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Guión teatral con base al poema del autor Fray Asinello
Tipo: Apuntes
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ROMANCERO DE LA VÍA DOLOROSA FRAY ASINELLO PERSONAJES
**1. NARRADOR
(Opcional empezar con una danza alusivo a Semana Santa) INTRODUCCIÓN (Música de fondo, escenografía del monte de los Olivos. Jesús, sufriente, hincado y recargado en una roca) JESÚS: Dame fuerza Padre…… (sufre) … dame fuerza… ayúdame Señor con esta carga… Padre mío…. Quiero que me des fuerza para poder llevar a cabo tu voluntad… Adonai… Adonai… (Se va acercando lentamente Satanás) JESÚS : Escúchame Padre… levántate y defiéndeme, líbrame de las trampas que me tienden. SATANÁS: ¿Crees de verdad que un solo hombre puede cargar con todo el peso del pecado? JESÚS: Protégeme Misericordioso Padre, porque confío en Ti… Tú eres mi refugio. SATANÁS: Ningún hombre puede llevar esa carga, te lo aseguro… es demasiado pesada… salvar sus almas es muy costoso, nadie puede, jamás… no… nunca. JESÚS: Oh Padre… Tú lo puedes todo… si es posible, aparta de mí este cáliz, pero que se haga tu voluntad y no la mía ( se desvanece.) SATANÁS: ¿Quién es tu Padre? JESÚS: Padre dame fuerza… SATANÁS: ¿Quién eres Tú? JESÚS: Padre líbrame, te lo imploro… pero que se haga tu voluntad… y no la mía. ( Se levanta lentamente) Levántate… defiéndeme.. líbrame… Padre Todopoderoso. (Se va Satanás, entre Judas con los soldados para apresar a Jesús lo sacan entre la gente y se cierra telón)
PONCIO PILATO: (Con señas pide traer agua y aguamanil, se lava las manos) Son ustedes los que quieren crucificarlo, allá ustedes, yo soy inocente de la sangre de este hombre, que su sangre. (Se acerca Pilato a Jesús y le dice) Te condenaron a muerte tu silencio y mi silencio. Las gargantas en tumulto ante el Pretor somnoliento, lapidaron con sus gritos el mármol de tu silencio. Tu mutismo era una estatua de blancura y de misterio. “¡Habla, Jesús, que te matan! Arropada en tu silencio la muerte viene volando entre graznidos de cuervos. ¡Habla, Señor, tu palabra, como un huracán de fuego, salga de tu boca y queme lo falso de los denuestos! ¿Por qué te quedas callado si eres el Divino Verbo...?” La boca de Dios quedó baldía como el desierto. Lo condenaron a muerte su silencio y mi silencio. Escupieron las gargantas alaridos a mi miedo. Al oleaje de gritos debí levantar mi pecho -dique de amor y diamante- contra el torrente protervo. Pero fui arena medrosa que no supo defenderlo. Debí gritarles: “¡Judíos, yo soy, yo soy el perverso; a mí la hiel, las espinas, a mí la cruz y el flagelo!”, pero se anudó a mi voz la vil serpiente del miedo. ¡Pastores, por cobardía me mataron mi Cordero: fue más fuerte que mi amor el ladrido de los perros...! Lo condenaron a muerte su silencio y mi silencio: uno, silencio de amor; otro, silencio de miedo. (Sale Poncio Pilato, Jesús de Pie mientras se cierra telón)
SEGUNDA ESTACIÓN JESÚS SE ABRAZA CON LA CRUZ En esta, por primera vez siento el tremendo peso de SUS ( se dirige a nosotros) pecados y ustedes parece no importarles quien cargue con ellos, mientras no sea uno mismo. Hacen responsable, ahora, a Mi Iglesia de sus carencias y maldad propia, ven la paja en el ojo ajeno pero no reconocen la viga en el propio. ¡OS HA DICHO MI MADRE NO SON USTEDES QUIÉNES PARA JUZGAR A MI IGLESIA Y A MIS SERVIDORES! APRENDAN A CALLAR, CON HUMILDAD. EL PESO DEL JUICIO DEL MALCRIADO A LOS MÍOS, EN ESPECIAL A MIS SACERDOTES, HACE QUE COMO FUEGO SE INCENDIEN LOS PASTOS QUE LA RODEAN Y CON ELLO MIS HIJOS CORREN LEJOS DE ELLA Y BUSCAN REFUGIO EN EL FUEGO ETERNO,… CUIDEN, COMO A SU ALMA MISMA SUS PALABRAS QUE SEAN SANTAS AL HABLAR DE MI IGLESIA Y MIS SIERVOS FIELES.
