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El Racismo en América Latina: Orígenes Históricos y Políticos, Resúmenes de Historia

Este documento analiza el proceso histórico iniciado en el siglo xv y cómo el contacto con américa abrió una nueva gama de conocimientos, justificando la dominación y explotación de españa y sus competidores. Se discute la construcción de las categorías raciales y cómo el racismo se manifiesta de manera más arraigada y perversa en américa latina. Además, se examina cómo cada país responde a las políticas del nuevo orden económico mundial y cómo el racismo se fundamenta en desigualdad, injusticia y explotación.

Tipo: Resúmenes

2018/2019

Subido el 28/11/2019

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
CATEDRA: ANTROPOLOGIA CULTURAL
FICHA DE CATEDRA Nº 6
Año 2007
Exclusión social, racismo y etnicidad
Para comprender el racismo es importante conocer el contexto socio-histórico en que apareció el concepto raza y los
postulados racistas. Algunos autores1 consideran que el proceso histórico iniciado en el siglo XV es clave puesto que el contacto con
el connente americano abre una nueva gama de conocimientos y la necesidad de jus�ficar por parte de España y de sus
compedores, su dominación y explotación. Europa construirá su “visión de mundo”, con una posición absolutamente etnocentrista.
En el siglo XVIII, nuevas ideas crican el orden imperante (absolusta, y en algunos países aún feudal) poniendo a la tolerancia, las
ideas de igualdad, perfecbilidad y a la razón por encima de la tradición. Las explicaciones acerca de la diversidad son relacionadas a
factores ambientales y geográcos.
Hay que esperar al siglo XIX para ver el desarrollo de una corriente de pensamiento conocida como darwinismo social. El
concepto de evolución agudizó el debate sobre las razas humanas, su clasicación y la búsqueda por demostrar la superioridad de la
“raza blanca”. Este avance de ideas racistas debe entenderse en el contexto expansivo del capitalismo liberal, industrial y colonialista,
con el desarrollo de la ciencia y el auge de los nacionalismos. El liberalismo, que proclamaba la libre competencia en el mercado, fue
ulizado polícamente como jus�ficación a la no intervención estatal frente a las desigualdades y “ante las consecuencias etnocidas
de la expansión colonial pues allí se libraría una lucha por la existencia en la que sólo perdurarían los pueblos y los sectores de la
sociedad capaces por sí mismos de sobrevivir, los biológicamente superiores2.
A parr de la aceptación de la teoría de la evolución de Darwin, los biólogos consideraron la raza como organismo
iden�ficable dentro de una especie”, que eran denidas teniendo en cuenta caracteres sicos observables y que ocupaban áreas
geográcas determinadas. Estas ideas fueron cuesonadas, al demostrarse que las grandes razas no son endades naturales sino
categorías construídas por el invesgador y que las diferencias biológicas entre las poblaciones son mínimas.
La genéca realizó aportes claves para desechar el concepto raza. Los genestas mediante el uso de la inmunología y la
química de la proteína3 iden�ficaron genes que codican enzimas 4 especícas y otras proteínas. Del estudio de 150 proteínas se
estableció que el 75% de los diferentes pos de proteínas son idéncas en todos los individuos examinados, independientemente de
la población, mientras que un 25% enen frecuencias variables en la especie humana. En síntesis, demostraron que lo que diferencia
es que hay una variación en la frecuencia de las formas alternavas del gen5 pero no unos genes parculares de cada grupo.
Si bien el darwinismo social y posiciones eugenésicas6, tenía adeptos en Alemania desde nes del siglo XIX, es luego de la
derrota de este país en la Primera Guerra cuando dichas ideas se propagan. Algunos sectores sostuvieron que para que Alemania
recuperara su gloria era necesaria la depuración biológica, con predominio de la “raza aria”. La segunda guerra acarrea una serie de
cambios sociales y económicos en el mundo, y en Gran Bretaña y Estados Unidos surge la necesidad de atraer inmigración que
sirviera como mano de obra por lo que comienzan a revisarse las posturas racistas. Fueron los norteamericanos quienes, a parr de
su explicación funcionalista y organicista de la sociedad, plantearon a los conictos como enfermedades sociales y a las minorías
como asimilables a la sociedad. En la década del sesenta aparecen reclamos de sectores recién incorporados, movimientos
femeninos, militancia negra y en la del setenta resurgen los discursos biologicistas como intentos para debilitar las crecientes
demandas. Nuevas explicaciones desde Lanoamérica comienzan a interesarse por lo interétnico e interracial.
A pesar de que los logros cien�ficos demostraron las falencias del concepto raza y de las crícas a la doctrina y prácca
racistas, éstas han recrudecido en diferentes países, tanto europeos como americanos. Si bien en América Lana no es tan visible,
algunos autores7 sosenen que el racismo en esta región es el más arraigado y perverso, ya que se caracteriza por ser solapado y
aparece como “natural” al ciudadano. Este rebrote se halla ligado a la globalización y a la proliferación de idendades socio-
culturales en diversas partes del mundo. Algunas de las explicaciones para entender el rebrote del racismo se centran en el plano
económico, porque sosenen que éste es el efecto local de la crisis económica internacional. Cada país responde a las polícas de
ajuste del nuevo orden económico mundial con medidas tales como la privazación, el recorte del gasto público, el desempleo, etc.
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1 Liliana Mazetelle y Horacio Sabarots. “Poder, racismo y exclusión”. En Mirtha Lische (comp) Antropología. Eudeba. 1995.
2 Liliana Mazetelle y Horacio Sabarots. Ob. Cit. Pg. 340.
3 Proteínas: material del organismo formado por la unión de múlples moléculas de ácidos animados. Son esenciales en la acvidad
de la célula viva, para la formación de hemoglobina, hormonas.. Las proteínas (carne, pescado, leche) se transforman a través del
tubo digesvo en aminoácidos que aparecen en la circulación.
4 Enzimas: sustancia orgánica o fermento soluble, producido por el organismo y que permite una reacción química que no podría
producirse en su ausencia.
5 Gen: molécula de nucleoproteína que parcipa de las estructura de los cromosomas y que es el soporte de los caracteres
hereditarios. Los factores hereditarios son llevados por los elementos del núcleo de la célula viva. Cada cromosoma conene una
serie completa de genes. Tenemos veincuatro pares: 23A + XY en el hombre y 23 A + XX en la mujer.
6 El vocablo eugenesia proviene del griego: buena esrpe. Sus pardarios querían demostrar que las personas eminentes eran hijos
de padres eminentes, por lo que el talento era hereditario. No tuvieron en cuenta la inuencia del medio socio-cultural y
económico.
7 José Almeida Vinueza. El racismo en las Américas y el Caribe. Quito. Ed Abya –Yala. 1999.
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES CATEDRA: ANTROPOLOGIA CULTURAL

