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Ensayo sobre la obra dramática Mi hijo solo camina un poco más lento de Ivor Martinic y su puesta en escena en Buenos Aires
Tipo: Monografías, Ensayos
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Sinopsis del texto dramático Croacia, actualidad.Branko cumple 25 años, varios de los cuales pasó en una silla de ruedas. Nadie sabe como lidiar con eso; su madre Mia afirma que él “solo camina un poco más lento”. La llegada de Sara, quien tiene claro que Branko no camina y sigue interesada en él es uno de los tantos hechos que, en una jornada, nos grafican como a cada uno le afectan verdades tan claras pero al mismo tiempo tan oscuras.Branko quiere seguir sintiendo. Aún vive. Sin embargo, la puesta dice aún más que el texto. Y, personalmente es la primera vez que puedo afirmar esto en mi historia como ávida lectora. Una sinopsis de los setenta minutos vividos y vívidos podría ser: Una familia disfuncional prueba ser mucho más de lo que se cree. Vacilando entre el cariño y la crueldad, los personajes parecen personas que fueron enjauladas por un rato ante nuestros ojos. Nos obligan a formar parte de su historia de distintas velocidades. Nos demuestran que hay mucho amor en el mundo, que sólo hay que aceptarlo y dejarlo entrar de a poco. Que nunca estaremos solos. Con la trama ya desarrollada, buscaré datos pertinentes sobre autor y director. Además agregaré datos biográficos generales del autor. Ivor Martinic (nacido el 7 de Junio de 1984) es un dramaturgo croata formado en la Academia de Arte Dramático en Zagreb, autor de “Mi hijo solo camina un poco más lento”, “El título del teatro de Ante está escrito aquí” y “La obra de Mirjana y sus pares”. Sus obras han sido reproducidas en más de diez países europeos y, recientemente, llegan a América Latina. Como dramaturgo ha colaborado con producciones del “Teatro de Niños de Dubrava”, ”La pequeña escena”, “El teatro de la juventud de Zagreb”, etc. Entre las obras “El título del teatro de Ante está escrito aquí” y “Mi hijo solo camina un poco más lento”, Ivor fue galardonado con más de veinte premios en sus cortos y fructíferos treinta y un años. Actualmente vive y trabaja en su ciudad natal. Guillermo Cacace es un actor, director y docente argentino.Egresado como actor de la Escuela Nacional de Arte Dramático (actual UNA) y Licenciado en Psicopedagogía de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Especialización en Psicoanálisis. Realizó seminarios y entrenamientos con diferentes docentes de actuación además de disciplinas complementarias como clown, acrobacia, esgrima, danza, máscaras, mimo y work-shops sobre el trabajo vocal y la biomecánica meyerholdiana (a cargo de Valentín Bogdanov, Rusia).
Su labor profesional lo ha encontrado trabajando en países como Brasil (Blumenao, Florianopolis, Fortaleza), España (Madrid, Barcelona),Turquía (Ankara), Estados Unidos (Nueva York), Rusia (Moscú), República Dominicana (Santo Domingo), Paraguay(Asunción), Bolivia(Sucre, Potosí), Venezuela, Inglaterra (Leicester) y Bielorrusia (Minsk). En este caso, lo más importante para este ensayo en cuanto a Cacace es su condición de director y dueño de Apacheta, la sala/estudio donde se estrenó “Mi hijo solo camina un poco más lento”. Finalmente, agrego datos del autor de piezas musicales tan fantásticas como Sweeney Todd, el barbero demoníaco de la calle Fleet (Sweeney Todd the demon barber of Fleet Street), Amor sin Barreras (West Side Story), Dentro del Bosque (Into the Woods), Company (homónimo) y Caprichos (Follies): Stephen Sondheim. Sondheim (Stephen Joshua Sondheim, nacido en Nueva York el 22 de marzo de 1930) es un compositor y letrista estadounidense especializado en el género musical, que recibió por su kilométrico trabajo en Broadway los premios Pulitzer, Oscar y Tony (este último en varias ocasiones). La magnífica producción de mensajes de su autoría sobre la amistad y el amor, la violencia, el