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Las divisiones del partido socialista y los orígenes de la nueva izquierda argentina, Apuntes de Ciencia Política

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 09/07/2019

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LAS DIVISIONES DEL PARTIDO SOCIALISTA Y LOS ORÍGENES DE LA
NUEVA IZQUIERDA ARGENTINA.1
MARÍA CRISTINA TORTTI2
Durante los años que siguieron al derrocamiento del gobierno peronista, el Partido
Socialista (PS) se vio atravesado por una compleja combinación de expectativas y
contradicciones, cuyo despliegue llevaría, en poco tiempo, a un verdadero estallido y
dispersión de las fuerzas partidarias.
Fuertemente debilitados por la pérdida de su base obrera -atribuida a la demagogia y
a la represión ejercidas por el régimen caído-, los socialistas pensaron inicialmente que en
las nuevas condiciones se produciría la “desperonización” de las masas y su consecuente
reorientación hacia el “verdadero” e histórico partido de los trabajadores. Sin embargo, esta
creencia -compartida por muchos en la izquierda- se vio rápidamente desmentida por los
hechos que, por el contrario, mostraron que la adhesión de los trabajadores al peronismo no
era un rasgo transitorio ni el fruto de la pura manipulación política.
El PS, que se había opuesto sistemáticamente al gobierno peronista -y que por eso
había sido perseguido-, se comprometió fuertemente con la “Revolución Libertadora”,
sobre todo en su primera etapa. Es que, como consecuencia de un largo proceso que se
acentuó durante el decenio peronista, en el Partido se había consolidado el predominio de
los sectores más tradicionales -o “liberales”-, liderados por Américo Ghioldi. Sin embargo,
tanto entre algunos viejos dirigentes como –y sobre todo- entre los nuevos afiliados, fue
creciendo un profundo malestar hacia ese alineamiento que comenzaron a percibir como
“complicidad” con la política “anti obrera” y represiva del gobierno militar.
1 Publicado en H. Camarero y C. M. Herrera ( e ) (2005), El Partido Socialista en
Argentina, Prometeo, Buenos Aires.
2 Docente-investigadora, Departamento de Sociología y Centro de Investigaciones Socio-
Históricas, Faculta de Humanidades, UNLP.
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LAS DIVISIONES DEL PARTIDO SOCIALISTA Y LOS ORÍGENES DE LA

NUEVA IZQUIERDA ARGENTINA.^1

MARÍA CRISTINA TORTTI^2

Durante los años que siguieron al derrocamiento del gobierno peronista, el Partido Socialista (PS) se vio atravesado por una compleja combinación de expectativas y contradicciones, cuyo despliegue llevaría, en poco tiempo, a un verdadero estallido y dispersión de las fuerzas partidarias. Fuertemente debilitados por la pérdida de su base obrera -atribuida a la demagogia y a la represión ejercidas por el régimen caído-, los socialistas pensaron inicialmente que en las nuevas condiciones se produciría la “desperonización” de las masas y su consecuente reorientación hacia el “verdadero” e histórico partido de los trabajadores. Sin embargo, esta creencia -compartida por muchos en la izquierda- se vio rápidamente desmentida por los hechos que, por el contrario, mostraron que la adhesión de los trabajadores al peronismo no era un rasgo transitorio ni el fruto de la pura manipulación política. El PS, que se había opuesto sistemáticamente al gobierno peronista -y que por eso había sido perseguido-, se comprometió fuertemente con la “Revolución Libertadora”, sobre todo en su primera etapa. Es que, como consecuencia de un largo proceso que se acentuó durante el decenio peronista, en el Partido se había consolidado el predominio de los sectores más tradicionales -o “liberales”-, liderados por Américo Ghioldi. Sin embargo, tanto entre algunos viejos dirigentes como –y sobre todo- entre los nuevos afiliados, fue creciendo un profundo malestar hacia ese alineamiento que comenzaron a percibir como “complicidad” con la política “anti obrera” y represiva del gobierno militar.

(^1) Publicado en H. Camarero y C. M. Herrera ( e ) (2005), El Partido Socialista en

Argentina , Prometeo, Buenos Aires.

(^2) Docente-investigadora, Departamento de Sociología y Centro de Investigaciones Socio-

Históricas, Faculta de Humanidades, UNLP.

Desde entonces, el PS vivió en un estado de tensión -que luego se convertiría en enfrentamiento interno- hasta que, en 1958, se dividió en PS “Argentino” (PSA) y PS “Democrático” (PSD). Mientras que en el PSD se reagruparon los sectores “liberales”, el PSA inició su camino marcado por una cierta heterogeneidad interna ya que en él convivían dirigentes y afiliados de posiciones “moderadas” -de tipo socialdemócrata-, tales como Alfredo Palacios, Alicia Moreau de Justo y Carlos Sánchez Viamonte, con otros más jóvenes y “radicalizados”, tales como Abel A. Latendorf, David Tieffenberg, Pablo Giussani y Elías Semán.

