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Melanie Klein: el duelo, Apuntes de Psicología

El duelo y su relación con los estados maniacos-depresivos

Tipo: Apuntes

2023/2024

Subido el 03/07/2025

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El duelo y su relación con los estados maníaco-depresivos Obras Completas de M. Klein
Bibliotecas de Psicoanálisis Página 1
Bibliotecas de Psicoanálisis
Obras Completas de Melanie Klein
20. EL DUELO Y SU RELACIÓN CON LOS ESTADOS
MANIACO-DEPRESIVOS1
(1940)
Una parte esencial del trabajo de duelo, tal como lo señaló Freud en
"Duelo y melancolía", es el juicio de realidad. Dice: "En la aflicción,
explicamos este carácter, admitiendo un cierto lapso para la realización
paulatina del mandato de la realidad, labor que devolvía al yo la libertad de
su libido, desligándola del objeto perdido2" y luego: "Cada uno de los
recuerdos y esperanzas que constituyen un punto de enlace de la libido con
el objeto, es sucesivamente sobrecargado, realizándose con él la sustracción
de la libido. No nos es fácil indicar por qué la transacción que supone esta
lenta y paulatina realización del mandato de la realidad, ha de ser tan
dolorosa. Tampoco deja de ser singular que el doloroso displacer que trae
consigo, nos parezca natural y lógico3". Y en otro pasaje: "No nos es
posible dar respuesta a esta objeción, que refleja nuestra impotencia para
indicar con qué medios económicos lleva a cabo la aflicción su labor. Quizá
pueda auxiliarnos aquí una nueva sospecha. La realidad impone a cada uno
de los recuerdos y esperanzas que constituyen puntos de enlace de la libido
con el objeto, su veredicto de que dicho objeto no existe ya, y el yo,
situado ante la interrogación de si quiere compartir tal destino, se decide,
bajo la influencia de las satisfacciones narcisistas de la vida, a abandonar su
ligamen con el objeto destruido. Podemos, pues, suponer que este
abandono se realiza tan lenta y paulatinamente, que al llegar a término, ha
disipado el esfuerzo necesario para tal labor4".Desde mi punto de vista, hay
una conexión entre el juicio de realidad en el duelo normal y los procesos
mentales tempranos. Creo que el niño pasa por estados mentales
comparables al duelo del adulto y que son estos tempranos duelos los que
se reviven posteriormente en la vida, cuando se experimenta algo penoso. El
método más importante para que el niño venza estos estados de duelo es,
1 Este artículo fue leído originariamente en París en 1938, durante el XV Congreso Internacional de
Psicoanálisis. Fue luego revisado y ampliado en 1939 en el 60º Aniversario de Jones, en el Int. J. Psycho-
Anal. Publicado luego en Contribuciones al psicoanálisis (1948a).
2 "Duelo y melancolía", O.C. 14.
3 Ibid.
4 Ibid.
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El duelo y su relación con los estados maníaco-depresivos Obras Completas de M. Klein

Bibliotecas de Psicoanálisis

Obras Completas de Melanie Klein

20. EL DUELO Y SU RELACIÓN CON LOS ESTADOS

MANIACO-DEPRESIVOS^1

(1940)

Una parte esencial del trabajo de duelo, tal como lo señaló Freud en "Duelo y melancolía", es el juicio de realidad. Dice: "En la aflicción, explicamos este carácter, admitiendo un cierto lapso para la realización paulatina del mandato de la realidad, labor que devolvía al yo la libertad de su libido, desligándola del objeto perdido^2 " y luego: "Cada uno de los recuerdos y esperanzas que constituyen un punto de enlace de la libido con el objeto, es sucesivamente sobrecargado, realizándose con él la sustracción de la libido. No nos es fácil indicar por qué la transacción que supone esta lenta y paulatina realización del mandato de la realidad, ha de ser tan dolorosa. Tampoco deja de ser singular que el doloroso displacer que trae consigo, nos parezca natural y lógico^3 ". Y en otro pasaje: "No nos es posible dar respuesta a esta objeción, que refleja nuestra impotencia para indicar con qué medios económicos lleva a cabo la aflicción su labor. Quizá pueda auxiliarnos aquí una nueva sospecha. La realidad impone a cada uno de los recuerdos y esperanzas que constituyen puntos de enlace de la libido con el objeto, su veredicto de que dicho objeto no existe ya, y el yo, situado ante la interrogación de si quiere compartir tal destino, se decide, bajo la influencia de las satisfacciones narcisistas de la vida, a abandonar su ligamen con el objeto destruido. Podemos, pues, suponer que este abandono se realiza tan lenta y paulatinamente, que al llegar a término, ha disipado el esfuerzo necesario para tal labor^4 ".Desde mi punto de vista, hay una conexión entre el juicio de realidad en el duelo normal y los procesos mentales tempranos. Creo que el niño pasa por estados mentales comparables al duelo del adulto y que son estos tempranos duelos los que se reviven posteriormente en la vida, cuando se experimenta algo penoso. El método más importante para que el niño venza estos estados de duelo es,

(^1) Este artículo fue leído originariamente en París en 1938, durante el XV Congreso Internacional de Psicoanálisis. Fue luego revisado y ampliado en 1939 en el 60º Aniversario de Jones, en el Int. J. Psycho- Anal. Publicado luego en Contribuciones al psicoanálisis (1948a). 2

3 "Duelo y melancolía", O.C. 14. 4 Ibid. Ibid.

