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Este documento explora la salud y la enfermedad desde una perspectiva biológica y social. Se analizan conceptos generales, modelos explicativos, la dimensión biológica del ser humano como organismo vivo y sistema complejo, y la interacción entre la dimensión biológica y social. Se destaca la teoría darwiniana y la evolución del ser humano, incluyendo el surgimiento del sistema inmune adquirido. El documento también aborda la relación del individuo con el mundo y con otras personas, la evolución de las formas de vida y la articulación entre la dimensión biológica y social.
Tipo: Esquemas y mapas conceptuales
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El ser humano es una de las múltiples especies que comparten las características de la vida, según lo señalado por Lynn Margulis: Se auto-reparan continuamente (por ejemplo, el epitelio intestinal se renueva cada cinco días, el hígado cada dos meses, la piel cada seis semanas). Presentan un incesante reemplazo químico, denominado metabolismo, que es un signo inequívoco de vida. Poseen la propiedad de "autopoyesis", es decir, la capacidad de crearse a sí mismos. Al igual que otras formas de vida, el ser humano es una organización de materia extraordinariamente compleja en la que ocurren infinidad de procesos cuya finalidad es mantener sus estructuras. Estos procesos ocurren a nivel celular, en los tejidos y órganos como un todo.
El ser humano no puede ser visto únicamente como una máquina, sino más bien como un sistema vivo, en constante interacción con su entorno. A diferencia de una máquina, el ser humano presenta un constante intercambio de materia entre cada ser vivo y su entorno. Las sustancias de las células se renuevan de manera incesante, y hasta el más sólido de los órganos (el hueso) está siempre renovando sus átomos. La vida se asemeja más a un río que a una máquina, pues su "agua" (materia) nunca es la misma, pero mantiene su forma y contornos característicos.
El ser humano cuenta con mecanismos fascinantes que le permiten mantener el equilibrio interior entre sus partes, incluso en presencia de cambios en el ambiente. Estos mecanismos de adaptación forman parte de la identidad del ser humano y posibilitan un margen de cambios dentro de ésta, necesarios para mantener las formas de organización de la vida.
Algunas de estas formas de adaptación pueden ser consideradas como "enfermedades" o "anormalidades", pero en realidad son intentos del organismo por mantener su identidad en condiciones adversas.
Surge la pregunta de cómo ha surgido en el mundo una gran diversidad de especies, cuando cada individuo y especie tienden a mantener la identidad que les es propia. Charles Darwin, en el siglo XIX, publicó su teoría de la selección natural para explicar este fenómeno.
El ser humano, como organismo vivo, presenta una dimensión biológica compleja, caracterizada por mecanismos de auto-reparación, metabolismo y adaptación, que le permiten mantener su identidad en constante interacción con su entorno.
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La teoría darwiniana y la evolución del ser
humano
La selección organísmica y no la creación son el origen de la diversidad a través de las luchas (inconscientes) medidas por el éxito reproductivo. La eficacia: la selección natural de algunas variantes es la fuerza primaria de surgimiento de novedades evolutivas. El alcance: los microcambios evolutivos creados por selección natural ubicados en la inmensidad del tiempo, son capaces de crear la diversidad biológica presente en la actualidad.
La selección natural opera a distintos niveles: genes, linajes celulares, organismos, demes (poblaciones), especies y clados (grupos de especies emparentadas filogenéticamente). El ciado de los homínidos ha tenido muchas especies a lo largo de aproximadamente 7 millones de años de evolución, pero actualmente solo queda una especie exitosa: Homo sapiens.
necesidades se expresan en forma de satisfactores, que son producidos con bienes aportados por la naturaleza y modificados por el trabajo. La relación del individuo con la naturaleza y con otros seres humanos crea saberes y prácticas que cohesionan a los colectivos, lo que se denomina "Cultura". La cultura forma parte de la dimensión social y no es reducible a la dimensión biológica. La forma de satisfacción de las necesidades y el surgimiento de nuevas necesidades ha cambiado a lo largo de la historia, así como las formas culturales de representarse y actuar en el mundo y ante la propia sociedad.