FICHA DE CATEDRA Nº 6 Año 2007

Exclusión social, racismo y etnicidad

Para comprender el racismo es importante conocer el contexto socio-histórico en que apareció el concepto raza y los postulados racistas. Algunos autores^1 consideran que el proceso histórico iniciado en el siglo XV es clave puesto que el contacto con el con�nente americano abre una nueva gama de conocimientos y la necesidad de jus�ficar por parte de España y de sus compe�dores, su dominación y explotación. Europa construirá su “visión de mundo”, con una posición absolutamente etnocentrista. En el siglo XVIII, nuevas ideas cri�can el orden imperante (absolu�sta, y en algunos países aún feudal) poniendo a la tolerancia, las ideas de igualdad, perfec�bilidad y a la razón por encima de la tradición. Las explicaciones acerca de la diversidad son relacionadas a factores ambientales y geográficos.

Hay que esperar al siglo XIX para ver el desarrollo de una corriente de pensamiento conocida como darwinismo social. El concepto de evolución agudizó el debate sobre las razas humanas, su clasificación y la búsqueda por demostrar la superioridad de la “raza blanca”. Este avance de ideas racistas debe entenderse en el contexto expansivo del capitalismo liberal, industrial y colonialista, con el desarrollo de la ciencia y el auge de los nacionalismos. El liberalismo, que proclamaba la libre competencia en el mercado, fue u�lizado polí�camente como jus�ficación a la no intervención estatal frente a las desigualdades y “ante las consecuencias etnocidas de la expansión colonial pues allí se libraría una lucha por la existencia en la que sólo perdurarían los pueblos y los sectores de la sociedad capaces por sí mismos de sobrevivir, los biológicamente superiores^2 ”.

