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Lombard maurice, sobre la edad media y el rol musulmán
Tipo: Resúmenes
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Nos dice Maurice Lombard en “El oro musulmán” :
“El empobrecimiento en oro de Occidente, la concentración del mismo en las ciudades comerciales del Oriente mediterráneo, el dominio del gran comercio por los levantinos dueños del oro -tres circunstancias que deben relacionarse íntimamente y que dominan la economía del mundo romano desde finales del siglo II- son sucedidas por la crisis del Imperio en el siglo III, el abandono de Roma por Constantinopla y las invasiones bárbaras, todo lo cual viene a acentuar el desequilibrio existente en la distribución del oro entre Oriente y Occidente”
Con ciudades más populosas, opulentas y ricas, una clase comercial avezada y curtida merced a la experiencia de las civilizaciones que nacieron, prosperaron y pasaron por el Cercano Oriente desde los principios de la Antigüedad, con una autoridad central mucho menos dispersa que la detentada por el soberano occidental, económicamente mejor dotado a través de actividades eminentemente urbanas que en Occidente solo podían darse en Roma (frente a Constantinopla, Antioquia, Alejandría y otras ciudades medianas tales como Tesalónica, Nicea, Atenas, Sardes, Jerusalén, Cesarea, etc.), a salvo de las hordas bárbaras que en Occidente habían depuesto a la vieja aristocracia latifundista y senatorial romana, repartiéndose su poder y sus tierras y asestando el golpe mortal al modo de producción esclavista (excepto en los Balcanes), Oriente, el Oriente romano había ido gradualmente stockeándose de oro merced a sus hermanos occidentales. Hacia finales del siglo V, precisamente cuando la corte de Constantinopla se estaba desembarazando de la influencia goda, el Imperio de Oriente se nutría del dorado metal básicamente a través de las siguientes fuentes:
● Reservas pre-existentes. ● Un saldo favorable de balanza comercial que permitía el ingreso de oro amonedado, y ● Importación de oro de países productores vecinos. Con respecto al primer punto, Maurice Lombard agrega:
“Respecto de las reservas de oro, las mismas se constituyeron sobre las provincias orientales del imperio, especialmente en la época del gran comercio sirio-egipcio,
cuando el oro romano se cambiaba en forma pasiva en los mercados del levante por mercancías preciosas de Asia. Este oro no se escapaba totalmente hacia el reino de los Partos y los mercados del Índico occidental. Una parte importante quedaba retenida en Siria y Egipto, “países esponja”, como son todos aquéllos grandes países de tránsito”.
Con Occidente desabasteciéndose de oro en forma progresiva en beneficio de los comerciantes de Oriente (mercaderes del Levante, intermediarios sirios y persas y comerciantes indios y chinos), tras el colapso de Roma, la corriente del oro se había transformado en un flujo unidireccional que llevaba el sentido Oeste-Este. El oro, que comenzaba a escasear en las tierras natales de los césares, manifestándose a través de la acuñación de malas copias de monedas bizantinas realizadas por los reyes bárbaros, estaba siendo reemplazado por la plata como patrón de intercambio comercial. Sin ciudades, y con la infraestructura vial colapsada, Occidente se había ido gradualmente replegando sobre sí mismo: donde antes había existido una economía interregional sustentada sobre la base de aldeas y ciudades pequeñas, ahora prevalecía una economía eminentemente local donde los amos bárbaros empleaban a sus símiles de menor valía en tanto que proto-siervos, mezclados con los antiguos ciudadanos universales y sus esclavos, a los fines de abastecer sus propias necesidades: el comercio a gran escala casi había desaparecido.
El Imperio de Oriente hacia el 530
Hacia el otro lado, en el flanco oriental del Imperio de Oriente, en cambio, existía un poderoso estado persa cuya economía se basaba en la plata y donde el oro era acumulado en templos y en las bóvedas de los palacios de la aristocracia y de los intermediarios comerciales. Los persas tenían el control de las vías comerciales hacia India y China y la ruta de la seda pasaba por sus territorios. Los intermediarios zoroastristas se habían manifestado tan hábiles en los asuntos del mercadeo, que en ningún momento su preponderancia se había visto amenazada por los intentos realizados desde Constantinopla para apropiarse del control del tráfico que pasaba por el Mar Rojo y el Océano Indico.