En lo que sigue se presenta, a grandes trazos, la trayectoria del PSA cuando, una vez producida la escisión, se vio ante la necesidad de definir su propio perfil en las nuevas condiciones planteadas por el gobierno de Arturo Frondizi cuya fórmula política combinaba la promesa del “desarrollo” económico con una estrategia destinada a lograr la “integración” política del peronismo. Entonces, el PSA se vio enfrentado a varias “cuestiones” que pondrían a prueba tanto su capacidad para situarse en el nuevo escenario político como los límites de su unidad ideológica que no había quedado resuelta con la escisión del “ghioldismo”. Dichas “cuestiones” podrían sintetizarse en las siguientes: 1-cómo salir del antiperonismo cerrado -“gorilismo”- y, en tanto socialistas, acercarse a los trabajadores que, en su mayor parte, se identificaban con el peronismo proscripto. 2- qué actitud asumir ante las próximas convocatorias electorales 3- cuál sería el camino más adecuada para lograr el crecimiento de una alternativa socialista en el país, optando entre privilegiar la construcción de un partido socialista y netamente “clasista” ó la de un frente político y social con otras fuerzas populares y de izquierda. 4- cuál la estrategia política que, siendo acorde con los principios del socialismo, se adecuara al “estado de conciencia” de las masas, lo cual incluía el espinoso tema de las “vías” -democrática ó insurreccional-, para acceder al poder. 5- cómo situarse ante las diversas corrientes –“duras” ó “blandas”-que se cruzaban en el peronismo.

Ya desde mediados de los años ’30, cuando los socialistas habían crecido notoriamente en la CGT, se desarrollaron corrientes internas que cuestionaron la centralidad que el Partido otorgaba a la línea que contraponía “Democracia- Fascismo” -o “Democracia- Dictadura”-, en desmedro de reivindicaciones y objetivos de tipo económico – social. Por un lado, una vigorosa corriente de izquierda, reclamaba mayor vinculación del Partido con la clase obrera y su movimiento gremial y proponía una reorientación “revolucionaria” de la táctica partidaria 3. Casi al mismo tiempo en que la corriente de izquierda era derrotada, se desarrollaba otra línea de pensamiento que, sin proponer una ruptura tan radical con la tradición del Partido, buscaba que éste se trazara planes más ambiciosos para encarar una etapa en la que, el “reformismo simple” y la mera “democracia política”, fueran superados por una estrategia más compleja que, más allá de las simples mejoras, tendiera a “incorporar” a las masas –a través de sus organizaciones “autónomas”- a los organismos de planificación y gestión estatal, tal como ya estaba ocurriendo en algunos países europeos^4. Sin embargo, en el Partido siguió siendo dominante la orientación tradicional, expresada en el predominio de la fracción parlamentaria y en la creciente pérdida de influencia de las “comisiones de oficios” dentro de la estructura partidaria. De esta manera, a lo largo de la crucial década de los ’30, dentro de las preocupaciones e intereses del PS, el tema del diseño de una nueva política para la clase obrera fue relegado a un segundo plano. Y, seguramente sin advertirlo, preparó las condiciones que poco tiempo después lo llevarían a perder la pulseada con Perón.

La fractura del Partido Luego, diez años de gobierno peronista y de hostigamiento, consolidaron como nunca antes la orientación “liberal”sintetizada en el liderazgo de A. Ghioldi, cuyo su cerrado antiperonismo llevó al Partido a una posición de duro enfrentamiento con el grueso de los trabajadores. Sin embargo, hubo quienes, nuevamente sin mucho éxito, hicieron oír sus voces de descontento ante el rumbo que tomaba el Partido; entre ellos merecen destacarse los nombres de Julio V. González , José L. Romero y Carlos Sánchez Viamonte -veterano

(^3) Tortti, M. C. (1988 -a-) (1988 -b-). (^4) Tortti, M. C. (1995)

dirigente de la corriente de “izquierda” de los ’30- 5. Unos años después, la tenue línea de oposición que ellos sostuvieron 6 sirvió de nexo con los jóvenes que, sobre todo a partir de 1955, ingresaron en cantidad importante al PS y fueron el motor de una de una conflictiva revisión de la línea partidaria. Faltando una “generación intermedia”, y mientras entre los más viejos predominaba una actitud refractaria hacia los jóvenes, sólo unas pocas figuras, como las de Alfredo Palacios y José L. Romero, fueron más abiertas y actuaron como sus interlocutores y referentes 7. Como ya fuera dicho, después de 1955 la cuestión central pasaba por abrir el debate sobre cómo vincularse con una clase obrera que, manteniéndose ajena a la tradición de izquierda, mostraba una inusual combatividad; esto implicaba, además, terminar con la irritante cercanía del PS con los gobiernos de la Revolución Libertadora y su política de represión a los trabajadores 8. Ya en 1956 se produjeron las primeras escaramuzas a la hora de elegir Presidente del congreso partidario, y sobre todo, cuando fue rechazado el informe presentado por Ghioldi en su condición de presidente de la Comisión de Prensa; a raíz de este incidente, Ghioldi renunció a su cargo de director de “La Vanguardia” (LV), siendo sustituido por Alicia Moreau de Justo en la dirección del órgano partidario 9. A partir de entonces, de hecho, el Comité Ejecutivo quedó dividido en una “mayoría”, en la que revistaban entre otros Ramón A. Muñiz –Secretario General del Partido-, Alfredo Palacios, Alicia Moreau, José L. Romero y David Tieffenberg, y una “minoría” encabezada por A Ghioldi. Los incidentes entre ambos grupos volvieron a repetirse al año siguiente, durante las deliberaciones del Congreso celebrado en Córdoba, cuando en medio de mutuas