A par�r de la aceptación de la teoría de la evolución de Darwin, los biólogos consideraron la raza como “organismo iden�ficable dentro de una especie”, que eran definidas teniendo en cuenta caracteres �sicos observables y que ocupaban áreas geográficas determinadas. Estas ideas fueron cues�onadas, al demostrarse que las grandes razas no son en�dades naturales sino categorías construídas por el inves�gador y que las diferencias biológicas entre las poblaciones son mínimas.

La gené�ca realizó aportes claves para desechar el concepto raza. Los gene�stas mediante el uso de la inmunología y la química de la proteína^3 iden�ficaron genes que codifican enzimas 4 específicas y otras proteínas. Del estudio de 150 proteínas se estableció que el 75% de los diferentes �pos de proteínas son idén�cas en todos los individuos examinados, independientemente de la población, mientras que un 25% �enen frecuencias variables en la especie humana. En síntesis, demostraron que lo que diferencia es que hay una variación en la frecuencia de las formas alterna�vas del gen^5 pero no unos genes par�culares de cada grupo.

Si bien el darwinismo social y posiciones eugenésicas 6 , tenía adeptos en Alemania desde fines del siglo XIX, es luego de la derrota de este país en la Primera Guerra cuando dichas ideas se propagan. Algunos sectores sostuvieron que para que Alemania recuperara su gloria era necesaria la depuración biológica, con predominio de la “raza aria”. La segunda guerra acarrea una serie de cambios sociales y económicos en el mundo, y en Gran Bretaña y Estados Unidos surge la necesidad de atraer inmigración que sirviera como mano de obra por lo que comienzan a revisarse las posturas racistas. Fueron los norteamericanos quienes, a par�r de su explicación funcionalista y organicista de la sociedad, plantearon a los conflictos como enfermedades sociales y a las minorías como asimilables a la sociedad. En la década del sesenta aparecen reclamos de sectores recién incorporados, movimientos femeninos, militancia negra y en la del setenta resurgen los discursos biologicistas como intentos para debilitar las crecientes demandas. Nuevas explicaciones desde La�noamérica comienzan a interesarse por lo interétnico e interracial.

A pesar de que los logros cien�ficos demostraron las falencias del concepto raza y de las crí�cas a la doctrina y prác�ca racistas, éstas han recrudecido en diferentes países, tanto europeos como americanos. Si bien en América La�na no es tan visible, algunos autores^7 sos�enen que el racismo en esta región es el más arraigado y perverso, ya que se caracteriza por ser solapado y aparece como “natural” al ciudadano. Este rebrote se halla ligado a la globalización y a la proliferación de iden�dades socio- culturales en diversas partes del mundo. Algunas de las explicaciones para entender el rebrote del racismo se centran en el plano económico, porque sos�enen que éste es el efecto local de la crisis económica internacional. Cada país responde a las polí�cas de ajuste del nuevo orden económico mundial con medidas tales como la priva�zación, el recorte del gasto público, el desempleo, etc.

(^1) Liliana Mazetelle y Horacio Sabarots. “Poder, racismo y exclusión”. En Mirtha Lische� (comp) Antropología. Eudeba. 1995.

(^2) Liliana Mazetelle y Horacio Sabarots. Ob. Cit. Pg. 340.

(^3) Proteínas: material del organismo formado por la unión de múl�ples moléculas de ácidos animados. Son esenciales en la ac�vidad

de la célula viva, para la formación de hemoglobina, hormonas.. Las proteínas (carne, pescado, leche) se transforman a través del tubo diges�vo en aminoácidos que aparecen en la circulación. (^4) Enzimas: sustancia orgánica o fermento soluble, producido por el organismo y que permite una reacción química que no podría

producirse en su ausencia. (^5) Gen: molécula de nucleoproteína que par�cipa de las estructura de los cromosomas y que es el soporte de los caracteres

hereditarios. Los factores hereditarios son llevados por los elementos del núcleo de la célula viva. Cada cromosoma con�ene una serie completa de genes. Tenemos vein�cuatro pares: 23A + XY en el hombre y 23 A + XX en la mujer. (^6) El vocablo eugenesia proviene del griego: buena es�rpe. Sus par�darios querían demostrar que las personas eminentes eran hijos

de padres eminentes, por lo que el talento era hereditario. No tuvieron en cuenta la influencia del medio socio-cultural y económico. (^7) José Almeida Vinueza. El racismo en las Américas y el Caribe. Quito. Ed Abya –Yala. 1999.

