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La historia medieval en Cataluña, Apuntes de Historia

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 09/07/2019

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LA HISTORIA MEDIEVAL EN CATALUÑA
(1990-1995)
UN BALANCE BREVE DE LAS ÚLTIMAS INVESTIGACIONES
ANTONIO RIERA MELIS
Universidad de Barcelona
SUMARIO
I. Introducción.- II. Los recursos humanos y la infraestructura científica: 1.
Delimitación del ámbito. 2. La formación de investigadores. 3. Los centros de
investigación y sus órganos de difusión.- III. Las principales líneas de investiga-
ción: 1. Difusión de las fuentes escritas. 2. Arqueología. 3. Historia Local. 4.
Demografía. 5. Historia Económica. 6./Historia Social. 7. Historia de las
estructuras políticas. 8. Historia de la religiosidad. 9. Historia de la cultura. 10.
Historia de las mentalidades. 11. Historia de las mujeres. 12. Historia de la
alimentación.- IV. A manera de conclusión.- V. Anejos.
I. INTRODUCCIÓN
Periódicamente se redactan informes sobre la historiografía medieval
catalana, sobre las últimas investigaciones relativas al Noreste Ibérico entre los
siglos IV y XVI realizadas en y fuera de Catalunya^ Un análisis comparativo de
estos inventarios pone de manifiesto no sólo la evolución experimentada por el
conocimiento de este pasado en las décadas o lustros inmediatos, sino la perspectiva,
'Destacan por su calidad: C.
BATLLE-M.T. FERRER,
Balanç de les activitats historiogràfiques
referents a l'Eclat Mitjana a la postguerra franquista, "Cuadernos de Historia Económica de Cataluña",
XIX (Barcelona, 1978), pp. 321-330; J.M.
SALRACH,
Balance critico y perspectivas de la producción
historiográfica sobre Historia Medieval Catalano-balear en la década 1975-1986, "Studia Historica-
Historia Medieval" VI (Salamanca, 1988), pp. 95-139; C.
BATLLE,
J.J.
BUSQUETA
y C. CUADRADA,
Balance de las actividades historiográficas en Cataluña durante los últimos diez años, "Presente y futuro
de la Historia Medieval en España", C. SEGURA (éd.), Madrid, Universidad Complutense, 1990, pp. 129-
149;
y J.M.
SALRACH,
Noves recerques i interpretacions sobre historia medieval general i de Catalunya
en particular, "Balma" 2 (Barcelona, 1995), pp.83-95.
"Anuario
de Estudios
Medievales",
27 (1997)
(c) Consejo Superior de Investigaciones Científicas
Licencia Creative Commons 3.0 España (by-nc)
http://estudiosmedievales.revistas.csic.es
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LA HISTORIA MEDIEVAL EN CATALUÑA (1990-1995) UN BALANCE BREVE DE LAS ÚLTIMAS INVESTIGACIONES

ANTONIO RIERA MELIS Universidad de Barcelona

SUMARIO

I. Introducción.- II. Los recursos humanos y la infraestructura científica: 1. Delimitación del ámbito. 2. La formación de investigadores. 3. Los centros de investigación y sus órganos de difusión.- III. Las principales líneas de investiga- ción: 1. Difusión de las fuentes escritas. 2. Arqueología. 3. Historia Local. 4. Demografía. 5. Historia Económica. 6./Historia Social. 7. Historia de las estructuras políticas. 8. Historia de la religiosidad. 9. Historia de la cultura. 10. Historia de las mentalidades. 11. Historia de las mujeres. 12. Historia de la alimentación.- IV. A manera de conclusión.- V. Anejos.

I. INTRODUCCIÓN

Periódicamente se redactan informes sobre la historiografía medieval catalana, sobre las últimas investigaciones relativas al Noreste Ibérico entre los siglos IV y XVI realizadas en y fuera de Catalunya^ Un análisis comparativo de estos inventarios pone de manifiesto no sólo la evolución experimentada por el conocimiento de este pasado en las décadas o lustros inmediatos, sino la perspectiva,

'Destacan por su calidad: C. BATLLE-M.T. FERRER, Balanç de les activitats historiogràfiques referents a l'Eclat Mitjana a la postguerra franquista, "Cuadernos de Historia Económica de Cataluña", XIX (Barcelona, 1978), pp. 321-330; J.M. SALRACH, Balance critico y perspectivas de la producción historiográfica sobre Historia Medieval Catalano-balear en la década 1975-1986, "Studia Historica- Historia Medieval" VI (Salamanca, 1988), pp. 95-139; C. BATLLE, J.J. BUSQUETA y C. CUADRADA, Balance de las actividades historiográficas en Cataluña durante los últimos diez años, "Presente y futuro de la Historia Medieval en España", C. SEGURA (éd.), Madrid, Universidad Complutense, 1990, pp. 129- 149; y J.M. SALRACH, Noves recerques i interpretacions sobre historia medieval general i de Catalunya en particular, "Balma" 2 (Barcelona, 1995), pp.83-95.