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desde mi punto de vista, el juicio de realidad. Este proceso es, tal como Freud lo señaló, parte del trabajo de duelo. En mi artículo "Contribución a la psicogénesis de los estados maníaco-depresivos"^5 , introduje el concepto de posición depresiva infantil, y mostré allí la conexión entre esta posición y los estados maníaco- depresivos. Ahora, para hacer más clara la relación entre la posición depresiva infantil y el duelo normal, me referiré primeramente a algunos de los conceptos que desarrollé en ese artículo y que ampliaré aquí. En el curso de mi exposición trataré también de dar una contribución para una mayor comprensión de la conexión entre el duelo normal por una parte y el duelo patológico y los estados maníaco-depresivos por otra. Dije que el niño experimenta sentimientos depresivos que llegan a su culminación antes, durante y después del destete. Este es un estado mental en el niño que denomino "posición depresiva" y sugiero que es una melancolía en statu nascendi. El objeto del duelo es el pecho de la madre y todo lo que el pecho y la leche han llegado a ser en la mente del niño: amor, bondad y seguridad. El niño siente que ha perdido todo esto y que esta pérdida es el resultado de su incontrolable voracidad y de sus propias fantasías e impulsos destructivos contra el pecho de la madre. Otros dolores en relación con esta pérdida inminente (en este momento de ambos padres) surge de la situación edípica que se instala tan tempranamente y que está tan íntimamente relacionada con las frustraciones del pecho que en sus comienzos está dominada por impulsos y temores orales. El circulo de los objetos amados que son atacados en la fantasía y cuya pérdida por lo tanto se teme, se amplía debido a la relación ambivalente del niño con sus hermanos y hermanas. La agresión fantaseada contra hermanos y hermanas a los que se ataca en el interior del cuerpo de la madre hacen también surgir sentimientos de culpa y pérdida. El dolor y la preocupación por la pérdida temida de los "objetos buenos", es decir, la posición depresiva, es, según mi experiencia, la fuente más profunda de los conflictos dolorosos en la situación edípica, así como en las relaciones de todo niño con su medio ambiente general. En el desarrollo normal estos sentimientos de dolor, aflicción y temores, se vencen mediante varios métodos. Junto con la relación del niño, primero con su madre y pronto con el padre y otras personas, se produce el proceso de internalización que he subrayado tanto en mi obra. El niño, al incorporar a sus padres, los siente como personas vivas dentro de su cuerpo, del modo concreto en que él experimenta estas fantasías inconscientes. Ellas son, en su mente, objetos

(^5) Este artículo es la continuación de aquél, y mucho de lo que hoy afirmo se basará en las conclusiones a las que he llegado allí.

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niño, venciéndolas, siente que puede retener sus objetos así como el amor de ellos y el suyo por ellos, y así preservar o restablecer la vida interna y la armonía frente a peligros. Todas las alegrías que el niño vive a través de su relación con la madre, son pruebas para él de que los objetos amados, dentro y fuera de su cuerpo, no están dañados y no se transformarán en personas vengadoras. El aumento de amor y confianza y la disminución de los temores a través de experiencias felices, ayuda al niño paso a paso a vencer su depresión y sentimiento de pérdida (duelo). Lo capacitan para probar su realidad interior por medio de la realidad externa. Al ser amado y a través de la alegría y comodidad que experimenta en la relación con el mundo, se fortalece su confianza en su propia bondad, así como en la de las personas que lo rodean, aumenta su esperanza de que los objetos buenos y su propio yo puedan salvarse y preservarse, y disminuye al mismo tiempo su ambivalencia y sus temores a la destrucción del mundo interno. Las experiencias desagradables y la falta de experiencias gratas, en el niño pequeño, especialmente la falta de alegría y contacto íntimo con los seres amados aumenta la ambivalencia, disminuye la confianza y la esperanza y confirma sus ansiedades sobre la aniquilación interna y la persecución externa; además, lentifica y a veces detiene permanentemente el proceso beneficioso a través del cual, a la larga, se logra una seguridad interior. En el proceso de adquisición de conocimientos cada nueva experiencia debe ajustarse a los moldes suministrados por la realidad psíquica que prevalece en el momento; y al mismo tiempo, la realidad psíquica del niño está influida gradualmente por cada paso en el conocimiento progresivo de la realidad exterior. Cada uno de estos pasos es paralelo al establecimiento cada vez más firme de sus objetos "internos" buenos, y es utilizado por el yo como medio de vencer su posición depresiva. En otras ocasiones he expresado mi opinión de que todo niño experimenta ansiedades que son de contenido psicótico^7 , y de que la neurosis infantil^8 es el medio normal de tratar y modificar estas ansiedades. Como resultado de mi trabajo sobre la posición depresiva infantil, puedo ratificar esta afirmación con más exactitud, ya que me ha llevado a la creencia de que es la posición central en el desarrollo del niño. En la neurosis infantil se expresan las primeras posiciones depresivas, se elaboran

(^7) El psicoanálisis de niños (en particular cap. 8). (^8) En ese libro, al referirme a mi punto de vista de que cada niño pasa por una neurosis que varía sólo en grado de un individuo a otro, agregué: "Este punto de vista que he mantenido hace ya muchos años, ha recibido hoy una confirmación valiosa". En ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Freud sostiene: "Desde que estamos aprendiendo a ver más claro, nos inclinamos a afirmar que la aparición de una neurosis en la infancia no es la excepción, sino la regla. Pareciera algo inevitable en el curso del desarrollo que va desde la disposición infa ntil a la vida del adulto".