Dentro de este panorama se excluye de los escasos beneficios a quienes carecen de “derechos ancestrales” como es el caso de los inmigrantes o a las minorías étnicas asentadas en el país. Según esta posición, la doctrina racista serviría para jus�ficar las diferencias socio-económicas y culturales a par�r de la exacerbación del mito de la superioridad racial o la pertenencia étnico- nacional.

Otras explicaciones buscan un trasfondo cultural al fenómeno racista: el derrumbe de las ideologías que ha provocado incer�dumbre en los ciudadanos y ha generado el repliegue individual hacia los sen�mientos tribales o nacionales. Así explican tanto los rebrotes nacionalistas de base etnicista como los atomizados y dispersos, denominados en algunos casos “nuevos movimientos sociales” o “nuevas minorías” basadas en criterios de iden�dad grupal: mujeres, jubilados, desocupados. Asimismo, algunos autores como Roger Bas�de, proponen entender el prejuicio racial en relación a fenómenos más amplios, es decir, proponen vincular las relaciones étnico-raciales con aspectos de la estructura social como la composición de clases, sistemas de producción y mercado de trabajo, distribución de poder, control cultural.

El racismo como discurso es una elaboración ideológica excluyente, que al par�r de la supuesta superioridad biológica y cultural de una raza incide en la construcción de la subje�vidad individual y colec�va de una población. Es decir, que aparece una relación desvirtuada con respecto al “otro”, en el que sus diferencias son transformadas en es�gmas para luego excluírlos del vínculo social. El racismo como doctrina de exclusión social no sólo empuja un sistema clasificatorio que organiza y jerarquiza a los grupos desde una escala etnocéntrica sino que niega el acceso a determinados bienes y espacios a aquellos que son considerados diferentes. Asimismo se inscribe en un “horizonte cultural” que ha incidido en el comportamiento de los pueblos occidentales o en contacto con él, en el cual aparece la idea de universalismo que propone al mundo la imitación al modelo europeo como solución a los problemas de la desigualdad y diversidad humana pero que a su vez, quita la posibilidad al defender un sistema excluyente. El racismo se fundamenta en relaciones de desigualdad, injus�cia y explotación en la que los grupos dominantes ar�culan mecanismos ideológicos de consenso junto con el uso de la fuerza.

Almeida Vinueza propone entonces interesarse por el espacio y temporalidad en que se sitúan el discurso y la prác�ca racistas, por las relaciones sociales que evocan, por la matriz simbólica en a que se inscriben y las formas que adoptan, lo que a su vez, lo sitúa en la problemá�ca del poder. Por su parte, Mazetelle-Sabarots proponen además vincular al racismo con otros conceptos: etnocentrismo, prejuicio, etnicidad, discriminación, exclusión que ayudan a explicar este fenómeno.

El etnocentrismo^8 es una visión de mundo en la cual nuestro propio grupo es tomado como centro y los otros son pensados y sen�dos a través de nuestros valores, nuestros modelos. Frente al choque cultural, conocemos a “nuestro” grupo que come igual, viste igual, frente a “otro” que come y vive diferente. El grupo del “yo” hace de su visión la única posible y si puede la hace ver como la mejor, la superior. La sociedad del “yo” es mostrada como el espacio de la cultura y la civilización, donde existe trabajo, mientras que la del “otro” es mostrada como la atrasada, la salvaje. Todo fenómeno racista supone etnocentrismo, pero no todo etnocentrismo supone racismo. Sin embargo en ambos, se requiere del contacto entre dos grupos, sea por migraciones (forzadas, voluntarias, internas o internacionales).

