental de la síntesis neoclásica (Romer, 1993) : el ajuste no instantáneo de los precios en un entorno perfectamente competitivo. Además, tanto Friedman como Phelps argumentaron que las autoridades económicas no podrían explotar indefinidamente el trade-off entre inflación y desempleo, puesto que en última instancia existe una Tasa Natural de Paro que no es función del crecimiento de la oferta monetaria sino que puede considerarse :
“La tasa de desempleo consistente con las condiciones reales existentes en el mercado de trabajo. Puede reducirse si se eliminan obstáculos en el mercado de trabajo, si se reduce la fricción. Puede incrementarse si se introducen obstáculos adicionales. El propósito de este concepto es separar los aspectos monetarios de los no monetarios en la situación de desempleo” (Friedman, 1976, p. 228).
De otra parte, el shock de oferta que sobreviene a la economía mundial tras las subidas del precio del petróleo de 1973 y 1979, y que da lugar a tasas elevadas de inflación y de paro, no puede ser explicado satisfactoriamente dentro del programa de investigación keynesiano, que basaba las fluctuaciones económicas en los desplazamientos de la demanda agregada y propugnaba una relación inversa - y no directa - entre subidas de precios y desempleo. Es cierto que los modelos keynesianos,
una vez que fueron convenientemente modificados para permitir desplazamientos de la oferta agregada, volvieron a proporcionar explicaciones plausibles de estos fenómenos (Argandoña, Gámez y Mochón, 1996), pero el desencanto de los economistas con la síntesis neoclásica era ya considerable y propició el auge de otras escuelas, como el monetarismo. Para Mankiw (1990) el deterioro de la credibilidad de la síntesis neoclásica y la consiguiente desaparición del consenso existente entre los macroeconomistas se debió a la conjunción de ambos factores - uno teórico y otro empírico -, puesto que ninguno de ellos, por sí solo, hubiera tenido consecuencias tan dramáticas en el paradigma dominante.
Milton Friedman es el principal representante de la escuela de pensamiento monetarista, en la que también se integran Brunner, Meltzer, Cagan y Laidler. Friedman, de una parte, recupera para la macroeconomía la importancia del análisis a largo plazo mediante, por ejemplo, su teoría del consumo basada en la renta permanente. De otra parte, reformula la Teoría Cuantitativa del Dinero y argumenta que tanto la demanda de dinero como su velocidad son funciones estables de un determinado número de variables. La implicación de estas hipótesis es que el dinero puede ocasionar variaciones del producto y el empleo a corto plazo pero genera inflación a largo plazo. Dicho de otro modo, la curva de Phillips presenta un trade-off entre paro e inflación en un horizonte temporal cercano pero, si se amplía el periodo considerado, se convierte en una línea vertical al nivel de paro de la Tasa Natural. Un supuesto crucial para dar lugar a este resultado es que es necesario considerar explícitamente las expectativas de los agentes, que en el caso de Friedman se elaboran de forma adaptativa.
Las implicaciones de política económica que se derivan de este planteamiento teórico son diferentes de las propuestas por Keynes : los monetaristas argumentan que el protagonismo del impulso de la economía debe ejercerse por el sector privado, mientras que la actividad excesiva del gobierno es contraproducente ; son preferibles, por tanto, la desregulación de la actividad económica, los presupuestos menos expansivos - o incluso equilibrados - y el reemplazamiento de la discrecionalidad de la política monetaria por las reglas.
2. 4. Las expectativas racionales y la Nueva Economía Clásica
En el planteamiento anterior está implícita una vuelta a las proposiciones de la macroeconomía clásica. En 1972 Lucas da un paso más al elaborar un modelo, denominado de información imperfecta, donde las expectativas se consideran racionales. El supuesto de expectativas racionales no es original de Lucas, pues había sido ya elaborado por Muth (1961), pero la contribución de Lucas lo populariza y
La inclusión de expectativas racionales en los modelos macroeconómicos ha generado un número destacado de aportaciones sobre el problema de la inconsistencia dinámica de la política económica^18. La idea intuitiva que subyace a este concepto es que un gobierno puede tener incentivos para incumplir sus promesas de llevar a cabo políticas económicas no inflacionistas, de manera que puede sucumbir a la tentación de elevar la oferta monetaria con el fin de reducir el desempleo. Si los agentes forman sus expectativas racionalmente, no obstante, el gobierno perderá credibilidad (Sargent, 1982), las expectativas de inflación se incorporarán a los contratos y será cada vez más difícil para la autoridad económica reducir el paro mediante expansiones monetarias. La solución será otorgar independencia al Banco Central o permitir que dirija la política monetaria alguien que experimente una profunda aversión hacia la inflación.