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y gradualmente se superan; y ésta es una parte importante del proceso de organización e integración, la cual, junto con el desarrollo sexual

9 caracteriza los primeros años de vida. Normalmente, el niño pasa a través de una neurosis infantil y entre otros acontecimientos llega paso a paso a una buena relación con la gente y con la realidad. Sostengo que una buena relación con el mundo depende del éxito logrado en la lucha contra el caos interior (la posición depresiva) y en haber establecido con seguridad objetos "buenos" internos. Ahora consideraremos más detenidamente los métodos y mecanismos a través de los cuales se logra este desarrollo. En el niño los procesos de introyección y proyección -ya que son dominados por la agresión y ansiedades que se refuerzan unas a las otras-, conducen a temores de persecución de objetos terroríficos; a estos miedos se agrega el temor a la pérdida de los objetos amados y es así como surge la posición depresiva. Cuando al principio introduje el concepto de posición depresiva, sugerí que la introyección de todos los objetos amados hace surgir la preocupación y el dolor por temor de que estos objetos puedan ser destruidos (por los objetos "malos" y el ello) y de que estos sentimientos penosos y temores agregados a los temores paranoides y sus defensas, constituyen la posición depresiva. De este modo existen dos grupos de temores, sentimientos y defensas, que no obstante su variación y el estar ligados los unos a los otros, pueden, con propósitos teóricos, aislarse unos de otros. Los sentimientos y fantasías del primer grupo son persecutorios y están caracterizados por temores relacionados con la destrucción del yo por perseguidores internos. La defensa contra estos temores es predominantemente la destrucción de los perseguidores por métodos secretos y violentos. He tratado estos miedos y defensas en detalle en otros artículos. Los sentimientos del segundo grupo que conducen a la posición depresiva los he descrito anteriormente pero sin denominarlos. Propongo usar para estos sentimientos de pena e inquietud por los objetos amados, para los temores de perderlos y el ansia de reconquistarlos, una palabra simple, derivada del lenguaje diario, "penar" (pining) por los objetos amados. En resumen, la persecución (por los objetos "malos") y las defensas características contra ella, por una parte, y el penar por los objetos amados ("buenos"), por la otra, constituye la posición depresiva.

(^9) En todo momento los sentimientos, temores y defensas del niño están ligados con los deseos libidinales y las fijaciones, y el resultado de su desarrollo sexual en la infancia depende siempre del proceso que descr ibo en este artículo. Creo que tenemos un nuevo enfoque sobre el desarrollo libidinal del niño si lo consid eramos en su conexión con la posición depresiva y con las defensas contra esta posición. Es éste un tema de tal importancia, que necesita ser tratado ampliamente y que va mas allá del alcance de este artículo.

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introyección de los objetos reales y totales llega a unirlos, el yo recurre a un mecanismo tan importante para el desarrollo de las relaciones de objeto, como es la disociación de las imagos en amadas y odiadas, es decir, en malas y buenas. Se podría pensar que es en este punto que la ambivalencia - que después de todo se refiere a las relaciones de objeto, es decir a los objetos reales y totales- se instala. La ambivalencia realizada en una disociación de imagos, capacita al niño para ganar más y más seguridad, confianza y creencia en sus objetos reales y de este modo en los internos, a quererlos más y a llevar a cabo en mayor grado sus fantasías de restauración de sus objetos amados. Al mismo tiempo, las ansiedades paranoides y las defensas, se dirigen contra los objetos 'malos'. El apoyo que el yo logra de un objeto real 'bueno' se incrementa por un mecanismo de huida que alternativamente se dirige hacia los objetos buenos externos o internos. (Idealización.) "Parece que en esta fase del desarrollo la unificación de los objetos externos e internos, amados y odiados, reales o imaginarios, se lleva a cabo en tal forma que cada paso hacia la unificación conduce otra vez a una renovada disociación de las imagos. Pero como la adaptación al mundo externo aumenta, esta disociación se realiza en planos cada vez más cercanos a la realidad. Esto continúa hasta que se afirma bien el amor hacia los objetos reales internalizados y la confianza en ellos. De ahí que la ambivalencia que es en parte una salvaguardia contra su propio odio y contra los objetos odiados y terroríficos, vaya disminuyendo en grados variables durante el desarrollo normal" (véase nota 10). Como ya queda dicho, en las fantasías tempranas, tanto destructivas como de reparación, prevalece la omnipotencia e influye sobre las sublimaciones, tanto como sobre las relaciones de objeto. Por otra parte, en el inconsciente, la omnipotencia está tan íntimamente ligada a los impulsos sádicos, con los que estuvo asociada al principio, que el niño siente una y otra vez que sus intentos de reparación no han tenido o no tendrán éxito. Siente que sus impulsos sádic os pueden dominarlo fácilmente. El niño pequeño, que no puede confiar suficientemente en sus sentimientos constructivos y de reparación como hemos visto, recurre a la omnipotencia maníaca. Por esta razón, en una fase temprana del desarrollo, el yo no tiene a su disposición métodos adecuados para tratar con eficiencia su culpa y ansiedad. Todo esto conduce al niño a la necesidad -y en cierto sentido al adulto también- de repetir ciertos actos de un modo obsesivo (desde mi punto de vista esto es parte de la compulsión a la repetición)^12 , o de recurrir a un método de contraste, es decir, omnipotencia y negación. Cuando fracasan las defensas maníacas -defensas en las cuales los diversos peligros