"Anuario de Estudios Medievales", 27 (1997)

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la ubicación metodológica, desde la que el autor del estudio contempla la producción historiográfica reciente. Este balance dimana de dos encargos de temática parecida que recibí, casi simultáneamente, durante el curso pasado. En el otoño de 1995, el Conseil Permanent de VInstitut d'Estudis Catalans acordó impulsar —con el apoyo económico de la CIRIT-— un estudio sobre el estado de la investigación en Catalun- ya, en relación con la comunidad científica internacional. El proyecto, denominado Reports de la recerca a Catalunya, culminaría en una serie de informes específicos sobre cada una de las áreas en que actualmente se estructura la actividad investi- gadora. El resultado ha consistido en ventiocho balances de estructura casi idéntica. Cada dossier proporciona información global sobre la situación de la investigación en un ámbito concreto del saber científico, aporta reflexiones acerca de los objetivos generales, las tendencias y la situación actual de la investigación, así como un análisis prospectivo, e incluye datos cuantitativos sobre las vías de financiación y los índices de productividad del sistema de investigación catalán. La Secció Històrico-ar- queològica encargó la redacción del informe correspondiente a uno de sus miembros numerarios, al profesor Albert Balcells, de la Universidad Autónoma de Barcelona. El relator, especialista en Historia Contemporánea, solicitó el concurso de un experto en cada uno de los cuatro períodos cronológicos tradicionales; reclamó mi participación y la de tres investigadores externos a la secció, los profesores Isabel Roda, Antonio Simón y Jordi Casasas^ El dossier, en prensa, será presentado el primer trimestre del próximo curso. En abril de 1997, la Fundado del Congrès de Cultura Catalana, con motivo del veinte aniversario de su constitución, solicitó de la Secció Histérico-Arqueológica del Institut y a la Societat Catalana d'Estudis Histories, una filial del citado organismo, un balance de la producción historiográfica catalana de las dos últimas décadas. El encargo fue asumidos por los profesores Josep Guitart, de la Universi- dad Autónoma de Barcelona, Manuel Riu, de la Univesidad de Barcelona, Joaquim Albareda, de la Univesidad de Girona, i Jaume Sobrequés de la Universidad Autónoma de Barcelona, en calidad de ponentes de Prehistoria e Historia Antigua, Historia Medieval, Historia Moderna e Historia Contemporánea respectivamente. Sus conclusiones fueron expuestas, el 23 de noviembre en Sant Joan Despí. La sesión —organizada por el profesor Gaspar Feliu"* i coordinada por mí— contó además con la participación, en forma de mesa redonda, de Eduard Sánchez, Coral Cuadrada, Eva Serra i Josep Fontana, expertos altamente cualificados en cada uno

"La Comisió Interdépartemental de Recerca i Innovado Tecnològica de la Generalitat de Catalunya. •^Catedráticos de Historia Antigua e Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona, y de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona, respectivamente. ''Del Departamento de Historia de la Instituciones Económicas de la Universidad de Barcelona.

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Medieval. No se ha recogido tampoco la bibliografia relativa a Paleografia y Diplomática, puesto que estas dos disciplinas hoy forman parte del área de conocimientos de Ciencias y Técnicas Historiográficas y contemplan un arco cronologico bastante más amplio que el comprendido entre los siglos IV y XVI. Para obviar suspicacias, recelos o críticas, es preciso especificar que los apéndices estadísticos que cierran este informe, cuya elaboración ha exigido un largo trabajo, sólo son meramente indicativos. Algunas universidades no publican ningún tipo de memoria y las que lo hacen no le confieren especial importancia, no recogen sistemáticamente ni con criterios uniformes la información, lo que provoca tanto lagunas como duplicaciones.

  1. IM formación de investigadores

El número de docentes es, en todos los centros de enseñanza superior, modesto, oscila entre dieciséis, en la Universidad de Barcelona, y uno, en la Pompeu Fabra. Desde 1992, la magnitud global del profesorado, como consecuencia de la apertura de las universidades de Girona y Pompeu Fabra, ha experimentado un ligero incremento, pasando de treinta a treinta y cuatro. La composición de las plantillas —constituidas preferentemente por profesorado numerario— es muy rígida en los centros consolidados y algo más flexible en los de nueva creación, ninguno de los cuales dipone aún de cátedra. El breve período de funcionamiento de las dos instituciones mencionadas induce a pensar, sin embargo, que su personal docente aumentará ligeramente en los próximos años, a medida que se asienten en ellas los estudios medievales. Es difícil augurar, en cambio, para las otras facultades un refuerzo de sus efectivos. Las consecuencias de la contracción demográfica de los años setenta y ochenta en el alumnado, la rápida devualación de los estudios humanísticos, que se están convirtiendo en una especie de reducto para estudiantes con bajo expediente, y la reducción ininterrumpida de los presupuestos consignados a la enseñanza superior dibujan un obscuro panorama para los departamentos de Historia Medieval, cuya renovación generacional constituirá una tarea casi imposible. La principal suministradora de docentes ha sido la Universidad de Barcelona, que dispone de departamento específico desde los años setenta, en cuya Facultad de Geografía e Historia se han licenciado y doctorado los tres profesores de Lleida y el de la Pompeu Fabra, dos de los de Girona y uno de los de la Autónoma. Unicamente en la Universidad Rovira i Virgili preponderan, entre los docentes, los medievalistas formados fuera de Catalunya. Un contingente más alto de profesorado ha permitido a la Facultad de Pedralbes mantener un programa de doctorado específico, no compartido con ningua otra sección o área. La enseñanza reglada de la Historia Medieval queda circunscrita —como ya se ha expuesto— a las Facultades de Geografía e Historia o de Humanidades, en