Los autores encuadrados en la Nueva Economía Clásica, sin embargo, no fueron tan persuasivos durante la década de 1970 a la hora de modelizar el ciclo económico en un contexto en el que los mercados se vacían. El intento pionero de Lucas (1972, 1973), que postulaba que la información imperfecta de los agentes podía originar fluctuaciones en la actividad económica, fue cuestionado puesto que no parecía verosímil que agentes con expectativas racionales no fueran capaces de superar las imperfecciones informativas. En el decenio de 1980, no obstante, los modelos de Ciclo Real proporcionaron explicaciones más convincentes (aunque no compartidas por un gran número de economistas).
Durante los decenios de 1970 y 1980 también cobró cierta relevancia la denominada economía de la oferta (cf. Klein, 1978, Craig Roberts, 1989), que aspiraba a trasladar el énfasis desde la política de estabilización que actúa desplazando la demanda agregada a otro tipo de políticas, centradas en modificar la oferta agregada. Los economistas de la oferta aconsejaban medidas orientadas a aumentar la eficiencia de la economía - por ejemplo, mediante el incremento de la inversión productiva, la desregulación y las privatizaciones - y los incentivos al trabajo por la vía de reducciones fiscales 19. Puede decirse, en cualquier caso, que esta escuela ha tenido un influjo mayor en el ámbito aplicado - donde sus propuestas se han puesto en práctica en Estados Unidos y el Reino Unido en el decenio de 1980 de la mano de Reagan y Thatcher, respectivamente - que en el campo estrictamente teórico.
18
2.5. Panorámica actual de la Macroeconomía
En la actualidad, la Macroeconomía presenta unos rasgos peculiares que parece relevante mencionar. En efecto, las críticas a la síntesis neoclásica, las aportaciones de los monetaristas e integrantes de la Nueva Economía Clásica y los avances en los campos de las Matemáticas y la Econometría han influido notablemente en la forma de elaborarse la macroeconomía, de modo que se pueden distinguir las siguientes características en los modelos macroeconómicos que se diseñan en la actualidad :
A partir del colapso de la síntesis neoclásica 21 , los macroeconomistas se han dividido progresivamente en dos grupos principales. Si se argumenta que, en último término, el debilitamiento del modelo IS-LM se debió a la contradicción a que llevaba la connivencia de un entorno económico walrasiano con ajustes nominales incompletos en los precios - lo cual a su vez conlleva que el dinero produce efectos reales (money matters ) - los macroeconomistas tenían, a partir de aquí, básicamente dos opciones. Una de ellas es la preconizada por los economistas del Ciclo Real, que consiste en preservar totalmente los rasgos walrasianos hasta el extremo de revivir la proposición de la neutralidad monetaria ( money does not matter ), lo cual supone el abandono, no sólo de la síntesis neoclásica sino también de muchos de los mensajes de la macroeconomía
(^20) Posiblemente porque este es uno de los rasgos principales de la postura metodológica dominante hoy entre los economistas, como se argumentará más adelante. 21 Es necesario puntualizar, sin embargo, que aunque el modelo IS-LM no goza de la misma aceptación que antes en el campo teórico y de investigación, proporciona todavía respuestas satisfactorias a muchas de las preguntas que afloran en el contexto de la macroeconomía aplicada (Mankiw, 1990). De ahí que se utilice, por ejemplo, en las discusiones de política económica en los medios de comunicación, y también por eso parece necesario que los alumnos se familiaricen con él durante los estudios de primer ciclo.
rasgos eminentemente walrasianos : los mercados son competitivos, no hay externalidades, no hay información asimétrica u otro tipo de imperfecciones. Puede decirse, por tanto, que estos modelos son una réplica del modelo de Ramsey (1928). Ahora bien, es necesario añadir al modelo alguna fuente de fluctuaciones, puesto que en ausencia de éstas el modelo tiende a una situación de estado estacionario en la cual no se producen ciclos en la actividad económica. Puesto que una de las implicaciones fundamentales de este tipo de modelos es que el dinero no afecta a la producción ni el empleo, los orígenes de los shocks deben ser de naturaleza real : en particular, cambios en la tecnología o variaciones en las compras del gobierno. En este contexto, los ciclos económicos son la respuesta eficiente de la economía a los shocks mencionados.