En el periodo paleolítico, los habitantes elaboraban instrumentos de piedra para cazar, pescar y recolectar. Los utensilios pertenecían a la comunidad y se utilizaban también para la defensa. En el periodo neolítico, se construyó la primera estructura de asentamiento humano, donde convivían de 10 a 50 familias dedicadas a la siembra, la domesticación de animales y la conservación de alimentos. Esto permitió a las comunidades permanecer en el mismo territorio y acumular bienes. Se inventaron casi 80 variedades de herramientas. El fuego y la cacería aumentaron las capacidades de caza del ser humano, lo que dio origen a la primera forma de división social del trabajo. Hace 20,000 años, el hombre primitivo ya tenía en su arsenal afilados cuchillos, arcos y flechas para caza y defensa. En el contexto neolítico, se establecieron nuevas alianzas comunitarias, lo cual dio paso a la llamada revolución urbana. El número de habitantes de las comunidades se multiplicó por 10, lo que aumentó las necesidades de distribución de alimentos y el comercio, así como la necesidad de defensa y la formación de guerreros. La obtención de alimentos mediante el cultivo y la ganadería propició el sentido de propiedad privada, y se formaron las castas y las clases sociales, expresiones del sometimiento del hombre por el hombre.
La dimensión social del ser humano se caracteriza por las formas cambiantes que adoptan las relaciones entre los individuos y la naturaleza, y por las formas en que las personas crean culturas tan propias, cambiantes y contradictorias como lo son dichas relaciones. En este proceso, se han dado distintas formas de distribución desigual de la riqueza, la propiedad y el poder, y la cultura entre grandes grupos humanos. De estos procesos y relaciones sociales se desprenden distintas formas de vida, de las cuales se generarán formas específicas de enfermedad de cada época y de cada grupo social. Hay dos grandes componentes de las formas de vida: las condiciones de vida (necesidades y satisfactores) y los estilos de vida (formas sociales y culturalmente determinadas de vivir).
Existe una articulación entre la dimensión biológica y la dimensión social del ser humano, ya que el ser humano es un ser vivo que se modifica debido a las condiciones en que vive, y dichas condiciones y estilos de vida son socialmente creados. La dimensión social se "incorpora" (en el sentido de que toma formas en el cuerpo) en el ser humano.
Las cambiantes nociones de salud y
enfermedad en la sociedad y en la historia
El objeto de estudio primario de la Medicina es la enfermedad. Sobre ese objeto, las prácticas médicas, esencialmente curativas, se manifiestan como formas de lucha contra las enfermedades humanas, no sólo para controlar el sufrimiento o limitar el daño y la discapacidad, sino para prolongar la vida y aplazar en lo posible la muerte. A lo largo de la historia, las prácticas médicas han sido guiadas por diversos conceptos que permiten identificar la enfermedad, clasificarla y entender sus causas con la intención de incidir eficazmente sobre ella. Tales conceptos se estructuran en modelos explicativos o paradigmas, y constituyen los "saberes médicos", que a su vez se inscriben dentro de determinadas maneras de ver y entender el mundo, a las que se ha llamado "cosmovisiones".
El término 'cosmovisión' expresa un conjunto de creencias, ideas, explicaciones y opiniones que configuran la imagen general del mundo que comparten los miembros de un grupo social en un momento histórico determinado, y que los conduce a interpretar su propia naturaleza y la de todo lo existente. Las religiones, las ideologías políticas y los sistemas filosóficos son cosmovisiones, ya que establecen modelos interpretativos de la realidad, desde los que sus miembros elaboran diversas doctrinas que, a su vez, orientan sus prácticas. Las cosmovisiones son complejas y se resisten al cambio, y a veces incorporan planteamientos divergentes y contradictorios.
Desde las "cosmovisiones" se nombra el mundo. Así, algunas propiedades de existencia de la vida humana se les llamará "salud", mientras que otras serán denominadas "enfermedad". Estas propiedades pueden plantearse también como condiciones que transitan de un estado a otro en un proceso de cambio constante, a veces favorable a la adaptación y a la sobrevivencia, y a veces en sentido opuesto. En esa realidad dinámica ocurre la existencia material y se desenvuelven el ser social y el ser personal.
Algunas formas de tristeza, que antes se consideraban procesos vitales no patológicos, ahora se diagnostican como depresión, una enfermedad asociada a defectos en la producción de neurotransmisores. Los criterios para asignar la calificación de "enfermedad" han cambiado y seguirán haciéndolo a lo largo de la historia.