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ningún otro centro superior o medio se imparte docencia de esta disciplina, que ha padecido y padece el retroceso de las ciencias sociales y del latín en el bachillerato. El plan de estudios vigente ha obligado a los departamentos y secciones a consignar una buena parte del profesorado a las materias troncales, de carácter introductorio y obligatorias para todos los alumnos de primer ciclo de la licenciatura de Historia. La necesidad de atraer estudiantes, en concurrencia con otros departamentos, no ha contribuido tampoco a elevar el nivel de la asignaturas opcionales de segundo ciclo, diseñadas, en bastantes casos, con unos criterios más pragmáticos que científicos. El resultado de este conjunto de factores negativos ha consistido en una caída gradual de los conocimientos específico, sacrificados a una formación más general, a la medida de las necesidades teóricas de futuros profesores de segunda enseñanza. Al escasear las salidas profesionales, muchos alumnos, con este reducido bagaje de conocimientos, inician, sin embargo, el tercer ciclo, donde los departementos intentan conservar las "excelencias" de la propia disciplina y exigen a menudo una preparación teórica y técnica que no han ofrecido en la licenciatura. El resultado previsible de esta contradicción será, a medio plazo, un declive cualitativo de las tesis doctorales, muchas de las cuales tendrán que redactarse a partir exclusivamente de fuentes publicadas, cuando no sobre bibliografía de segunda mano. La documentación medieval se está convirtiendo en una barrera poco menos que insuperable para muchos estudiantes de los nuevos planes de Historia. Una reforma profunda de las enseñanzas del tercer ciclo, que incrementase las materias instrumentales y ampliase los contenidos de las disciplinas teóricas, una definición más precisa de las líneas de investigación prioritarias de los departamentos y una considerable inyección de recursos podrían invertir esta tendencia. Con una licenciatura poco especializada y los conocimientos aportados por los treinta y dos créditos del tercer ciclo es difícil emprender, con garantías de éxito, la redacción de una auténtica tesis doctoral. La inexigencia de conocimientos previos de carácter filológico y paleogràfi- co, una articulación más funcional entre las asignaturas de segundo y de tercer ciclo, una renovación más evidente de las técnicas de investigación, el predominio del trabajo en equipo y en contacto con la naturaleza, y unas salidas profesionales menos obstruidas pueden contribuir a explicar que muchos alumnos de los departamentos de Historia Medieval se orienten más hacia la Arqueología que hacia el análisis de las fuentes escritas, a pesar de la riqueza y diversidad del legado documental disponible en Catalunya, uno de los mejores de Europa. En la formación de los medievalistas catalanes, además de las facultades, ha jugado un papel importante el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, un centro estrechamente vinculado a la Universidad de Barcelona, donde imparten docencia de tercer ciclo dos de sus cuatro investigadores y leen la tesis doctoral todos sus becarios. El creador de estos estrechos vínculos fue el profesor Emilio Sáez, que simultaneó, entre 1958 y 1980, la Cátedra de Historia Medieval de España

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alcanzado también, con 0,33 becas por investigador y año, la cota más alta de rentabilidad en este campo. Como consecuencia de esta oferta limitada de becas —y de la falta de salidas profesionales— un contingente nada desdeñable de recién licenciados inicia los estudios de tercer ciclo de Historia Medieval sin disponer de ningún tipo de ayuda. Sólo en los departementos de ciencias sociales el número de doctorados se mantiene sistemáticamente bastante por encima del de los becarios. En las secciones de ciencias experimentales, en cambio, la discordancia entre estas dos últimas magnitudes es muy baja, casi inexistente, puesto que no admiten tesis sin consigna- ción específica de recursos. Una buena parte de los postgraduados sin financiación, al tener que alternar la tarea científica con los trabajos de subsistencia, no consiguen acabar la tesis en el término establecido y han de solicitar la correspondiente prórroga. Esta circunstancia explica la fuerte oscilación del número de tesis leidas, que ha variado entre diez, en 1993, y una, en 1190 y 1992. La dedicación exclusiva tampoco garantiza a los becarios la conclusión de la tesis en el plazo previsto: sólo cuatro de un total de veinte han conseguido acabar la tesis en los cinco años siguientes al de la concesión de la ayuda. Puesto que los dos primeros cursos deben destinarlos a cursar los treinta y dos créditos del programa de doctorado, les quedan únicamente tres años para culminar su compromiso científico, un período demasiado corto para suplir sus déficit científicos y técnicos, familiarizarse con las fuentes, definir la metodología recoger y procesar la información inédita y publicada, y redactar los resultados. Los nuevos doctores superan siempre también la capacidad de absorción —muy escasa o nula— de los correspondientes departementos. A fin de amortiguar los efectos del inevitable desenganche, se les ofrece la posibilidad de ampliar su formación en centros universitarios extranjeros de alto prestigio. La casi totalidad de estos cualificados investigadores, después de recorrer con éxito este largo y costoso itinerario, se encuentran, a sus treinta años, con un bagaje intelectual importante y sin posibilidades de inserción en las estructuras universitarias y científicas de nuestro país, condenadas a formar profesionales que no podrán integrar. Esta lamentable situación lastra el progreso y la difusión de los conocimien- tos relativos a la Edad Media, reduce la rentabilidad científica de las inversiones consignadas a la formación de expertos y retrasa la renovación generacional en los departamentos universitarios y en los centros de investigación.