significado de la soledad y la muerte, nos llevan a reflexionar a través de ritmos mundialmente conocidos y adorados. Volviendo a la obra croata numeraré el conflicto central y los secundarios: Conflicto central: los puntos de vista de cada personaje frente a Branko estando en una silla de ruedas. Incapacidad emocional de llevar adelante la problemática de tener un pariente enfermo, que, paradójicamente, no se define por esta situación aunque los demás piensen en la habilidad de caminar como algo tan llamativo, descriptivo y básico. Conflictos secundarios: (nombraré tres, aunque siempre pueden visualizarse más, depende cuán profundo se mire) ● Doris esperando que su madre le preste la mínima atención que requiere un hijo adolescente, ya que Mia está viviendo por su otro crío. ● La abuela Ana olvidando e inventando un pasado que la definía y le ayudaba a sobrepasar el presente. ● La tía Rita preocupada y medicada por la pregunta constante que no se anima a responder: ¿qué hacer con esa muerte que nos espera con el reloj en la mano?. Como ya tenemos el qué y algunos de los quiénes, vamos a completar con unos cuantos “cómo”. Circuito al que pertenece la obra: independiente. Es en la sala/estudio Apacheta, con lugar para 50 espectadores y entradas accesibles de 120 pesos. Los actores, ubicados en escena sin proscenio, sino que trabajando con el público (otra característica del teatro independiente) pertenecen, además, al grupo de artistas que, en la mayoría de los casos, se reflejan en este
Branko (Juan Tupac Soler): su interpretación es excelente porque reacciona genuinamente a los estímulos que aportan, en especial su madre, su abuela y Sara. Es realmente un joven de 25 años sorprendiéndose, recordando, experimentando y sufriendo la vida, aunque los demás viren de ser sobreprotectores a crueles con él. La postura de su torso y piernas está trabajada a fondo. No quedan dudas en los 70 minutos de que el muchacho no camina. Sin embargo el actor aporta algo muy humano y hermoso a Branko: la felicidad y esperanza por la vida de alguien que suponen, por estar postrado en una silla, muerto. Su corazón alberga mucha luz. Mia (Paula Fernandez Mbarak): la madre del protagonista es encarnada por una hechicera: una mujer que produce magia en cada renglón del texto que le corresponde. No hay otro calificativo a su explosión emocional tras el “Mamá, perdoname por no poder caminar” de su hijo, al que no sabe en qué medida aceptar y en cual rechazar. Le duele demasiado, más que a él mismo, como esta enfermedad ha coartado su futuro, tal vez hasta su vida. En el torbellino en el que nos introduce, esta actriz maneja una ligereza por momentos que es ideal: nada de lo que su madre dice parece afectarla, tal vez porque ya es vieja y se supone que una abuela tenga problemas a los ochenta años. Pero su hijo, de veinticinco recién cumplidos no tiene derecho de enfermarse. Aún tiene la vida por delante. Didascalio (Juan Andrés Romanazzi): además de ser el asistente de dirección original de la puesta, Romanazzi está de acuerdo con el director en que la mirada a público hace todo mucho más vivo e interesante y explica: “Con Guillermo además trabajamos otra cuestión que me involucra a mí dentro de la familia, y también estuvo buena la aparición del público porque muchas veces me costaba despegarme de la dinámica de lo que sucede en la escena de mis compañeros. Y si bien vibro en esa sintonía necesito despegarme para entablar un diálogo en otro nivel con el espectador” Su papel doble (narrador y personaje hijo de Rita y Mihael) nos recuerda, otra vez, que todo se relaciona con todo. El público, por ejemplo, no tiene un papel pasivo en la puesta, sino que toma parte y transforma al actor, devolviéndole la mirada, literalmente. La función de narrador es muy interesante ya que nos recuerda lo que pasa físicamente (un movimiento o un lugar) sin sacarnos del relato. Aporta, no quita. Su nombre (Didascalio, nombrado por