Para los profesionales de la salud, es importante reconocer que al hablar de "enfermedad" se están etiquetando condiciones de vida y existencia, lo cual tiene consecuencias. Es necesario reflexionar sobre los criterios utilizados para definir qué es una enfermedad y a qué conjunto de ideas fundamentales han respondido esos criterios a lo largo de la historia.
Se presentan los modelos explicativos de la salud y la enfermedad en función del desarrollo de la sociedad, desde las sociedades primitivas hasta las sociedades capitalistas, incluyendo los conceptos, saberes, prácticas médicas y sistematización del conocimiento predominantes en cada etapa.
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Los criterios de la modernidad y sus
implicaciones en la construcción de modelos
explicativos de la enfermedad
La enfermedad era considerada como el resultado de fuerzas o espíritus malignos que entraban en el organismo (modelo mágico). La enfermedad era vista como un estado de purificación y gracia enviado por Dios para poner a prueba la fe de la persona que la padecía (modelo religioso). La salud se vinculaba con la religión como un "don" cuya pérdida se debía a un castigo divino o al castigo de los dioses debido a transgresiones individuales o grupales. El papel del curador o sanador incluía saber cuáles eran las faltas cometidas y cómo compensarlas o desagraviar a las divinidades ofendidas para acceder al remedio. La enfermedad aparecía dotada de vida independiente y como una especie de desgracia causada por fuerzas míticas generadas por
agentes conscientes, que podían estar vivos o muertos, y ser humanos o extrahumanos.
La visión mágica o religiosa de la enfermedad, que predominó durante milenios, comenzó a perder fuerza con el auge del proceso de cientifización de los saberes disciplinarios (particularmente de la Física y la Biología) y el tránsito de las sociedades feudales europeas hacia formas de organización social características de un capitalismo incipiente. Emergieron nuevas formas de ver, entender y relacionarse con la realidad, agrupadas en criterios o elementos constituyentes de un proyecto cultural llamado modernidad.
Coherencia de los conceptos de la teoría. Observaciones de los hechos acordes con la teoría o que no la contradigan. Observaciones evidenciables, repetibles y lo más objetivas posible. Rechazo a los dogmas religiosos y a las viejas teorías. Búsqueda de la causalidad de la enfermedad. Necesidad de generar un modelo no ontológico de enfermedad, sino dinámico, en el que la enfermedad no tiene una existencia propia y separada del ser humano.
Surgió a mediados del siglo XIX, impulsado por el positivismo y el descubrimiento de los microorganismos. Establece una unidad: "la causa igual al microorganismo", negando la intervención de cualquier otra condición o factor en el surgimiento de la enfermedad. El microorganismo es visto como un ser externo, con voluntad propia, que enferma al cuerpo sin que éste o el ambiente tengan influencia alguna. La búsqueda se centra en identificar al microorganismo causante de la enfermedad, evidenciar su acción e identificar síntomas o lesiones en los tejidos corporales del enfermo. Este modelo encontró su guía epistemológica en los postulados de Koch.
No explica por qué un agente patógeno (microorganismo) no siempre produce enfermedad. No considera el papel que desempeñan otros factores en la aparición o el curso de una determinada condición morbosa. Tiene una visión más próxima a la interpretación ontológica de la enfermedad que a la dinámica.
una constancia diferente a la habitual, pero igualmente propicia para la vida.
La microbiología, la fisiología y la farmacología, entre otras disciplinas, permitieron reconstruir el pensamiento hipocrático para poder plantear la multicausalidad sobre "nuevas" bases, a la vez que arrinconaron las ideas ontológicas de enfermedad que le daban a las enfermedades una existencia propia e independiente del humano, cuando en realidad no son sino formas dinámicas por las que cursa la vida humana en una compleja interacción con el ambiente.