  1. Los centros de investigación y sus órganos de difusión

Mientras que la docencia de la Historia Medieval está circunscrita a la Universidad, la investigación se ha ido estructurando de una forma mucho menos centralizada. La franja de la alta investigación está integrada por los departamentos

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específicos de las universidades y de la Institución Mila i Fontanals, ya menciona- dos, y por la Seccia Històrico-Arqueològica del Institut d'Estudis Catalans, y la Academia de Buenas Letras de Barcelona, dos entidades en las que los medievalistas siempre han estado bien representados. A pesar de que la dictadura franquista confinó el Institut a la clandestinidad, sus secciones nunca interrumpieron su actividad científica. Hoy, con noventa años de historia a sus espaldas, la creación de Enríe Prat de la Riba, con el apoyo económico y jurídico de la Generalitat, renueva sus objetivos científicos y reabre sus puertas a la comunidad intelectual. La Societat Catalana d'Estudis Histories, filial de la citada sección, ha contribuido de forma decisiva a reforzar la articulación del Institut con los restantes centros de investigación y con los historiadores de toda Catalunya, y a agilizar la diseminación de su producción. La Academia de Buenas Letras, con un trayectoria más discreta y menos accidentada que la del Institut, ha financiado una parte de la actividad investigadora de los medievalistas catalanes y ha editado sus resultados. Investiga- ción de calidad producen también algunos centros no vinculados a la facultades de Humanidades como los departementos de Historia Económica i de Historia del Derecho de la dos universidades de Barcelona, donde unos pocos profesores analizan, con criterios fuertemente especializados, las sociedades que prosperaron entre los siglos V y XV. Todas las instituciones mencionadas ha ido creando, para difundir su producción científica, revistas especializadas. En el Anuario de Estudios Medievales y la Miscel-lània de Textos Medievais, de la Institución Mila i Fontanals, en el Acta Histórica et Archaeologica Mediaevalia, de la Universidad de Barcelona, en Medie- valia, de la Universidad Autónoma de Barcelona, en el Arxiu de Textos Catalans Antics, el Bulletíde la Societat Catalana d'Estudis Histories o Lambard, del Institut d'Estudis Catalans, y en el Boletín de la Real Academia de Buenas Letras ha aparecido, en estos últimos seis años, el gureso de las aportaciones más valiosas de los medievalistas catalanes y de los expertos extranjeros. A fin de poder editar trabajos de extensión superior a la aceptable para una revista, casi todos estos centros de investigación han creado colecciones propias, como las Memories de la Secció Històrico-arqueològica, áú Institut, \o^ Annexes át\ Anuario de Estudios Me- dievales y del Acta Mediaevalia, y las Monografías de Medievalia. Los resultados obtenidos en las universidades que no disponen de departamento específico se canalizan hacia revistas de Humanidades propias —Universitas Tarrachonensis, Territori i Societat a l'Edat Mitjana— o ajenas —Revista de Catalunya, Affers—, hacia publicaciones periódicas especializadas —Estudis d'Historia Agrària, Estudis Histories i Documents dels Arxius de Protocols, Analecta Sacra Tarraconensia— o de alta divulgación —L'Avenç, Débats—, y hacia revistas locales de cierta calidad. La investigación en Historia Medieval, al admitir modalidades que no exigen importantes recursos económicos, está bastante diseminada. Por debajo de los departementos y secciones de las universidades, del Consejo Superior de

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(Berga), Quaderns de rAmbit de Recerques del Berguedà , Recerques (Tortosa), Fulls del Museu i Arxiu de Santa Maria (Mataró), Quaderns de la Selva (Santa Coloma de Famers), Finestrelles (Sant Andreu de la Barca), Gardener (Cardona), Rubricaîum (Gava) y Arrahona (Sabadell), a escala comarcal.

III. LAS PRINCIPALES LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN

Durante estos últimos seis años, las tendencias generales de la historiografía —el auge de la fragmentación temática, la acentuación de la especialización, la multiplicación y la diversificación de las fuentes utilizables, la reducción de los ámbitos cronológicos y espaciales analizados, el retroceso de las concepciones globales, el alza de los estudios locales y la valoración de los intercambios metodológicos con otras ciencias sociales— han marcado también profundamente la investigación en el campo de la Historia Medieval. La producción reciente presenta también, sin embargo, algunos rasgos específicos, entre los que destaca la consolidación de la Arqueología.