Los prejuicios son sistemas de valores, juicios totalizadores que �enden a dar sen�do a la acción humana, favoreciendo la creación de estereo�pos. Se relacionan a esferas afec�vas de los individuos y se adquieren en el proceso de socialización, por lo que son di�ciles de modificar. Aunque no todo es tan lineal, sino que existen variaciones en cuanto a una mayor o menor ac�tud crí�ca frente a los prejuicios. Por otro lado, se responden a intereses de grupos, que al es�gma�zar a sectores subordinados man�enen su poder. Aunque dentro de los sectores subalternos esos prejuicios son reinterpretados y hasta se generan otros en función de diferenciarse de los “pobres”. Por otra parte, influyen en la construcción de la “iden�dad social villera” definida como la coproducida por los actores sociales que se manifiesta en una ar�culación de atributos socialmente significa�vos, tornando a dichos actores históricamente reconocibles. La iden�dad es opera�va cuando transmite sen�dos relevantes para las dis�ntas partes de la interacción que se construyen en un complejo entramado de relaciones sociales^9. La iden�dad social villera es reconocida a par�r de los caracterís�cas: la pobreza (alude a la desprovisión de bienes y recursos valorados socialmente) y la inmoralidad (imagen transmi�da por el extravillero). Ser “villero”es un es�gma que el niño aprende. Un es�gma es aquel atributo que por su significación suministra información que puede ser manipulada en función de la interacción. Según Goffman la teoría del es�gma es una ideología que pretende explicar la inferioridad del es�gma�zado y dar cuenta del peligro que representa para la sociedad. Guber expone, además, el papel desempeñado por los villeros en la construcción de su iden�dad cuyo significado se halla condicionado por el sector hegemónico. Por un lado desarrolla un rol ac�vo en la construcción de su es�gma�zada iden�dad a par�r del cual resignifica el es�gma en función de las posibilidades que le brinda la interacción y según sus intereses. En el proceso social la relación con el villero ha adoptado dos modalidades ar�culatorias: asistencialización y marginalización del pobre. En la primera hay una asitencia mediada por un aparato organiza�vo específico (estado u organizaciones asistenciales). A veces hacer gala de pobreza implica el logro de beneficios pero también es un modo de reinvindicar su llugar social: un lugar de provisión y de derechos. Marginalidad implica la convergencia entre la posición socioeconómica y el status jurídico ilegal de la población villera respecto de la �erra que ocupa.

Dentro de la amplia gama de prejuicios, el racismo es un �po en el que la marca iden�ficatoria definida socialmente son los rasgos �sicos (villero/cabecita negra/gitanos) que sitúan a los grupos involucrados en sistema de estra�ficación dominado por imaginarios colec�vos de dominación-sumisión. No son las diferencias �sicas observables entre grupos humanos las que crean por sí las nociones populares de raza en una sociedad, sino la aceptación de que tales diferencias son socialmente relevantes.

(^8) Everardo Guimaraes Rocha. Que es el etnocentrismo. Edit Brasiliense. Sao Paulo. 1985. Traducción de Liliano Seró. Dto Antropología

Social. FHCS. UnaM. (^9) Rosana Guber. “Iden�dad social villera”. En Mauricio Boivin, Ana Rosato, Victoria Arribas. Constructores de la Otredad. Una

introducción a la Antropología Social y Cultural. Buenos Aires. Eudeba. 1999.

Estados Nacional - Provincial y los pueblos indígenas y explicar los fenómenos socioculturales^15 que se transformaron en el interior de las comunidades indígenas.

Como lo expresa Bidart Campos^16 , en la Cons�tución de 1853 y su reforma de 1860, las poblaciones indígenas eran vistas como muy primi�vas, y como reacias a una integración en la sociedad lo que seguramente mo�vó la alusión de darles un “trato pacífico“. Pero el Estado expansionista del siglo XIX fue agresivo si se recuerda la Conquista del Desierto con miras a recuperar territorios, afianzar las fronteras interiores y exteriores, y ocupar �erras consideradas desér�cas, geográfica y culturalmente desintegradas o aisladas. Hugo Trinchero^17 analiza las etnicidades como resultado de las relaciones interétnicas al interior del proceso de formación del estado-nación. La caracterización del estado como en�dad vehiculizadora de una única nacionalidad asumida por los intelectuales de la “generación del ochenta” es heredera de los ideales iluministas. La generación del 80 propuso una ideología asimiladora que impulsaría un modelo de adscripción étnica voluntaria promovido desde la educación. Por otro lado, se encomendó al Congreso la promoción de la conversión de los indios al catolicismo, expresión de la confesionalidad asumida por la Cons�tución, pero sin duda implicaba una tarea misional impropia del Estado, que en el mejor de los casos tenía que ser cumplida por la Iglesia con la ayuda y cooperación indirectas de aquél.

