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Resumen de Isabelino Siede capitulo 1
Tipo: Apuntes
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Primer capitulo Una de las cuestiones que inquietan inicial y recurrentemente a cualquier educador es la relación entre su tarea y el contexto social. El contenido y la dirección de la transformación que se espera lograr varían notablemente entre generaciones o entre representantes de una misma generación. Ese ‘’algo’’ que esperamos hacer es enseñar, educador, guiar a los niños hacia un camino mejor, etc. Las formas y estilos varían en un abanico muy amplio de opciones. Algunos cambios de expectativas se inician con las primeras entradas a las escuelas, donde los practicantes comparten con maestros que llevan años en la tarea. Allí comienzan a interactuar con discursos más terrenales y menos expectantes. Cada estudiante que llega al aula es evaluado como reflejo de su hogar, cuya fragilidad parece consecuencia de voluntades omnímodas y ajenas. En el campo pedagógico, hubo y hay optimismos moderados y revolucionarios, desarrollistas y liberadores, con expectativas de alta o de baja eficacia. Generalmente, los optimismos pedagógicos afirman los beneficios de la acción educativa y prevén una eficacia considerable para ella, entre el extremo de los que consideran que allí se ubica el motor de los cambios y el tono más moderado de quienes dan a la educación el carácter de herramienta indispensable de acompañamiento de transformaciones estadas en otros ámbitos. En cualquiera de ellos, la escuela parece el lugar donde habrá de gestarse una sociedad nueva y mejorada. El más emblemático y representativo es el discurso propulsor del sistema educativo, que en la argentina reconoce a Sarmiento como arete y precursor. Se trataba de un optimismo que apostaba a la potencialidad política de la enseñanza, pues la escuela educaría al pueblo soberano y elector. Las intencionalidades económicas estaban presentes, aunque, en la mayoría de los discursos de la época, subordinadas a la formación de las virtudes cívicas. En la actualidad, una mirada más optimista de gran impacto ha sido, en nuestro medio, la pedagogía liberadora de Paulo Freire, que tiño las practicas de educación popular entre los años 60 y 70. Este ponía altas expectativas en la acción educativa, pero no en la escuela como institución sino en las modalidades no formales. Allí la educación popular superaría el vinculo ‘’bancario’’ y se haría concientizadora. Con el pasar de los años, sus expectativas se fueron morigerando, al tiempo que volvió a creer en el potencial transformador de la institución escolar. Otro optimismo curioso dio marco al embate reformador que, en los años 90, llevaron adelante gobiernos neoliberales de América Latina, empujados por organismos multilaterales. Antes se había extendido un optimismo tecnicista proveniente de la socialdemocracia europea, y luego sectores que provenían del conservadurismo adoptaron un discurso centrado en las virtudes de transformación, mientras establecían nuevas regulaciones que desarticularon y debilitaron la acción de las unidades educativas en cada país. Este optimismo caracterizo como ‘’resistencia al cambio’’ a aquellas voces que objetaron el ritmo, el domo o la
direccionalidad de las decisiones que se imponían con escaso margen de deliberación. Estos y otros optimismos han decantado en la sala de maestros y profesores. Se trata de vertientes muy diferentes, que aspiran a que los procesos educativos abran las puertas de un cambio social favorable, aunque sea variable el sentido que se le dé a ese cambio. Los pesimismos que mayor raigambre han logrado en las instituciones son los provenientes de la nueva izquierda, que no cuestionan la promesa de cambio sino su sinceridad. Los enfoques reproductivistas de los años 70 pusieron freno a cualquier optimismo, denunciando el carácter inevitablemente conservador de la enseñanza formal. Bajo las formas de ‘’hábitus’’ o de ‘’currículo implícito’’ el propósito intimo y ultimo de la escuela es, para ellos, convalidar y perpetuar el orden social vigente, al mismo tiempo que promete una transformación que nunca llega o brinca circuitos diferenciales para que los hijos de cada clase convaliden su lugar en la escala social. Generalmente, cada sociedad concibe dispositivos educativos para convalidar el orden vigente y perpetuarlo. Las miradas reproductivistas hicieron bien en mostrar la cara oscura de una escuela acostumbrada a verse a sí misma como benefactora sin matrícula. Reconocido el mandato conservador y reproductor del orden social que es inherente a los sistemas educativos, cabe plantearse si es este el único mandato. ¿Para eso sirve la escuela? La escuela del relato manifiesta una enorme coherencia. Parece ser univoca, uniforme y siempre estable. No hay contradicciones