  1. Difusión de las fuentes escritas

La catalogación, el regesto y la edición de las series documentales conservadas en los principales archivos catalanes ha continuado a buen ritmo durante la primera mitad de la década de los noventa. En estas tareas han participado, además de los expertos en Ciencias y Técnicas Historiográficas^, muchos medieva- listas —Agustí Altisent, Josep Hernando, Josep Perarnau, Manuel Mundo, Josep Baucells, Regina Sáinz de la Maza, Ignasi Puig i Ferrate, Albert Benêt, Josep M. Marqués, Ramon Martí, Gemma Escriba i Pilar Frago— han ordenado, resumido y publicado cuidadosamente colecciones documentales correspondientes tanto a la Alta como a la Baja Edad Media. Los avances no han quedado circunscritos, sin embargo, al campo de la documentación de archivo, han alcanzado también a las fuentes narrativas. Josep M. Sans Trave ha editado el Dietari o Llibre de Jornades'^ de Jaume Safont, un friso detallado de los grandes y pequeños sucesos acaecidos, entre 1411 y 1484, en la capital catalana, un testimonio de gran utilidad para los estudios de vida cotidiana, de la sociedad y de la economía urbanas y de la política municipal en la Catalunya del siglo XV. Paralelamente Lluísa Cases, Josep Fernández Trabal y Laurea

^Como Josefina Mateu, Josepa Amali, Ignasi Baiges, Jesús Alturo, Montserrat Santmartí o Elisa Varela. '"Barcelona, Fundació Noguera, 1992.

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Pagarolas han reeditado el primer volumen de los _Dietaris de la Generalitat de Catalunya^_ una fuente básica para reconstruir el choque frontal de la Generalitat con la Corona, de los payeses con los señores, en la etapa final de la Edad Medida, ya que aporta el punto de vista de una de las partes, la perdedora, la menos conocida. Muy oportunas han sido también las ediciones de los tratados que redactaron, en el siglo XIV, diversos moralistas sobre la licitud de los contratos de compraventa de rentas vitalicias, realizadas —con una pulcritud poco usual— por Josep Hernando. Entre las instituciones que han invertido recursos en la conservación de nuestro patrimonio documental destacan la Fundado Noguera, con sus colecciones Inventaris d'Arxius Notaríais de Catalunya, Diplomataris, Textos i Documents, Acta Notariorum Cataloniae y Llibres de Privile gis, el Institut d'Estudis Catalans, que fiancia la edición de una revista especializada, el Arxiu de Textos Catalans Antics, y mantiene viva la prestigiosa colección de la Catalunya Carolingia, creada por Ramon d'Abadal, la Institución Mila i Fontanals, que edita otra publicación específica, ÌSiMiscellània de Textos Medievais, y la Caixa d'Estalvis i Pensions de Barcelona, que ha patrocinado la transcripción de la documentación correspondiente al siglo IX del Archivo Condal y de la Catedral de Barcelona, cuyos resultados todavía están por editar. Las tesis doctorales leidas y publicadas en este período, articuladas aún a programas específicos, que garantizaban una formación paleogràfica y filológica bastante sólida, acostumbran a incluir un amplio apéndice documental. Esta práctica, como consecuencia de los déficit de conocimientos instrumentales de los nuevos licenciados, está retrocediendo rápidamente; hoy preponderan ya la tesis sin colección diplomática. La caída de la edición de textos constituye una pérdida lamentable, puesto lastra la futura investigación en todos los campos del medievalis- mo y rebaja su nivel. Unas buenas colecciones de fuentes documentales, bien editadas y de fácil consulta, constituyen una de las características más evidentes de una cultura normalizada y creativa.

  1. Arqueología

Las universidades de Barcelona y Autónoma han sido las dos principales puertas por las que la Arqueología Medieval ha penetrado en España; dos grandes expertos, de formación e intereses muy dispares, los profesores Manuel Riu i Miquel Barceló, ha creado en ellas sendas escuelas. La primera, cuyos cimientos

"Barcelona, Generalitat de Catalunya, 1994

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post mortem enumeran los objetos exitentes en el hogar del difunto inmediatemente después del óbito, pero, exceptuados los más valiosos o insólitos, no los describen con precisión, son los vestigios materiales los que permiten reconstruir los utensilios ordinarios, compararlos y analizarlos. La renovación tecnológica, sin embargo, ha convertido la Arqueología en una actividad cara, que precisa de financiación pública, fuertemente mediatizada, pues, por los planteamientos políticos de las Administraciones regional, comarcal y municipal. Los gestores culturales, como consecuencia de la revalorización social del patrimonio y del incremento de la construcción en toda Catalunya, han consignado los recursos disponibles a las excavaciones de urgencia, en detrimento de la intervenciones programadas, mucho más rentables científicamente. Esta opción ha provocado una multiplicación de las memorias de excavación, la mayoría de las cuales ni siquiera llegan a publicarse, un bloqueo de la difusión de los resultados y una escasa dedicación al estudio riguroso de los materiales obtenidos, que se acumulan en los depósitos de los museos. El impacto de la información proporciona- da por las excavaciones en la historiografía ha sido, en consecuencia, bastante menor del que podría esperarse. Los arqueólogos, obligados a inventariar los matariales proporcionados por actuaciones puntuales y apresuradas, apenas disponen de tiempo para redactar síntesis interpretativas meditadas. Las recientes monografías del Grup de Recerca d'Arqueologia Medieval i Postmedieval de la Universidad de Barcelo- na'"*, aparecidas después de 1995, constituyen, por su equidistancia entre la memoria descritiva y el estudio documentado, una iniciativa esperanzadora, que merece ser alentada.