Se percibe entonces que desde el siglo XIX en nuestro país predominó la idea de una cultura homogeneizante. Esta idea inspiró la legislación, y las relaciones y prác�cas reales. Durante la conformación del Estado argen�no surgió la primera matriz cultural: la determinación de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. En este período se caracterizó al indio como pobre, sufrido por su condición, inculto y bárbaro desde la mirada del criollo-europeo. El conjunto de ideas discriminatorias se fortaleció con las teorías evolucionistas de la época, que consideró a los indígenas “miembros de una cultura inferior “, ideas que fueron compar�das por los doctrinarios de la época.

La construcción de un modelo de nacionalidad requiere de un doble movimiento de significaciones: un principio posi�vo – afirmación de iden�dad- y uno nega�vo –de otredad-El principio posi�vo tuvo su anclaje en la territorialidad, ocupación de los espacios vacíos –que el proyecto estatal trató de vaciar de toda reivindicación étnica- mientras que uno nega�vo fue construído en la elaboración de otro enemigo –indígenas que controlaban los territorios a conquistar-. “Más allá de los discursos sobre la incorporación pacífica del indio al trabajo produc�vo, la intervención militar generaba contradicciones en las posibilidades de un reclutamiento ordenado y funcional a la burguesía agroindustrial del norte argen�no. La imagen del indio guerrero y malonero en el Chaco responde a la necesidad de la corporación militar de hacer visible al indígena en términos militares como enemigo bárbaro que se enfrenta a la nación-civilización...Barbarie y desierto conforman los códigos de visibilidad de la población indígena y del territorio para las ins�tuciones de la estatalidad en la frontera. El indio pasa a ser desplazado allende las fronteras que construía el disposi�vo civilizatorio^18 ”.

Con la herencia del liberalismo se pensó que todos habían nacido en la misma �erra y exis�endo un crisol de razas, no habría discriminación ante la ley ni trato especial a los indígenas, ya que ellos eran parte de la cultura nacional. Para la oligarquía argen�na la base del poder económico y polí�co estaba en el control territorial y en la producción agrícola-ganadera, temas que los enfrentaron con los pueblos indígenas, al ocupar sus territorios. De la idea de exterminio se pasó al de la existencia de su cultura pero considerándola inferior a la europea. La denuncia al trato del indígena demostró que la igualdad ante la ley es sólo una formalidad vulnerada co�dianamente.

Gonzalo Aguirre Beltrán, 19 destacado indigenista mejicano, señalaba en 1967 que: “El indigenismo no es una polí�ca formulada por indígenas, para la solución de sus propios problemas, sino la de los no indígenas respecto a los grupos étnicos heterogéneos que reciben la general designación de indígenas”. El indigenismo es el conjunto de acciones gubernamentales cuyos expresos des�natarios son los pueblos indígenas con el obje�vo demla integración nacional (proletarización, aculturación,etc). La comunidad indígena aislada podía prac�car su cultura, sus costumbres, sus modalidades matrimoniales sin necesidad de poseer un discurso autojus�ficatorio, explica�vo hacia el exterior. Ellos hacían determinados ritos y costumbres porque así lo habían hecho sus ancianos y hoy muchas comunidades necesitan autoexplicarse el por qué realizan ciertos ritos culturales y la validez de los mismos frente a alterna�vas entregadas por el sistema comunicacional occidental. La necesidad de reelaboración del discurso se ha transformado en un requerimiento de sobrevivencia de las comunidades, de las etnias o pueblos indígenas existentes en nuestro país. Es por ello que ha surgido con fuerza la necesidad de un discurso que afirme la autonomía. Al señalar la autonomía nos referimos exclusivamente al terreno de la cultura, exigiendo en las relaciones con el Estado, que se respeten lenguas, costumbres, en fin, los valores simbólicos de la cultura.