(^5 5) Julio V. González proponía que, realizadas ya muchas de las reivindicaciones históricas del socialismo, el

Partido debía avanzar proponiendo a los trabajadores su “programa máximo”, es decir su programa para alcanzar el socialismo. Por su parte, J. L. Romero llamaba al PS a que se preguntara por qué razones no era atractivo para los trabajadores que, mayoritariamente se identificaban con el peronismo.

(^6) Una de sus expresiones era la Revista Sagitario , publicada con la intención de apoyar las ideas de la izquierda socialista, durante 1955-56, y luego entre 1958 y 1961. En ambos casos dirigida por C. Sánchez Viamonte, y según algunos entrevistados, sostenida económicamente por T. Di Tella. 7 8 Entrevista a H. Gambini , abril 2003 (realizada por la autora). Se trataba, sobre todo, de la participación de importantes dirigentes en la Junta Consultiva –creada por el gobierno de la Revolución Libertadora-, y también de la participación de militantes socialistas en la ocupación e intervención de los sindicatos obreros. Entre los primeros: A. Moreau de Justo, A. Ghioldi, R. A. Muñiz y N. Repetto, y entre los segundos, el caso más notorio fue el de F. Pérez Leirós. 9 Sánchez Viamonte, C., “Crisis en el socialismo”, Sagitario nº 3, agosto 1958.

Razón”, cada sector contaba con aproximadamente la mitad de los delegados. En lo que respecta a la corriente de “izquierda”, se señalaba que una de sus características era la heterogeneidad ya que en ella convivían al menos tres sectores: el de los “jóvenes izquierdizados”, el de los sectores ligados al sindicalismo, y los “moderados” -entre los que se contaba, entre otros, el Secretario Muñiz-. Este congreso se desarrolló desde el principio de manera conflictiva, cuando no tumultuosa 13. Uno de los momentos de mayor tensión se vivió cuando, a raíz del tratamiento del Informe de A. Moreau -Directora de LV-, la “derecha” la acusó de retacear espacio en el periódico a los dirigentes sindicales socialistas para, en cambio, brindarlo en abundancia a los que eran partidarios del “totalitarismo”, con lo cual el periódico habría perdido lectores en los “sectores democráticos”. Llovieron entonces las acusaciones cruzadas: “liberales”, “antisocialistas” o “pro burgueses” fueron los calificativos más usados por los jóvenes, mientras que desde el “ghioldismo” se les respondía llamándolos “trotskistas”, “peronistas”y “frondizistas”^14. Finalmente, cuando se intentó el tratamiento del Proyecto de Reforma de la Carta Orgánica -conocido como “Proyecto Muñiz”-, se produjo un gran tumulto que obligó a interrumpir el Congreso, y el PS quedó formalmente dividido. Entonces, los simpatizantes de la “línea de izquierda” se apresuraron a ocupar los locales partidarios mientras que la “mayoría” del Comité Ejecutivo^15 , una vez en Buenos Aires, decidió expulsar a los siete miembros de la “minoría” –A. Ghioldi, N. Repetto, J. Oddone, J. A. Solari, T. Bronzini, M. Besasso, A. Justo y A. Ravina- y a aquellos suplentes que les respondían; además, fueron intervenidas varias Federaciones -entre ellas, la de Capital Federal- y se ratificó a R. Muñiz en el cargo de Secretario General del Partido.

Desde entonces, este sector funcionaría como PS “Secretaría Muñiz” y mantendría el control de La Vanguardia (LV), mientras que el otro lo haría como PS “Secretaría

(^13) O’Donnell, L., notas publicadas en La Razón, 9 a 16 /7 /1958. Según el cronista cada “línea” contaba, aproximadamente, con la mitad de los delegados, debido a lo cual las primeras batallas se produjeron en relación con la acreditación de los delegados. 14 la última de estas acusaciones se debía, según se presumía, a que en las elecciones de 1958 muchos jóvenes socialistas no habían votado por la fórmula partidaria sino por el candidato de la UCRI, apoyado también por peronistas y comunistas. El dato resulta confirmado por algunos entrevistados. 15 Se trata de R. Muñiz, D. Tieffenberg, A. Moreau, A. C. Sánchez Viamonte, A. Palacios, J. L. Romero, E. Carreira, M. Berrondo, L. Luna y H. Iñigo Carrera.

