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LA MAESTRA TOMASA Y SU ALUMNO, Apuntes de Ciencias de la Educación

EXPONE EL CASO DE ÉXITO DE UNA MAESTRA Y UN ALUMNO EN SITUACIÓN DE VULNERABILIDAD

Tipo: Apuntes

2019/2020

Subido el 12/06/2020

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La maestra Tomasa
El primer día de clase, la maestra doña Tomasa les dijo a sus alumnos de quinto grado,
que ella siempre trataba a todos por igual, que no tenía preferencias ni tampoco maltrataba
ni despreciaba a nadie.
Muy pronto comprendió lo difícil que le iba a resultar cumplir sus palabras. Había tenido
alumnos difíciles, pero nadie como Pedrito.
Llegaba al colegio sucio, no hacía las tareas, pasaba todo el tiempo molestando o
dormitando, era un verdadero dolor de cabeza.
Un día no aguantó ya más y se dirigió a la dirección...
- Yo no soy maestra para soportar la impertinencia de un niño malcriado. Me niego a
aceptarlo por más tiempo en mi clase. Ya casi son las vacaciones de Navidad, espero no
verlo cuando volvamos en enero.
La directora la escuchó con atención, y sin decirle nada, revisó los archivos y puso en las
manos de doña Tomasa el libro de vida de Pedrito. La profesora lo comenzó a leer por
deber, sin convicción. Sin embargo, la lectura le fue arrugando el corazón:
La maestra de primer grado había escrito: “Pedrito es un niño muy brillante y amigable.
Siempre tiene una sonrisa en los labios y todos le quieren mucho. Entrega sus trabajos a
tiempo, es muy inteligente y aplicado. Es un placer tenerlo en mi clase”.
La maestra de segundo grado: “Pedrito es un alumno ejemplar con sus compañeros. Pero
últimamente se encuentra triste porque su mamá padece una enfermedad incurable”
La maestra de tercero: “La muerte de su mamá ha sido un golpe insoportable. Ha perdido
el interés en todo y se pasa el tiempo llorando. Su papá no se esfuerza en ayudarlo y
parece muy violento. Creo que lo golpea.”
La maestra de cuarto: “Pedrito no demuestra interés alguno en clase. Vive cohibido y
cuando intento ayudarle y preguntarle qué le pasa, se encierra en un mutismo
desesperanzador. No tiene amigos y está cada vez más aislado y triste”
Por ser el último día de clase antes de las Navidades, todos los alumnos le llevaron a
Doña Tomasa unos hermosos regalos envueltos en finos y coloridos papeles. También
Pedrito le llevó el suyo, envuelto en una bolsa de papel.
Doña Tomasa fue abriendo los regalos de sus alumnos y cuando mostró el de Pedrito,
todos los compañeros se echaron a reír al ver su contenido: un viejo brazalete al que le
faltaban algunas piedras y un frasco de perfume casi vacío.
Para cortar por lo sano con la risa de los alumnos, Doña Tomasa se puso con gusto el
brazalete y se echó unas gotas de perfume en cada una de las muñecas. Ese día, Pedrito
se quedó el último al salir de clase y le dijo a su maestra:
“Doña Tomasa, hoy usted huele como mi mamá”
Esa tarde, sola en su casa, Doña Tomasa lloró un largo rato. Y decidió que en adelante, no
solo iba a enseñar a sus alumnos lectura, escritura, matemáticas… sino sobre todo, que
los iba a querer y les iba a educar el corazón.
Cuando se reincorporaron a clase en enero, Doña Tomasa llegó con el brazalete de la
mamá de Pedrito y con unas gotas de perfume. La sonrisa de Pedrito fue toda una
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La maestra Tomasa

El primer día de clase, la maestra doña Tomasa les dijo a sus alumnos de quinto grado, que ella siempre trataba a todos por igual, que no tenía preferencias ni tampoco maltrataba ni despreciaba a nadie. Muy pronto comprendió lo difícil que le iba a resultar cumplir sus palabras. Había tenido alumnos difíciles, pero nadie como Pedrito. Llegaba al colegio sucio, no hacía las tareas, pasaba todo el tiempo molestando o dormitando, era un verdadero dolor de cabeza. Un día no aguantó ya más y se dirigió a la dirección...