(^12) El psicoanálisis de niños.

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son negados o disminuidos de un modo omnipotente- el yo se ve conducido alternativa o simultáneamente a combatir los temores de deterioro y desintegración mediante intentos de reparación realizados de un modo obsesivo. He descrito en otra parte^13 mi conclusión de que los mecanismos obsesivos son una defensa contra las ansiedades paranoides, tanto como medios de modificarlas, y aquí sólo mostraré brevemente la conexión entre los mecanismos obsesivos y las defensas maníacas en relación con la posición depresiva en el desarrollo normal. El hecho de que las defensas maníacas operen en tan íntima conexión con las obsesivas, contribuye al miedo del yo de que los intentos de reparación por mecanismos obsesivos también fracasen. El deseo de controlar el objeto, la gratificación sádica de vencerlo y humillarlo, de dominarlo, el triunfo sobre él, pueden entrar tan intensamente en el acto de reparación (realizado por pensamientos, actividades o sublimaciones), que se rompa el círculo "benigno" comenzado por este acto. Los objetos que deben ser restaurados se transforman en perseguidores y a su vez se reviven los temores paranoides. Estos temores refuerzan los mecanismos de defensa paranoides (de destruir el objeto) tanto como los mecanismos maníacos (de controlarlos o de mantenerlos continuamente en acción, etc.). La reparación progresiva se perturba de este modo -o aun se hace nula- de acuerdo con la medida en que actúen estos mecanismos. Como resultado del fracaso del acto de reparación el yo debe recurrir repetid amente a mecanismos de defensa obsesivos y maníacos. Cuando en el curso del desarrollo normal se ha logrado un cierto equilibrio entre amor y odio, y se han unificado los diversos aspectos del objeto, se logra también un cierto equilibrio entre estos métodos tan antagónicos y tan íntimamente conectados y se disminuye su intensidad. En este sentido quiero subrayar la importancia del triunfo, íntimamente ligado con el menosprecio y subrayar la omnipotencia como factor de la posición maníaca. Sabemos la parte que desempeña la rivalidad en el deseo ardiente del niño de equiparar sus logros al de los adultos. Además de la rivalidad, su deseo, aunque con miedo, de superar sus deficiencias (en último término vencer su destructividad y sus malos objetos internos y ser capaz de controlarlos) es un incentivo para todos sus logros. En mi experiencia, el deseo de invertir la relación niño-padre, de vencer el poder de los padres y de triunfar sobre ellos va siempre en cierta medida asociado con deseos dirigidos hacia el logro del éxito. El niño fantasea que llegará un momento en que él será fuerte, grande, poderoso, rico y potente, y en que el padre y la madre se transformarán en niños indefensos o, en otras fantasías, en personas muy viejas, débiles, pobres o rechazadas. El triunfo sobre sus

(^13) Ibid., cap. 9.