Solari”, siendo “Afirmación Socialista” su periódico oficial^16. En noviembre ambos partidos, reunieron a sus respectivos congreso, considerándolos como continuación legítima del suspendido en julio; en el caso del de la “Secretaría Muñiz”, además de aprobarse una nueva Carta Orgánica -tal como se había intentado en julio-, se emitió una declaración política en la que se afirmaba que el PS había sido “recuperado para la clase trabajadora” (^17).

El PSA se unifica en la denuncia del “frondizismo” y la convocatoria a los trabajadores Superada la conmoción inicial de la división y libres de lo que consideraban el lastre “liberal”, los socialistas de la “Secretaría Muñiz” iniciaron el año 1959 con la expectativa de convertirse en el polo de izquierda de la oposición al gobierno de Frondizi, que ya vivía jaqueado entre una fuerte oposición sindical y las amenazantes presiones militares. Ese año, en el que la Justicia Electoral finalmente ratificó la división del Socialismo en PSA y PSD, transcurrió en un clima político y social notablemente agitado, ya consumada la ruptura del peronismo con el gobierno de Frondizi: en esas condiciones, el PSA encontró que el “antighiodismo” y el “antifrondizismo” hacían de amalgama, pese a que en su interior ya se insinuaban los “dos lenguajes” que, más adelante, llevarían al enfrentamiento. Hubo dos acontecimientos que, durante ese año, contribuyeron a mantener la unidad de los socialistas argentinos. Uno fue el conflicto en el Frigorífico Nacional “Lisandro de la Torre” que, precedido y seguido por un importante movimiento huelguístico, marcó un hito en la combatividad de los trabajadores y en la potencialidad de la “resistencia peronista”. El otro -ambos se produjeron casi en simultáneo-, fue el triunfo de la revolución en Cuba, proceso que los socialistas del “sector de Muñiz” venían acompañando desde bastante tiempo atrás. De manera que, el apoyo a las luchas obreras y la defensa de la revolución cubana constituyeron, desde el principio, los dos rasgos

(^16) En noviembre de 1959, la Justicia Electoral consagró la división en PSA y PSD; los principales dirigentes

del PSD eran A. Ghioldi, N. Repetto, J. Oddone y J. A. Solari, y los del PSA, los mencionados en la nota anterior.

(^17) Verde Tello, P. (1963)

ellos -sobre todo jóvenes- participaron de la “toma” del establecimiento y en los grupos de acción clandestina, junto con los comandos de la “resistencia peronista” 20 , afianzando un vínculo que algunos ya venían forjando en el campo sindical. En este ámbito, si bien contaban con fuerzas más bien reducidas, los socialistas completaban así su separación de los “32 gremios democráticos” para, por lo general, ubicarse entre los llamados “independientes”; desde allí, algunos buscarían coincidencias con la “línea dura” de las “ Organizaciones”, mientras que otros tenderían a acercarse a los comunistas del Movimiento de Unificación y Coordinación Sindical (MUCS)^21. Esta reorientación el plano sindical, que intentaba alejarse del pasado “gorila”, era acompañada por las frecuentes proclamas políticas del Comité Ejecutivo (CE), destinadas a captar al electorado peronista; en ellas gustaban presentar al Partido no sólo como “recuperado para los trabajadores” sino, además, como su única “expresión política legal”. Por otra parte, se asistía a un nuevo crecimiento de la popularidad de A. Palacios, tanto por su defensa de los trabajadores como por las declaraciones pro cubanas que efectuaba, por lo cual, el veterano dirigente se convertiría en una pieza crucial en la compleja vida interna del Partido 22 , en la que se hacía visible el avance de los grupos de izquierda. Cuando en marzo, el Partido se dio nuevas autoridades y reorganizó sus estructuras internas, pudo advertirse esa expansión: en el nuevo Comité Nacional (CN) “moderados” e “izquierdistas” estaban en relativo equilibrio, aunque al formarse la “Mesa Ejecutiva” del CN, cinco de los nueve cargos fueron ocupados por notorios dirigentes de la izquierda partidaria (señalados con *): Secretario General: Ramón A Muñiz; del Interior: David Tieffenberg *; de Actas: Abel Alexis Latendorf *; Gremial: Lucio E Luna; de Cultura: Andrés Lopez Acotto *; de Propaganda: Emilio Carreira; de Relaciones Internacionales:

(^20) También habrían participado algunos jóvenes militantes de Praxis, el movimiento orientado por Silvio Frondizi. Entrevistas a Abel A. Latendorf y Juan C. Cibelli (realizadas por la autora). Además, ver James (1990) 21 , p. 161. En todos los casos, se manifiestan a favor de construir una central gremial única, aunque advertían sobre los riesgos de que esa unidad fuera producto de una imposición “desde arriba”, lo cual era una forma velada de aludir a los manejos y acuerdos entre el gobierno y la dirigencia peronista –la política “integracionista”-, que acababa de ser beneficiada con la sanción de la Ley de Asociaciones Profesionales. En LV 27-1-59, “La unidad sindical y los socialistas”, se critica que la Ley de Asociaciones Profesionales, sancionada en 1958, reestablezca el sindicato único por rama; de manera similar en LV 3-3-59, “La unidad será forjada por las masas obreras” 22 ; LV 10-3-59, ” Los obreros socialistas ratifican su adhesión a los propósitos de unidad”. En virtud de dichas posiciones, y por la trascendencia extra partidaria de su figura, Palacios se convertiría en una figura esencial para los grupos juveniles que intentaban retenerlo de su lado y cobijar sus posiciones “radicales” bajo las palabras y gestos del veterano dirigente, aunque esto no implicaba una completa identificación con sus posiciones. Entrevistas a Julia Constenla y Hugo Gambini (realizadas por la autora).