El desa�o actual es tratar de visualizar una sociedad pluriétnica y cambiar el carácter del Estado en su visión monolí�ca y socializadora de la sociedad. El tema de las relaciones interétnicas no está cerrado. En nuestro país el asunto se refiere a las relaciones de la sociedad no indígena con la sociedad indígena que lo habitaba y que sigue sobreviviendo y exigiendo su derecho a ser respetada como sociedad viviente.

En 1994, los legisladores plantearon que las cláusulas cons�tucionales resultaban desactualizadas, e incluso distante de una libertad religiosa que se propugnaba. Por lo cual el texto actual de la Cons�tución Nacional reformada establece: Art. 75.- Corresponde al Congreso:

(^15) Norma Acuña, Graciela Ciselli, Sonia Ivanoff. El matrimonio indígena ¿un reconocimiento olvidado o desconocido?. El caso de los

pueblos indígenas de las provincias de Chubut y Santa Cruz. Este trabajo ha obtenido el Primer Premio en el X Congreso Internacional de Derecho de Familia, organizado por la Universidad Nacional de Cuyo, Gobierno de Mendoza y Universidad de Mendoza, entre los días 20 al 24 de sep�embre de 1998. (^16) Germán Bidart Campos, Tratado elemental de Derecho cons�tucional argen�no, Bs. As. , EDIAR, 1995, p. 371.

(^17) Hugo Trinchero Desiertos de iden�dad. En Papeles de trabajo Nº 7. 1998. Rosario.

(^18) Hugo Trinchero Desiertos de iden�dad. En Papeles de trabajo Nº 7. 1998. Rosario. Pg 97.

(^19) José Bengoa, Los indígenas y el Estado nacional en América La�na, Sao Pablo, Revista de Antropología, p.167.

Inciso 17: Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argen�nos. Garan�zar el respeto a su iden�dad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las �erras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni suscep�ble de gravámenes o embargos. Asegurar su par�cipación en la ges�ón referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones.

A las viejas ideas de protección, integración o paternalismo, el nuevo ar�culo 75 inc. 17, de la Cons�tución de 1994, le otorga rango cons�tucional a derechos ya reconocidos y a su vez avanza en el reconocimiento de otros, obligando de esta manera a la adecuación de los textos legales existentes y a la sanción de otros nuevos. Tal como lo afirman Altabe, Braunstein y González 20 en el nuevo ar�culo de la Cons�tución de 1994 se establecen nuevas pautas de relación entre el Estado Argen�no y los pueblos indígenas, relación que deberá desarrollarse en un marco de diálogo intercultural basado en el respeto a la iden�dad de estos pueblos. Ello implica reconocer en forma defini�va el pluralismo étnico, como posibilidad que �enen los individuos de iden�ficarse a sí mismos y actuar como pueblos dis�ntos aunque insertos en la comunidad nacional 21 Dicha iden�ficación deberá ser asumida y respetada no sólo por el Estado sino también por la sociedad no indígena con consecuencias jurídicas válidas para todos.

El respeto a la iden�dad debe traducirse en normas que interpreten y reconozcan las par�culares formas indígenas de entender el mundo que habitamos y las expecta�vas que genera en esos pueblos la pertenencia al conjunto y de esta manera establecer un marco de previsibilidad de las acciones posi�vas del Estado. El reconocimiento de la preexistencia étnica y cultural ofrece dos aspectos: Uno simbólico y reparador, otro histórico. El elemento español anterior a nuestra independencia y el flujo inmigratorio posterior a la Cons�tución originaria, son precedidos por las comunidades indígenas.