  1. Historia Local

La microhistoria ha gozado, por las razones ya expuestas, de gran aceptación entre los jóvenes licenciados y doctores, que, concluidos sus estudios universitarios, han regresado, en busca de trabajo, a sus respectivas comarcas, donde han establecido relaciones estables con los estudiosos locales. El conocimiento del pasado medieval de Manresa, Berga, Cardona, Cervera, Reus, Mataró, Tàrrega, Tortosa, Balaguer o Vie ha progresado considerablemente, en los últimos seis años, con las aportaciones de investigadores como Marc Torras, Ramon Ordeix, Albert Curto, Albert Vilaró, Sebastià Bosom, Gêner Gonzalvo o Andreu Galera. Algunos historiadores de otras generaciones, como Albert Benet, que ya habían iniciado esta labor con anterioridad, la han continuado después de 1990.

"'M. SANCHO (coord.), Ipsa Fabricara. Estudi arqueològic d'un establiment siderurgie medieval, Barcelona, Publicaciones de la Universidad, 1997. I. OLLICH, M. ROCAFIGUERA y M. OCAÑA (coord.). Experimentado arqueológica sobre conreus medievais a I 'Esquerda, 1991-1994, Barcelona, Publicacions de la Universitat, 1998.

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  1. Demografìa

Los conocimientos sobre la evolución de la población entre los siglos V y XVI no ha experimentado, en cambio, avances considerables durante la primera mitad de la década de los noventa. Joan F. Cabestany ha continuado redactando algunos trabajos de síntesis a partir de los fogatjamens editado por Josep Iglésies. Mucho más innovadora ha sido la aportación Robert H. Bautier^^ que, apoyándose en el Capbreu de les uncions, sepultures, cap d'anys e misses de la Catedral de Vic, ha conseguido calibrar con bastante precisión el impacto de la Peste Negra en la capital de Osona. El déficit informativo de la documentación disponible, que no permite confeccionar series cuantitativas largas y fiables, explica, en parte, el escaso interés que la demografía histórica suscita actualmente entre los medievalistas, los cuales, a pesar de considerar que el conocimiento preciso del contingente humano y de su evolución es muy importante a la hora de analizar una sociedad, prefieren dedicar sus esfuerzos al estudio de otros aspectos mejor reflejados en los testimonios disponibles. La Arqueología, con el análisis de la necrópolis, puede aportar, en cambio, conocimientos valiosos acerca del nombre de personas que habitaron las villas y aldeas medievales, de sus características físicas, de su distribución por sexos y edades, de la media de vida y de las principales causas de mortalidad, pero todavía, por las razones antes expuestas, no lo ha hecho. El libro —muy interesan- te— de Elisenda Vives^^ sobre la población catalana en la Edad Media consituye una excepción, no la regla.

  1. Historia Económica

El interés de los medievalistas por los aspectos económicos ha decaído lentamente en estos últimos años, fenónemo extensible también a los expertos en Historia Moderna o Contemporánea. Se ha avanzado, sin embargo, en el análisis del crecimiento agrario en la Alta Edad Media (Josep M. Salrach), de la articulación de las familias payesas a los circuitos comerciales, del funcionamiento de los mercados de la tierra y de las rentas (Mercè Aventín y Josep M. Salrach); en el estudio de le estructura de la renta señorial (Josep M. Salrach, Gaspar Feliu y Pere Benito), de la creación y gestión de los grandes dominios eclesiásticos (Tomás López Pizcueta, Maria Bonet, Luareá Pagarolas, Lluís To, Gaspar Feliu, Montserrat Casas y Nikolas Jaspert) y laicos (Josep Fernández Trabal), de las técnicas de cultivo (Immaculada Ollich, Assumpta Serra, Marta Sancho y Maria Ocaña), de la explotación de los

^^Un nouvel ensemble documentaire pour l'histoire des pestes du XV siècle: l'example de la ville de Vie en Catalogne, "Ausa", XIV-124 (Vie, 1990), pp. 30-52. ^^La poblado catalana medieval. Origens i evolució, Vic, Humo, 1990.

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recuperaciones; la guerra civil catalana fue la causa, no el efecto, del colapso econòmico que padeció Catalunya en las vísperas de la Edad Moderna. Cerrados el enfrentamiento político de la Diputación con la Corona y el contencioso económico y social de los payeses con los señores, el comercio, primero, y la producción, después, se reactivaron a un ritmo mucho más rápido del que había propuesto Jaume Vicens Vives. La dificultad de cuantificar con rigor y la misma prudencia de los medievalistas, que, conscientes de las limitaciones informativas de las fuentes disponibles, no persiguen alcanzar una falsa exactitud ni se obsesionan por los cálculos estadísticos, provocan un evidente menosprecio de su producción por parte de un amplio sector de los expertos en Historia Económica de las Facultades de Ciencias Económicas. Los contactos científicos y las transferencias de conocimientos entre estos dos colectivos de historiadores son en Catalunya, al revés que en Italia, escasos. El estrecho espacio reservado al Medievo en los congresos de Historia Económica evidencia que sus organizadores esperan poco de los expertos en este período, al que con justeza califican de preestadístico. El desencanto parcial de los medievalistas por el estudio de las estructuras y de las coyunturas económicas obedece a diversas causas, entre las que figuran tanto las críticas formuladas contra la metodología y el valor de su trabajo como el rápido retroceso, en las instituciones académicas occidentales, de los planteamientos marxistas, que habrían sobrevalorado la capacidad explicativa de la actividad económica a la hora de analizar el funcionamiento de las sociedades pretéritas. Es evidente, sin embargo, que este campo no puede ser abandonado sin comprometer el avance global de la Historia Medieval, puesto que el principio "la economía no lo es todo pero está en todo" es aplicable a qualquier época, no sólo .a la actual.