Alicia Moreau de Justo; de Finanzas: Leopoldo Portnoy *; Adjunto de Finanzas: Manuel Dobarro *. Firmemente decidido a convertirse en un activo “partido de militantes”, el PS “Secretaría Muñiz” trató de dotar de dinamismo a las nuevas “secretarías” del CN, con el fin de “reconquistar” rápidamente a los socialistas que se habían disgregado después de la escisión de 1958, pero sobre todo a expandir la esfera de influencia del Partido en el ámbito gremial y, también para actualizar teórica y doctrinariamente a los afiliados, borrando los restos de “liberalismo” en el Partido. Así, entre las directivas que se hacían llegar a los centros eran frecuentes las frases que los invitaban a concebir su actividad como una práctica política “de lucha” -contraponiéndolas a las propias de una “academia”-, y las que insistían en que era deber de todo socialista apoyar las huelgas obreras y evitar el “divisionismo” en el ámbito gremial, en alusión a las actividades de los antiperonistas “ gremios democráticos”^23. Con este espíritu, los socialistas argentinos enfrentaron expectantes su primer test electoral cuando, a fines de marzo y principios de abril de 1959, se celebraron las primeras elecciones para renovación parcial de diputados en las provincias de San Luis, Corrientes, Catamarca y Mendoza. Particularmente en Mendoza, las elecciones aportaron algunas “novedades” en el panorama político: allí, además de que la UCRI fue derrotada, se notó un apreciable aumento de los votos recibidos por los partidos de izquierda que, holgadamente duplicaron su caudal electoral 24. Pese a la contundencia que mantuvo el voto en blanco, los

(^23) La Secretaría Gremial, constituyó el “Departamento Gremial” que se dedicó a reorganizar las “comisiones de oficios” y convocar a “conferencias de gremialistas socialistas”. Pero según afirman algunos entrevistados, los socialistas no lograron consolidar una fuerza propia en el ámbito gremial, y más bien habrían oscilado entre la “línea dura” del peronismo y el MUCS. La otra Secretaría especialmente activa fue la de Cultura en cuyo ámbito se constituyeron varios “Departamentos”, entre ellos el de “Estudios e Investigaciones”, dirigido por J. L. Romero, en quien los jóvenes reconocían a un maestro y orientador, y a quien estaban ligados en la universidad. Los testimonios coinciden en que la universidad, en particular la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, fue el ámbito en el cual este sector del socialismo logró su mayor expansión. Entrevista a Santos Colabella, Hugo Gambini, Elisa Rando 24 (realizadas por la autora). Los resultados, según LN 28-4-59, fueron los siguientes: P. Demócrata: 84.700; UCRP: 70.188; UCRI: 53.022; P. Comunista: 33.300; Socialistas “Secretaría Muñiz” -el PS Secretaría Solari no presentó candidatos- : 20.824; Laboristas: 8.975; en blanco: 70.027 –que en 1957 había llegado a 93.071. En el caso de los socialistas, el incremento les permitió pasar de 8.836 a 20.824 votantes y, además, ganar la intendencia de Godoy Cruz, aunque en el conjunto de la provincia, el partido de izquierda que logró mayor crecimiento electoral fue el PC –que pasó de 15.973 a 33.300 electores. LN 2-4-59 percibe el hecho con alarma. A raíz de esos resultados, el gobierno presionado por grupos golpistas –militares y civiles-, comenzó a tomar medidas destinadas a “combatir al comunismo”, prohibiendo casi inmediatamente las actividades y la prensa del PC y de sus “grupos afines”- Decreto 4965-. Ver también, LN 4-4-59 y 27-4-59. Una de las medidas destinadas a calmar a los militares fue la salida de Frigerio del gabinete.