Cacace) aparece en escena cuando el director nota que las didáscalias le agregaban mucha energía a la puesta, como si fuera un personaje más. El actor, en formación en la EMAD, aprendió rápidamente sus líneas aún siendo asistente, como parte de un experimento del director, quien finalmente le dio el papel, completamente merecido. Mihael: tío tristón de Branko, que comparte un presente con Rita y un pasado (no-tan-pisado) con la hermana de esta, es el papel de Aldo Alessandrini, quien cumple con la tarea de vivir y revivir su parlamento cada domingo, pero personalmente no me gustaron ninguna de sus decisiones artísticas: su velocidad y sus tonos eran muy lentos, bajos, leves. No me parecía que estuviera justificada en ningún momento esa languidez. Me hizo recordar claramente al dibujito entrañable de “Winnie the Pooh” y a uno de sus amiguitos del bosque, llamado Igor, un burrito con un lazo rosa en la cola que siempre estaba triste, deprimido totalmente, y que
hacía mucho ruido en una producción de un tema tan risueño sin justificación alguna. Nunca me pareció adecuado. Pero tal vez solo estoy reaccionando como Mia, que no acepta que la realidad y la juventud puedan ser tan desgraciadas. Doris: la increíble actriz Romina Padoan, licenciada en Composición Coreográfica en el, por entonces, IUNA, utiliza todas sus herramientas desde el previo a la obra, donde se revuelve el pelo y se traslada de un lado del escenario al otro, reptando ágilmente. El dolor un tanto oculto de tener una vida a pesar de que su hermano se lleva todas las miradas hace que Doris se vea como Natalie de Casi Normales, quien pelea por la atención de su madre ante un hermano perfecto que de hecho no está allí pero que tiene más peso real que ella. Doris y Natalie, hermanas olvidadas El reto de ser invisible cuando sí se existe, y no como los fantasmas de Spregelburd, es muy difícil. Ella lo logra. Enternece en su desarrollo como mujer. Sara (Pilar Boyle): la pequeña actriz con un talento enorme, y además una jovialidad encantadora crea a una Sara que molesta y enamora genuinamente. La velocidad de sus parlamentos está dosificada en todo su monólogo. No la pierde nunca. No se desgasta, y es muy impresionante ver que primero la persona te ofrece mate, luego corre y va a un costado de la escena, se sienta y, cuando llega su turno, la neurosis aparece clara como una foto. Su entrenamiento debe ser muy profundo y detallado. Ana: la divina Elsa Bloise, como la describí al finalizar la función y darle un abrazo, armó el pasado del personaje y se aferró a él, como explica en el programa cultural “Otra trama” de la TV Pública, con uñas y dientes. El texto no es su verdad, sino las imágenes que de él provienen. Ella afirma que su verdad del personaje es LA verdad del personaje. Y encarna a la abuela más malhablada y genial del mundo. Su simpatía nos hacía esperar su próxima intervención desde el texto. Su velocidad era, creo, la correcta. Sus años se transmitían en el ritmo y cadencia utilizados. Rita (Clarisa Korovsky): la tía de Branko mantiene junto a su hermana momentos memorables. La pausa viva que mantienen las dos actrices antes de la confesión del personaje de Clarisa lleva al espectador al borde de la butaca. Su personaje es la crueldad misma que nos ataca cuando vemos todo negro. Korovsky lo capitaliza de manera magistral: habla de soledad y muerte naturalmente, como si una pieza faltara en un rompecabezas que arma los domingos. Como si no fuera una cuestión que la mantiene despierta, aunque de hecho lo hace.
cambiador o habitación de Mia. Las gradas forman parte del escenario tanto como nosotros espectadores somos parte de la acción. Una radio, una guitarra y una heladera se vuelven objetos significantes trabajados en la obra. Las primeras para reproducir música (el tema solo, en lengua inglesa y ritmo alegre para la puesta completa). La última como referencia a los movimientos de los actores, en todos los casos muy fluidos.