Los "desequilibrios" a que se referían los griegos (Alcmeón de Crotona, los médicos hipocráticos, Galeno) con sus nociones "naturistas" de la enfermedad, incluían inestabilidades entre húmedo y seco, frío y caliente, amargo y dulce; o los "desequilibrios" de los humores corporales (sangre, flema, bilis amarilla y negra); o bien, resultantes de la combinación con los elementos primarios de la Naturaleza (caliente-húmedo, frío-seco) y los elementos del planeta (fuego, tierra, agua, aire). Estas ideas también implicaban una visión dinámica de la enfermedad, pero diferían de la moderna visión dinámica en que no necesitaban ser objetivas, evidenciables, "neutrales", como sí es requerido en la Medicina científica occidental propia de la modernidad.
Este modelo, surgido a mediados del siglo XX, representa la clara superación del modelo unicausal y reconoce que la salud y la enfermedad están engarzadas en un proceso dinámico que depende de diversidad de elementos que conducen a una fluctuación constante entre el polo de salud y la aparición de enfermedad que se manifestará en signos y síntomas.
La noción de "la tríada ecológica de la enfermedad" (agente, hospedero, ambiente) representa que la enfermedad se debe a la ruptura del equilibrio existente entre estos tres elementos responsables del estado de salud. Esta ruptura productora de enfermedad provoca que del periodo prepatogénico se transite al patogénico, el cual puede cursar con un periodo subclínico y asintomático, y si se le deja evolucionar, cruzará ese horizonte y entrará a una etapa patogénica sintomática o clínica que de manera "natural" podrá evolucionar a la curación espontánea, a la remisión de la sintomatología sin desaparición de la enfermedad con posibles reactivaciones sucesivas, a la cronicidad o a la muerte.
Este modelo incluye una idea antigua de la interacción del "medio interno" con el "medio externo", pero permanece una fuente de debate la manera en que se entendió la influencia de este último. Además, si bien en este modelo la enfermedad ya no es unicausal, sigue sin considerarse con claridad la dimensión social del ser humano, pues lo social se le reduce a uno más de los elementos del ambiente. Esto lleva a asumir una supuesta "neutralidad" que niega que el equilibrio o desequilibrio de la tríada ecológica —que propicia la aparición de enfermedad— sean producidos socialmente.
En 1953, los médicos estadounidenses Hugh Rodman Leavell y E. Gurney Clark propusieron el modelo de historia natural de la enfermedad, el cual concibe a la enfermedad como un proceso dinámico que sigue un curso más o menos característico, derivado de eventos que ocurren tanto en el ambiente como en los individuos afectados por agentes específicos de enfermedad. Desde esta perspectiva, la medicina preventiva efectiva requiere de la interrupción del proceso tan tempranamente como sea posible, y establece que la epidemiología provee la base de conocimiento necesario para identificar y analizar la cadena de causas y efectos, así como la calidad de las interacciones entre los huéspedes individuales (o las colectividades), los agentes y la función que desempeña el ambiente.
Leavell y Clark identificaron conjuntos de intervenciones que pueden cambiar (o evitar) los desenlaces posibles de la enfermedad, a los que denominaron niveles de prevención. Concluyeron que la buena práctica de la medicina curativa difiere muy poco de la medicina preventiva en cualquiera de los niveles de prevención identificados, y que los buenos médicos, una vez que adoptan la filosofía preventivista, entienden que el tratamiento es en sí mismo preventivo y que sus conocimientos y habilidades aplicados en estadios tempranos (o incluso antes de que el sujeto o las comunidades enfermen) tendrán mejores efectos.
Distintas aproximaciones teóricas a la salud y
la enfermedad
Finalmente, consideran que el campo global de la salud le concierne a cada ciudadano y es tan complejo que involucra a muchas personas con diversa formación profesional (no sólo a los médicos). Por lo cual se requieren conocimientos y habilidades administrativas para coordinar todas las actividades y esfuerzos que se requieren para el cuidado efectivo de la salud, destacando además el papel de la participación inteligente de la población como garantía para alcanzar el éxito en materia de salud.
obtenía el líquido de un área contaminada por el drenaje en el río Támesis; con ello fundó las bases del método epidemiológico, lo cual orientó firmemente el ulterior desarrollo de la epidemiología como ciencia.
La transformación de la perspectiva de la enfermedad no provino sólo del saber médico. Como advierte Canguilhem, aparecen también otras visiones que se ubican en el dominio de lo social. Si bien el modelo de "historia natural" de la enfermedad supera la unicausalidad, tiene problemas para situar en forma adecuada el hecho de que el ambiente en que viven los seres humanos ha sido transformado por acción de la organización social. Al considerar lo social como un factor que actúa como los demás, se le "biologiza" y se pierde capacidad para explicar observaciones nuevas como la distribución social diferencial de la salud y la enfermedad en las poblaciones humanas.