  1. Historia Social

Al desinterés gradual por las estructuras económicas corresponden un creciente interés por los cambios sociales. La extinción de la esclavitud rural antigua y la aparición de la servidumbre feudal constituye uno de los aspectos más debatidos por los medievalistas catalanes. Pierre Bonnassie, en los años setenta, definió, en su conocida tesis doctoral•^ un modelo de transición, basado en la larga perviven- cia del trabajo esclavo en el campo, en la generalización, como consecuencia del importante papel desempeñado por la aprisio en la colonización cristiana de la Catalunya Velia, de los pequeños propietarios libres, sometidos exclusivamente a cargas públicas, y en la génesis breve y violenta, el segundo tercio del siglo XI, del

^^La Catalogne du milieu duX a la fin du XT siècle. Croissance et mutation d'une société, Toulouse, Université Toulouse-Le Mirail, 1975-76, 2 vols.

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Feudalismo, mediante la transformación masiva de los alodieros en siervos y la desparición de los últimos vestigios del poder público antiguo. La hipótesis del historiador francés —defendida aún por Josep M. Salrach y, con menos convenci- miento, por Lluís To— sufre actualmente el embate de otras visiones alternativas, más gradualistas, que acortan considerablemente el período de vigencia de la esclavitud rural, reducen el número de pequeños propietarios libres, cuestionan la pervi vencía de la distinción entre público y privado después del siglo VII, cuando desapareció el derecho romano en Occidente, y demuestran que la violencia de los señores contra los payeses no alcanzó sus cotas máximas entre 1020 y 1060. A la consolidación de estas nuevas teorías de la transición al Feudalismo en Catalunya han contribuido tanto Thomas N. Bisson y Paul H. Freedman como Gaspar Feliu, Ramon Martí y Blanca Garí. El campesinado de la etapa central de la Edad Media, de la época de plenitud, ha sido otro de los temas de investigación prioritarios para un amplio conjunto de historiadores catalanes^^, que lo han analizado con ópticas diversas: las estructuras familiares y las estrategias de parentesco (Lluís To y Mercè Aventín), las relaciones con la tierra (Roland Viander) y con el señor (Paul H. Freedman, Thomas N. Bisson, Gaspar Feliu i Pere Benito), los mecanismos religiosos de protección frente a la violencia de los poderosos (Víctor Farias). Antoni Virgili, desde una perspectiva menos sectorial, ha estudiado la destrucción violenta de las estructuras islámicas en los campos del Baix Ebre en la segunda mitad del siglo XII, concediendo una atención especial a la aparición de los payeses feudales. Los estudios relativos a la sociedad rural durante la Baja Edad Media son también abundantes y de calidad. Ricard Soto y Jaume Portella ha continuado sus indagaciones, iniciadas antes de 1990, sobre la "exportación" del Feudalismo a las Ules Balears durante la segunda mitad del siglo XIII, a raíz de la conquista y colonización catalanas. Josep Fernández Trabal y Assumpta Serra han redactado monografías globales de ámbito comarcal, optando por el Girones y el Baix Llobregat, el primero, y por el Collsacabra, la segunda. No han faltado tampoco las aportaciones al estudio del conflicto remensa; esta compleja e importante confronta- ción social se ha beneficiado de las contribuciones de Paul H. Freedman, Josep Fernández Trabal, Josep M. Salrach, Gaspar Feliu, Jaume Portella, Rosa Lluch y Antoni Riera Melis. El concimiento de la sociedad urbana tampoco ha quedado estancado en el último lustro. Las tesis doctorales e Stephen P. Bensch, sobre Barcelona en la etapa central del Medievo, y de Christian Guilleré, relativa a la Girona del siglo XIV, aportan mucha información nueva sobre los menestrales y los hombres de negocios

Entre los que predominan los de origen urbano, de extracción no rural, con poca experiencia en el contacto directo y continuado con la tierra, que se acercan a los payeses con la curiosidad que despiertan las sociedades próximas pero no propias.

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T. Ferrer, que ha ido cerrando su prolongado análisis de los colectivos islámicos de la gobernación de Orihuela, y en Josefina Mutgé, autora de una documentada monografía sobre la morería de Lleida, las dos expertas más cualificadas.