(Sigue Jesús con la Cruz y cae al suelo mientras los soldados lo golpean.)
MUJER DE LA TURBA 1: (Con dolor) MUJER DE LA TURBA 2: (Con dolor) ¡Decidme quién me besó con unos labios de fuego...! Muchas veces he sentido el ósculo del invierno. Sus labios -copos de nieve- al caer blancos y lentos me visten con la pureza de los glaciares eternos: son un bautismo de gracia que me renueva por dentro. Al llegar la primavera florida por los oteros, la fecundidad despierta en mis ateridos senos. Con sus rojas amapolas ¡cómo me cubre de besos y cascabeles de espigas y música de jilgueros! Pero nunca conocí un beso como este beso: ¡si me ha dejado más blanca que los altos ventisqueros y me ha vuelto más fecunda que los jardines del cielo! Decidme quién me besó con unos labios de fuego. ¡Qué dulce, cuando el estío con sus labios de aguacero deja el cauce de mis trenzas constelado con sus besos, y mis arenas febriles ungidas de refrigerio! ¡Qué triste el beso de otoño, cuando, al impulso del viento, besa con sus hojas secas la planta de mis senderos y me deja en la garganta sabor a muerte y a duelo! Pero nunca conocí un beso como este beso: tan lleno de suavidades, de tristeza y de misterio... Eternos labios heridos, divinos labios de fuego que, quemando, purifican y sirven de refrigerio;
(Siguen los empujones, de entre los soldados aparece María con Juan y Magdalena) MARÍA: Cristo, Niño mío, ¿para dónde vas? ÁNGEL: María, Mar de lágrimas, ¿quién te lo dirá? MARÍA: Piececitos como lirios que en mi regazo crecieron, ¿Por qué lleváis a mi Niño por tan ingratos senderos: alfombras: charcos de sangre, sandalias: llagas de fuego? Manecitas de jazmines que en diciembre florecieron, ¿por qué os alejáis crispadas sobre ese oscuro madero y ni podéis despediros de mí, perfumando al viento? Cristo, Niño mío, ¿para dónde vas? ÁNGEL: María, Mar de lágrimas, ¿quién te lo dirá? MARÍA: ¡Oh cabeza de mi Niño que durmió sobre mi pecho, negras espinas te ciñen, ya no dulcísimos besos; dolor y llanto te arrullan, ya no cantares maternos! ¡Oh puñadito de mirra que perfumaste mi seno! ¿Por qué vas con esos hombres y a mí me dejas gimiendo? Yo, por Ti, diera mi vida, ellos... ¡dan treinta dineros! Cristo, Niño mío; ¿para dónde vas?
ÁNGEL: Pobre María, Mar de lágrimas, no te canses de llorar. (Los soldados mueven a María de aquél lugar) NARRADOR: QUINTA ESTACIÓN EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ
llevando mi cruz a cuestas, de dolor desmorecido, Tú serás el cirineo que me lleve al Sacrificio. Eres, como yo, de barro; hazme, como Tú, de trigo; exprímeme sobre el monte como maduro racimo; y los dos, compenetrados, hechos de harina y de vino, en la cumbre amanecida seremos un Sacrificio.