Con Parsons a la cabeza, el modelo funcionalista conceptuó la salud como el estado óptimo de las capacidades de un individuo para la ejecución efectiva de los roles y tareas en los que ha sido socializado. Por una parte, trató la relación de la personalidad y el organismo, y del sistema social y cultural por el otro, pero los contemplaba en una interacción sistémica particular. En esta noción de salud, nuevamente mecanicista, la función de la medicina es restaurar al individuo enfermo para que pueda cumplir su rol predestinado y, a su vez, el sistema social siga funcionando. El problema es que el sistema social, como tal, genera una distribución de la enfermedad y de las posibilidades para su atención de manera diferenciada e injusta.
En las corrientes teóricas de la sociología existe la teoría crítica, que se consolidó en el siglo XX y cuyos rasgos se conservan en la Alemania de la modernidad incipiente del siglo XIX con médicos como Johann Peter Frank y Rudolph Virchow, quienes centraron su atención en la situación sociopolítica y en las condiciones de trabajo y de vida como determinantes de la enfermedad. Ambos médicos privilegiaban el aspecto social debido a que éste, a su vez, explica la aparición de agentes participantes en las causas de la enfermedad tales como la desnutrición, la insalubridad y la contaminación, entre otros.
La controversia Chadwick-Farr en Inglaterra (1839) refleja la tensión entre dos grandes direcciones en Salud Pública: la primera hacia las causas inmediatas de enfermedad (la mayoría de las veces biológicas), y la segunda hacia las causas de las causas, esto es, las condiciones sociales que originan la exposición a muchas de las causas inmediatas.
La determinación social de la salud y la
enfermedad: el debate entre Farr y Chadwick
Como parte de esta declaración, Farr incluye que la falta de comida implica 'la falta de todo', como vestido, calefacción, los cuales incluso 'se abandonan ante el imperioso deseo de comer'. Chadwick, quien tenía autoridad sobre Farr, le escribe cuestionando que se ubique a la starvation como causa de muerte, indicándole que registre las causas inmediatas de muerte. Muchos decesos entre los infantes se debían a mala o insuficiente lactancia materna, y, según Chadwick, así debían registrarse. El funcionario califica la clasificación srarvation como especulativa, y también rechaza el término por ser una crítica directa a la Ley de Pobres y sus casas de trabajo.
En marzo de 1840, Farr responde argumentando que muchas de las 72000 defunciones infantiles de la época se debieron a que las madres, trabajadoras fabriles, se encuentran tan débiles y agotadas que no pueden alimentarlos de manera adecuada. El punto de vista de Farr correspondía con una tradición médica de buscar aquellas condiciones del ambiente (dieta, trabajo, vivienda, etc.) que afectan a la salud.
En cambio, Chadwick se centraba en la búsqueda de causas inmediatas (y tal vez prevenibles) de las defunciones, muchas de las cuales eran desconocidas (la microbiología apenas iniciaba su desarrollo). Por un tiempo se impuso el enfoque de Chadwick reforzado por los descubrimientos microbiológicos, pero sobre nuevas bases esta polémica resurgirá en el futuro, llegando hasta la actualidad.
Los modelos que incluyen la dimensión social han seguido modificándose, y se han incorporado nuevas relaciones. Así, surge el modelo psicosocial, desarrollado primero por Cassel y luego por McEwen. En este modelo, las formas de organización social marcadas por la competencia, el individualismo y la falta de control en los procesos de trabajo generan factores psicosociales generadores de estrés crónico que provocan una carga alostática que conduce a un estado de susceptibilidad generalizada hacia varios tipos de enfermedades.
Más recientemente, autores como Nancy Krieger o Michael Marmot han defendido el modelo ecosocial, que incluye equitativamente la dimensión social y biológica del humano, y para ello han elaborado una serie de criterios para considerar aspectos que van desde las formas más generales de la organización social hasta los patrones específicos de "incorporación" de esas exposiciones de manera diferencial según la clase social.