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de vencer la posición depresiva. La habilidad creciente del niño, sus dotes y destrezas, aumentan su creencia en la realidad psíquica de sus tendencias constructivas y en su capacidad de dominar y controlar sus impulsos hostiles tanto como sus objetos internos "malos". De este modo se alivia la ansiedad de las diferentes fuentes y resulta una disminución de la agresión y a su vez de sus sospechas frente a los objetos malos internos y externos. El yo fortalecido, junto a una mayor confianza en el mundo, lo ayuda a dar un paso más en la unificación de sus imagos -externas como internas, amadas y odiadas- y hacia una futura mitigación del odio por medio del amor y de este modo a un proceso general de integración. Cuando aumenta la creencia y confianza del niño en su capacidad de amor, en sus poderes de reparación y en la integración y seguridad de su mundo interno bueno, como resultado de las pruebas y contrapruebas constantes y múltiples que ha logrado a través de las pruebas de la realidad externa, disminuye la omnipotencia maníaca y la naturaleza obsesiva de sus tendencias de reparación, lo que significa en general que se ha superado la neurosis infantil. Conectaré ahora la posición depresiva infantil con el duelo normal. En el duelo de un sujeto, la pena por la pérdida real de la persona amada está en gran parte aumentada, según pienso, por las fantasías inconscientes de haber perdido también los objetos "buenos" internos. Se siente así que predominan los objetos internos "malos", y que su mundo interno está en peligro de desgarrarse. Sabemos que en el sujeto en duelo, la pérdida de la persona amada lo conduce hacia un impulso de reinstalar en el yo este objeto amado perdido (Freud y Abraham). Desde mi punto de vista, no solamente acoge dentro de si a la persona que ha perdido (la reincorpora), sino que también reinstala sus objetos buenos internalizados (en última instancia sus padres amados), que se hicieron parte de su mundo interno desde las fases tempranas de su desarrollo en adelante. Siempre que se experimenta la pérdida de la persona amada, esta experiencia conduce a la sensación de estar destruido. Se reactiva entonces la posición depresiva temprana y -junto con sus ansiedades, culpa, sentimiento de pérdida y dolor derivados de la situación frente al pecho- toda la situación edípica, desde todas sus fuentes. Entre todas estas emociones, se reavivan en las capas mentales más profundas los temores a ser robado y castigado por los padres temidos, es decir, todos los temores de persecución. Por ejemplo, una madre frente a la muerte del hijo, no sólo siente dolor y pena, sino también se reactivan y se confirman en ella sus temores tempranos de ser robada por una madre mala, vengativa. Sus propias fantasías tempranas agresivas de robar los hijos a la madre, hicieron surgir

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temores y sentimientos de ser castigada, que fortalecen la ambivalencia y la conducen a odiar y desconfiar de los otros. El incremento de los sentimientos de persecución en esta fase del duelo es tanto más doloroso, ya que como resultado de un aumento de la ambivalencia y la desconfianza, las relaciones amistosas con las gentes, que podrían serle tan útiles, están obstaculizadas. El dolor experimentado en el lento proceso del juicio de realidad durante la labor de duelo, parece deberse en parte, no sólo a la necesidad de renovar los vínculos con el mundo externo y así continuamente reexperimentar la pérdida, sino al mismo tiempo y por medio de ello, reconstruir ansiosamente el mundo interno que se siente en peligro de deterioro y desastre^14. Cuando el niño pasa a través de la posición depresiva, lucha en su inconsciente con la tarea de establecer e integrar el mundo interno, del mismo modo que el sujeto en duelo sufre con el restablecimiento y la reintegración de este mundo. Durante el duelo formal se reactivan las tempranas ansiedades psicóticas. El sujeto en duelo es realmente un enfermo, pero como este estado mental es común y nos parece natural, no llamamos enfermedad al duelo. (Por las mismas razones, hace muy pocos años, no hablábamos de neurosis infantiles en los niños normales.) Con más precisión, diré que el sujeto en duelo atraviesa por un estado maníaco-depresivo modificado y transitorio, y lo vence, repitiendo en diferentes circunstancias y por diferentes manifestaciones los procesos por los que atraviesa el niño en su desarrollo temprano. El mayor peligro para el sujeto en duelo es la vuelta contra sí mismo del odio hacia la persona amada perdida. Una de las formas en que se expresa el odio en la situación de duelo, son los sentimientos de triunfo sobre la persona muerta. En la primera parte de este articulo me referí al triunfo como una parte de la posición maníaca en el desarrollo infantil. Los deseos de muerte del niño contra los padres, hermanos y hermanas se cumplen cuando alguien muere, porque necesariamente en un cierto sentido representan figuras importantes tempranas y de ahí que se cargan con los sentimientos correspondientes a aquéllas. Así la muerte, aunque frustre por otras razones, es sentida en cierto modo como una victoria; origina un triunfo y de ahí el aumento de la culpabilidad. En este punto difiero de Freud, que dice: "La aflicción normal supera también la pérdida del objeto y absorbe igualmente todas las energías del yo. Mas ¿por qué no surge en ella ni el más leve indicio de la condición

(^14) Encuentro que estos hechos contestan el interrogante de Freud, que transcribo al comienzo de este art ículo: "No es fácil indicar por qué la transacción que supone esta lenta y paulatina realización del mandato de la realidad, ha de ser tan dolorosa. Tampoco deja de ser singular que el doloroso displacer que trae consigo nos parezca natural".