Argen�na, de cara al europeísmo y a las imitaciones foráneas, nunca exaltó su indigenismo sino más bien lo renegó, lo menospreció o, cuando menos, lo olvidó y lo ocultó. De ahí que los dos aspectos recién señalados – simbólico-reparador e histórico- vengan a ser, aunque tardíamente, una reivindicación de nuestro ancestro primero, luego tan cuan�ta�vamente reducido 22. El valor que se le otorga a esta primera frase del nuevo inciso es de importancia prác�ca por su aplicabilidad. Que étnica y culturalmente hayan preexis�do los pueblos indígenas implica que es imposible desconocer o contrariar la herencia que hoy existe en sus comunidades y en nuestra sociedad toda. El Congreso, en ejercicio de la competencia que surge de la norma comentada �ene el deber de no tornarla sin valor y de conferirle desarrollo en cuanto ámbito resulta posible. Uno de ellos, es el de la par�cipación, en contraposición a las viejas ideas de integración, propiciada en su polí�ca indigenista por el Estado, significaba hacerlos parte integrante de la sociedad, haciendo que renuncien a su es�lo de vida, a sus diferencias, a su idiosincrasia, a su cultura.

Si par�mos de la idea que la Cons�tución es un hecho de carácter jurídico y polí�co, el reconocimiento explícito de la preexistencia de los pueblos indígenas, debe ser congruente con otros hechos del mismo carácter, es decir, reconocer la preexistencia de ins�tuciones que corresponden a dichos pueblos. Al referirse la Cons�tución Nacional de 1994 a “ pueblos indígenas argen�nos” cuyos antecedentes inmediatos son la Declaración de la necesidad de la reforma y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.) aprobado por ley del Congreso de la Nación 24071 23. Se reconoce el carácter nacional de los grupos sociales indígenas.

La expresión de “pueblos indígenas“ llevó a pensar a algunos que el concepto “pueblo” en plural, podía causar desmembración o desintegración, por aquello que en el derecho internacional se denomina “autodeterminación de los pueblos“. A criterio de Bidart Campos^24 , no es éste el alcance de la incorporación de la palabra, ya que al añadir el adje�vo “argen�nos“, está dando la pauta integra�va (en cuanto a territorialidad y nacionalidad) que presupone que como pueblos, hacen y son parte de nuestra sociedad. El concepto “pueblo“ sería aquí equivalente a población y con ese sen�do, los pueblos indígenas argen�nos “vienen a definir los sectores de población o comunidades grupales que componen al conjunto humano que es elemento de nuestro Estado.”^25 Sin lugar a dudas, cuando la Cons�tución se refiere a las comunidades indígenas, remite al concepto de reconocer los grupos étnicos que se iden�fican como tales, descendientes de la población que habitaba el territorio nacional en la época de la conquista y la colonización.

La Cons�tución Nacional, al usar “iden�dad” agrega el adje�vo de “étnica”, para reforzar el sen�miento de pertenencia (conciencia étnica) de estos pueblos, que exis�an previamente a la formación del Estado nacional argen�na, de las actuales fronteras sociopolí�cas y el ordenamiento jurídico.

Si bien el cons�tuyente de 1994 incluyó la cláusula sobre indígenas dentro del ar�culo dedicado a atribuciones del Congreso, es importante señalar su conexión con la parte dogmá�ca. En este inciso 17, se advierte claramente, desde que el status o modo de instalación social de los pueblos indígenas y de sus integrantes individuales forman parte del eje fundamental de la sección dogmá�ca de toda cons�tución, mas aún cuando se trata de un estado democrá�co: qué �po de reconocimiento se depara a la persona humana y a los grupos a los que se integra. A criterio de Bidart Campos, ello definiría la forma de situación polí�ca e ins�tucional en que se hallan los indígenas. El nuevo inciso 17, podría estar indicando un reconocimiento cons�tucional a las minorías, en este caso de los indígenas. No cabe duda de que las comunidades indígenas permiten su encuadre en lo que comúnmente se rotula como “minoría “ dentro de la sociedad, teniendo en cuenta su escaso peso numérico. El pluralismo

(^20) R. Altabe, J. Braunstein y J. Gonzalez, Derechos indígenas en la Argen�na, Bs. As. , El Derecho, Universidad Católica Argen�na,

1995, p. 1 (^21) Ob cit. Pg. 2.

(^22) Germán Bidart Campos. Ob cit. Pg 371.

(^23) Sancionada y promulgada en marzo y abril de 1992 respec�vamente.

(^24) Germán Bidart Campos. Ob cit. Pg 372.

(^25) Ob cit. Pg 372