rasgo que caracterizaba al grupo de “Sagitario” consistía en que, pese al apoyo a la Revolución Cubana, para el caso argentino apostaban a una perspectiva de corte reformista y a la activa utilización de los recursos institucionales disponibles; sólo en el caso de que estos recursos fueran definitivamente suprimidos, se pensaría en otros métodos de acción política, tal como lo mostraba el caso cubano y como, por otra parte, estaba previsto en la misma Declaración de Principios del Partido 29. En lo atinente a la situación nacional, eran duros críticos del gobierno de Frondizi, tanto de su política económica de sujeción al imperialismo norteamericano 30 como de su accionar represivo 31 y del “intervensionismo estatal” en el movimiento obrero. El “frondizismo” era visto como otra forma de la “política burguesa” que, como antes el peronismo, tendía a encuadrar al movimiento obrero entorpeciendo su natural desarrollo y alejándolo del socialismo 32. Respecto de las tareas del Partido, sobre todo de las referidas a la forma de vincularse con los trabajadores y el peronismo, las posiciones no eran unánimes en “Sagitario”. Algunos confiaban en que, al imprimirle un tono fuertemente “militante”, el PS crecería rápidamente entre los trabajadores, aunque reconocían la debilidad de las fuerzas socialistas en el ámbito sindical. Pero, a diferencia de lo que ocurrirá en otros grupos, la fortaleza y combatividad del peronismo no los llevaba a descubrir potencialidades revolucionarias en él. En consecuencia, eran reacios a la conformación de “frentes” y desconfiaban de la dirigencia peronista -sindical y política- por considerar que, además de seguir ligados al “totalitarismo”, en muchos casos sellaban pactos poco claros con el actual “oficialismo”. En cuanto a los comunistas, los veían como artífices de políticas “tortuosas” y faltos, también ellos, de la necesaria “independencia”; además, no coincidían con una línea que implicaba la búsqueda de alianzas con la “burguesía nacional” y de acuerdos con

partidos socialistas y laboristas y experiencias innovadores en la construcción del socialismo, como la de Yugoslavia, matizados con críticas a la URSS. (^29) Comité de Redacción, “Crisis total en Argentina?”, Sagitario nº 11 , abril 1959. Alli se dice que “si no se avanza por la anhelada vía pacífica, puede que necesitemos una Sierra Maestra”. 30 31 Gambini, H., “El golpe imperialista” (entrevistas),^ Sagitario nº 8 , enero 1959. 32 En^ Sagitario nº 10 , ocupan gran espacio las notas de denuncia por la prolongación del Estado de Sitio. Criticaban severamente el “pacto” por el cual la UCRI había accedido al poder; pensaban que si se cumplían las promesas hechas al peronismo, se retornaría a aspectos del “totalitarismo”; y si no se las cumplía, el gobierno se vería rápida y peligrosamente debilitado.

las fuerzas políticas que la representaban -el peronismo y los radicalismos-. Rubén Visconti, Secretario de la Federación Socialista de Santa Fe y exponente de esta postura, afirmaba que la experiencia histórica nacional e internacional mostraba que en los “frentes” -de “liberación nacional” o “nacional-populares”-, las burguesías siempre habían traicionado al proletariado, la única clase que, por ser anticapitalista era verdaderamente antiimperialista 33. Por lo tanto, el PSA debía darse una estructura “verdaderamente militante”, convertirse en un “partido de masas” y sólo eventualmente si, hacia 1962, no se hubiera avanzado lo suficiente como para disputar efectivamente en las elecciones, el Partido propiciaría la constitución de un “frente obrero” o “de clase”, a partir del acercamiento con los partidos “de izquierda” y de “raigambre obrera”, siempre sobre la base de un programa de carácter socialista y alejado de todo “frentepopulismo”. Otros, en “Sagitario”, pensaban al Partido dentro de un marco mayor y lo incluían en un proceso más amplio de “reorganización de la izquierda democrática”. En esta perspectiva se ubicaba, por ejemplo, Torcuato Di Tella 34 , quien sostenía que la hora reclamaba a las izquierdas un “cambio de mentalidad”^35 que les permitiera reconocer que, por entonces, la única “oposición real” y la “verdadera izquierda” era la ejercida por la clase obrera, aunque no se definiera como socialista. Y que, por lo tanto, sin su presencia política no existía posibilidad alguna de plantearse avances, desde un punto de vista socialista. Por eso, desde su punto de vista, la única propuesta viable para el Partido consistía en “llevar la acción política al movimiento obrero”, creando sobre la base de los sindicatos, un “Frente de Representación Obrera” que presentara sus propias listas de candidatos en las próximas elecciones legislativas de 1960; ese “frente” sería el vehículo más adecuado para la expresión de los trabajadores ya que, su genuina representación -y su verdadero “estado mayor”- se encontraba por entonces en los sindicatos. En cuanto a los partidos de izquierda, incluidos el Socialista, el Peronista y el Comunista, Di Tella sostenía que deberían sumarse a ese esfuerzo, posponiendo sus diferencias ideológicas y eludiendo la tentación de “sustituir” a los trabajadores. En el caso del PSA, consideraba “inocua” la

(^33) Visconti, R., idem nota 20. (^34) Troncoso, O. “Tres crisis nacionales”, Sagitario nº 14 , julio 1959. (^35) Di Tella, T., “Aprenderemos del frondizismo?”, y “Hacia una nueva política de la izquierda”, en Sagitario

Nos. 14 y 20, julio 1959 y enero 1960.

