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un Temática común Las preguntas 1 a 28 se refieren al siguiente texto. (1) qQ e (4 (5) Encuentro en la cumbre: el hombre y la orquídea La caza de la orquídea está aún presente en la memoria de muchos de nosotros. Se han con- sagrado a ello libros enteros. Versión vegetal de los trofeos de caza, las orquídeas han sufrido porque son raras y porque son bellas, la peor calamidad que puede abatirse sobre un ser vivo: llegar a ser objeto de la codicia humana. La fiebre de la orquídea, como la fiebre del oro, engen- dró matanzas: árboles cortados, bosques devastados, paisajes asolados, especies diezmadas. Sin duda, algunas orquídeas habrían desaparecido para siempre de la faz de la tierra si el hombre no hubiera acabado por protegerlas de su propia dominación. Así ocurrió con aquella orquídea de Venezuela que, por tener la imprudencia de florecer en la época del día de la madre, era víctima cada año de una extraordinaria hecatombe para satisfacer la demanda de los norteamericanos. Fue preciso prohibir la exportación de esta especie que, a pesar de ser el símbolo nacional de Venezuela, habría acabado por no existir más que en sus sellos o en sus escudos. En el siglo XIX, las orquídeas fueron los indios del reino vegetal. El hombre blanco mataba sin consideración a los indios para apoderarse de sus tierras en los mismos bosques sudamericanos que son el paraíso de las orquídeas. El estrago de las orquídeas cesó al descubrirse la manera de cultivarlas en invernaderos. Después del genocidio, empezó la era de la colonización. Domesticadas y producidas en cadena, las orquídeas se democratizaron al mismo tiempo que sus compradores. Y, sin embargo, estas flores refinadas, de corolas delicadas y suntuosas, continúan destacándose por su clase, coronadas por el aura de fascinación y misterio que les pertenece solo a ellas. ¿Será que sospechamos el extraño parentesco que nos une a estas recién llegadas al mundo de las plantas? En efecto, el hombre y la orquídea comparten el privilegio de ocupar posiciones estratégicas simétricas en la cúspide de los reinos animal y vegetal. Son, uno y otra, lo más reciente en la historia de la vida. Entre ellos, el abismo que separa a las plantas de los animales, y más todavía de los hombres. ¿Un abismo o simplemente un foso, un valle abierto en el continente de la vida, donde se enraízan los unos y las otras? Pero comparar una familia botánica, como la de las orquídeas, que abarca unas veinte mil especies, con una especie única, el hombre, ¿no es confundir el todo con la parte? Sí y no. Porque el hombre, como toda especie viviente, es una agrupación de individuos repartidos en subgrupos, como lo pone de manifiesto la diversidad de sus razas. Y, más que cualquier otra especie, la humanidad se ha diversificado infinitamente: en el curso de su evolución ha añadido las divergencias de la cultura a las de la naturaleza. De manera que la especie humana no se divide en razas biológicas sino en etnias, cada una marcada por su propia cultura. La humanidad es, pues, un microcosmos infinitamente más complejo y diverso que una gran familia botánica. La mayor diversidad no es biológica sino intelectual, cultural, ecológica, etc. En suma, al franquear el “umbral de la reflexión”, como le gustaba decir a Pierre Teilhard de Chardin, el hombre añade un nuevo reino a los ya existentes mineral, vegetal y animal: el reino del espíritu. Pero este nuevo mundo, como el mundo biológico, no escapa a las leyes comunes de la vida; y esto es, justamente, lo que veremos al describir la familia de las orquídeas, tan próximas a nosotros. Tomado de Pelt. J.M. (1985) Las plantas. Biblioteca Científica Salvat. Con adaptación. De acuerdo con el texto, ser objeto de la codicia es una calamidad porque A. obliga al objeto codiciado a mantener siempre su belleza. B. propicia la desaparición del objeto. C. genera problemas económicos al que lo desea. D. no siempre es posible conseguirlo. La alusión en el texto a La fiebre de la orquídea, como la fiebre del oro, denota una tendencia humana a A. aprovechar la naturaleza sin considerar las consecuencias ambientales. B. analizar las consecuencias derivadas de las acciones sobre la naturaleza. C. explotar la naturaleza como bien propio, de forma apasionada y desenfrenada. D . considerar que la naturaleza genera reacciones similares a la fiebre humana.