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los objetos malos, peligrosos, excrementos y malos sentimientos. Mucha gente durante el duelo ordena la casa y da una nueva ubicación al moblaje, acciones que surgen de un aumento de los mecanismos obsesivos que son la repetición de una de las defensas usadas para combatir la posición depresiva infantil. En la primera semana después del fallecimiento de su hijo, A. no lloró mucho y el hacerlo no le proporcionaba el alivio que le trajo después. Se sentía entumecida, cerrada y físicamente quebrantada. Sin embargo, el ver a una o dos personas de su intimidad le proporcionaba algún alivio. En este estado, la Sra. A., quien por lo general soñaba de noche, había dejado de hacerlo por completo, debido a la profunda negación inconsciente de su pérdida real. Al final de la semana tuvo el siguiente sueño: "Veo dos personas, una madre y su hijo. La madre viste de negro. Sé que el hijo ha muerto o está por morir. Esto no me aflige pero siento algo de hostilidad frente a los dos". Las asociaciones condujeron a un recuerdo importante. Cuando la Sra. A. era pequeña, su hermano, a raíz de tener dificultades en la escuela, necesitó la ayuda de un compañero de colegio de su misma edad (al que llamaremos B.). La madre de B. fue a visitar a la madre de la Sra. A. para arreglar las condiciones de la enseñanza, y este incidente fue recordado por la Sra. A., con sentimientos muy intensos. La madre de B. actuó de un modo muy protector y su propia madre apareció ante ella muy rebajada. Ella misma sintió que había acontecido una desgracia, no sólo a su hermano querido y admirado, sino a toda la familia. Este hermano, que era pocos años mayor que ella, le habla aparecido siempre lleno de conocimientos, habilidad y fuerza, un ideal de virtudes, y debió destruir este ideal cuando surgieron dificultades escolares. La intensidad de sus sentimientos, en esa ocasión, que ella vivió como una desgracia y que persistió en su memoria, se debía a sentimientos de culpa inconscientes. Sintió esto como el cumplimiento de sus propios deseos destructivos. Su hermano sufrió mucho también por esta situación y expresó odio y rechazo por el compañero. La señora A. se identificó en esa época muy fuertemente con él y con su resentimiento. En el sueño, las dos personas que ve la señora A., son B. y su madre, y el hecho de que el muchacho aparezca muerto, expresa el antiguo deseo de muerte contra él de la señora A. Al mismo tiempo, sin embargo, los deseos de muerte contra su propio hermano y el deseo de infligir castigo y privación a su madre mediante la pérdida de su hijo -deseos profundamente reprimidos- formaron parte de sus pensamientos en el sueño. La señora A., a pesar de toda su admiración y todo su amor por su hermano, había estado celosa de él, envidiándolo por su mayor conocimiento y superioridad mental y física y también por la

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posesión de un pene. Los celos que sentía frente a su madre muy querida por poseer un hijo así, hablan contribuido a la formación de sus deseos de muerte contra su hermano. Por lo tanto uno de los pensamientos del sueño era: "El hijo de una madre ha muerto o morirá. Es el hijo de esta mujer desagradable, que hace daño a mi madre y a mi hermano el que debe morir". Pero en las capas más profundas, el deseo de muerte contra su hermano también fue reactivado, y el pensamiento del sueño es en verdad: "El hijo de mi madre murió, y no el mío". (En realidad tanto su madre como su hermano habían fallecido). Aquí se establecen sentimientos distintos: compasión por su madre y pena por ella misma. Su sentimiento fue: "Una muerte de esta naturaleza es bastante. Mi madre perdió a su hijo; ella no debe perder también a su nieto". Cuando falleció su hermano, además de sentir un gran dolor, inconscientemente también sintió un triunfo sobre él, derivado de sus celos y de su odio tempranos, así como de los sentimientos de culpa concomitantes. Ella había transferido parte de sus sentimientos por su hermano a su relación con su hijo. En su hijo también amaba a su hermano; pero al mismo tiempo, parte de la ambivalencia frente a su hermano, aunque modificada a través de sus fuertes sentimientos maternales, había sido transferida a su hijo. El duelo por su hermano, junto con su pena, con el triunfo y la culpa experimentada en relación con él, formaron parte de su dolor presente, y se revelaron en el sueño. Consideremos ahora el juego recíproco de defensas según aparecieron en este material. Cuando ocurrió la pérdida, la posición maníaca se reforzó y la negación en particular entró especialmente en juego. Inconscientemente la señora A. rechazó con obstinación el hecho de que su hijo había muerto. Cuando ella ya no pudo hacer uso de esta negación con tanta obstinación -no siendo todavía capaz de hacer frente al dolor y al infortunio-, el triunfo, uno de los otros elementos de la posición maníaca, se reforzó. Según el curso de sus asociaciones, su pensamiento parecía ser el siguiente: "No es en realidad un gran dolor si un hijo muere. Es aún satisfactorio. Ahora me vengo de este muchacho desagradable que perjudicó a mi hermano". Sólo después de un intenso trabajo analítico se esclareció el hecho de que el triunfo sobre el hermano también había sido revivido y reforzado. Pero este triunfo estaba asociado con el control de la madre y hermano internalizados, y con el triunfo sobre ellos. En esta fase el control sobre los objetos internos fue reforzado, la desgracia y el dolor fueron desplazados hacia su propia madre internalizada. Aquí su negación entró de nuevo en juego, negación de la realidad psíquica de que ella y su madre interna eran una y sufrían juntas. Negó la compasión y el amor por la madre interna; se reforzaron los sentimientos de venganza y triunfo sobre