  1. Historia de las estructuras políticas

Quatro investigadores se han ocupado recientemente se la estructuración del espacio en Catalunya: mientras Flocel Sabaté estudiaba todas las circunscripciones administrativas que coexistieron en Catalunya durante la Edad Media, desde las comunidades de aldea hasta el Principado, Manuel Riu, Lluís To y Jordi Bolos, con un criterio más restrictivo, analizaban los ámbitos territoriales menores, las masías, parroquias i villas. Ya se han mencionado las contribuciones de los arqueólogos de la Universidad Autónoma de Barcelona al conocimiento de la ordenación del espacio rural andalusi en las vísperas de la conquista cristiana, elaboradas a partir de los restos materiales y de la primera documentación producida por los nuevos colonizadores. Sus homólogos de la Universidad de Barcelona, mediante las excavaciones de castillos y de torres de defensa, han empezado a reconstruir las estructuras privadas y públicas de control militar del territorio en toda Catalunya, a desenterrar los núcleos de irradiación del poder real y feudal, y a analizar la reordenación del espacio introducida por la conquista cristiana entre el Llobregat y el Ebro, en una comarcas donde una larga presencia islámica había marcado profundamente el paisaje. Las investigaciones de Jordi Bolos y Víctor Hurtado, que han reconstruido y cartografiado parcialmente la red viaria catalana, también han ampliado nuestros conocimientos sobre la articulación del territorio en la Alta Edad Media. Los distritos fronterizos siempre han merecido una atención preferente del poder, interesado siempre en conjurar los ataques exteriores y en explotar territorialmente las transitorias crisis de los estados limítrofes. Michel Zimmerman ha estudiado con detenimiento la frontera meridional del Imperio Carolingio y el papel —decisivo— que jugó, en los siglos IX y X, en la formación de Catalunya. Maria T. Ferrer ha reconstruido, sobre una base documental impresionante, las estructuras defensivas establecidas por la Monarquía catalanoaragonesa, en el siglo XIV, en los confines meridionales del Reino de Valencia, una zona amenazada por las ofensivas intermitentes de los castellanos y de los granadinos. La frontera entre el Islam y la Cristiandad no fue, sin embargo, exclusivamente terrestre, chocaron tabién en el mar. Los confines marítimos consistían en anchas franjas no controladas por ninguna de las dos sociedades, donde imperaba una inseguridad sistemática y se producían la mayor parte de los ataques navales recíprocos. El estudio del sistema defensivo creado por la Corona de Aragón en ambas cuencas del Mediterráneo, para garantizar la seguridad de sus mercaderes, contener el corso y la piratería musulmanes, recuperar las personas y la mercancías interceptadas, y emprender

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represalias cuando las vías diplomáticas se revelaban estériles, es la línea de investigación preferente del equipo coordinado por Maria Teresa Ferrer^^. Los registros de la Cancillería Real y del Maestro Racional se han revelado como una fuente idónea para reconstruir la frontera marítima, que, al revés que la terrestre, no ha dejado vestigios materiales. De estas mismas series del Archivo de la Corona de Aragón ha obtenido también Pinuccia F. Simbula una parte de la información —la inédita— sobre la que ha construido su monografía acerca del corso y la piratería en los mares de Cerdeña en la segunda mitad del siglo XIV^^. La Administración periférica ha continuado siendo la línea prioritaria de investigación para un sector del medievalismo catalán, encabezado por el conocido especialista Josep M. Font Rius. La renovación generacional, en este campo, la ha protagonizado Max Turull, quien, a partir del análisis pormenorizado de un caso, el de Cervera, ha aportado reflexiones válidas para el estudio del conjunto de los concejos catalanes en la Baja Edad Media, Este joven profesor de Historia del Derecho ha enfatizado el papel de la fiscalidad en la aparición de los municipios; los concejos habrían surgido básicamente para mejorar la distribución de una carga impositiva creciente entre los vecinos, serían una consecuencia de la voracidad fiscal del soberano y de los señores en la etapa fínal del Medievo Otro joven investigador, Flocel Sabaté, interesado inicialmente por la conflictividad social y por los mecanismos de contención que generó en la Baja Edad Media, ha reconstruido la organización territorial de la Justicia; apoyándose en la abundante documentación emanada de los diversos tribunales, ha establecido con precisión las atribuciones concretas de cada corte, la desigual distribución de competencias vigente en cada distrito entre el veguer, juez real o señorial, y el concejo de la capital. Una larga y paciente investigación documental, desarrollada en más de cuarenta archivos comarcales y locales, ha permitido a este inquieto profesor de la Universidad de Lleida poner de manifiesto la insuficiencia de las fuentes normativas —tan sobrevaloradas por los expertos en Historia del Derecho- para captar el funcionamiento efectivo, no los estereotipos, de la Justicia real y señorial. Otro ámbito que ha registrado avances importantes es el de la fiscalidad, de la infraestructura económica del Estado. Thomas N. Bisson, en una obra^"^ que continúa siendo de consulta obligada para cualquier medievalista, sacó a la luz las estructuras hacendísticas creadas, en los siglos XII y XIII, por los soberanos catalanes y cuantifìcó sus ingresos y gastos, temática que ha revisado periódicamente

'"En el que trabajan Maria Dolores López, Roser Salitrú, Caries Vela yDamien Coulon. ^^Corsari e pirati nei mari di Sardegna, Cagliari, Consiglio Nazionale delle Richerche, 1993. ^"^Fiscal accounts of Catalonia under the early count-kings (1151-1213), Berkeley-Los Angeles- Londres, Univesity of California, 1984, 2 vols.

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