VERÓNICA: (Limpia el rostro de Jesús, mira el lienzo sin mostrarlo aún al público) Así quiero que me pintes sobre mi pecho tu rostro. En el pesebre, de niño, eras estrellita de oro; de joven, entre los lirios, el más fragante de todos; bajo los soles maduros pareciste el más hermoso; mas hoy, cuando todos dicen que no tienes ni decoro, es cuando me gustas más: (Muestra el lienzo al público)
MANTENGÁIS UNIDA A MI GREY QUE MI HIJO SE ACERCA. QUE ENCUENTRE A LAS OVEJAS AMADAS QUE OS HA ENCARGADO EL DIVINO PASTOR, QUE NO OS ENCUENTRE COMIENDO, BEBIENDO, DESCANSANDO Y HACIENDO PLANES. EL ÚNICO PLAN ES SALVAR A MIS HIJOS… USTEDES TIENEN LA POTESTAD DE SALVAR ALMAS, POR MEDIO DE LOS SACRATÍSIMOS SACRAMENTALES, NO OS LOS TOMÉIS A LA LIGERA QUE MI HIJO AMADO OS PEDIRÁ CUENTAS DE CADA PALABRA QUE HAYA SALIDO DE SUS BOCAS. SEAN FIELES A MI AMADÍSIMO HIJO. LA AMISTAD CON EL MUNDO ES ENEMISTAD CON DIOS: RECUÉRDENLO Y NO BUSQUEN RESPETOS HUMANOS QUE QUIEN ES DESPRECIADO DE LOS HOMBRES POR NO CONFABULARSE CON LOS MALVADOS, ES AMIGO DE MI HIJO AMADO. (Jalonean, golpean a Jesús hasta caer.) MUJER DE LA TURBA 3: (Con cólera y desesperación) ¿Quién tiró el Pan de los hijos para dárselo a los perros? Viviente Copo de harina caído sobre el sendero, Pedazo de pan cocido en hornos de sufrimiento. Migajita resbalada desde el regazo paterno, ¿para caer en el polvo descendiste de los cielos?
Escándalo de los hijos, Ludibrio de todo el pueblo, ¿así quieres que te coman los ricos, los opulentos? Eres tan poquita cosa, estás tan sucio y tan feo que ni el hijo más humilde ni el mendigo más hambriento se dignarían inclinarse por recogerte del suelo. ¿Quién tiró el Pan de los hijos para dárselo a los perros? HOMBRE DE LA TURBA 1: (Con tristeza) Yo bendigo tu caída que me infunde atrevimiento. Con lágrimas y temblores de ternura a Ti me acerco. Yo soy el pobre perrillo punzado de hambre y de miedo. Si no te hubieras caído, como lluvia, en mi desierto, lleno de angustia y miseria yo moriría sin remedio. ¡Estabas, oh Dios, tan alto y yo tan vil y pequeño! Bajo tu disfraz de polvo escondido, te presiento tan lleno de resplandores como en la gloria del cielo. MUJER DE LA TURBA 3: Si los hombres no te quieren, ven, y descansa en mi pecho. Migaja de pan, caído para el hambre de los perros: ¡el amor que me tuviste te puso en tales extremos! (Al finalizar, la mujer se acerca y lo besa en la frente)
¡y todos vienen llorando! Yo, Señor, aunque te miro todo del Amor llagado, no quiero llorar por Ti, oh divino Enamorado. MUJER PIADOSA 2: Yo sé que por fuera sufres, mas, por dentro, estás gozando, porque el Amor, cuando hiere, es como aroma de bálsamo que mientras más nos traspasa es más suave y delicado. Las heridas de amor saben a miel y huelen a nardo. ¿Por qué entonces, sin quererlo, van mis lágrimas brotando? MUJER PIADOSA 3: ¡Señor, no lloro por Ti: que lloro por mis pecados! No lloro de verte herido, lloro de haberte olvidado. Déjame llorar, Señor, para siempre, sin descanso. Déjame llorar, Señor, -lluvia de pétalos blancos- MUJER PIADOSA 1: De mis ojos doloridos caigan las gotas de llanto, y laven con su blancura lo negro de mis pecados. Tu amor y yo, frente a frente, a solas, los dos estamos; y mis dos ojos te dicen lo que no puede mi labio. MUJER PIADOSA 2 Mira quebrado a tus pies mi corazón de alabastro, ¡Tan duro para quererte, para olvidarte, tan blando! mira cómo, de la herida mana el olor de mis nardos... MUJER PIADOSA 3: Tu amor y yo, frente a frente, a solas, los dos estamos. Los dos, con el alma rota; los dos, transidos de bálsamo. ¡Y tus dos ojos me dicen: “Mucho se te ha perdonado”! (Las mujeres levantan a Jesús y los soldados las quitan)
(Jesús nuevamente cae al suelo se acerca el Ángel) ÁNGEL: ( Se hinca ante Jesús) Triplicaste tu caída entre sollozos y lágrimas. La magnolia de tu veste yace en tierra deshojada y el caudal de tus cabellos hontanar de limpias aguas sobre las piedras desnudas dormido se desparrama... ¡Qué desfallecer del cuerpo, qué desaliento en el alma! SOLDADO 1: ¡Cuánta sed de abandonarse y no proseguir la marcha, suspender eternamente el ritmo de las pisadas! ¿Por qué un grito se me sube tembloroso a la garganta,