virtudes revolucionarias de ese movimiento, en simetría con la revisión de los “errores de la izquierda”. De manera tal que, en sus páginas, quedó plasmada una visión duramente autocrítica de la totalidad de la historia del PS, y no solamente por el papel cumplido por el “ghioldismo” durante los últimos años. Todos estos temas estuvieron presentes en el polémico artículo que P. Giussani publicó en el nº 1 de “Situación” 38 ; los ecos de este artículo se hicieron sentir, no sólo en los siguientes números de la revista sino también en otras publicaciones socialistas, y aún fuera de los límites del PSA, tal como lo muestra el nº 50 de Cuadernos de Cultura (CC), editado por el PC. Desde el punto de vista del autor, la división de 1958 había expresado algo más que la contradicción con quienes habían desviado al Partido de “su doctrina”; la ruptura habría sido, en realidad, el producto de la lucha entre dos concepciones del socialismo: una que lo entendía como “idea” -o como “docencia”-, y otra que lo asumía como “tarea”. La primera versión correspondería a una larga etapa de la vida del Partido, durante la cual él habría expresado a grupos obreros y a núcleos intelectuales afincados en un país que, en virtud del tipo y grado de su desarrollo económico, no reclamaba aún de soluciones socialistas; por esa razón, y a diferencia de lo ocurrido en Europa, el Socialismo habría sido practicado entre nosotros como “profesión de fe subjetiva de una idea”, y no como “revolución de la realidad” sobre la que, por otra parte, no estaba en condiciones de incidir. Sin embargo, el PS actuando “como si” fuese una real oposición, no había hecho mas que traducir las luchas sociales en “lucha de ideas”, reduciendo los conflictos a una mera opción entre “democracia y totalitarismo” o embanderándose en una abstracta defensa del parlamentarismo. Por eso, según Giussani, en 1955 no habría advertido el nivel ni el sentido que había tomado la lucha de clases en el país, y volvería a “equivocarse de bando” al quedar alineado con lo más criticable que había tenido el peronismo, es decir, con el clero, los militares y la burguesía. En su opinión, el posterior reconocimiento de semejante error habría dejado a la militancia sin una doctrina que le permitiera orientarse en la política nacional ya que, decididamente, la tradición partidaria se mostraba como una herencia que sólo podía ser aprovechada por los que “se separaron” del Partido en 1958. Los demás -es decir ellos- se veían enfrentados una verdadera “crisis de identidad”, reflejada en la multiplicación de grupos que, dentro del Partido, se reunían y diferenciaban según el grado

(^38) Giussani, P., “El socialismo: alternativa nacional”, Situación n º 1 , marzo 1960.

de acercamiento que tuvieran con otras identidades políticas, tales como el “comunismo”, el “trotskismo”, el “silvio-frondizismo”,e inclusive, el “ghioldismo”. Según una gráfica expresión del autor, el Socialismo Argentino se había habría convertido en un partido “asomado a sus fronteras” y que se balanceaba peligrosamente “sobre el abismo”; la falta de una doctrina, sumada a la “conciencia culpable” de muchos de sus militantes, lo ponían en riesgo de ceder a la tentación de “mudarse de la Revolución Libertadora al peronismo”. Advertía que si el PSA se lanzaba a la unidad con “todo” el peronismo, sin diferenciar a las direcciones sindicales y políticas “claudicantes” de ese movimiento, estaría contribuyendo a mantener a la clase obrera dentro de “una estrategia de derrota”, ya que seguiría alentando falsas “soluciones nacionales” y “aderezando” la figura de Perón. Por el contrario, los socialistas no deberían perder de vista que, como superestructura política e ideológica, el peronismo era una “pieza del sistema” y que era necesario “extraer” de allí a los trabajadores, haciéndoles ver que en las actuales circunstancias “la revolución nacional sólo es posible como revolución social”. Fuertemente emparentadas con las posiciones de J. W. Cooke, por entonces en Cuba, las ideas de Giussani se encaminaban hacia la perspectiva de un “frente de trabajadores” entendido como “frente de izquierda”, en el cual se privilegiaría la unidad con el sindicalismo combativo y la izquierda peronista 39. Con una interpretación bastante similar de la historia del socialismo, aunque menos ferozmente autocrítica, T. Di Tella 40 escribió también en “Situación” para decir que la disyuntiva del PSA -y toda la izquierda-, consistía en optar entre un “socialismo ideológico” o un “socialismo político”. Decidido partidario de la unidad con “todo” el peronismo -y sobre todo con los sindicatos-, el autor consideraba ilusorio que el Partido apostara a la conquista de la militancia de base de otras organizaciones, tal como estarían

(^39) Estas posiciones se desarrollarán más claramente en Che. (^40) Di Tella, T., “Una izquierda política o una izquierda ideológica”, Situación nº 6/ 7, diciembre 1960. Como

ya lo había hecho en “Sagitario”, considera que el carácter predominantemente “ideológico” del Socialismo se debió a su prematura constitución como Partido -con excesivo peso de los intelectuales- y a su temprano compromiso con un sistema político liberal que las masas no sólo no comprendían sino que repudiaban por su carácter corrompido. Este desarrollo “prematuro” e “ideológico”, lo habría alejado de la mayor parte de los trabajadores, que se sentían mejor representados por el “espontaneísmo obrero” del anarquismo.