Desde el punto de vista econométrico los componentes de la escuela del Ciclo Real argumentan que la mayor parte de las series macroeconómicas son procesos no estacionarios debido a la presencia de raíces unitarias, de modo que una perturbación en el momento t tiene efectos permanentes sobre la serie (Nelson y Plosser, 1982), mientras que si el proceso fuera estacionario - por ejemplo, autorregresivo de orden 1- el efecto del shock decaería en el tiempo. De algún modo se difumina la distinción, por tanto, entre crecimiento y ciclos.
Los economistas Neokeynesianos, por su parte, abarcan un amplio espectro de posturas. Mankiw (1990) argumenta que el rasgo que los aglutina es la creencia de que las fluctuaciones de la economía no reflejan un comportamiento eficiente de los agentes sino algún tipo de fallo del mercado. Algunos de los miembros más destacados son Akerlof, Yellen, David Romer, Blanchard, y Mankiw. Asimismo, todos parten de la idea de que el paro y las fluctuaciones económicas son problemas cruciales. Toman de la Nueva Economía Clásica el esmero en la fundamentación microeconómica de los modelos. Un grupo de trabajos parte de que pequeñas rigideces de precios en un nivel microeconómico pueden dar lugar un notable impacto en la macroeconomía agregada. Generalmente, las empresas que componen la economía en estos modelos operan en un régimen de competencia monopolística. En esta categoría pueden encuadrarse las aportaciones de Mankiw (1985) y Akerlof y Yellen (1985). Otro conjunto de artículos (Stiglitz y Weiss, 1981, Greenwald y Stiglitz, 1993, Bernanke y Gertler, 1995) centra el problema de las imperfecciones en los mercados en las asimetrías informativas existentes, en particular, en los mercados de capitales. Finalmente, son asimismo relevantes aquellas contribuciones que fundamentan el desempleo desde un punto de vista microeconómico, considerando el mercado de trabajo como no walrasiano y afectado por rigideces (para una visión panorámica de la literatura en este aspecto, cf. Yellen, 1984, y Katz, 1986).
3. 1. La metodología de la ciencia
Después de haber expresado algunas ideas sobre la noción de Economía y la evolución histórica de la Macroeconomía, las páginas siguientes proporcionarán algunas pinceladas sobre cuestiones metodológicas. No se pretende, ni mucho menos, un tratamiento exhaustivo de un tema de gran complejidad como es el de la metodología. Ahora bien, con el fin de justificar la postura metodológica dominante hoy entre los economistas - y de modo análogo a como se hizo con la Macroeconomía - puede resultar útil hacer una referencia histórica, que se detendrá en aquellos hitos más relevantes.
La etimología de la palabra ciencia puede encontrarse en el término latino scientia y en el griego episteme, que significa saber. Dentro de la tradición escolástica se entiende por ciencia el “conocimiento cierto por las causas”. La corriente empirista anglosajona,
Debido a la influencia de los autores mencionados, la visión más común de la investigación científica a mediados del siglo XIX consiste en defender que la ciencia debe comenzarse a partir de la observación de hechos, realizada de manera libre y sin prejuicios. A continuación se aplica la inferencia inductiva, de modo que se pasa de lo particular a lo general y se formulan leyes universales sobre estos hechos. En tercer lugar, se aplica nuevamente la inducción con el fin de obtener teorías o argumentaciones dotadas de un grado mayor de generalidad. Finalmente, se contrasta si las leyes y teorías son verdaderas o no comparando sus implicaciones empíricas con los hechos observados.
3. 1. 2. El método hipotético - deductivo y el Círculo de Viena.
Esta sistemática, no obstante, se rompió primero en la segunda mitad del siglo XIX, bajo la influencia de autores como Mach, Poincaré y Duhem, y más tarde debido a la fuerza creciente del positivismo lógico del Círculo de Viena.