Uno de los ámbitos de acción estratégica de la Salud pública actual es la promoción de la salud. En este contexto, surge la pregunta de si es posible pensar en salud sin mencionar la enfermedad; pensar en salud como un atributo del proceso vital humano, como una capacidad que desarrollan los individuos para responder de modo eficaz a los retos de la complejidad social y biológica, y generar el poder necesario para controlar el propio proceso vital para disfrutar en plenitud de la mayor duración posible de la vida con calidad y autonomía.
Asimismo, la mirada antropológica se ha propuesto dilucidar la discrepancia entre la enfermedad y el padecer, proponiendo la enfermedad [disease] como proceso fisiopatológico o "enfermedad objetiva", y padecer [illness] como mal, dolencia o estado subjetivo percibido por el individuo, con el objetivo de darle voz al paciente, voz que generalmente está ausente.
Diferentes enfoques teóricos sobre la salud y
la enfermedad
Si bien es cierto que la enfermedad tiene un significado distinto para el médico y para el individuo que la padece, es importante establecer esta diferencia. Desde la antropología médica, más que la salud y la enfermedad, la atención es un componente privilegiado en la comprensión del proceso terapéutico.
Laplantine, en su libro "Antropología de la enfermedad", señala que la salud y la enfermedad son objetos privilegiados dentro de la cultura por tres razones:
Permiten captar las diferentes formas de articulación entre lo individual y lo social, entre la experiencia personal y la estructura social. Se sitúan en el campo de intersección de los valores y el campo de la acción. Son los acontecimientos que modifican por excelencia nuestra vida individual, nuestra inserción social y, por tanto, el equilibrio colectivo.
Los modelos explicativos de los médicos orientan la concepción de la forma en que se da la enfermedad (disease), mientras que los modelos del paciente refieren el sentido que ellos le dan al padecimiento (illness) y cómo eligen y evalúan el tratamiento. Sin embargo, es en la interrelación médico-paciente donde se construyen esos sentidos, y en esa construcción no sólo están presentes los modelos vigentes para los teóricos u "oficialmente" reconocidos por las instituciones, sino que es una mezcla de saberes y herencias culturales tan diversa como lo es la historia humana.
Es necesario reconocer que somos herederos de múltiples culturas, y no sólo de la occidental, y que podemos identificar otras formas de concebir la salud y la enfermedad. Estas perspectivas poco se entenderán mientras se intente "universalizar" la visión occidental del mundo, de la vida y del ser humano.
Desde un punto de vista radicalmente distinto, la medicina nahua, de la que se tiene noticia mediante crónicas, reconstrucciones arqueológicas, descripciones históricas y evidencias etnográficas, podría ofrecer una cierta variante de la concepción dinámica de la salud y la enfermedad. Sin embargo, es preciso señalar que los nahuas interpretaban todo su mundo en clave simbólica, de acuerdo con su propio universo teológico, sus deidades y sus concepciones cosmogónicas, y no como una visión "dinámica" particular.
Por otra parte, la medicina oriental (en particular la china) considera que la enfermedad no se debe a un castigo, sino a un comportamiento contrario a las leyes naturales más allá del control del hombre, como las condiciones atmosféricas adversas que modifican el ying y el yang, al que se vinculan todas las partes del cuerpo.
La medicina hindú ayurvédica, por su parte, consideraba que la enfermedad era debida al castigo divino, atribuyéndola luego a un castigo del pecado.
Estas prácticas orientales involucran complicados procesos culturales, evoluciones muy intrincadas, conocimientos muy sofisticados, concepciones holísticas del universo y cosmogonías extraordinariamente complejas.
Mucho se ha dicho en torno a estos temas, pero todo sigue definiéndose de manera cotidiana. Entonces, ¿qué puede retomarse para formar con ello un saber propio, un saber útil para comprender el futuro quehacer médico? ¿Qué modelo debe repetirse y fortalecer para obtener los resultados propuestos como estudiantes de medicina?
El hecho de que tanto la noción de salud como la de enfermedad no sean universales sino históricas, cambiantes (o temporal y culturalmente específicas), no exime de la responsabilidad de "tomar partido" y ser conscientes de cuál de esas nociones se asume y reproduce en el quehacer médico cotidiano, sea en el campo estudiantil o en el profesional.