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externamente, unificándolos y haciéndolos felices y creadores. En su mente ella restauraba a sus padres por haber -en su fantasía- matado a los hijos de ellos, y así también impedía su enojo. De ahí que su temor de que la muerte de su hijo había sido un castigo que le habían infligido sus padres vengadores, perdió su fuerza, y también disminuyó el sentimiento de que su hijo la frustraba y castigaba con su muerte. La disminución del odio y del temor, permitió de este modo que el dolor se manifestara con toda su fuerza. El aumento de la desconfianza y de los temores había intensificado su sentimiento o creencia de ser perseguida y dominada por sus objetos internos, y reforzó su necesidad de dominarlos. Todo esto se había expresado por medio de un endurecimiento de sus relaciones y sentimientos internos; es decir, por un aumento de sus defensas maníacas. (Esto se vio en el primer sueño.) Si éstas vuelven a disminuir a través del reforzamiento de la creencia del sujeto en las cosas buenas -las suyas y las de los otros- y si los temores disminuyen a su vez, el sujeto en duelo está capacitado para entregarse a sus sentimientos y descargar por medio del llanto su dolor por la pérdida real sufrida. Parece que los procesos de proyección y eyección, que están estrechamente conectados con la descarga de los sentimientos, se encuentran detenidos en ciertos estados de dolor por un gran control maníaco, y pueden volver a trabajar más libremente cuando dicho control se relaja. Por medio de las lágrimas el sujeto en duelo no sólo expresa sus sentimientos y alivia tensiones, sino que, desde que en el inconsciente ellas se equiparan a los excrementos, también expele sus sentimientos "malos" y sus objetos "malos", y esto aumenta el alivio obtenido al llorar. Esta mayor libertad en el mundo interno implica que a los objetos internalizados, estando menos controlados por el yo, se les permite también mayor libertad: que a estos objetos se les permite, en particular, mayor libertad de sentimientos. En el estado mental del sujeto en duelo, sus objetos internos están también apesadumbrados. En su mente, comparten su dolo r en la misma forma que lo harían padres bondadosos reales. El poeta nos dice que Narure mourns with mourner: "La naturaleza se conduele con el que está de duelo". Creo que "naturaleza" representa aquí la madre buena interna. Sin embargo, esta experiencia de mutuo dolor y simpatía en las relaciones internas, está una vez más vinculada con las relaciones externas. Como ya he dicho, la mayor confianza de la señora A. en las personas y cosas reales, y la ayuda recibida del mundo externo, contribuyeron al relajamiento del control maníaco sobre su mundo interno. De este modo, la introyección (así como la proyección) pudieron operar aun más libremente, y pudo tomar del mundo exterior una mayor cantidad de bondad y amor para internalizar, y en grado creciente la bondad y el amor fueron

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experimentados por dentro. La señora A., que en una etapa anterior de su duelo había, hasta cierto punto, sentido o creído que su pérdida le había sido ocasionada por sus padres vengadores, pudo ahora, en fantasía, experimentar la compasión de estos padres (muertos hacía tiempo) y el deseo de ellos de apoyarla y ayudarla. Sentía que ellos también habían sufrido una gran pérdida y compartían su dolor, como lo hubieran hecho en caso de estar vivos. En su mundo interno habían disminuido la aspereza y la sospecha, y había aumentado el dolor. Las lágrimas que vertía ahora eran también, hasta cierto punto, las lágrimas que derramaban sus padres internos, y ella también deseaba aliviarlos del mismo modo que ellos -en su fantasía- la aliviaban. Si se vuelve a lograr gradualmente una mayor seguridad en el mundo interno, y si se permite por lo tanto que los sentimientos y objetos internos vuelvan a surgir, entonces se establecen los procesos de recreación y retorna la esperanza. Según hemos visto, este cambio es debido a ciertos movimientos en los dos conjuntos de sentimientos que forman la posición depresiva: la persecución disminuye y el penar por la pérdida del objeto amado se experimenta intensamente. En otras palabras, el odio retrocede y el amor se libera. Esto es inherente al sentimiento de persecución que es alimentado por el odio y al mismo tiempo lo alimenta. Además, el sentimiento de ser perseguido y vigilado por los objetos internos "malos", con la consiguiente necesidad de vigilarlos constantemente, conduce a cierta dependencia que refuerza las defensas maníacas. Estas defensas, en tanto se utilizan predominantemente contra sentimientos persecutorios (y no tanto contra el penar por el objeto amado) son de naturaleza muy sádica y violenta. Cuando la persecución disminuye, la dependencia hostil frente al objeto, junto con el odio, también disminuye y las defensas maníacas se relajan. El penar por el objeto amado perdido también implica una dependencia frente a él, pero una dependencia que se transforma en un incentivo para lograr la reparación y la conservación del objeto. Es creativa porque está dominada por el temor, mientras que la dependencia basada en la persecución y en el odio es estéril y destructiva. Así, mientras que el dolor se experimenta con toda intensidad y la desesperación alcanza su punto culminante, surge el amor por el objeto, y el sujeto en duelo siente más poderosamente que la vida interna y la externa seguirán existiendo a pesar de todo, y que el objeto amado perdido puede ser conservado internamente. En esta etapa del duelo el sufrimiento puede hacerse productivo. Sabemos que experiencias dolorosas de toda clase estimulan a veces las sublimaciones, o aun revelan nuevos dones en algunas personas, quienes entonces se dedican a la pintura, a escribir o a otras