ni conflictos en ella. Vista desde adentro, la tarea escolar está llena de contrasentidos y posiciones discordantes entre los docentes, entre estos y los directivos, entre directivos y supervisores, etc. La cotidianidad escolar es más plural de lo que a veces suponemos. Del mismo modo, la escuela del relato se muestra consistente. Promete una cosa y hace otra, pero en su intimidad sabe exactamente lo que hace: hay una intención velada, que solo conocen los tiburones. El relato muestra una institución que es consistente por su racionalidad inequívoca. En las voces más agoreras, cada gesto de las políticas educativas es evaluado como parte de una trama siempre lógica, que responde directamente a intereses espurios. Sin embargo, también se cuela en la crítica a los dirigentes su incapacidad e ineficiencia. De este modo, se les endilga una alta capacidad y una enorme incapacidad. Como consecuencia de los errores estratégicos de los poderosos, las gestiones educativas son menos consistentes de lo que se puede sospechar a simple vista desde la sala de maestros. Obedecen a tironeos entre sectores y también están surcadas por decisiones que parecen triviales desde el escritorio en el cual se enuncian y terminan impactando a veces de modo contrario al esperado. El relato muestra la unidireccionalidad de la formación escolar, que es solo una herramienta de los ‘’tiburones’’ para legitimar su poder y garantizar la continuidad del statu quo. Aun cuando la escuela solo proveyera textos que convalidaran el orden social actual, la lectura es una herramienta que permitirá leer los discursos contrarios. Por último, la escuela del relato muestra un alto grado de eficacia: lo que la escuela hace parece servir a los pececillos, pero los esclaviza para los tiburones y en esa tarea es imbatible.
retablo que no les pertenece ni pueden modificar. En cambio, los discursos moderados otorgan mayor relevancia a los actores involucrados, reconocen tendencias y probabilidades que pueden verificarse o no. Los maestros optimistas ingenuos y los pesimistas críticos miran a la escuela y a la sociedad como un juego de mamushkas. Para los pesimistas, la mamushka grande es horrible y eso condena a la que está en su interior, es decir, la escuela, a serla también. Los optimistas, en cambio, quieren hacer una bonita mamushka pequeña, con la desmesurada expectativa de que ella transforme a la que tiene alrededor, hasta hacerla su réplica. El mundo y la escuela han perdido certezas. La solidez de nuestras ideas hoy cede su lugar a la fluidez de discursos y gestos circunstanciales, que tienen pocas pretensiones de trascender el momento. La palabra ‘’convicción’’ se emparenta con la palabra ‘’convicto’’ porque cada sujeto está preso de lo que piensa y lo que cree. Son sus creencias las que le permiten o le impiden ver y actuar. Reproducir y recrear: La reflexión ética y política supone que cada cual puede aprender a elegir de que ideas esta ‘’convicto’’. Este aprendizaje no es fruto de un instante de lucidez, sino que conlleva una ascesis, un cuidado de si que es la única garantía de la libertad. Es una libertad que no se recibe ni se da, sino que se conquista en lucha con las condiciones que nos son impuestas, asi como también en puja con los condicionantes heredados e incorporados. Quizá el desafío pedagógico que enfrentamos hoy sea quebrar la inercia entre las mamushkas, no porque sepamos cómo será la mayor de las muñecas, sino porque abrimos la posibilidad de que sea diferente de lo que es y ha sido. Sin olvidar que la escuela es una herramienta de legitimación del orden social vigente, podemos considerar que es también el ámbito donde ese orden social se presta a ser discutido, recreado y reorientado. Amy Guttman propone el concepto de ‘’reproducción social consciente’’ para dar cuenta del proceso por el cual una sociedad somete a deliberación sus propias bases de sustentación en la acción educativa, invitando a que los niños se sumen a la empresa de constituir la sociedad. La educación política prepara a los ciudadanos para participar al reproducir de forma consciente su sociedad y la reproducción social consciente es el ideal no solo de la educación democrática, sino también de la política democrática. En definitiva, la educación política es el punto donde una sociedad define cuan democrática es o cómo concibe la democracia, pues allí se establece que juego invitamos a jugar a las nuevas generaciones. La política no es solo denuncia de lo injusto sino construcción de dispositivos cada vez más justos. Si el narrador ve la escuela como una trampa para pececillos, actuara en consecuencia, sea beneficiándose de sus servicios u oponiéndose a ella. Si vemos en ella un territorio político siempre abierto a hallar nuevas definiciones y direcciones, la habitaremos como un espacio de práctica de la libertad.