incluida una parte de su dirección- la reciente separación del “ghioldismo” no implicaba mucho más que volver a anclar la política partidaria en la Declaración de Principios y en dejar atrás los oscuros años de la colaboración con la “política antiobrera” de la Revolución Libertadora. Podían compartir el argumento que llevaba a diferenciar entre los intereses de los trabajadores y la identidad política que “transitoriamente” -en una “etapa” de su desarrollo- habían adoptado, sea por “inmadurez” o por la presión que el “totalitarismo” había ejercido sobre ellos; podían también, en un punto, acordar con la frase de Giussani que invitaba a “no mudarse de la Revolución Libertadora al Peronismo”, pero muy difícilmente suscribirían una visión de la historia y del papel del Partido que, en mucho, coincidía con las durísimas críticas que la “izquierda nacional” y el peronismo les dirigían desde siempre. De igual manera, era posible que coincidieran con Di Tella en una perspectiva de tipo “laborista” que apelara a los sindicatos para avanzar hacia el socialismo mediante un “método gradualista”, pero se resistían a la idea de confluir políticamente con el peronismo o con el comunismo. Para esos sectores moderados del PSA, todas esas propuestas tenían un costado peligroso ya que podrían llevar a diluir la identidad partidaria y a desertar de lo que entendían como la misión histórica del Socialismo. Desde “Sagitario”, Víctor García Costa 43 contestó a Giussani en dos extensas notas, publicadas en vísperas de la realización del 45º Congreso partidario; en ellas le destacaba, en primer lugar, la cercanía de su posición con la tesis que E. Ferri había sostenido en su célebre polémica con J. B. Justo, en 1908, pero además le criticaba que encerrara la historia del PS en un rígido “esquematismo” y que ignorara la rica labor realizada por el Socialismo en el país, acusándolo “del pecado de haber existido”o de no haberse diluido en el yrigoyenismo o en el peronismo. Desde el punto de vista de García Costa, querer acercar al socialismo con el peronismo, en nombre de una supuesta “perspectiva nacional”, implicaba diluir el carácter “clasista” del Partido y atarlo a una posición “populista”, con el único afán de captar “el contenido masivo” de ese movimiento. Aunque con matices, esta perspectiva era compartida por muchos militantes y por una parte de la dirección del PSA, incluidos su

(^43) García Costa, V., “La sinrazón del socialismo” y “Cómo se traiciona a la clase obrera”, Sagitario Nos. 27 y

30/ 31, agosto y noviembre/ diciembre 1960.

Secretario R. Muñiz y algunos miembros del CE, tales como C. Sánchez Viamonte y A. Moreau de Justo, y también por varios e importantes dirigentes del interior del país como el ya mencionado R. Visconti 44. Reacios a pensar en fórmulas “frentistas”, confiaban en que derrocado el “totalitarismo”, el Partido debía mantener su legalidad y funcionar como canal de expresión electoral de los sectores populares, pero conservando siempre su autonomía 45 , tanto frente a las estructuras del peronismo como ante la temida influencia de los comunistas 46. En un partido en el que convivían tendencias tan diversas, el encrespamiento de estos debates, era ya una manera de definir fuerzas en vistas al congreso que se celebraría en Buenos Aires en el mes de diciembre de ese año 1960.

3- El 45º Congreso y la frágil unidad del PSA Con estas discusiones sin saldar, los socialistas llegaron a su 45º Congreso con un cierto equilibrio de fuerzas que les permitió permanecer unidos, al menos por un tiempo más 47. De todas maneras, en el hecho de que la Declaración Política de ese congreso se pronunciara por la construcción de un “Frente de Trabajadores”, puede notarse el avance de los grupos de izquierda, proclives a la alianza con el peronismo. Pero también resulta claro que, en la enunciación de las características de ese “frente”, el Congreso eludió toda definición precisa y más bien adoptó una fórmula de compromiso que de manera ecléctica reunía elementos dispares: “Frente de Trabajadores clasista, antiimperialista, bajo la dirección del Socialismo Argentino y constituido por obreros, campesinos, intelectuales asalariados, estudiantes, fuerzas populares antiimperialistas y partidos de trabajadores proscriptos”. En esa misma declaración, el Congreso definía al PSA como la “única fuerza

(^44) “Qué se piensa sobre las elecciones de marzo?” (responden R. Muñiz, C. Sánchez Viamonte y dirigentes de otros partidos), 45 Sagitario nº 21, febrero 1960. Respuestas de Martorelli y Marzo, en “Replanteo del Socialismo Argentino”, Suplemento nº 4 de Situación, junio 1960. 46 Portantiero, J. C., “Algunas variantes de la neoizquierda”, Cuadernos de Cultura n º 50, diciembre 1960 ; allí se lee: “la condición teórica del PSA (y de su izquierda, en especial) es de apertura ideológica, en el sentido que ningún debate parece estar cerrado.... existe un sector políticamente valioso ... que entiende la necesidad de la acción común con el PC”. 47 El 45º Congreso se realizó en Buenos Aires durante los días 9, 10 y 11 de diciembre de 1960. El Congreso se reunió con la presencia de 138 delegados que eligieron a A. Palacios como Presidente y a Andrés López Accotto -militante de la “izquierda”-, como Vice.