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seguro en el mundo era su propia casa. En el análisis se vio claramente que la terrible indiferencia de la gente era un reflejo de sus objetos internos, los que en su mente se habían transformado en una multitud de objetos "malos" perseguidores. Sintió el mundo externo como artificial e irreal debido a que la confianza real en la bondad interna habla desaparecido temporariamente. Muchos sujetos en duelo pueden sólo lentamente restablecer los vínculos con el mundo externo porque están luchando todavía con el caos interior; por las mismas razones el niño desarrolla su confianza en los objetos del mundo externo, primero en conexión con muy pocas personas amadas. Sin duda existen también otros factores, por ejemplo su inmadurez intelectual, que son responsables en parte de este desarrollo gradual de las relaciones de objeto en el niño, pero sostengo sin embargo que sobre todo es debido al estado caótico de su mundo interno. Una de las diferencias entre la temprana posición depresiva y el duelo normal, es que cuando el niño pierde el pecho o el biberón que ha llegado a representar para él un objeto bueno, beneficioso y protector dentro de él, y experimenta dolor, lo siente aunque su madre esté junto a él. En el adulto, sobreviene el dolor con la perdida real de una persona real; sin embargo, lo que lo ayuda para vencer esta pérdida abrumadora es haber establecido en sus primeros años, una buena imago de la madre dentro de si. El niño pequeño, sin embargo, está en la cúspide de sus luchas contra el miedo a perderla, interna y externamente, porque no ha logrado establecerla dentro de sí de un modo seguro. En esta lucha, la relación del niño con su madre, su presencia real, es la más grande ayuda. Del mismo modo que el sujeto en duelo, si está rodeado de personas que él quiere y que comparten su dolor, y si puede aceptar su compasió n, también esto favorece la restauración de la armonía de su mundo interno y se reducen más rápidamente sus miedos y penas. Habiendo descrito algunos de los procesos que he observado durante la labor de duelo y en los estados depresivos, quiero ahora ligar esta contribución con lo que nos han enseñado Freud y Abraham. Basándose en los trabajos de Freud y en sus propias observaciones sobre la naturaleza de los procesos arcaicos que obran en la melancolía, Abraham encontró que estos procesos operan también durante la labor normal de duelo. Llegó a la conclusión de que en el duelo normal el sujeto logra restablecer la persona amada y perdida en su yo, mientras el melancólico fracasa en ese intento. Describió también algunos factores fundamentales que deciden que esto sea un éxito o un fracaso. Mi experiencia me conduce a la conclusión de que si bien es verdad que el hecho característico del duelo normal es que el sujeto instala dentro de sí el objeto amado perdido, no hace esto por primera vez, sino que, a

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través de la labor de duelo reinstala el objeto perdido tanto como los objetos internos amados que sintió que había perdido. De este modo recupera lo que había logrado ya en la infancia. En el curso del desarrollo temprano, como sabemos, el niño instala sus padres en el yo. (Fue la comprensión del proceso de introyección en la melancolía y en el duelo normal lo que como es sabido condujo a Freud a reconocer la existencia del superyó en el desarrollo normal.) Pero en cuanto a la naturaleza del superyó y a la historia de su desarrollo individual, mis conclusiones difieren de las de Freud. Como he señalado a menudo, el proceso de introyección y proyección, desde los comienzos de la vida, conduce a la institución, dentro de nosotros mismos, de objetos amados y odiados, que son sentidos como "buenos" y "malos", que están interrelacionados los unos con los otros y con el sujeto; es decir: constituyen un mundo interno. Este conjunto de objetos internalizados se organiza, junto con la organización del yo, y en los más altos estratos de la mente llega a hacerse perceptible como superyó. En términos generales, lo que Freud vio como las voces y la influencia de los padres reales establecidos en el yo, es, de acuerdo con mis hallazgos, un mundo complejo de objetos sentido por el individuo en las más profundas capas de su inconsciente como algo concreto dentro de sí, razón por la cual yo y algunos de mis colegas usamos los términos "objetos internalizados" y "mundo interno". Este mundo interno consiste en una gran cantidad de objetos dentro del yo que corresponden en parte a multitud de aspectos variados buenos y malos en que los padres (y las otras personas) aparecen en el inconsciente del niño, a través de las varias fases de su desarrollo. Aun más, también representan todas las personas que internaliza continuamente en una gran variedad de situaciones que provienen de las múltiples y siempre cambiantes experiencias del mundo externo, tanto como de las fantaseadas. Además, todos estos objetos están en el mundo interno en una relación infinitamente compleja, tanto los unos con los otros, como con el sujeto mismo. Si ahora aplicamos al proceso del duelo esta descripción de la organización del superyó, tal como lo comparé con el superyó de Freud, se hace más clara mi contribución a la comprensión de este proceso. En el duelo normal, el individuo reintroyecta y reinstala tanto a la persona real perdida, como a sus padres amados que sintió como objetos internos buenos. En su fantasía, este mundo interno, que construyó desde los primeros días de su vida en adelante, fue destruido cuando se produjo la pérdida actual. La reconstrucción del mundo interno da la pauta del éxito de la labor de duelo. La comprensión de este mundo interno complejo capacita al analista para encontrar y resolver muchas situaciones de ansiedad temprana,

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