El Círculo de Viena (para una explicación en detalle, cf. Caldwell, 1994) nació con las reuniones de un grupo de matemáticos y científicos en torno a la figura del físico y filósofo Moritz Schlick. Estas reuniones, que comenzaron a mediados del decenio de 1920, progresivamente dieron origen a una nueva filosofía, el positivismo lógico. El grupo recibió el nombre de Círculo de Viena, y entre sus miembros más destacados pueden citarse Carnap, Feigl y Karl Menger (hijo del conocido economista). Se consideraban herederos de la tradición de filósofos como Russell o Wittgenstein y, en general, de aquellos que hubieran trabajado en el campo de la lógica simbólica ; también reconocían haber experimentado influencia de autores ligados al empirismo. Aunque el grupo se desintegró a fines de la década de 1930, el positivismo lógico ejerció una considerable influencia en la filosofía de la ciencia del siglo XX. Este procedimiento se consagró como la única forma válida de explicación científica en 1948, con la publicación del trabajo de Hempel y Oppenheim Studies in the Logic of Explanation.
Como es lógico, los autores integrantes del Círculo recibían la herencia intelectual de una serie de corrientes de pensamiento destacadas ; de una parte, el positivismo de Compte, con sus rasgos propios^27 de oposición a la metafísica, fe en la razón - que puede así aplicarse a todos los campos de la existencia del hombre - monismo metodológico y depuración de consideraciones normativas de la ciencia positiva. De otra, del empirismo inglés y el relativismo. El Círculo de Viena puede entenderse así como una cierta síntesis entre las dos corrientes más influyentes en la filosofía
(^27) Para una descripción más detallada de estos rasgos, cf. Jiménez-Ridruejo, 1987.
occidental, el empirismo anglosajón y el racionalismo continental. De ahí, quizá, que en ocasiones no resulte sencillo captar su aportación porque armoniza puntos de vista aparentemente contrapuestos
Básicamente, el Círculo de Viena propugnaba que la metodología inductivista descrita anteriormente se reemplazara por un procedimiento basado en dos principios : el método hipotético-deductivo y la verificación.
Por lo que respecta al método hipotético - deductivo, la estructura lógica de la explicación científica debía ser la siguiente : en primer lugar, la formulación de una ley universal y de unas condiciones iniciales relevantes, que constituían la premisa o explanans. El punto de partida de esta ley universal no es la inducción sino ciertas conjeturas inspiradas (Blaug, 1992, p. 5). A continuación se deducía el explanandum mediante la lógica deductiva.
La ley universal podía consistir en una proposición semejante a la siguiente : “Cuando A sucede, B sucede”. A su vez, podía ser determinista o estadística, caso en el cual la ley universal se matizaría en la forma siguiente : “Cuando A sucede, B sucede con probabilidad P”.
Una consecuencia que se deriva de este modo de concebir la formulación de leyes universales es que la explicación es equivalente a la predicción. La única diferencia entre ambas es que la explicación tiene lugar a posteriori, una vez que acontecen los hechos, mientras que la predicción opera a priori. Es esta la tesis de la simetría entre la explicación y la predicción.
Otro de los puntos claves del Círculo de Viena es el principio de la verificación. Para entenderlo es necesario realizar una clasificación de los juicios en analíticos o sintéticos. Los juicios analíticos son aquellos que encierran una verdad en la definición de sus propios término (“ Un triángulo tiene tres lados ”) mientras que los juicios sintéticos aportan una verdad gracias a la experiencia práctica (“Los cisnes son blancos ”). Ahora bien, los juicios sintéticos, según los miembros del Círculo de Viena, tenían significado si y sólo si eran susceptibles de verificación empírica, y este principio fue empleado por los componentes del Círculo para eliminar de las ciencias aquellas afirmaciones que pudieran ser calificadas de metafísicas, como por ejemplo “Los cuadros de Velázquez son bellos”.
Las proposiciones metafísicas, por consiguiente, quedaban fuera del dominio de la ciencia. Se trataba, en suma, de una corriente cientifista, ya que en último término se concebía la ciencia experimental como el único modo de acceso válido a la realidad.