La postura que se pretende subrayar en el departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM es que, pese a que en la
Esperanza de vida al nacer : Número de años que en promedio se espera que viva una persona después de nacer. En México, la esperanza de vida aumentó de 36.2 años en 1930 a 75 años en 2000, manteniéndose así hasta 2009, cuando cambió a 73 años para hombres y 78 años para mujeres.
Esperanza de vida ajustada por discapacidad (EVAD) o años de vida libres de discapacidad (AVLD) : Promedio de años que se calcula que puede llegar a vivir una persona que goza de buena salud sin enfermedades aparentes. Disminuye debido a la aparición de lesiones o enfermedades crónicas.
Autopercepción de salud : Indicador subjetivo que refleja el estado de salud global y un componente importante de la calidad de vida. Puede clasificarse en autopercepción de salud negativa (regular o mala) y positiva (buena o excelente).
Morbilidad : Incidencia y prevalencia de enfermedades. Mortalidad : Tasas de mortalidad general, infantil, materna, etc. Letalidad : Proporción de personas que mueren por una enfermedad determinada. Indicadores de impacto de la enfermedad : Ausentismo, admisiones hospitalarias, uso de servicios de salud, deficiencias y discapacidades, días de actividad restringida. Indicadores de bienestar : Bienestar físico, mental, social y general. Indicadores de estilo de vida : Condición física, adaptabilidad. Indicadores compuestos : Combinaciones de las categorías anteriores.
La medición de la salud de la población en México se basa en la información estadística y geográfica del INEGI, los datos del CONAPO y las estadísticas y registros de morbilidad y mortalidad generados bajo la Vigilancia Epidemiológica de la Dirección General de Epidemiología.
Autopercepción positiva de salud (APES+)
La APES+ se integra por las categorías "excelente", "muy buena" y "buena", las cuales se relacionan con una mayor sobrevida. Según Vladislavovna-Doubova y colaboradores, la APES depende de las condiciones de salud, trabajo y estilo de vida. La presencia de dolor, obesidad y enfermedades crónicas se acompaña de cambios negativos en la APES. Una mayor educación y formas de vida saludables (actividad física, suspensión del tabaquismo, dieta sana) se vinculan con una mejor percepción del estado de salud.
Resiliencia
El término "resiliencia" proviene del latín "resilium" y significa "volver atrás", "volver de un salto", "volver al estado inicial", "rebotar". No existe un consenso sobre la definición de resiliencia, pero algunas propuestas son: Sobreponerse a las dificultades y tener éxito a pesar de estar expuestos a situaciones de riesgo elevado (Richman y Galinsky). Mantener la competencia bajo presión, es decir, saber adaptarse con éxito al alto riesgo (Richman y Galinsky). Recuperarse de algún trauma mediante el ajuste de forma exitosa a los acontecimientos negativos de la vida (Richman y Galinsky). Referirse a personas de grupos de alto riesgo que han obtenido mejores resultados de los esperados, y a la buena adaptación a pesar de experiencias estresantes (Masten). La capacidad de una persona o sistema social de vivir bien y desarrollarse en forma positiva a pesar de las condiciones de vida difíciles y de manera socialmente aceptable (Vanistendael Stefan).
La resiliencia puede entenderse como un proceso que requiere una respuesta individual, pero que está condicionada por factores individuales y ambientales. El contexto de aplicación de la resiliencia puede ser más amplio, como la familia, grupos y comunidades, en los que se conforman redes sociales que darán diversas respuestas ante situaciones adversas o traumáticas. Se parte del supuesto de que mientras una población sea más resiliente, será más sana. Ejemplos de resiliencia de ecosistemas: la organización de la sociedad civil tras el sismo de 1985 en la Ciudad de México y el huracán Katrina en Nueva Orleans.
Indicadores de enfermedad
Los indicadores más comunes para medir la enfermedad en poblaciones son la morbilidad y la mortalidad. La morbilidad se refiere a personas que están enfermas y con vida, mientras que la mortalidad hace referencia a quienes han fallecido. Las medidas de frecuencia (morbilidad y mortalidad) reflejan la ocurrencia relativa de la enfermedad en la población, es decir, se calculan e interpretan en relación al tamaño de la población.