  • Yo no soy maestra para soportar la impertinencia de un niño malcriado. Me niego a aceptarlo por más tiempo en mi clase. Ya casi son las vacaciones de Navidad, espero no verlo cuando volvamos en enero. La directora la escuchó con atención, y sin decirle nada, revisó los archivos y puso en las manos de doña Tomasa el libro de vida de Pedrito. La profesora lo comenzó a leer por deber, sin convicción. Sin embargo, la lectura le fue arrugando el corazón: La maestra de primer grado había escrito: “Pedrito es un niño muy brillante y amigable. Siempre tiene una sonrisa en los labios y todos le quieren mucho. Entrega sus trabajos a tiempo, es muy inteligente y aplicado. Es un placer tenerlo en mi clase”. La maestra de segundo grado: “Pedrito es un alumno ejemplar con sus compañeros. Pero últimamente se encuentra triste porque su mamá padece una enfermedad incurable” La maestra de tercero: “La muerte de su mamá ha sido un golpe insoportable. Ha perdido el interés en todo y se pasa el tiempo llorando. Su papá no se esfuerza en ayudarlo y parece muy violento. Creo que lo golpea.” La maestra de cuarto: “Pedrito no demuestra interés alguno en clase. Vive cohibido y cuando intento ayudarle y preguntarle qué le pasa, se encierra en un mutismo desesperanzador. No tiene amigos y está cada vez más aislado y triste” Por ser el último día de clase antes de las Navidades, todos los alumnos le llevaron a Doña Tomasa unos hermosos regalos envueltos en finos y coloridos papeles. También Pedrito le llevó el suyo, envuelto en una bolsa de papel. Doña Tomasa fue abriendo los regalos de sus alumnos y cuando mostró el de Pedrito, todos los compañeros se echaron a reír al ver su contenido: un viejo brazalete al que le faltaban algunas piedras y un frasco de perfume casi vacío. Para cortar por lo sano con la risa de los alumnos, Doña Tomasa se puso con gusto el brazalete y se echó unas gotas de perfume en cada una de las muñecas. Ese día, Pedrito se quedó el último al salir de clase y le dijo a su maestra: “Doña Tomasa, hoy usted huele como mi mamá” Esa tarde, sola en su casa, Doña Tomasa lloró un largo rato. Y decidió que en adelante, no solo iba a enseñar a sus alumnos lectura, escritura, matemáticas… sino sobre todo, que los iba a querer y les iba a educar el corazón. Cuando se reincorporaron a clase en enero, Doña Tomasa llegó con el brazalete de la mamá de Pedrito y con unas gotas de perfume. La sonrisa de Pedrito fue toda una

declaración de cariñoso agradecimiento. La siembra de atención y cariño de Doña Tomasa fue fructificando en una cosecha creciente de aplicación y cambio de conducta de Pedrito. Poco a poco, fue volviendo a ser aquel niño aplicado y trabajador de sus primeros años de la escuela. Al final del curso, a Doña Tomasa le costaba cumplir sus palabras de que, para ella, todos los alumnos eran iguales, pues sentía una evidente predilección por Pedrito. Pasaron los años, Pedrito se fue a continuar sus estudios en la universidad y doña Tomasa perdió contacto con él. Un día recibió una carta del doctor Pedro Altamira, en la que le comunicaba que había terminado con éxito sus estudios de medicina y que estaba a punto de casarse con una muchacha que había conocido en la universidad. En la carta le invitaba a la boda y le rogaba que fuera su madrina de boda. El día de la boda, Doña Tomasa volvió a ponerse el brazalete sin piedras y el perfume de la mamá de Pedrito. Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Doctor Altamira le dijo al oído: “Todo se lo debo a usted, Doña Tomasa”. Ella, con lágrimas en los ojos, le respondió: No, Pedrito, la cosa sucedió al revés, fuiste tú quien me salvaste a mí y me enseñaste la lección más importante de la vida, que ningún profesor había sido capaz de enseñarme en la universidad: me enseñaste a ser maestra.